SÉPTIMA CATEQUESIS 1

«Del mismo, homilía dirigida a los nuevos iluminados» 2. 

Los nuevos bautizados comparados a nuevas estrellas

1. ¡Bendito sea Dios! Ved que también de la tierra nacen 
estrellas, estrellas más rutilantes que las del cielo. Estrellas sobre 
la tierra, por causa de aquel que apareció sobre la tierra venido 
del cielo. 
Pero no sólo estrellas sobre la tierra, sino también estrellas en 
pleno día. ¡Segundo prodigio éste! ¡Estrellas en pleno día más 
rutilantes que las nocturnas! 
Éstas, efectivamente, se ocultan cuando aparece el sol, 
aquellas, en cambio, cuando aparece el sol de justicia 
resplandecen ano más. 
¿Viste alguna vez aparecer estrellas junto al sol? 

2. Las unas desaparecen cuando la plenitud se deja ver. Estas 
otras, cuando sobreviene la plenitud, resplandecen con más fuerza 
todavía. 
Y de aquellas dice el Evangelio: Las estrellas del cielo caerán, 
como se caen de la parra las hojas 3; en cambio, de éstas dice: 
Los justos resplandecerán como el sol en el reino de los cielos 4. 

3. ¿Qué significa: Como se caen de la parra las hojas así 
caerán las estrellas del cielo?
De la misma manera que la parra, mientras está alimentando a 
los racimos, necesita de la protección que prestan las hojas, pero 
en cuanto se descarga del fruto también se desprende de su 
cabellera de hojas, así también el mundo entero: mientras 
contenga en sí mismo a la naturaleza humana, el cielo retiene 
también las estrellas, como la parra sus hojas; pero entonces, al 
no haber ya noche tampoco habrá ya necesidad de estrellas. 

4. De fuego es la naturaleza de aquellas estrellas; de fuego es 
también la substancia de estas otras. Pero allí se trata de un fuego 
sensible; aquí, de un fuego inteligible: El mismo os bautizará -dice- 
con Espirita Santo y fuego 5. 
¿Quieres también aprender los nombres de unas y de otras? En 
las estrellas del cielo se dan estos nombres: Orión, Arturo, Lucero 
de la tarde, Lucero del alba; en cambio entre estas otras estrellas 
no se da solamente un Lucero del alba: ¡todos son Luceros del 
alba! 

Los múltiples dones del bautismo

5. ¡Bendito sea Dios -digamos otra vez-, el único que hace 
maravillas! 6, el que todo lo crea y todo lo transforma. 
Los cautivos de anteayer son hoy libres y cindadanos de la 
Iglesia; los que antes vivían en la vergüenza del pecado viven 
ahora en la confianza y en la justicia. 
Porque no son únicamente libres, sino también santos; no sólo 
santos, sino también justos; no sólo justos, sino también hijos; no 
sólo hijos, sino también herederos; no sólo herederos, sino 
también hermanos de Cristo; no sólo hermanos de Cristo, sino 
también coherederos; no sólo coherederos, sino también 
miembros; no sólo miembros, sino también templos, y no sólo 
templos, sino también instrumentos del Espíritu 7. 

6. ¡Bendito sea Dios, el único que hace maravillas!. 
¿Viste cuán numerosos son los dones del bautismo? Por más 
que muchos crean que solamente tiene uno, el perdón de los 
pecados, sin embargo, nosotros hemos enumerado hasta diez 
honores. 
BAU/NIÑOS: Esta es, pues, la razón por la que incluso 
bautizamos a los niños, aunque no tienen pecados 8, para que se 
les añada la santificación, la justicia, la adopción filial, la herencia, 
el hermanazgo, el ser miembros de Cristo y el convertirse en 
morada del Espíritu. 
7. Mas, ¡oh amadísimos hermanos...! Si es que me es lícito 
llamaros hermanos, porque, ciertamente, yo también participé del 
mismo alumbramiento que vosotros, pero luego, por mi negligencia 
perdí el perfecto y auténtico hermanazgo; con todo, permitidme 
llamaros hermanos por lo mucho que os amo, y exhortaros a que, 
cuanto mayor sea el honor de que gocéis, tanta mayor solicitud 
mostréis. 

La táctica de la lucha contra el diablo

8. El tiempo que precedió a éste era palestra y campo de 
entrenamiento, y se era indulgente con los caídos. En cambio, a 
partir del día de hoy, el estadio se ha abierto, el combate está 
fijado, el público está sentado arriba, y no sólo el género humano 
contempla vuestros combates, sino también la muchedumbre de 
los ángeles, y Pablo grita a los Corintios: ¡Nos han dado en 
espectáculo al mundo, y no solamente a los hombres, sino también 
a los ángeles! 9. 
Así pues, los ángeles son espectadores y el Señor de los 
ángeles actúa de juez de competición: esto no solamente es un 
honor, sino también una garantía. 
Efectivamente, cuando juzga los combates precisamente el 
mismo que entregó su vida por nosotros, ¿qué honor y qué 
garantía no será para nosotros? 

9. Ahora bien, en los combates olímpicos, el árbitro se coloca en 
medio de los dos contendientes, sin estar a favor del uno ni a favor 
del otro, sino a la espera del final: por eso justamente se coloca en 
el medio, porque su juicio es también neutral. 
Sin embargo, entre nosotros y el diablo, Cristo no se coloca en 
el medio, sino que es todo nuestro. Y que no está en el medio, sino 
por entero con nosotros, nótalo en esto: al entrar en la liza, a 
nosotros nos ungió, a él lo amarró; a nosotros nos ungió con el 
óleo de la alegría 10, y a él lo amarró con nudos indisolubles, para 
tenerlo inmovilizado en los combates. 
Y si ocurre que tropiezo, Él me tiende su mano, levanta al que 
cae y de nuevo le hace caminar. Dice, efectivamente: Pisotead 
sobre serpientes, sobre escorpiones y sobre toda fuerza del 
enemigo 11. 
10. A él, tras la victoria, lo amenazó con la gehena; yo, si venzo, 
soy coronado; él, si vence, es castigado. 
Y para que sepas que recibe mayor castigo sobre todo cuando 
triunfa, ¡ea!, te lo demostraré con hechos. 
Venció a Adán y le hizo caer: ¿cuál fue el premio de la victoria? 
Sobre tu pecho y sobre tu vientre andarás, y comerás polvo todos 
los días de tu vida 12, 
Ahora bien, si tan duramente castigó a la serpiente material, 
¿cuál será el castigo que infligirá a la espiritual? 
Y si tal es la condena del instrumento, bien claro está que a su 
artífice le aguarda una pena mucho mayor. 
Efectivamente, lo mismo que un padre amoroso, cuando 
encuentra al que ha matado a su hijo, no solamente castiga al 
asesino, sino que también hace pedazos la espada misma, así 
también Cristo, no solamente castigó al diablo, sino que también 
destrozó su espada. 

11. Con toda confianza, pues, desnudémonos para estos 
combates. Además, Cristo nos ha ceñido unas armas que son más 
brillantes que todo el oro, más fuertes que todo acero, más 
abrasadoras y voraces que todo fuego y más ligeras que todo aire. 

Estas armas, efectivamente, son de tal naturaleza que no 
abruman las rodillas, antes bien, prestan alas y alzan en volandas 
a los miembros, y si quieres echarte a volar al cielo con estas 
armas, nada te lo impide. 
Y es que nueva es la naturaleza de estas armas, porque nueva 
es también la índole del combate: a pesar de ser hombre, se me 
obliga a batirme en pugilato con los demonios; aunque estoy 
revestido de carne, peleo contra fuerzas incorpóreas. 
Por esta razón Dios me hizo una coraza, no de hierro sino de 
justicia, y por lo mismo me preparó el largo escudo no de bronce, 
sino de fe. Tengo además una espada afilada: la palabra del 
Espíritu 13. 
Aquél dispara flechas contra mí, yo tengo una espada; aquél es 
arquero, yo soy hoplita. Aprende tú también de esto lo precavido 
que es él: el arquero no se atreve a acercarse, sino que dispara 
de lejos. 

La sangre de Cristo como arma invencible

12. Pero, ¿cómo? ¿Acaso no preparó más que armas? No, que 
también previno una mesa más poderosa que cualquier arma, para 
que luches sin cansarte, para que saciado, triunfes en toda la línea 
del enemigo. 
Efectivamente, con que sólo te vea cuando regresas del convite 
del Señor, como quien ve un león que echa fuego por la boca, así 
él huirá más veloz que todo viento. 
Y si le muestras tu lengua tinta con la preciosa sangre no podrá 
ni tenerse en pie: si le muestras tu boca enrojecida él volverá 
grupas a todo correr, como cualquier animalejo. 

13. ¿Quieres, pues, saber la fuerza de esta sangre? 
Recurramos a su figura 14, a los antiguos relatos de lo acaecido 
en Egipto. 
Dios estaba a punto de infligir a los egipcios la décima plaga. 
Quería, en efecto, eliminar a sus primogénitos, porque ellos 
retenían al pueblo primogénito suyo. 
¿Qué hacer, pues, para evitar que los judíos quedaran 
implicados con los egipcios, ya que todos se hallaban habitando un 
único lugar? Infórmate del poder de la figura para que también 
comprendas la fuerza de la verdad. 
La plaga que Dios enviaba estaba a punto de abatirse desde lo 
alto, y el exterminador iba avanzando contra las casas. 
14. ¿Qué hizo entonces Moisés? Inmolad -dijo- un cordero sin 
mancha y untad con su sangre vuestras puertas (/Ex/12/21-25). 
¿Qué estás diciendo? ¿La sangre de un irracional es capaz de 
salvar a los hombres, a los dotados de razón? «Sí, -dice-, no 
porque sea su sangre, sino porque es figura de la sangre del 
Señor». 
Efectivamente, lo mismo que las estatuas de los emperadores, 
aunque son inanimadas e insensibles, salvan a los hombres que 
se acogen a ellas, dotados como están de sensación y de alma, no 
porque ellas sean de bronce, sino porque son imagen del 
emperador, así también aquella sangre insensible e inanimada 
salvó a los hombres que tenían alma, no porque fuese sangre, 
sino porque era figura de esta otra sangre. 

15. Entonces el exterminador vio la sangre asperjada en las 
puertas y no se atrevió a entrar. 
Si ahora el diablo ve, no ya la sangre de la figura asperjada en 
las puertas, sino la sangre de la verdad rociando la boca de los 
fieles, puerta del templo portador de Cristo, ¿no va a detenerse 
con mucho mayor motivo? Porque, si el ángel tuvo miedo al ver la 
figura, con mayor razón el diablo emprenderá la huida al ver la 
verdad. 

La Iglesia nacida del costado de Cristo en la cruz

16. ¿Quieres saber también por otro camino la fuerza de esta 
sangre? 
Mira de dónde comenzó a manar y dónde tuvo su fuente: desde 
lo alto de la cruz, del costado del Señor. 
Efectivamente, muerto Cristo -dice-, pero mientras aún estaba 
en la cruz, el soldado se acercó y le punzó el costado con su lanza, 
y luego salió agua y sangre: la primera símbolo del bautismo; la 
segunda, de los misterios. 
Por esta razón no dijo: Salió sangre y agua, puesto que primero 
viene el bautismo y luego los misterios 16. 
Así pues, el soldado aquel punzó el costado, perforó la pared 
del santo templo 17, y yo encontré el tesoro y me apropié la 
riqueza. 
Lo mismo sucedió también con el cordero: los judíos inmolaron 
la oveja y yo cosecho el fruto del sacrificio: mi salvación. 

17. Salió del costado agua y sangre. 
No pases de largo y sin más, querido, ante el misterio porque 
puedo aún darte otra explicación mística. 
Dije que símbolos del bautismo y de los misterios son aquella 
sangre y aquel agua. 
De una y otra nace la Iglesia, por el baño de la regeneración y 
de la renovación del Espirita Santo 18, por el bautismo y por los 
misterios. 
Ahora bien, los símbolos del bautismo y de los misterios brotan 
del costado, por consiguiente, de su costado formó Cristo la 
Iglesia, como del costado de Adán formó a Eva 19. 

18. CREACIÓN/H-I I-H/CREACION: Por esta razón también 
Moisés, al dar su explicación sobre el primer hombre, dice: Hueso 
de mis huesos y carne de mi carne 20, dándonos con ello a 
entender el costado del Señor. 
Efectivamente, lo mismo que entonces tomó Dios la costilla y 
formó la mujer, así también nos dio sangre y agua de su costado y 
formó la Iglesia. 
Por tanto, de la misma manera que entonces tomó la costilla 
durante el arrobamiento de Adán, mientras dormía, así también 
ahora nos dio la sangre y el agua, aunque el agua primero y 
después la sangre. Ahora bien, lo que allí fue el arrobamiento, 
aquí lo fue la muerte, para que aprendas que en adelante esta 
muerte es sueño 21. 

19. ¿Veis cómo Cristo unió a sí su esposa? ¿Ves con qué 
alimento nos nutre a todos? ¡Con el mismo alimento hemos sido 
formados y nos nutrimos! 
Efectivamente, igual que la mujer alimenta con su propia sangre 
y su leche al recién alumbrado, así también Cristo alimenta 
continuamente con su propia sangre a los que engendró. 

20. Por consiguiente, ya que disfrutamos de don tan grande, 
demostremos una gran diligencia y recordemos los pactos que 
hemos firmado con Él. 
Os lo digo a todos vosotros: a los que ahora estáis siendo 
iniciados y a los que lo fuisteis antes, incluso hace muchos años. 
Efectivamente, mi discurso es común para todos nosotros, 
puesto que todos también hemos firmado con Él pactos, que 
escribimos, no con tinta, sino con el espíritu; no con la pluma, sino 
con la lengua. 
Con esta pluma se escriben, efectivamente, los pactos hechos 
con Dios, por eso dice también David: Mi lengua es pluma de ágil 
escribano 22. 
Confesamos su soberanía, renunciamos a la tiranía del diablo: 
ésta fue nuestra firma de puño y letra, éste el pacto, éste el 
pagaré. 

21. Mirad de no recaer en manos del antiguo pagaré. 
Una sola vez vino Cristo: encontró nuestro eterno pagaré, el 
que Adán escribió. Éste comenzó la deuda; nosotros fuimos luego 
aumentando el préstamo con nuestros pecados 23. Allí había 
maldición, pecado, muerte y condena de la ley: todo esto lo abolió 
Cristo, y nos perdonó. 
Y Pablo dice a gritos: El pagaré de nuestros pecados que nos 
era contrario, también lo quitó de en medio clavándolo en la cruz 
24. 
No dijo: borrándolo, ni tampoco: raspándolo, sino: clavándolo en 
la cruz, para que no quedase ni huella de él. 
Por eso no lo borró, sino lo rompió: los clavos de la cruz, 
efectivamente, lo rompieron y lo destruyeron, para que en adelante 
fuera inútil. 
22. Y no fue en un rincón ni de oculto como saldó la deuda, sino 
en medio del universo y en lo alto de un estrado. 
«¡Miren los ángeles -dice-, miren los arcángeles, miren las 
potestades de arriba, miren incluso los perversos demonios y el 
mismo diablo, los que nos hicieron responsables de las deudas 
ante usureros sin piedad: el pagaré está roto para que no nos 
asalten más!». 

La salida de los hebreos de Egipto como figura del bautismo 

23. Puesto que el primero está roto, cuidémonos, pues con todo 
empeño de que no reaparezca otro pagaré, porque no hay una 
segunda cruz, ni un segundo perdon por medio del baño de 
regeneración. 
Realmente hay perdón, pero no hay un segundo perdón 
mediante el baño bautismal. Sin embargo, no por ello nos hagamos 
más despreocupados, os lo suplico. Saliste, oh hombre, de Egipto: 
¡no busques de nuevo Egipto ni los males de Egipto; no te 
acuerdes ya más del barro y de los adobes 25 las cosas de la vida 
presente son barro y adobes puesto que el mismo oro, antes de 
convertirse en oro, no es otra cosa que tierra! 

24. Los judíos vieron prodigios. Tú también los ves incluso 
mucho mayores y más preclaros que entonces, cuando los judíos 
salían de Egipto 26. 
No viste al Faraón ahogado con todas sus armas, pero has visto 
al diablo hundido con sus armas; aquéllos atravesaron el mar, tú 
atravesaste la muerte; aquellos se libraron de los egipcios, tú 
quedas libre de los demonios; los judíos se sacudieron la 
esclavitud de los bárbaros, tú la que es mucho más penosa: la del 
pecado. 

25. ¿Quieres saber por otro camino cómo fuiste considerado 
digno de privilegios mayores? 
Los judíos no podían entonces mirar el rostro glorificado de 
Moisés, y esto a pesar de que él era un congénere y un esclavo 
con ellos 27: tú en cambio viste el rostro de Cristo en su gloria. Y 
Pablo dice a gritos: Y nosotros, con la cara descubierta, reflejamos 
como un espejo la gloria del Señor 28. 
Aquellos tenían entonces a Cristo que los iba siguiendo, pero 
con mucha mayor razón nos sigue a nosotros ahora, pues a ellos 
entonces el Señor los acompañaba por la gracia de Moisés; a 
nosotros, en cambio, no sólo por la gracia de Moisés, sino también 
por vuestra propia docilidad 29.
Para aquellos, después de Egipto, el desierto; para nosotros, en 
cambio, tras el éxodo 30, el cielo. Aquellos tenían por guía y 
óptimo general a Moisés: también nosatros tenemos otro Moisés, a 
Dios, que nos guía y nos manda. 

26. ¿Cuál era, efectivamente, la característica de aquel Moisés? 
Era realmente Moisés -dice- el más apacible de los hombres que 
hay sobre la tierra 31. 
Si esto lo hubiera dicho también alguien acerca de este otro 
Moisés, no se habría equivocado, pues también en éste estaba 
presente el mansísimo Espíritu, como consubstancial 32 y 
congénito que le es. 
Moisés entonces extendió sus manos hacia el cielo e hizo que 
bajara el pan de los ángeles, el maná 33: este otro Moisés 
extiende sus manos hacia el cielo y trae el alimento eterno. Aquél 
golpeó la peña e hizo brotar ríos de agua 34: éste toca la mesa, 
golpea la mesa espiritual, y hace fluir las fuentes del Espíritu. 
Por esta razón está la mesa situada en el medio, como una 
fuente, para que de todas partes afluyan los rebaños en torno a la 
fuente y puedan gozar de las aguas salvadoras. 

27. Por consiguiente, ya que hay aquí una fuente así y una vida 
de tal calidad, y ya que la mesa rebosa de innumerable bienes y 
de todas partes hace germinar para nosotros los dones 
espirituales, acerquémonos con un corazón sincero, con una 
conciencia limpia, para que recibamos gracia y mlsericordia que a 
su tiempo nos socorran. Por la gracia y la bondad del Hijo 
unigénito, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por medio del cual 
se dé al Padre, y al Espíritu vivificante, la gloria, el honor y la 
fuerza, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. 
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1. Esta Catequesis corresponde a la tercera de las ocho editadas por 
WENGER (p. 151-167, del que traduz- co), pero, a diferencia de las siete 
restantes, había sido ya publicada por PAPADOPOULOS, sobre la base del 
códice de Moscú 129 (cf. op. cit. pp. 168-181); además había tenido ya una 
extraordinaria difusión gracias a una antigua versión latina de comienzos del 
s. V, conocida por Agustín y por Julián de Eclana, que también conocían el 
texto griego. Montfaucon pudo leerla en el códice Parisino 700, del s. X, pero, 
inexplicablemente, no la tuvo por auténtica y no la incluyó entre las obras de 
san Juan Crisóstomo, en tanto WENGER ha defendido, con razón, su 
autenticidad y, tras el texto griego, ha publicado también la antigua versión 
latina (op. cit. p. 168-181); según el mismo WENGER (Introd., p. 76), habría 
sido pronunciada en la noche de Pascua del año 388; cf., sin embargo, las 
más recientes investigaciones de BOUHOT, Versión inédite, pp. 40-41. 
2. El título es el que Wenger da a la Catequesis (p. 151).
3. Cf. Is 34, 4 y Mt 24, 29. 
4. Mt 13, 43, con la variante «en el reino de los cielos» atestiguada por 
unos pocos códices minúsculos, frente a la lección «en el reino de su 
Padre», asumida por ALANO (Novum Testamentum Graece, Stuttgart 1979 
26, ad loc.). 
5. Mt 3, 11.
6. Sal 72, 18. 
7. Nótese la eficaz gradación de las antítesis, todas ellas basadas en la 
Escritura. 
8. Sobre las incertidumbres de san Juan Crisóstomo respecto del pecado 
original, evidentes incluso en esta sola afirmación sobre las culpas de los 
niños, y a pesar de las precisiones que hace en el c. 21, cf. WENGER, nota 2, 
p. 154, y HARKINS, Chrysostom's Sermo íd neophytos, op. cit. pp. 113-114; 
para los pasajes correspondientes de la antigua versión latina, cf. WENGER, 
nota 2, p. 170, y BOUHOT, op. cit. p. 34. 
9. 1 Co 4, 9: nótese cómo san Juan Crisóstomo usa eficazmente la 
terminología deportiva, a pesar de sus frecuentes recriminaciones contra los 
espectáculos y juegos. 
10. Probable referencia a la idéntica expresión del Sal 44, 8. 
11. Lc 10, 19. 
12. Gn 3, 14: la serpiente, como dirá poco después, es el arma (lit. «la 
espada») del diablo. 
13. La terminología metafórica del equino militar remonta claramente a Ef 
6, 14-17. 
14. Para los acontecimientos de que se habla, cf. Ex 11, 1-11; 12, 21-25. 
16. WENGER (nota 1, p. 160), pone justamente de relieve cómo en el relato 
de Jn 19, 33-34 se habla de que sale sangre y agua, no agua y sangre: la 
inversión se debe, no a un error de san Juan Crisóstomo, que en otros 
lugares cita con exactitud el pasaje, sino a las exigencias de su Catequesis, 
según la cual el agua, esto es, el Bautismo, precede a la sangre, esto es, a la 
Eucaristía (aquí definida con el término «misterios», familiar a san Juan 
Crisóstomo y presente aun hoy día en la expresión «santo Sacramento»). 
17. Así es como se indica la humanidad de Cristo. 
18. Tt 3, 5. 
19. Según WENGER (nota 2, p. 161), esta interpretación del nacimiento de 
la Iglesia del costado de Jesús crucificado, como Eva del costado de Adán 
(cf. Gn 2, 21ss.) inspirará la interpretación análoga del Tract. 120 in Joh. (PL 
35 1953) de san Agustín, quien conoció esta catequesis de san Juan 
Crisóstomo en su texto original y en la antigua versión latina como ya se 
indicó. 
20. Gn 2, 23. 
21. MU/SUEÑO: La equivalencia «muerte» = «sueño», con su excepcional 
mutación semántica, deriva coherentemente de la contraposición entre Cristo 
y Adán, instituida por san Juan Crisóstomo: la innovación lingüística más 
evidente nos la brindará el término «cementerio» lugar donde los muertos 
duermen, a la espera de la resurreccion. 
22. Sal 44, 1. 
23. Para esta precisión de san Juan Crisóstomo sobre la naturaleza del 
pecado original, cf. la nota 8 de esta Catequesis. 
24. Col 2, 14. 
25. Cf. Ex 1, 13-14. 
26. Para los hechos aludidos, cf. Ex 13, 18ss.
27. Cf. Ex 34, 29ss.
28. 2 Co 3, 18.
29. Según WENGER (P. 165-166, notas I y 2, y p. 180-181, notas 3 y 4), san 
Juan Crisóstomo está pensado en «el nuevo Moisés», esto es, Cristo.
30. «Exodo» con significado de «muerte» (cf. LAMPE, Lexicon, s. V).
31. Nm 12, 3: sobre el valor superlativo del comparativo praóteros cf. 
SCHWYZER, II, p. 185. 
32. El término homoousios no puede referirse más que a Cristo, puesto 
que estaba reservado para expresar la unidad de las personas divinas. 
33. Cf. Ex 16, 9ss. 
34. Cf. Ex 17, 1ss. 
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