INTRODUCCIÓN

1. Las Catequesis bautismales de Juan Crisóstomo
Las Catequesis bautismales, dentro de la amplia 
producción de san Juan Crisóstomo, ocupan un puesto 
importante no solamente por el gran número de las que han 
llegado hasta nosotros (doce, en conjunto), sino, sobre todo, 
porque ellas vienen a representar una fuente preciosa para 
la historia de la concepción y de la liturgia bautismal en 
Antioquía, una de las sedes más ilustres de la Iglesia 
oriental, al final del siglo IV. 
Juan Crisóstomo, ordenado de sacerdote el 16 de febrero 
del año 386, al comienzo de la Cuaresma, empezó 
enseguida su actividad de predicador, cuyos primeros 
testimonios son las Ocho homilías sobre el Génesis, 
desarrolladas durante el mismo año. 
Pertenecen a la Cuaresma del año 387 las veintiún 
Homilías sobre las estatuas, con las cuales Juan Crisóstomo, 
junto con la participación del obispo Flaviano, logró 
interrumpir y evitar represiones sangrientas ulteriores, por 
parte del poder imperial, como consecuencia de la sedición 
popular que llegó a mutilar las estatuas de Teodosio y de su 
familia. 

2. Teoría y praxis bautismal en Juan Crisóstomo
San Juan Crisóstomo, desde el comienzo de su actividad 
pastoral, reveló una clara y penetrante concepción del 
bautismo debida, ya sea a su experiencia personal, que con 
frecuencia subraya en las Catequesis 15, ya sea también a 
la tradición presente en la Iglesia de Antioquía. 
Su estilo sencillo y vivo, que, aun en la inmediata y 
constante relación con el auditorio, conserva siempre la 
impronta de la pura elocuencia ática, nos permite 
comprender sin dificultad su pensamiento. 
El primer aspecto fundamental que san Juan Crisóstomo 
capta en el bautismo es el sentido del misterio que lo rodea y 
que la misma expresión «sacramento», si se entiende en su 
acepción original, siempre refleja. 
La terminología que indica la distinción entre fieles y 
catecúmenos, en la comunidad cristiana de la época, es 
reveladora al respecto: únicamente los fieles (pistoi) son los 
«iniciados» (memuemenoi), mientras los catecúmenos 
(katéchoumenoi) son los «no iniciados» (amuetoi). 
Y la separación entre los dos grupos que se realizaba al 
comienzo de la liturgia eucarística, en la cual sólo los fieles 
podían participar mientras que los catecúmenos eran 
invitados a salir, se justifica por aquella «disciplina del 
arcano», profundamente enraizada en la Iglesia de 
Antioquía y que san Juan Crisóstomo refleja con frecuencia 
con la utilización de términos como «terrible», «tremendo», 
«inefable» 18, de los cuales desgraciadamente en los 
momentos actuales, se ha perdido su significado genuino. 
El sentido del misterio, viene sugerido a san Juan 
Crisóstomo por la viva fe que tenía en la nueva realidad a la 
cual el catecúmeno es llamado a participar: la adhesión 
plena y definitiva a Cristo; y para expresarla se sirve con 
mucha frecuencia de la imagen humana y sugestiva del 
matrimonio 19. 
La conocida cita de Efesios (5, 31-32), que constituye la 
base de la interpretación patrística del matrimonio, es 
reiterada y reelaborada originalmente por san Juan 
Crisóstomo con un realismo muy suyo, que es otra de las 
características típicas de su pensamiento. 
Y este realismo es lo que le impide caer en lo genérico y 
abstracto, incluso en los momentos de más alta tensión y 
precisamente cuando uno se sentiría inducido a pensar que 
la teoría sobrepasa y anula la praxis en su apasionada 
elocuencia. 
Pero a pesar de la exaltación del bautismo y de sus dones 
20, y a pesar de sus cálidas y repetidas exhortaciones, él 
sabe muy bien que numerosos catecúmenos están 
esperando para solicitar el bautismo hasta el momento de la 
muerte 21 y otro hecho, aún más descorazonador, es ¡que 
muchos cristianos apenas bautizados e introducidos en las 
reuniones litúrgicas, no dejan de asistir a las carreras de 
caballos y a los espectáculos del teatro! 22, 
Él, sin embargo, no deja de exigir continuamente de los 
catecúmenos una seria preparación moral y doctrinal para 
merecer la recepción del bautismo y llegar a ser como 
«nuevos iluminados» (neophotistoi) 23 que pueden 
comprender con fe la luz resplandeciente de las nuevas 
verdades cristianas. 
En esta visión se encuadran las diversas etapas que van 
marcando progresivamente la preparación de los 
catecúmenos: la elección de los fieles que les acogen como 
a hijos y que vienen a ser como «padres espirituales» para 
ellos (los futuros «padrinos»), garantes de la seriedad de su 
compromiso 24; los exorcistas a quienes son confiados, 
cubiertos únicamente con la túnica de penitentes, con los 
pies desnudos y las manos levantadas al cielo como los 
suplicantes o los prisioneros 25. 
La hora nona del Viernes Santo, que recuerda el trágico 
momento de la muerte de Cristo en la Cruz 26 es el momento 
culminante de la liturgia bautismal. 
San Juan Crisóstomo que, con frecuencia y durante largo 
tiempo, ha insistido sobre la plena libertad del hombre en 
contraste con la inmutabilidad de la naturaleza 27, reclama 
toda la atención de los catecúmenos sobre la importancia de 
la elección que ellos debían realizar 28. 
La fórmula litúrgica de la renuncia al demonio: «Renuncio 
a ti, Satanás, a tus seducciones, a tu servicio y a tus obras» 
29, es un compromiso solemne que san Juan Crisóstomo 
asimila a la elección total y definitiva que se realiza en el 
matrimonio. 
La liturgia bautismal, testimoniada por san Juan 
Crisóstomo, después de la renuncia a Satanás, hacía seguir 
la unción con el signo de la cruz sobre la frente del 
catecúmeno; después durante la celebración nocturna, 
seguían la unción de todo el cuerpo, la profesión de fe y la 
bajada a la piscina sagrada, para recibir el bautismo de las 
manos del obispo o del sacerdote, que extendía la mano 
sobre la cabeza del bautizado y la sumergía tres veces en el 
agua, pronunciando la fórmula sacramental: 
«Fulano es bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y 
del Espíritu Santo» 30. 
San Juan Crisóstomo, después del bautismo, hace 
mención únicamente del beso de la paz 31, al cual seguía la 
participación de los nuevos bautizados en la liturgia 
eucarística 32.
En Antioquía se prolongaban durante siete días los 
festejos en honor de los nuevos bautizados, período de 
tiempo análogo a las fiestas en honor de los nuevos esposos 
33, y cada día debían asistir a la reunión litúrgica destinada 
a ellos, como lo testimonian las cinco últimas Catequesis 
prebautismales editadas por Wenger. 
Así se nos presenta la concepción que san Juan 
Crisóstomo tiene del bautismo y, después de tantos siglos, 
su voz parece conservar todavía inalterada toda su frescura, 
inspirando un sentido profundo de serenidad y de confianza, 
de la cual también el hombre de hoy tiene necesidad para 
renovar con plena libertad, como los catecúmenos de otro 
tiempo, su adhesión a Cristo. 
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15. Cf., por ejemplo la IV Cat., c. 5; la VI, c. 19; la IX, c. 26. 
18. Cf. por ejemplo, VI Cat., c. 27; X, cc. 1 y 15. 
19. Cf. por ejemplo, IV Cat., cc. 1 y 2; V, cc. 1-18. 
20. Cf. VII Cat., c. 5ss. 
21. Cf. II Cat., c. 1. 
22. Cf. X Cat. c. 1ss.
23. WENGER señala también a este propósito cómo no es exacto 
traducir este término por el de «neófitos», aunque tenga un sentido 
análogo. 
24. Cf. VI Cat., cc. 15-16. 
25. Cf. II Cat., c. 2; III, cc. 6-7. 
26. Cf. IV Cat., c. 4. 
27. Cf. por ejemplo V Cat., c. 10; IX, c. 24. 
28. Cf. VI Cat., c. 20; para la historia de esta fórmula cf. WENGER, 
Introd. cit., pp. 79-90. 
29. Cf. en especial la IV Cat., cc. 1-18. 
30. Cf. IV Cat., c. 3; VI, c. 26. 
31. Cf. IV Cat., c. 10. 
32. Cf. VI Cat., c. 27. 
33. Cf. X Cat.. c. 24.