DÉCIMA CATEQUESIS 1

 

«Del mismo. Reproche a los que abandonan la asamblea y se 
van a las carreras de caballos y a los espectáculos, y qué 
cuidado conviene tener de los hermanos negligentes. Y también 
a los nuevos iluminados». 

Dolor y reprimenda a los que prefieren los espectáculos a la 
Iglesia 

1. ¡De nuevo las carreras y los espectáculos satánicos, y 
nuestra asamblea menos numerosa! 2. 
PREDICADOR/DESÁNIMO: Por esta razón yo, temeroso de 
la negligencia que deriva de la relajación y de la 
despreocupación, me adelanté exhortando y rogando a vuestra 
caridad que no dilapidaseis la riqueza acumulada a fuerza de 
ayuno y que no os infligieseis la ruina que deriva de los 
espectáculos satánicos. ¡Y por lo visto, de nada sirvió mi 
exhortación! 
Ahí tenéis, efectivamente, algunos de los que habían 
escuchado nuestra enseñanza: hoy se dejan arrastrar, 
abandonan esta audición y han corrido allá, y de un solo envite 
han arrojado de su mente todo: el recuerdo de la santa 
Cuaresma, la fiesta salvadora del día de la Resurrección, la 
tremenda e inefable comunión de los divinos misterios, la 
continuidad de nuestra enseñanza. 

2. Así pues, dime, ¿con qué ánimo voy yo a comenzar la 
instrucción de costumbre, cuando veo que ningún provecho 
sacan de lo que yo digo, más aún, cuando veo que cuanto más 
se alarga mi instrucción, tanto más por decirlo así, aumenta su 
despreocupación, lo que también acrecienta nuestro dolor y a 
ellos les agrava la condena? Mejor dicho, no solamente se 
acrecienta nuestro dolor, sino también nuestro desánimo. 
Efectivamente, como el labriego, cuando ve que su tierra, 
después de tantos trabajos y fatigas, no produce nada digno de 
tales trabajos, sino que imita a la piedra estéril, él se vuelve más 
remiso a la hora de labrarla, porque ve que se mata inútilmente 
a trabajar, así también el maestro: cuando ve que, después de 
su gran desvelo y continua enseñanza, los discípulos se 
mantienen en la misma pereza, ya no puede proseguir su 
enseñanza espiritual con la misma disposición de ánimo, por 
más que, en este caso, la despreocupación de los oyentes no 
hace que sea menor la recompensa de sus trabajos. 

3. En efecto, no todo lo que puede observarse en la tierra 
ocurre igualmente en la enseñanza espiritual. Allí, por ejemplo, 
cuando la tierra le defrauda, el labrador se vuelve a casa con 
las manos vacías, sin poder hallar un mínimo de consuelo para 
sus penas. Aquí en cambio, ocurre justamente lo contrario: por 
más que los discípulos persistan en la misma desgana y aunque 
nadie se aproveche de lo que se ha dicho; el maestro, si ha 
cumplido todo lo que a él le correspondía hacer, cosechará con 
abundancia las recompensas de los trabajos, porque Dios, en 
su bondad, no recorta los salarios de los trabajos por culpa de 
la incuria de aquellos, antes bien, escuchen o no escuchen, Él 
ofrece su abundante remuneración. 

4. Mas, como quiera que nosotros no miramos únicamente si 
los salarios y las remuneraciones permanecen íntegros, sino 
que también nos preocupamos muchísimo de vuestra ganancia 
y de vuestro provecho, pues consideramos detrimento nuestro 
vuestra incuria, por esta razón también contamos con que 
nuestra alegría se vea menoscabada, sobre todo cuando 
pensamos que esto mismo es causa de mayor condena para 
cuantos después de esta exhortación persistan en la misma 
negligencia, sin querer aprovecharse de la continuidad de la 
enseñanza. 

5. Precisamente lo que Cristo decía refiriéndose a los judíos: 
Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían 
pecado; mas ahora no tienen excusa de su pecado 3, le viene al 
dedillo a lo que estamos diciendo refiriéndonos a los que en vez 
de esta concurrencia prefieren los pasatiempos de fuera, las 
pandillas perniciosas, las carreras de caballos y los 
espectáculos del diablo. 
Si no os hubiéramos hecho anticipadamente tanta 
exhortación instruyéndoos durante todo el tiempo, invitándoos 
cada día con nuestra constante enseñanza y nuestro estímulo, 
como a niños pequeños, a seguir el camino de la virtud, 
mostrándolas la ruina que es la maldad, y excitándoos a 
rectificar las caídas anteriores; si, repito, no nos hubiéramos 
adelantado haciendo todo esto, quizá se les pudiera juzgar 
dignos de perdón. 

6. Pero ahora, ¿qué disculpa tendrán? ¿Quién les otorgará 
perdón cuando, no solamente se perjudican a sí mismos con su 
gran incuria, sino que también son ocasión de escándalo para 
los demás, y cuando ni siquiera el anciano toma en 
consideración sus muchos años, ni su próximo fin, ni la 
magnitud del peso de los pecados cometidos, sino al contrario, 
cada día aumenta sus faltas y se convierte con su edad 4 en 
maestro de negligencia para los jóvenes? 
Porque, dime, ¿cómo podrá ese tal corregir la negligencia del 
niño y hacer entrar en razón al joven desordenado, Si él mismo 
no se ha vuelto juicioso a pesar de su edad y, habiendo de dar 
cuentas, no sólo de su propia conducta, sino también de la de 
aquellos otros que le tuvieron de maestro de negligencia, ni aun 
así se abstiene de esta perversa costumbre? 

7. Efectivamente, de la misma manera que quien practica la 
virtud no sólo espera las recompensas por sus propios trabajos, 
sino que también recoge como fruto la paga del provecho 
causado en los demás, por haber llevado a muchos a ser 
émulos e imitadores de su propia virtud, así también los que 
practican el mal tienen que someter a juicio cuentas más 
severas por haber sido también para los demás motivo de 
negligencia. 
Pues, ¿qué reprocharemos en adelante a los jóvenes, si los 
viejos andamos descarriados en tan gran negligencia y no 
hemos escuchado el aviso del Apóstol, que dice: No seáis 
tropiezo para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de 
Dios 5? 

Exhortación a dar en todo gloria a Dios
8. ¿Ves el consejo que brotó de las entrañas del Apóstol? 
Porque él estaba lleno de temor y temblor por los que podían 
ser perjudicados por obra de nuestra negligencia, y porque 
sabía que no es pequeño el peligro para quienes fomentan la 
negligencia de los otros. 
Por esta razón, exhortando también a otros a que en todo 
tuvieran la preocupación de la virtud, decía: Ya comáis, ya 
bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria 
de Dios 6. 
Fíjate bien, te lo ruego, en la exactísima exhortación: Todo 
cuanto emprendáis y obréis, dice, que tenga esta raíz y esta 
motivación: tender a la gloria de Dios; y que de ti no proceda 
obra alguna sin esta motivación. Así pues, ya comáis, ya bebáis, 
ya hagáis cualquier otra cosa hacedlo todo para gloria de Dios. 


9. ¿Y cómo es posible -dice- eso de comer y beber para 
gloria de Dios? Cuando sentado a la mesa das gracias al Señor; 
cuando reconoces al proveedor; cuando no introduces una 
conversación terrenal, sino que, satisfecha con mucha 
templanza la necesidad corporal y habiendo evitado la 
inmoderación y la glotonería, te levantas y das gracias al que 
proporciona el alimento para nuestra subsistencia, entonces 
has hecho todo para gloria de Dios. 
Pues dice: Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra 
cosa, hacedlo para gloria de Dios. 

10. Contempla cómo en la brevedad de esta sentencia 
abarcó toda nuestra vida. Efectivamente, cuando dijo: Ya hagáis 
cualquier otra cosa, en una sola expresión encerró todo nuestro 
vivir, pues él quería que nosotros practicáramos en todo 
momento las obras de la virtud sin poner la mira en la gloria 
humana. 
Y no sólo eso, sino que, al decir: Ya hagáis cualquier cosa, 
hacedlo todo para gloria de Dios, también nos quiere dar a 
entender otra cosa: abstenerse por completo de las obras 
malas y no hacer nada que no dé gloria a nuestro común Señor 
de todos. 
Por tanto, si practicamos la virtud, antes que nada miremos 
de conseguir la alabanza que únicamente viene de Dios, y no 
tengamos para nada en cuenta el aplauso que viene de los 
hombres. Y si somos negligentes, que nos espante y nos baje 
los humos del pensamiento aquel juicio incorruptible, la llegada 
de aquel día terrible y el hecho de que nuestras acciones 
tiendan a la blasfemia contra Dios. 
En realidad, lo mismo que respecto a los que practican la 
virtud dice: Yo glorificaré a los que me glorifican 7, así también 
escucha tú de nuevo al profeta, que dice: ¡Ay de vosotros, pues 
por causa vuestra mi nombre es blasfemado entre las naciones! 
8, 

11. ¿Estás viendo cuánta indignación la de esta palabra? 
Pero, ¿cómo es posible glorificar a Dios ? Viviendo para gloria 
de Dios y haciendo así que nuestra vida alumbre, como decía 
también en otra ocasión: Alumbre vuestra luz delante de los 
hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a 
vuestro Padre que está en los cielos 9. 
Efectivamente, nada como una conducta óptima hace que se 
glorifique a nuestro Señor.
Por ejemplo, de igual manera que la luz del sol ilumina con 
sus propios rayos los semblantes de los que la miran, así 
también la virtud, al atraer a todos los que la miran y hacer que 
la contemplen, mueve también a los espíritus rectos a que 
glorifiquen al Señor. 
Por consiguiente, todo lo que hacemos, hagámoslo de tal 
manera que a cada uno de los que nos ven podamos moverlos 
a glorificar a Dios: Ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo 
para gloria de Dios. 

12. ¿Un ejemplo? Si alguna vez quieres alternar con alguien, 
no te afanes en cultivar el trato de los potentados y famosos 
según el mundo, sino el de los atribulados, de los desgraciados, 
de los prisioneros, de los abandonados por todos y de los que 
no saben lo que es un solo consuelo. 
Tú aprecia sobremanera la compañía de éstos, pues por 
ellos recibirás mucha ganancia, serás más amante de la virtud y 
obrarás todo para la gloria de Dios. 
Y si debes hacer visitas, prefiere con mucho los huérfanos, 
las viudas y los que viven en mucha penuria, a los que están en 
la plenitud de la gloria y de la fama. Porque es Él mismo quien 
tiene dicho: Yo soy el padre de los huérfanos y el juez de las 
viudas 10; y de nuevo: Juzgad en derecho al huérfano, haced 
justicia a la viuda; venid aquí, y discutamos, dice el Señor 11. 

13. Y si quieres simplemente presentarte en la plaza, 
acuérdate de la exhortación del Apóstol, que dice: Ya hagáis 
cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. 
No malgastes el tiempo en compañías inútiles y perjudiciales, 
antes bien, apresura tu carrera hacia la casa de Dios, para que 
el cuerpo y el alma reciban juntos el máximo provecho. 
Y si conversamos con algunos, hagámoslo con mucha 
ecuanimidad y mansedumbre, y no dejemos que se desarrollen 
conversaciones terrenales y nada útiles, antes bien, hagamos 
que se converse de cuanto pueda aprovechar a los que 
escuchan y librarnos a nosotros de todo reproche. 

Gravedad del escándalo y deber de la corrección fraterna 

14. No he removido estas cosas delante de vuestra caridad 
sin más, sino para que sepáis cuánta precaución se necesita, si 
en algo queremos preocuparnos por nuestra salvación, y de 
qué condena tan grande son dignos los que, en vez de esta 
asamblea de aquí y de esta enseñanza espiritual, prefieren los 
pasatiempos de fuera, las inútiles y perjudiciales compañías, las 
carreras de caballos y los satánicos y funestos espectáculos, y 
desoyen al bienaventurado Pablo cuando dice: No seáis 
tropiezo para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de 
Dios 12. 

15. Pues bien, ¿qué perdón les queda a estos tales? ¿Qué 
disculpa, cuando el cristiano que participa de esta enseñanza 
de aquí y que gusta los terribles e inefables misterios cohabita 
con el judío y el pagano y disfruta con las mismas cosas con 
que éstos se deleitan? 
¿Cuándo, dime, podremos en adelante reconducir a este 
descarriado a la verdad, y atraer a la piedad a quien tan 
desganado está? ¿Cómo no va a convenir que nosotros 
digamos a estos tales justamente lo que el bienaventurado 
Pablo decía a los que en Corinto entraban en los templos de los 
ídolos después de haber recibido la palabra de la piedad? Dice: 
Si te ve alguno, a ti que tienes ciencia, sentado a la mesa de un 
templo de ídolos... 13. 

16. Nosotros, sin embargo, modificándolo algún tanto, 
diremos: «Si alguno te ve, a ti que tienes el conocimiento de la 
piedad, pasándote la jornada entera en esas inútiles y 
perniciosas compañías, por ser él débil, ¿no va a ser inducida 
su conciencia a perseguir con más ardor tales cosas?». 
Efectivamente, lo que aquel bienaventurado Apóstol decía 
cuando intentaba retener a los que, después de conocer la 
piedad, atolondradamente se iban a los ídolos y eran causa de 
escándalo para los demás, esto mismo diremos también 
nosotros ahora -¡y muy atinadamente!- a los que corren hacia 
aquellas inicuas juntas y prefieren los pasatiempos de fuera a 
esta reunión de aquí. 

17. ¿ Pero qué sacamos en limpio de tantos y tan graves 
reproches, cuando los que han de dar cuentas ni escuchan ni 
están presentes a lo que decimos? 
Pues bien, ni aun así nuestra exhortación será inútil. 
Efectivamente, gracias a vuestra comprensión, es posible que 
ellos se enteren de todo esto con exactitud, y que rehuyan el 
cebo del diablo y vuelvan al alimento espiritual. 
Así hacen también los médicos. En efecto, cuando visitan a 
los enfermos no conversan solamente con ellos sobre los 
cuidados, sino también con los sanos allí presentes, y dan todas 
las órdenes a los parientes del enfermo, y después de haber 
encomendado a éstos el cuidado de todo y de haber dejado 
todo en orden, es cuando se van. 
Así también nosotros: incluso si los enfermos están ausentes, 
no obstante, nosotros os encomendamos a vosotros, los sanos, 
el cuidado de su curación, y os descubrimos el dolor de nuestra 
alma, para que en adelante os preocupéis de la salud de 
vuestros propios miembros, y por medio de las obras cumpláis 
la exhortación del Apóstol: Ya comáis, ya bebéis, ya hagáis 
cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios 14. 

18. Efectivamente, cuando al salir de aquí tomes como tarea 
la salvación de tu hermano, y no solamente no lo acuses ni lo 
critiques, sino que le aconsejes, le confortes y le muestres, de 
una parte el perjuicio del pasatiempo de fuera, y de otra la 
ganancia y el provecho de esta enseñanza de aquí, entonces 
habrás hecho todo para la gloria de Dios, a la vez que te 
preparaste una doble paga: por haber tomado tan a pecho tu 
propia salvación y por afanarte en la curación del que es 
miembro tuyo. 
Éste es el orgullo de la Iglesia, éste el mandamiento del 
Salvador: no mirar únicamente por sí mismo, sino también por el 
prójimo 15. 

19. Pues bien, piensa a qué dignidad se eleva el que toma 
gran interés por la salvación del hermano: en lo que permiten 
sus fuerzas, el tal imita a Dios. 
Escucha, en efecto, lo que dice a través del profeta: El que 
saca lo digno de lo indigno será como mi boca 16. Viene a decir: 
«El que se esfuerza por salvar al hermano descuidado y 
arrancarlo de las fauces del león, en cuanto lo permite la fuerza 
humana, me imita a mí». 
¿Qué podría igualar a esto? De todas las buenas obras, ésta 
es la mayor, ésta la cima de toda virtud. 

20. Y con mucha razón, porque, si Cristo derramó su propia 
sangre por nuestra salvación, y Pablo, refiriéndose a los que 
dan escándalo y dañan la conciencia de los que miran, dice a 
voz en grito: Y por tu ciencia se perderá el hermano débil, por el 
cual Cristo murió 17; Si pues, tu Señor derramó por él su 
sangre, ¿cómo no iba a ser justo que cada uno de nosotros 
contribuyera por lo menos exhortando con palabras y abriendo 
los brazos a los que por su dejadez han caído en los lazos del 
diablo? 
Pero yo estoy plenamente convencido de que vosotros 
haréis esto, llenos como estáis de ternura para con los que son 
miembros vuestros, y de que con toda solicitud devolveréis a 
vuestros hermanos a la madre común, pues yo sé que, por la 
gracia de Dios, sois prudentes y podéis también reprender a los 
demás 18. 

Frescor perenne del bautismo

21. Pero en el poco tiempo que nos queda quiero dirigir mi 
palabra a los nuevos iluminados. Y llamo nuevos iluminados, no 
sólo a los recién agraciados con el don espiritual, sino también 
a los de hace un año, e incluso de mucho más tiempo. Si 
quisieran, también ellos podrían gozar continuamente de este 
nombre. 
Efectivamente, la novedad ésta no conoce edad, ni está 
sujeta a enfermedad, ni es presa del desaliento, ni se marchita 
con el tiempo, ni cede a nada, y nada la vence, si no es, 
únicamente, el pecado: su gravosa vejez es el pecado. 

22. Y para que aprendas que éste es lo más pesado, 
escucha al profeta que dice: Como carga pesada han cargado 
sobre mí 19. 
Ahora bien, no sólo es pesada, sino también fétida, pues 
añade: Hedieron y se pudrieron mis llagas 20. ¿Ves cómo el 
pecado no sólo es pesado, sino también maloliente? Y de 
dónde se engendra, apréndelo también por lo que se añade, 
pues dice: A causa de mi locura 21. Así pues, la locura es causa 
de todos nuestros males. 
Por consiguiente es posible que uno que por la edad es viejo 
sea joven y nuevo iluminado, según la plena lozanía de la 
gracia, y en cambio otro, joven según el cuerpo, esté hecho un 
viejo por el caudal de pecados. Porque allí donde el pecado 
logra entrar, en seguida multiplica las manchas y las arrugas 22. 


23. Por esta razón yo os invito a todos vosotros, a los que 
recientemente habéis recibido el bautismo y a los que 
obtuvisteis este don anteriormente: a estos últimos, a que por la 
confesión 23, las lágrimas y una exacta penitencia, os limpiéis la 
mancha contraída; y a los primeros, a que conservéis la 
frescura de vuestro esplendor y vigiléis cuidadosamente la 
belleza del alma, para que no reciba la más mínima gota que 
pueda formar una mancha. 
¿No veis a los que estrenan vestido flamante con qué 
cuidado caminan por la plaza para evitar que les salpique el 
barro y ensucie su bello vestido? Y sin embargo, de ello ningún 
daño le sobrevendría al alma, pues se trata de un vestido que la 
polilla corroe y que se gasta con el tiempo, y que, si se mancha, 
también se limpia fácilmente con agua. En cambio, si alguna vez 
ocurre -¡y ojalá nunca suceda!- que la mancha cae sobre el 
alma, bien a través de la lengua, bien por medio de los 
pensamientos concebidos en la mente, inmediatamente 
sobreviene un grave daño, una pesada carga, un terrible hedor. 


24. Ésta es la razón por la que yo, temeroso también de las 
asechanzas del enemigo, no ceso en mi exhortación a que 
conservéis intacta la vestidura nupcial, de modo que siempre 
podáis entrar con ella a estas nupcias espirituales. 
Que es un matrimonio espiritual lo que aquí se está 
celebrando, velo tú mismo: como en los matrimonios humanos 
de acá la boda se prolonga durante siete días, así también 
nosotros prolongamos en otros tantos días vuestra boda 
espiritual y os ponemos la mesa mística, llena de infinitos 
bienes. 
¿Y qué digo siete días? Si queréis ser sobrios y estar 
vigilantes, estas bodas se prolongan para vosotros durante todo 
el tiempo, con esta única condición: que conservéis intacto el 
esplendor de vuestro vestido nupcial. 

25. De esta manera, en efecto, atraeréis al esposo a un 
mayor amor, y vosotros mismos, a medida que avanza el tiempo, 
apareceréis más brillantes y esplendorosos, pues la gracia 
aumentará más y más con la práctica de las buenas obras. 204
Ojalá todos nosotros demos pruebas de una vigilancia digna 
del don ya recibido y sigamos haciéndonos dignos de la bondad 
de lo alto, por la gracia y las misericordias de su Hijo unigénito y 
Señor nuestro Jesucristo, por el cual se dé al Padre, junto con 
el Espíritu Santo, la gloria, la fuerza, el honor, ahora y siempre 
por los siglos de los siglos. Amén. 
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1. Esta Catequesis se tuvo probablemente también en la misma 
semana de Pascua del 390, el miércoles (cf. nota 1 de la Catequesis 
precedente). 
2. La inmediatez del estilo revela la espontaneidad de san Juan 
Crisóstomo, cuya Catequesis refleja situaciones concretas, en este caso 
la despreocupación del público. 
3 Jn 15, 22.
4 Literalmente «a los jóvenes en edad (cf. SCHWYZER, II, p. 84ss.). 
5. 1 Co 10, 32. 
6. 1 Co 10, 31. 
7.Cf. 1 S 2, 30. 
8. Cf. Is 52, 5, asumido en Rm 2, 24. 
9. Mt 5, 1 6. 
10. Sal 67, 6. 
11. Is 1, 17-18.
12. 1 Co 10, 32. 
13. 1 Co 8, 10.
14. 1 Co 10, 31
15. Probable alusión a I Co 13, 5. 
16. Cf. Jr 15, 19. 
17. 1 Co 8, 1 1. 
18. Cf. Rm 15, 14.
19. Sal 37, 5. 
20. Sal 37, 6. 
21. Ibid. 
22. Cf. Ef 5, 27. 
23. Asi traduzco exomologesis, aunque sin darle el contenido técnico y 
sacramental pleno que no tardará en adquirir.