II.        VIDAS MARIANAS_ PAGEREF _Toc102465591 \h 15

1.        SAN BERNARDO ABAD_ PAGEREF _Toc102465592 \h 15

2.        SAN FRANCISCO DE ASÍS_ PAGEREF _Toc102465593 \h 16

3.        SANTO TOMÁS DE AQUINO_ PAGEREF _Toc102465594 \h 17

4.        SAN FELIPE BENICIO_ PAGEREF _Toc102465595 \h 18

5.        SAN BERNARDINO DE SIENA_ PAGEREF _Toc102465596 \h 19

6.        SAN LUIS GONZAGA_ PAGEREF _Toc102465597 \h 20

7.        SAN JUAN BERCHMANS_ PAGEREF _Toc102465598 \h 21

8.        SAN JUAN EUDES_ PAGEREF _Toc102465599 \h 22

9.        SAN JOSÉ DE CUPERTINO_ PAGEREF _Toc102465600 \h 23

10.       SAN LUIS MARÍA GRIGNIÓN DE MONTFORT_ PAGEREF _Toc102465601 \h 24

11.       SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO_ PAGEREF _Toc102465602 \h 26

12.       BEATO GUILLERMO CHAMINADE_ PAGEREF _Toc102465603 \h 29

13.       SAN MARCELINO DE CHAMPAGNAT_ PAGEREF _Toc102465604 \h 30

14.       SAN JUAN MARÍA VIANNEY_ PAGEREF _Toc102465605 \h 32

15.       SAN ANTONIO MARÍA CLARET_ PAGEREF _Toc102465606 \h 33

16.       SANTA MICAELA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO_ PAGEREF _Toc102465607 \h 38

17.       SAN JUAN BOSCO_ PAGEREF _Toc102465608 \h 38

18.       SANTA MARÍA SOLEDAD TORRES_ PAGEREF _Toc102465609 \h 41

19.       SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA_ PAGEREF _Toc102465610 \h 42

20.       DOMINGO SAVIO_ PAGEREF _Toc102465611 \h 44

21.       EL HERMANO MIGUEL_ PAGEREF _Toc102465612 \h 46

22.       SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS_ PAGEREF _Toc102465613 \h 47

23.       SANTA GEMA GALGANI PAGEREF _Toc102465614 \h 49

24.       PADRE JOSÉ KENTENICH_ PAGEREF _Toc102465615 \h 52

25.       SAN PÍO DE PIETRELCINA_ PAGEREF _Toc102465616 \h 54

26.       SAN MAXIMILIANO KOLBE_ PAGEREF _Toc102465617 \h 55

27.       SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER_ PAGEREF _Toc102465618 \h 59

28.       EL PAPA JUAN PABLO II PAGEREF _Toc102465619 \h 62

 

 

I.   VIDAS MARIANAS

El Señor ha sido «bueno con nosotros», ha suscitado para la Iglesia Católica como en todos los tiempos, “almas” llenas de santidad, pero en  el milenio que acaba de fenecer, los elegidos del Señor se distinguieron por una particularidad especial: fueron hombres y mujeres revestidos de una tierna y excepcional devoción a la Madre de Dios. Jesús así lo ha querido: DAR A CONOCER A SU MADRE EN ESTOS TIEMPOS.

 

Por este motivo sólo he escogido a los más “devotos” de la Madre Celestial, y he tratado de enfocar únicamente sus vivencias marianas. 

1.    SAN BERNARDO ABAD

San Bernardo Abad, nació en 1090 en Fontaine, provincia de Borgoña, cercano a Dijon-Francia. Fue el tercero de siete hijos. Cuentan que su madre cuando estuvo encinta de él, tuvo un sueño misterioso. Soñó que en su vientre llevaba un perro que ladraba ferozmente; este sueño que tuvo le comunicó a “un hombre de Dios”, que le profetizó que daría a luz un niño que con el correr de los años sería un guardián del Señor, que ladrará contra los enemigos de la Iglesia, como en efecto así aconteció. Fue el gran defensor contra los ataques de los herejes como Abelardo.

 

San Bernardo nació con una sensible y tierna devoción a la Virgen, dicen que de niño, al escuchar el «dulce» nombre de María se emocionaba tanto que saltaba de gozo y alegría.

 

Hay un hecho que influyó en su vida, y que posteriormente lo condujo a la vida monacal, en donde encontraría al Señor: Una noche de Navidad durante la celebración de maitines se quedó dormido en la Iglesia; allí le pareció ver a la Virgen María con el niño Jesús en el pesebre. Ella le ofrecía el “niño” para que lo amase e hiciera amar a los demás.

 

La tradición refiere que San Bernardo escuchando cantar a sus hermanos del monasterio la Salve Regina, se transportó y extasiado exclamó:

 

«Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María»

 

Palabras que fueron recogidas e incluidas en la plegaria de la Salve.

 

Fue un grande y fecundo escritor[1], a la Virgen le dedicó extensos escritos. Son célebres muchas de sus palabras y oraciones.

 

El gran Abad de Claraval[2], que con justicia se lo ha dado también en llamar: “El Caballero de María”; “El Doctor de María”. Se durmió en la paz del Señor el 20 de agosto  de 1153. Los testigos que presenciaron los últimos momentos de su vida testificaron[3] que «se vio aparecer a su cabecera la muy Misericordiosa Madre de Dios, su especial Patrona: Venía a buscar el alma del Bienaventurado»

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2.    SAN FRANCISCO DE ASÍS

Juan Moriconi, su nombre de pila, nació en Asís-Italia en el año de 1181 o 1182. Sobre su devoción a la Virgen María, sus biógrafos hacen esta referencia:

 

“San Francisco sentía un amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar”.

 

Tenazmente le suplica:

 

“¡Ea, Abogada de los pobres! Cumple con nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre”.

 

San Francisco en la primera regla escribe:

 

“Te damos gracias porque hiciste nacer a Cristo, verdadero Dios y hombre, de la gloriosa siempre Virgen bienaventurada, Santa María”.

 

Tuvo un profundo y gran cariño por la Iglesia de la Porciúncula o Santa María de los Ángeles, Asís–Italia, así lo refiere Tomás de Celano, su primer biógrafo:

 

“El bienaventurado padre sabía decir que Dios le había revelado que la bienaventurada Virgen, de todas las Iglesias construidas en su honor en el mundo, tenía por aquella sus preferencias”.

 

San Buenaventura lo confirma en sus escritos:

 

“El santo amó este lugar más que a cualquier otro en el mundo. Aquí comenzó humildemente; aquí progresó en la virtud y aquí cerró felizmente sus ojos. Por eso lo recomendó de manera especial a sus hermanos, como lugar muy querido por la Santísima Virgen”.

 

El sábado 3 de octubre de 1226 se apagó el último aliento de su voz después de entonar el salmo 142 cuya última parte dice:

 

¡Saca mi alma de la cárcel, y daré gracias a tu nombre!

En torno a mí los justos harán corro, por tu favor para conmigo.

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3.    SANTO TOMÁS DE AQUINO

Santo Tomás de Aquino, Doctor de la iglesia católica, nació en Italia, cerca de Nápoles en el mes de marzo de 1225. Hay muchos episodios de su vida que se han convertido en leyenda. Santo Tomás de Aquino fue muy devoto de la Virgen María. Uno de sus biógrafos narra que un día la nodriza que tenía a cargo su crianza, vio que tenía un papelito en la mano y se lo quiso quitar, pero el niño echándose a llorar se resistió tanto que el ama no tuvo más remedio que dejárselo.

 

Se encontraba presente su madre, llamada Teodora, y, movida por la curiosidad quiso saber lo que contenía aquel papelito y a la fuerza se lo arrancó de su tierna mano.

 

Abrió el papel y vio en él escritos estas palabras: “Ave María”. El niño entre tanto lloraba amargamente y, para acallarle, su madre se lo devolvió. Entonces Tomasito se lo metió en la boca y se lo tragó. Todos los que presenciaron este suceso comentaron que Tomás sería muy devoto de María Santísima y, por cierto, que no se equivocaron.

 

Frecuentemente la invocaba diciendo: “Trono de la Sabiduría. Rogad por nosotros”. De sus predicaciones cuaresmales en Nápoles, en 1273, se han recogido en un opúsculo la explicación que hizo el santo sobre el Avemaría.

 

A la Virgen le pedía que le consiguiera la asistencia del Espíritu Santo y en verdad que la obtuvo, porque uno de los más preciosos regalos que Nuestra Señora le concede a sus devotos es una gran infusión del Espíritu Divino.

 

Una de las gracias más preciosas que la Virgen obtuvo para Santo Tomás fue una gran fortaleza para mantenerse totalmente casto hasta el último momento de su vida. A Ella le había consagrado su pureza, y Ella lo ayudó a mantenerse fiel. La Virgen se le apareció varias veces. Por todo lo indicado se lo ha dado en llamar el favorecido de María.

 

En la biblioteca Vaticana de Roma se encuentra uno de sus manuscritos. En él encontramos algo sorprendente y digno de admiración. A través de todo el texto, sin relación alguna con lo que sigue se encuentran diseminadas estas dos palabras: “AVE MARÍA”. Se dice que Santo Tomás las escribía cuantas veces se veía precisado de inspiración y ayuda de lo alto. A la asistencia de la Virgen seguramente se debe su monumental obra la “Suma Teológica” compuesta por 14 tomos.

 

El “Doctor Angélico”, el 7 de marzo de 1274, a la edad de 49 años entró a la gloria del Señor.

 

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4.    SAN FELIPE BENICIO

San Felipe Benicio nació en Florencia-Italia el 15 de agosto de 1233. Fue el quinto general de la orden de los Siervos de María[4]. Ha sido considerado como el máximo propagador de la obra por el gran impulso que le dio. Su vida está llena de prodigios y leyendas. Aún no tenía un año cuando llegaron a pedir limosna a la ciudad de Florencia algunos religiosos servitas; cuando el niño los vio exclamó milagrosamente:

 

“Estos son los siervos de la Virgen”.

 

Graduado de doctor en Padua y vuelto a Florencia andaba deliberando sobre el estado que abrazaría, cuando un jueves de la octava de Pascua entró a orar en la Iglesia abacial de Fiésole. Mientras oraba le pareció escuchar que el crucifijo le decía:

 

“Ve a la colina en que habitan los siervos de mi Madre; así cumplirás la voluntad de mi Padre”.

 

Ensimismado con este pensamiento entró a escuchar misa en la capilla de los Servitas de Caraffagio. La epístola de ese día trataba sobre la conversión de un eunuco de la reina de Etiopía, causándole gran impacto las palabras del Espíritu Santo dirigidas al diácono Felipe: “Felipe acércate a este carro”; le pareció que se las decían a él, por la similitud del nombre.

 

Llegado a su casa se puso a orar hasta la media noche a la Santísima Virgen pidiéndole que le diese a conocer la voluntad de Dios. Durante el tiempo que permaneció en oración tuvo esta visión: Le pareció que se hallaba en medio de una vasta y desierta campiña, donde no veía más que precipicios, peñascos, rocas escarpadas, lodazales, serpientes, espinas y lazos tendidos por todas partes. Atemorizado con tan espantosa visión, comenzó a dar gritos con todas sus fuerzas, tranquilizándolo enseguida la Santísima Virgen que se le apareció sobre un resplandeciente carro rodeada de ángeles y de bienaventuradas; y  repitiéndole las mismas palabras que había escuchado en la misa: “Felipe acércate y júntate a este carro” le pidió que entrase en la Orden de los Servitas. San Felipe obediente ingresó a la Orden y al entrar declaró:

“Quiero ser el siervo de los Siervos de María”.

 

Hay otro hecho de su vida que destacar: En 1268 mientras visitaba la comunidad de sus hermanos de Arezzo, la ciudad estaba pasando por momentos de penurias, por la escasez de alimentos, afectándole también la carestía a ellos. El santo al darse cuenta de lo que pasaba en su comunidad se puso a los pies de la Virgen María, suplicándole que los socorra y proveyera misericordiosamente en tan gran necesidad. La Divina Providencia no se hizo esperar y en ese mismo momento aparecieron en la puerta del convento dos cestas llenas de provisiones y de pan. Nadie vio ni supo quien lo había dejado, llegando los religiosos a  convencerse de que la Virgen María lo había hecho. A partir de entonces la Virgen fue llamada e invocada como “Madre de la Divina Providencia”[5].

 

El 22 de agosto de 1285 San Felipe Benicio después de contemplar con devoción el crucifijo entregó su alma al Creador.

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5.    SAN BERNARDINO DE SIENA

San Bernardino de Siena, nació en la festividad de la Natividad de la Virgen María, el 8 de septiembre de 1380 en la ciudad de Massa-Italia. Se sentía un predestinado de la Virgen:

 

“Yo nací en la fiesta de la Natividad de la Virgen. Y en el mismo día yo volví a nacer, ya que recibí la vestición religiosa de franciscano, y al año hice profesión de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Ruego a Dios que también en ese día pueda morir”.

 

Sus biógrafos narran que San Bernardino siendo joven tenía una novia misteriosa que  luego se supo era la Virgen:

 

“Daría mi vida por la presencia de la persona, a la que amo. Mi novia es de tan prodigiosa belleza, que me ha arrebatado completamente el corazón. La amo de tal manera, que no puedo dormir una noche sin antes haber ido a visitarla”.

 

Transcurrido el tiempo le confiará a su prima Tobías el gran secreto de su Novia:

 

“Porque me lo pides, te confiaré lo que no hubiera comunicado a nadie. Me he enamorado de la Virgen María. Es la Madre de Dios y es nuestra Madre. Desde mi infancia le soy devoto. En mi orfandad confié en ella como Madre y en ella pongo toda mi esperanza... La amo mucho y anhelo verla... Y como la figura pintada en Puerta Camollía, me parece la más linda de la ciudad voy diariamente a contemplarla. Me arrodillo ante ella. Desahogo mi corazón. Le pido su maternal bendición. ¡Ella es mi única Amiga!”.

 

En cierta ocasión, en la plaza mayor de Siena, estando congregado el pueblo, dirigiéndose primero a la Virgen, pronunció estas encendidas palabras:

“¡Oh mujer, por todos y sobre todo bendita! Tú eres el honor y la defensa del género humano. Tú eres rica de méritos y de poder, más que cualquier otra criatura. Tú eres la Madre de Dios, la Señora del universo, la Reina del mundo. Tú eres la dispensadora de todas las gracias, el jardín de las delicias y la puerta del cielo.

 

¡Oh habitantes de Siena, vosotros habéis sido salvados de tantos peligros, gracias a la Virgen, la cual ha orado al Altísimo Dios, en favor vuestro! ¡Ea! Sed agradecidos. Ella enfrenta los peligros y las tentaciones, diciendo y mandando al demonio: “¡Maldito, lejos de aquí!... ¡Deja en paz a esta ciudad, donde viven mis devotos!... Ella podría decir: Yo os he sustraído de muchas y muchas tribulaciones, hijos míos, por la fe, la devoción y la esperanza, que habéis tenido en mí. ¡Sed, pues, agradecidos, y acudid a ella confiadamente!

 

Jamás hubo criatura más digna que ella de honor y de gloria. Y para que tú sepas que ella no es ingrata, cuando tú la saludas, aunque no la veas, ella se vuelve hacia ti, recibiendo tus palabras con ese cariño, que tú lo demuestras. Y si tú la invocas con reverencia y fe, ¿qué crees que ella haga? Ella se pone ante Dios y reza por ti. Y como ella es la Madre de Dios, todo lo que pide, Dios abundantemente se le otorga”.

 

El 20 de mayo de 1444 “murió sonriendo”. Momentos antes pidió, ser puesto en el suelo como su padre espiritual San Francisco de Asís. Sus últimas palabras fueron:

 

“Oh Señor dulcísimo, he manifestado tu palabra a los hombres. Llévame a tu Reino con la ayuda de tus santos ángeles”.

 

San Bernardino de Siena fue canonizado por el Papa Nicolás V el 24 de mayo de 1950.

 

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6.    SAN LUIS GONZAGA

San Luis Gonzaga nació en Castiglione-Italia el 9 de marzo de 1568. Patrono de la juventud, fue un ardiente devoto de la Virgen María. Ella fue su guía, maestra y consejera durante su corta, pero fructífera vida. Estando aún en pañales enfermó gravemente, perdiendo los médicos toda esperanza de salvarlo. Sus padres angustiados fueron al santuario de la Ghisiola a implorar a la Virgen que le devuelva la salud, como en efecto así aconteció.

 

A la edad de los siete años, empezó y mantuvo la costumbre de recitar diariamente el Oficio de Nuestra Señora junto a otras devociones. A los 9 años, en Florencia frente a una imagen de la Santísima Anunciación, hizo el juramento de permanecer siempre casto con su ayuda. Por las actividades de su papá, que era Marqués de Lombardía, vivió en Madrid mas de dos años. San Luis Gonzaga fue nombrado junto con su hermano Rodolfo, pajes de Don Diego, príncipe de Asturias. Durante su estancia en tierras españolas, acostumbraba visitar a la Virgen del Buen Consejo[6]. En este lugar, el 15 de agosto de 1583, en la festividad de la Asunción, mientras se encontraba en oración, pidiendo a la Virgen que lo asistiese en la vocación que debía elegir, (por cuanto se encontraba muy indeciso), escuchó a la Virgen decirle que ingresara a la Compañía de Jesús. Pese a la oposición paterna, con la ayuda de la Virgen, finalmente obtuvo el tan ansiado permiso, cuando contaba los diecisiete años de edad.

 

El 21 de junio de 1591, a los veintitrés años de edad, contagiado por el tifo murió en paz. Fue beatificado en 1605 por el Papa Paulo V, y canonizado por el Papa Benedicto XIII en 1726.

 

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7.    SAN JUAN BERCHMANS

San Juan Berchmans nació el 13 de marzo de 1599 en Diest-Bélgica, que en ese entonces pertenecía a la Corona de España. Amó entrañablemente a la Virgen María. Ella formó parte de sus intensos amores. Entre los muchos sentimientos y propósitos que le dedicó están estos:

“En cuanto a la castidad, nada he sentido, ni parece haber estado nunca mejor por beneficio de la Santísima Virgen”.

“Pediré a la Santísima Virgen aquella modestia de que se vio ella adornada al tratar y hablar”.

“Tú eres la Patrona de la santidad, de la salud, y de mis estudios”.

 

El Santo hizo el voto de defender la Inmaculada Concepción de María, voto que lo firmó con su sangre:

 

“Yo Juan Berchmans, hijo muy indigno de la Compañía de Jesús, declaro a Vos y a Vuestro Hijo -que creo y confieso que está aquí presente en el muy augusto sacramento de la Eucaristía- que siempre y para siempre -a menos que la Iglesia no lo juzgue de otra manera- afirmaré y defenderé Vuestra Inmaculada Concepción. En testimonio de lo cual he firmado con mi propia sangre y lo señalo con el sello de la Compañía de Jesús. A 1620. Juan Berchmans I.H.S.”.

 

Un hermano le pregunta, que le indique el modo de merecerse el patrocinio de María Santísima, a lo que respondió el santo:

 

“Acudamos llenos de confianza a la Virgen, porque Ella nos ha traído a Dios, y es en cierto modo un acueducto del que fácilmente sacaremos el agua celestial de Cristo a nuestros huertos; es Ella una reina riquísima y generosísima. ¿Qué lugar más seguro que las llagas de Jesús, y los brazos y el regazo de la Reina de los Ángeles?”.


 

 

Ya cerca de morir, pronunció estas emotivas frases:

 

“Protesto querer vivir y morir como verdadero hijo de la Bendita Virgen María... Oh María, no me abandones, porque soy hijo tuyo. Lo sabes, porque lo he jurado. Oh María no me dejes, no pierdas ánimo conmigo. Me amará también en la muerte, ya que me esforcé por amarla en vida. Ah, si tuviese mil corazones, con mil corazones amaría a María... Dadme mis armas: la cruz, la corona del rosario de la Santísima Virgen y las reglas de la Compañía. Estas son mis tres prendas más amadas; con ellas moriré contento”.

 

El 13 de agosto de 1621, a los 22 años de edad murió santamente. En 1865 fue beatificado por Pío IX, y en 1888 fue canonizado por el Papa León XIII.

 

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8.    SAN JUAN EUDES

San Juan Eudes nació el 14 de noviembre de 1601 en Ri, pequeña aldea de Normandía, cerca de Argentan-Francia. Cuando cumplió 17 años puso en manos de una imagen de la Virgen un anillo de oro, y se promete a sí mismo ser fuerte hasta el punto de no claudicar por nada ni por nadie. Años más tarde escribirá:

 

“Admirable y amabilísima María, Madre de Dios, Hija única del Padre Eterno, Madre del Hijo de Dios, Esposa del Espíritu Santo, reina del cielo y de la tierra, no me extraña que consientas ser esposa del último de los hombres y del mayor de los pecadores, que osó escoger desde niño por su muy única esposa, y consagrarte totalmente su cuerpo, su corazón y su alma. El que quieras imitar la bondad infinita de su Hijo Jesús, que consiste ser esposo de un alma pecadora y mísera”.

 

Se dirige a María con palabras llenas de afecto y sentimiento: ella es “La Divina María”, “La Madre Admirable”, “La Madre del Bello Amor”, “Madre de Misericordia”.

 

En la vie et le royaume escribe:

 

“Madre de gracia y de misericordia, yo te escojo por madre de mi alma te tomo y reconozco como mi soberana, y, como tal, te doy sobre mi alma y sobre mi vida todo el dominio que puedo darte bajo Dios. ¡Oh Virgen Santísima! Mírame como algo tuyo, y en Tu bondad trátame como súbdito de tu soberanía”.

 

El lunes 19 de agosto de 1680 hacia las tres de la tarde, murió apaciblemente, no sin antes ofrecer su Congregación a Jesús y María, e impartirles su bendición.

 

San Juan Eudes fue beatificado por el Papa Pío X el 25 de abril de 1909, y canonizado por el Papa Pío XI el 31 de mayo de 1925.

 

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9.    SAN JOSÉ DE CUPERTINO

San José de Cupertino, nació el 17 de junio de 1603 en Cupertino- Italia. Cuando tenía ocho años le apareció una rara enfermedad en la nalga; una inmensa llaga “grande como un sombrero”. Pasaron cinco años y no se curaba. Su madre desesperada, no sabiendo que hacer porque su chico se moría, lo llevó al Santuario de “Santa María de las Gracias” en Galatone. Llegados al lugar, después de invocar a la Virgen, el ermitaño que los acompañaba, le untó la herida a José con unas gotas de aceite recogida de la lámpara que ardía ante la Virgen. El efecto fue inmediato. La Virgen lo había curado.

 

Antes de cumplir los 22 años no sabiendo que hacer ni a quién acudir, pasaba largas horas en el Santuario de “Santa María de la Grottella”, delante de la imagen de la Virgen, quejándose amargamente de su suerte:

“Todos me echan... Todos me insultan... Todos se burlan de mí... ¡mis propios familiares!... mi madre también...! ¿Qué será de mí? ¿Qué hacer?... ¡Señor, en tus manos, entrego mi destino! ¡Virgen María, sálvame y ayúdame!”.

 

Siendo sacerdote dirá:

 

“Me entregué a la devoción de la beatísima Virgen, quién continuamente me hizo gracias”.

 

Exhortaba a los peregrinos con estas palabras:

 

“Cuándo quieran algo, confíen en Dios y recurran a la Virgen, mi Madrecita, y no desconfíen, ya que mi Madrecita los ayudará en todos los apuros”.

 

A partir del mes de agosto de 1663, empezó a debilitarse. En el lecho de muerte le dice a la Virgen:

 

“Virgen, yo me he entregado a ti como hijo desde mi nacimiento, en todos los años de mi vida me he hecho siervo tuyo, y te he dado sólo a ti las llaves de mi alma”.

 

Finalmente el 18 de septiembre, después de rezar las letanías de la Virgen, expiró muy sonriente este gran enamorado de la Virgen, a quién, siempre en vida le cantó:

 

“Salve Reina, rosa sin espina

Hija de amor, Madre del Señor.

Ruega por mí, que no muera pecador”.

 

Sus últimas palabras fueron dirigidas a la Virgen: “Muestra que eres mi madre”

 

El Papa Benedicto XIV lo beatificó en 1753. Clemente XIII lo canonizó en 1767.

 

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10.  SAN LUIS MARÍA GRIGNIÓN DE MONTFORT

San Luis María Grignión de Montfort[7] nació el 31 de enero de 1673 en la pequeña ciudad de Montfort-La Cane o Montfort sur Meu-Francia. Sus padres fueron Juan Bautista Grignión y Juana Robert de la Vizeule. Fue el primogénito de ocho hermanos. Fue bautizado en la iglesia de San Juan en la víspera de la Purificación de Nuestra Señora. A la edad de 4 o 5 años ya rezaba todos los días el rosario, conservando esta práctica durante toda su vida.

 

Desde sus inicios en el colegio fue admitido en la Congregación Mariana, cuya obligación diaria era el rezo del Oficio Parvo, frecuentar los sacramentos, las pláticas y lecturas marianas.

 

Un día, mientras se encontraba de hinojos en la iglesia carmelita de Nuestra Señora de la Paz, implorando ardientemente a su “Madre”, escuchó la voz de Dios que le dijo “serás sacerdote”.

 

Cuando era estudiante de Teología, San Luis María Grignión vivía tan aferrado a la Virgen, que acostumbraba llevar una imagen de metal. A menudo la llevaba en la mano, la miraba, honraba y besaba. También al estudiar, tenía la imagen en la mano, hasta que un día un sacerdote se la quitó; afligido pero sin perder el ánimo dijo:

 

“Aunque me quiten de las manos la imagen de mi bondadosa madre, jamás me la arrancarán del corazón”.

 

En 1699 fue elegido por el seminario de San Sulpicio junto a otro compañero, para ir en peregrinación al santuario mariano de Chartres. Allí pasó toda una noche en oración, de donde saldrá dispuesto a ser un apóstol de María.

 

En una carta dirigida a su hermana Luisa Grignión en febrero de 1701, quién atravesaba momentos difíciles, la anima con frases como esta:

 

“Duerme tranquila sobre el pecho de la Divina Providencia y de la Santísima Virgen, no preocupándote sino de amar y agradar a Dios”.

 

Más adelante le refiere la cita del evangelio: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 33), y le añade:

 

“Si cumples la primera parte de este precepto divino, Dios infinitamente fiel, cumplirá la segunda; quiero decir que si sirves fielmente a Dios y a su Santísima Virgen, no carecerás de nada ni en este mundo ni en el otro”.

 

Alcanzado el sacerdocio, su única ambición y su mayor anhelo fue la de ser misionero a tiempo completo, y lo consiguió aún a costa de muchos sufrimientos, envidias, incomprensiones y persecuciones. Cuando los jansenistas consiguen del obispo que le retiren la licencia de predicar en la diócesis de Poitiers, San Luis Grignión de Montfort antes de peregrinar a Roma y pedir autorización al Papa para ir a las misiones del extranjero, se despidió de todos los fieles con una carta:

 

“Acuérdensen, queridos hijos míos, mi alegría, mi gloria y mi corona, de amar ardientemente a Jesucristo, de amarlo por medio de María, de hacer brillar en todo lugar y a la vista de todos, su verdadera devoción a la Santísima Virgen, nuestra bondadosa Madre, a fin de ser en todas partes el buen olor de Jesucristo”.

 

En otra parte de la carta les dice:

 

“Con María todo es fácil. En Ella pongo toda mi confianza, a pesar de que rujan el infierno y el mundo. Por Ella aplastaré la cabeza de la serpiente y venceré a todos mis enemigos, y a mí mismo, para mayor gloria de Dios”.

 

Recomendaba a sus fieles a consagrarse constantemente a la Virgen, para de esta forma quedar más unido a su Hijo:

 

“Cuanto más te consagres a María, tanto más te unirás a Jesucristo”.

 

Antes de llegar a la ciudad eterna estuvo quince días en el santuario mariano de Loreto, a la sombra de su querida Madre. Llegado a Roma El Papa Clemente X lo recibió, confiriéndole el título de “Misionero apostólico”, (no sin antes hacerlo desistir de su propósito de irse a otras tierras), invitándolo a regresar a su querida Francia, en donde la cruz de Cristo y la Virgen lo esperaban.

 

A su regreso, rechazado por todos, decide ir en peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Ardillers para confiarle sus penas a la Virgen y recibir nuevas luces, antes de entregarse de lleno a las misiones.

 

Entre las muchas iglesias y oratorios que restauró, estuvo el de un oratorio arruinado, dedicado a la Virgen, Reina de los Ángeles sobre el cual hizo colocar en el frontispicio esta inscripción:

 

“Si en tu corazón está grabado el amor de María al pasar, no te olvides de decir un Avemaría”.

 

Fue un fecundo escritor. En sus escritos sobre “El amor de la Sabiduría eterna” nos indica en que consiste la verdadera devoción a María:

 

“Consiste en un gran aprecio de sus grandezas, en un reconocimiento sincero de sus beneficios, en un celo inmenso por su gloria, en una invocación continua de su ayuda, en una total dependencia de su autoridad, en una firme y tierna confianza en su bondad maternal”.

 

En otra parte de este escrito, hablando de los medios para alcanzar la divina Sabiduría manifiesta:

 

“Entre todos los medios que existen para poseer a Jesucristo, María es el más seguro, fácil, corto y santo. Aunque hiciéramos las más espantosas penitencias, emprendiéramos los viajes más penosos y los trabajos mas pesados; aún cuando derramáramos nuestra sangre para adquirir la divina Sabiduría, si nuestros esfuerzos no están acompañados de la intercesión de la Santísima Virgen  y de la devoción a Ella, serán poco menos que incapaces e inútiles para alcanzarla. Pero si María pronuncia una palabra en favor nuestro, si su amor mora en nosotros, si nos hallamos marcados con el sello de los fieles servidores que observan sus caminos, pronto y sin fatiga obtendremos la divina Sabiduría”.

 

Finalmente después de muchos azares y contratiempos, en los últimos años de su vida, con la ayuda de Dios y la Virgen fundó la “Compañía de María”.

 

Quiso expresar su amor y devoción a la Virgen más allá de la muerte. Un día antes de morir suscribió su testamento, el cual comienza así:

 

“El que suscribe, el más grande de los pecadores, quiere que su cuerpo sea llevado al cementerio, y que su corazón se coloque bajo la tarima del altar de la Santa Virgen”.

 

San Luis María Grignión de Montfort en los últimos instantes de su vida, es atormentado por el maligno, pero sale victorioso y exclama:

 

“¡En vano me atacas! Estoy entre Jesús y María (sosteniendo las imágenes en sus manos). ¡Gracias a Dios y a María! He llegado al término de mi carrera. Se acabó: ¡ya no pecaré más!”.

 

Muere pronunciando los dulces nombres de “Jesús y María” un martes 28 de abril de 1716, cerca de las ocho de la noche. Fue declarado beato  por el Papa Gregorio XVI el 22 de enero de 1888, y santo por el Papa Pío XII el 20 de julio de 1947.

 

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11.   SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

San Alfonso, Doctor de la iglesia católica, una de las lumbreras en quién se han inspirado muchos santos, tuvo la particularidad de llevar un nombre muy extenso: Alfonso María, Juan, Francisco, Antonio, Cosme, Damián, Miguel Ángel, Gaspar. San Alfonso María de Ligorio. Nació el 27 de septiembre de 1696 en Marianela,  Nápoles-Italia.

San Alfonso de Ligorio, a los dieciséis años fue investido como Doctor en Derecho. Junto a la profesión solemne de Fe que pronunció, hizo un juramento cuya parte principal decía:

 

“Yo, Alfonso María, humildísimo siervo de la siempre Virgen María Madre de Dios..., creo firmemente y abrazo de corazón y proclamo con los labios que Vos, Madre de Dios, siempre Virgen por singular privilegio de Dios Omnipotente, fuisteis preservada enteramente inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de vuestra concepción, o sea, en la unión de vuestro cuerpo y alma. Pública y privadamente, hasta el último aliento de mi vida, esto enseñaré, y con la ayuda de Dios, y en cuanto yo pueda, procuraré que los demás enseñen y defiendan. Así lo testifico, así lo prometo, así lo juro, y que así Dios me ayude y sus santos evangelios”.

 

El 29 de agosto de 1723 fue el día de su conversión. San Alfonso  acudió por la tarde al hospital de los incurables y mientras asistía a los enfermos sintió como si el edificio se hundiera en sus cimientos al escuchar una voz interior que le dijo:

 

“Alfonso deja el mundo y entrégate a Mí”.

 

Concluida su labor y al bajar las escaleras, percibió de nuevo el mismo fenómeno y la misma voz.

 

Siendo Obispo, en una de sus visitas al templo a donde acudía a venerar a la Virgen (cuando su tiempo le permitía), le dice a su criado Alejo:

 

“Ella me hizo abandonar el mundo. Cuando seglar me concedió Ella luz y energía para retirarme del mundo y abrazar el estado eclesiástico”.

 

San Alfonso María de Ligorio cuando predicaba a María lo hacía con mucho fervor y encendido afecto. La presentaba de la siguiente forma:

 

“Hijos míos, aquí tenéis a María mirad a vuestra madre. Viene a dispensaros su gracia; pedídselas, que solo ansía repartirlas”.

 

Acostumbraba a poner el nombre de María al principio de sus cartas y  besaba tiernamente su nombre cuando lo encontraba escrito en sus libros:

“¡Oh incomparable Reina! ¡Oh mi tierna Madre!, -exclamaba-, yo os amo; y por esto amo también vuestro nombre”.

 

Veinticinco años después cuando publica su “Disertación sobre la Inmaculada”, reconocerá en María:

 

“La mano misericordiosa y omnipotente que me arrancó del mundo”.

 

Desde 1734 en Villa Liberi empezó a escribir y recopilar en honor de “María”, uno de los libros más famosos que se conoce, tanto por el gran número de ediciones que se han hecho en todos los idiomas, como por su extraordinario y magistral contenido: LAS GLORIAS DE MARÍA. Esta obra apareció por primera vez, (después de dieciséis años de arduo trabajo) a comienzos de octubre de 1750.

En su testamento de bienes que le correspondían, por su mayorazgo, y por las rentas que su padre le había asignado, dejó consignado lo siguiente:

 

“Declaro, por mi heredera universal a María Santísima, Madre de Dios y Madre mía, y por Ella a la Congregación del Santísimo Salvador [8]”.

 

Entre las estampas que adornaban su cuarto para fomentar su devoción, había una con esta inscripción: Spes nostra salve, “DIOS TE SALVE, ESPERANZA NUESTRA”. En su dorso escribió: 

 

“Pobres de nosotros si no tuviéramos a esta poderosa intercesora que nos ha de alcanzar el paraíso”.

 

Siendo Obispo, informando a la Santa Sede sobre su labor pastoral, en una de sus partes escribió:

 

“Desde el comienzo de mi Pontificado, todos los párrocos y por todas partes fomentan en las misas mañaneras el ejercicio de la oración mental y el culto a la Santísima Virgen, esto sobre todo, los sábados, a cuyo intento, algún sacerdote y doctor, por mí elegido predica el sermón de la Madre de Dios y para acrecer en los fieles la devoción hacia Ella”.

 

En el año 1775 el Papa acepta la renuncia del Santo como Obispo, había gobernado la Diócesis durante trece años. En Ariezo les deja a las religiosas de la Annunziata el cuadrito de la Virgen del Buen Consejo que había presidido su mesa de trabajo, con esta dedicatoria:

 

“Al marchar les dejo mi Madre (la mamá mía) y les ruego encomienden mi tránsito a la otra vida, que ya está cercano. Les pido que todos los sábados digan en comunidad una Salve por mi dichosa muerte, y cuando tengan noticia del suceso, les ruego me apliquen una comunión y, por tres días las letanías de la Santísima Virgen”.

 

Ya retirado, aconsejaba a los jóvenes religiosos y novicios:

 

“Obediencia a los superiores, franqueza de corazón con el maestro y amor a María, os pondrán a seguro. La Virgen es Madre de la perseverancia. De joven yo también pasé mis ratos amargos, pero la Virgen me mostró la senda; a Ella se lo debo todo, su mano me ha sostenido hasta la hora presente”.

 

Siendo ya muy anciano, por las noches preguntaba a los que lo cuidaban:

 

“¿Ya rezamos hoy el Santo Rosario? Perdonadme mi insistencia, pero es que del Rosario depende mi santificación y mi eterna salvación”.

 

Los últimos instantes de su vida el P. Buonapane que lo asistió, declaró:

 

“A eso de la una, después del Avemaría, tomé el cuadrito de la Virgen de la Esperanza y le dije: Monseñor, aquí tiene la imagen de la Virgen, le quiere ayudar en este trance, reanime la confianza en Ella y encomiéndese de corazón. Vuestra Señora, en vida, ha propagado sus glorias y Ella le socorrerá ahora en el punto de la muerte. -A cuyas palabras-, el siervo de Dios, ya agonizante y sin habla, abrió los ojos y los paseó por la celda y fijolos luego en la imagen, se le inflamó el rostro extraordinariamente, y sus labios, antes exangües y lívidos, se enrojecieron y se transfiguraba su semblante con placentera sonrisa”.

 

Al toque del Angelus, San Alfonso expiró el 1ro de agosto de 1787. Fue beatificado por Papa Pío VII el 10 de diciembre de 1816. El Papa Gregorio VII lo canonizó en 1839. El 26 de abril de 1950 fue nombrado por el Papa Pío XII, Patrono de los Confesores y Moralistas.

 

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12.  BEATO GUILLERMO CHAMINADE

El padre Guillermo Chaminade, nació en Périgueux (Francia), en el año de 1761 en el seno de una familia numerosa (15 hermanos.) Fue un gran educador[9]. Refiriéndose a la Compañía de María (Marianistas), su obra predilecta fundada en Burdeos en 1817, decía:

                    

“Lo que considero como el carácter propio de la Compañía de María y que me parece sin precedente en la historia de las fundaciones conocidas, es que en nombre de María y para su gloria abrazamos la vida religiosa. Es para consagrarnos a Ella en cuerpo y bienes, para hacerla conocer, amar y servir, con el profundo convencimiento de que no convertiremos los hombres a Jesús sino por medio de su Santísima Madre”.

 

El voto de Estabilidad[10] es el que distingue a los hijos del Padre Chaminade de las otras congregaciones  De esta manera lo definía:

 

“Por el voto de Estabilidad o de piedad filial se entiende el de constituirse de un modo permanente e irrevocable en el estado de servidor de María. Este voto es propiamente una donación y dedicación a la Santísima Virgen, con el piadoso propósito de propagar su conocimiento y de perpetuar su amor a su culto”.

 

El padre Chaminade no se equivocó cuando afirmó:

 

“María debe ser glorificada de siglo en siglo, pero más especialmente en estos últimos tiempos, por la protección visible que concederá a la Santa Iglesia y a la sociedad, quienes para obtener su protección publicarán constantemente sus grandezas y el poder de su mediación. Estoy íntimamente convencido de que Nuestro Señor ha reservado a su Santa Madre la gloria de ser el sostén de la Santa Iglesia de Dios, en estos últimos tiempos”.

 

A Guillermo  Chaminade se lo ha dado en llamar “el apóstol de María”. En su ancianidad exclamó: “No vivo ni respiro mas que para procurar la gloria de María Inmaculada”. Murió el 22 de enero de 1850. El 3 de septiembre del 2000 en la plaza de San Pedro (Roma),  Guillaume-Joseph Chaminade fue beatificado por el Papa Juan Pablo II junto con otras grandes figuras de la iglesia.

 

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13.  SAN MARCELINO DE CHAMPAGNAT[11]

Marcelino José Benito Champagnat Chirat nació el 20 de mayo de 1789 en la pequeña aldea de Rosey perteneciente al ayuntamiento Marlhes próxima a Saint-Etienne-Francia. Fue el noveno hijo del hogar constituido por Juan Bautista Champagnat y María Teresa Chirat.

 

La devoción a María Santísima fue lo que más predominó en su vida espiritual, con frecuencia la llamaba entre otras expresiones: “La Madre Bondadosa”, “La Buena Madre”, “Recurso Ordinario”, “Primera Superiora”. Poco después de recibir el diaconado junto a otros compañeros organizó una peregrinación al Santuario de Tourviére y de rodillas ante la “imagen negra” emiten su consagración y la promesa de integrar “La Sociedad de María”.

 

Los comienzos de la obra fueron muy duros, llega un momento en que no tienen nuevas vocaciones, pero no pierde la confianza, sabe que cuenta con una aliada poderosa. Le dice a la Virgen:

 

“Es obra tuya. Tú nos has juntado, a pesar de los obstáculos que nos han puesto. Si no prosigues ayudándonos y sosteniéndonos, pereceremos; nos extinguiremos como una lámpara sin aceite. Pero si esta obra perece, no es nuestra obra la que muere, sino la tuya, porque tú eres la que le has dado vida. Así pues contamos con tu ayuda en este momento y con ella contaremos siempre”.

 

Suyas son estas frases que confirman su acendrado amor y total confianza en la Virgen María:

 

“Acrecentemos nuestra fidelidad en honrar a María y en mostrarnos verdaderos hijos suyos por la imitación de sus virtudes; redoblemos nuestra confianza en su protección recordando que es nuestro recurso ordinario”.

 

“Jesús confió a su Madre sólo al discípulo amado para que entendamos que únicamente las almas privilegiadas, sobre las que tiene designios especiales de misericordia, regala esa devoción especialísima a Nuestra Señora”.

“Que consolador resulta cuando se va a comparecer delante de Dios, recordar que se ha vivido bajo el amparo de María”.

“María lo ha hecho todo entre nosotros”.

“El que es muy devoto de María será ciertamente muy amante de Jesús”.


 

El lema que impulsó toda su obra fue:

 

“Todo a Jesús por María, todo a María para Jesús”.

 

Frecuentemente les decía a los miembros de su comunidad:

 

“Si tienen la dicha de grabar en el corazón de los niños la preciosa devoción a María, han asegurado su salvación”.

 

“Si María se muestra llena de bondad con todos los hombres, ¿Cuánto más atenta y magnánima se mostrará con los que además de serle devotos y servirla con amor, son apóstoles de su amor y de su culto entre los demás?".

 

“Aunque toda la tierra se pusiera contra nosotros, nada hemos de temer si la Madre de Dios está con nosotros”.

 

“Nada quiere María para sí: cuando la servimos, cuando nos consagramos a ella, nos acoge para entregarnos a Jesús, y para llenarnos de Jesús”.

 

“Ya saben a quien debemos dirigirnos para conseguir cuanto necesitamos, a Nuestro Recurso Ordinario”.

 

“No teman ser inoportunos acudiendo a María en todo momento, porque no tiene límite su poder y es inagotable su bondad”.

 

“Si todas las gracias pasan por María, y si para lograr la salvación es necesaria su intercesión, hemos de concluir que la salvación de todos los hombres va adscrita a la devoción a la Virgen y a la confianza ilimitada en su protección”.

 

Estos fueron los últimos deseos de Marcelino Champagnat antes de morir:

 

“Que la humildad y la sencillez sean siempre el carácter distintivo de los Hermanos Maristas, y que una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre les anime en todo tiempo y circunstancia. Háganla amar por doquier cuanto les sea posible. Ella es la Primera Superiora... ¡Qué feliz me siento al morir en la Sociedad de María!”.

 

El sábado 6 de junio de 1840 en el momento que los hermanos cantaban “La Salve”, expiró dulcemente.

 

San Marcelino Champagnat fue beatificado por Pío XII el 24 de mayo de 1955, y canonizado en Roma por el Papa Juan Pablo II el domingo 18 de abril de 1999. 

 

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14.  SAN JUAN MARÍA VIANNEY

El santo cura de Ars, patrono de los párrocos del mundo, nació el 8 de mayo de 1786 en Dardilly a 20 Km de Ars-Francia. “Había nacido con un carácter impetuoso”, dirá un testigo en el Proceso del Ordinario.

 

Sus biógrafos refieren que cuando tenía cuatro años, su hermanita pequeña, Gothon, se apoderó de un rosario con el que Juan María estaba muy encariñado. Cólera, lágrimas; el niño recurrió a la autoridad materna y esta le pidió que abandonase el objeto amado. A cambio, la madre le dio una imagen de la Virgen que estaba sobre el bazar de la cocina. A partir de entonces la imagen fue su compañera inseparable:

 

“No habría dormido tranquilo -dirá- si no la hubiese tenido a mi lado en mi camita”.

 

Una noche, su madre inquieta de no verlo a su lado, lo encontró en el establo rezando de rodillas, con las manos juntas frente a la imagen de la Virgen.

 

Mosén Tailhades refirió en el Proceso del Ordinario, una confidencia que el Santo Cura de Ars le hizo en 1839:

 

“Yo le pregunté cómo había obtenido la liberación de las tentaciones contra la santa virtud. Acabó por decirme que había sido como consecuencia de un voto: Aquel voto pronunciado desde hacía veintitrés años... consistía en recitar diariamente una vez el Regina Coeli y seis veces la jaculatoria: Bendita sea la Santísima e Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María Madre de Dios. Por siempre jamás así sea”.

 

A la jaculatoria mencionada solía añadirle:

 

“¡Oh María que todas las naciones te glorifiquen!. Que toda la tierra invoque vuestro Corazón Inmaculado”.

 

San Juan María Vianney, a su llegada a la Parroquia de Ars reunió a los jóvenes para rezar juntos:

 

“Si os parece rezaremos juntos el rosario para que la Santísima Virgen nos obtenga que hagáis bien lo que vayáis a hacer”.

 

El día que se proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción, San Juan María Vianney desbordaba de gozo cuando empezó su sermón:

 

“¡Que felicidad, que felicidad! Siempre había pensado que en medio del resplandor de las verdades católicas faltaba este rayo de luz. Era una verdad que no podía faltar en nuestra religión”.

 

En cierta oportunidad, una señorita que posteriormente se hizo religiosa, antes de entrar al convento hizo su confesión general con San Juan María Vianney. El Santo Cura le reveló del peligro a que estuvo expuesta por cierto baile al cual asistió y cuyo centro de la fiesta fue un joven desconocido que para disgusto de ella, ni siquiera la tomó en cuenta. Esta fue la exhortación final que le dirigió el Santo:

 

“Pues bien, hija mía; ese joven era el demonio. Aquellas con quienes bailó están condenadas, o en estado de condenación. Y, ¿sabe usted por qué no la invitó? Por el escapulario que llevaba usted consigo y que, por devoción a María, conservaba como una defensa”.

 

En otra ocasión su Vicario le pregunta: ¿Cuánto tiempo hace que ama usted a María? Responde el santo:

 

“La he amado antes de conocerla. Es mi amor más antiguo”.

 

Con esta frase que pronunció se sintetiza el ardiente “amor” que sentía por su “amada”:

 

“Si por dar algo a la Santísima Virgen, pudiera venderme, me vendería”.

 

El 4 de agosto de 1859, a las dos de la mañana, el curita de Ars expiró radiantemente al concluir la oración de los agonizantes:

 

 Que los ángeles de Dios salgan a tu encuentro y te lleven a la celestial Jerusalén.

 

San Juan María Vianney fue beatificado por Pío X el 8 de enero de 1905, y canonizado por Pío XI el 31 de mayo de 1925. Hasta la actualidad, Ars, sigue siendo paso obligado de peregrinos. Contemplando sus reliquias y la sencillez en que vivió el "santo cura", le invade a uno el sincero deseo de emularlo... Todo sacerdote debería pasar por allí.

 

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15.  SAN ANTONIO MARÍA CLARET

San Antonio María Claret nació en Sallent, Barcelona-España el 23 de diciembre  de 1807. En su autobiografía manifiesta orgullosamente su vinculación con la Virgen:

 

“Por devoción a María Santísima, añadí el Dulcísimo nombre de María, porque María Santísima es mi Madre, mi Madrina, mi Directora y mi todo después de Jesús”. “El nombre de María indica mi origen espiritual, pues es mi Madre, pues María es la patrona de la parroquia en donde fui bautizado”.

 

Tiene deseos ardientes de consagrarse sólo a Ella. Agradecido y lleno de humildad le suplica:

 

“Y ¡cuántas gracias debo dar a María Santísima, que desde niño me preservó de la muerte, como después me ha librado de otros apuros! ¡Oh María, Madre mía! ¡Qué buena habéis sido para mí y que ingrato he sido yo para Vos! Yo mismo me confundo, me avergüenzo. Madre mía, quiero amaros de aquí en adelante con todo fervor, y no solo os amaré yo, sino que, además, procuraré que todos os conozcan, os amen, os sirvan, os alaben, os recen el Santísimo Rosario, devoción que os es tan agradable. ¡Oh Madre mía, ayudad mi debilidad y flaqueza, a fin de poder cumplir mi resolución!”.

 

Constantemente pide a la Virgen que le conceda el “don del amor” y el “celo por las almas”:

 

“¡Oh Madre mía María! ¡Madre del divino Amor, no puedo pedir cosa que os sea más grata ni más fácil de conceder que el divino amor, concédemelo, Madre mía! ¡Madre mía, amor! ¡Madre mía, tengo hambre y sed de amor, socorredme, saciadme! ¡Oh corazón de María, fragua e instrumento del amor, enciéndeme en el amor de Dios y del prójimo!”.

 

Se desvivía por alabarla y serle fiel:

 

“¡Oh Madre benditísima, mil alabanzas os sean dadas por la fineza de vuestro Inmaculado Corazón y habernos tomado por hijos vuestros! Haced, Madre mía, que correspondamos a tanta bondad, que cada día seamos más humildes, más fervorosos y más celosos de la salvación de las almas”.

 

San Antonio María Claret fue un escritor fecundo. Después de concluir la Carta a la Inmaculada Concepción, se arrodilló delante de la imagen de María para agradecerle por haberlo ayudado a escribir aquella carta; cuando de pronto escuchó una voz desde la imagen que le dijo:

 

“Camina delante de mí y sé perfecto”.

 

En otra ocasión la Virgen le dijo lo que debía hacer para ser bueno:

 

“Ya lo sabes, arrepentirte de las faltas de la vida pasada y vigilancia en lo venidero”. ¿Oyes Antonio? -Le repitió-; “Vigilancia en lo venidero”.

 

Le obsesionaba un firme propósito:

 

“Pediré a María Santísima una caridad abrasada y una unión perfecta con Dios, humildad profundísima y deseos de desprecio”.

 

San Antonio fue un gran propagador del Rosario. Se vanagloriaba diciendo:

 

“Las mejores conquistas de almas que he logrado, las he conseguido por medio del rezo devoto del Santo Rosario”.

 

De su mocedad y juventud nos refiere lo siguiente:

 

“Siendo jovencito me encontré un libro que hablaba de lo importante que es el rezo del rosario y enseñaba como hay que rezarlo. La lectura de este libro me hizo mucho bien, y el maestro de la escuela viendo que me gustaba rezarlo me ponía a dirigir el rezo del rosario en la clase. Cuando ya fui mayor, en la fábrica de mi padre, rezaba con mis obreros cada día el rosario. Con mi hermanita nos íbamos a veces a visitar una imagen de la Stma. Virgen y allí yo sentía un gozo infinito rezándole el rosario”.

 

En el año de 1843 escribe este contundente propósito:

 

“Me daré de lleno a confesar, catequizar, predicar pública y privadamente, según sea oportuno; y no quiero aceptar, ni aceptaré estipendio alguno, sino que tendré presente que es una gracia que he recibido de María, et quod gratis date”.

 

Otro de los propósitos que se propuso ese año comienza así:

 

“Humildad: todo cuanto haga será por Dios y por María”.

 

El 11 de agosto de 1849, fue notificado de su nombramiento como Arzobispo de Santiago de Cuba. El 6 de octubre de 1850 fue consagrado Obispo en la catedral de Vich. A partir de ese día empezó a firmarse como Antonio María.

 

Llegó a Cuba el 16 de febrero de 1851. Uno de los primeros actos que realizó, fue visitar el santuario de la Virgen del Cobre (patrona de la isla) para implorarle su protección:

 

“Señora vos sois la Prelada de mi Diócesis... Yo no seré más que un mandatario vuestro”.

 

En cierta ocasión, en uno de sus sermones, dirigiéndose varias veces a la Virgen le dice:

“No soy el Prelado; eres tú la Prelada de la Diócesis”.

 

Siendo Arzobispo en Cuba, en uno de sus apuntes inéditos escribe:

 

“Vestidos pontificios. La Mitra significa la sagrada Biblia... El báculo, el régimen o gobierno. En él tengo la imagen de María Santísima, para que entendáis que no soy yo, sino María Santísima es la Prelada”.

 

En los años 1851 y 1852 repartió 20669 rosarios:

 

“Los regalo pero antes les enseño como deben rezarlo y les recomiendo que lo recen frecuentemente y con devoción”.

 

Fue la Virgen misma quien le confió la “Misión” de ser Apóstol del Rosario. Confidencialmente lo anota:

 

“El día 9 del mismo mes (de octubre  de 1857) a las cuatro de la madrugada, la Santísima Virgen María me repitió lo que ya me había dicho otras veces: que yo había de ser el Domingo de estos tiempos en la propagación del rosario”.

 

En 1857 con su puño y letra escribe su cédula de consagración a María Santísima en una carta dirigida al Canónigo Don Manuel Miura, su apoderado en Cuba:

 

“Ya sabe que yo no tengo voluntad propia; soy esclavo de mi Señora y un esclavo no puede tener otra voluntad que la de su Señora a quien sirve”.

 

Ese mismo año fue nombrado confesor de la reina Isabel II y preceptor de los príncipes, debiendo abandonar su amada Cuba.

En la Navidad de 1866, sucedió un notable hecho. En el convento de las Adoratrices de Madrid, después de celebrar la misa de Nochebuena, El santo se quedó arrodillado en la capilla dando gracias a Dios, cuando de repente se le apareció la Virgen y le puso al Niño Jesús en sus brazos.

 

En los propósitos de octubre de 1868 escribió:

 

“Virtudes: Amor de Dios y de Jesucristo. Gracia: devoción a María Santísima... Rosario bien rezado”.

 

En los propósitos de 1869:

 

“El examen particular será el amor de Dios; la gracia que pediré será la devoción a María Santísima”.

 

Otras de las prácticas devotas preferidas por el Santo fue la devoción de las Tres Avemarías. A las madres les aconsejaba:

 

“Si el hijo es pequeño, béselo tres veces y cada vez rezará un Avemaría. Si es grande, cuando esté dormido, se arrodillará y rezará tres Avemarías a su lado”.

 

A los niños que iban a hacer la primera comunión les enseñaba este propósito:

 

“Me abstendré de pensamientos, palabras y obras deshonestas conmigo mismo y con otro; para alcanzar la gracia que necesito, rezaré cada día a María Santísima Tres Avemarías, invocándola, además, con una Avemaría cada vez que me sintiese tentado”.

 

Amaba y admiraba el nombre de María:

 

“¡Cuánto envidio tu nombre y que puedas llamarte María!”.

 

El Santo resumió perfectamente el ¿por qué? de la devoción que debemos profesar y tributar a la Virgen:

 

“Dios lo quiere, Ella lo merece y nosotros lo necesitamos”.

 

Dentro de la Colección de sermones que publicó el Santo, hay una “Carta a Teófilo” a manera de prólogo, digna de ser tomada en cuenta por todos los sacerdotes que deseen escoger a la Virgen como modelo acabado de su predicación. He aquí lo que escribió en una de sus partes:

 

“El Verbo Eterno puede considerarse de tres modos: Encarnado, consagrado y predicado. Para encarnarse escogió la madre más humilde, pero al mismo tiempo la más casta y fervorosa cual es María Santísima. Y así como María Santísima es Madre del Verbo Encarnado, así el sacerdote es como el padre y la madre del Verbo consagrado y predicado.

 

Por tanto, ha de procurar el predicador ser humilde como María; ser casto, como María, y fervoroso, como María... La Virgen María que castitate placuit, et humilitate concepit; Que por su castidad agradó al Señor, y por la humildad lo concibió en sus virginales entrañas, apenas lo dio a luz en medio de la noche, lo envolvió en pobres pañales y lo reclinó en un pesebre donde fue adorado de los Ángeles, de los Pastores y de los Reyes.

 

Aprende, Teófilo, de María; con la castidad has de agradar a Dios, y con la humildad con que estudiarás los libros Santos y con que orarás a Dios concebirás lo que has de decir o el Verbo que has de predicar.

La Virgen lo colocó en el pesebre con toda reverencia; tú, sin faltar al sagrado decoro que exige tu ministerio, ni a la reverencia que se debe a la Divina Palabra que predicas, la colocarás de manera que aun aquellos hombres más rudos y estúpidos la pueden entender”.

 

Cuando predicaba ejercicios al Clero, en la ciudad de Olot les dice:

 

“Vengo por María, María me ha enviado, María dicta mis sermones”.

 

En el “Catecismo Explicado” pregunta:

 

“¿Es bueno ser devoto de María Santísima?” - responde-: “Es cosa buenísima y señal de predestinación”. -pregunta otra vez- “¿En qué consiste la verdadera devoción a María Santísima?” –contesta-: “En abstenerse de todo pecado, imitar sus virtudes, tributarle algunos obsequios, frecuentar los Santos Sacramentos, y hacer bien, con agrado y perseverancia, las oraciones y demás cosas de su servicio”.

 

En 1870 (año de su muerte) alcanzó de la Santa Sede la aprobación definitiva de su gran obra: La Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María, fundada el 16 de julio de 1849. En las crónicas del santo[12] se refiere lo siguiente:

 

“Pocos momentos antes de morir sus ojos se iluminan; sus manos casi yertas acarician un crucifijo singularmente amado; su rostro se inflama; sus labios hacen esfuerzos para abrirse y forman, a la postre, unas palabras que van a ser un testamento: TOME USTED ESTE ROSARIO Y CONSÉRVELO”.

 

Quién recibió el encargo fue el Siervo de Dios, padre Clotet, que lo asistió en sus últimos momentos. Después de haber sufrido la persecución y el exilio en Fontfroide-Francia, entregó suavemente su Espíritu al Creador, el 24 de octubre  de 1870. Su última frase fue: “Jesús, José y María, en vuestras manos encomiendo mi espíritu”.

 

San Antonio María Claret fue beatificado por el Papa Pío XI el 25 de febrero de 1934 y, canonizado por el Papa Pío XII el 7 de mayo de 1950.

 

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16.  SANTA MICAELA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Santa Micaela del Santísimo Sacramento fundadora de “Las Adoratrices, Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad”, nació en Madrid-España en el año de 1809. En su autobiografía nos refiere su consagración a la Virgen cuando muere su madre:

 

“Como era muy devota de la Virgen de los Dolores, al faltarme mi Madre, escogí a la Santísima Virgen el mismo día para que la reemplazara, y le hice una entrega formal de todo mi ser, y resolví no disponer ya jamás de rezo ninguno, ni de la obra buena de ninguna clase, dejando a la Santísima Virgen me diese el destino que creyera más conveniente a la mayor gloria, de Dios, y de este modo tenía una entera confianza en la guarda suya de mí”.

 

La Santa honró a la Santísima Virgen con el dulce y hermoso título de “DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS”. En cierta ocasión después de visitar a la Virgen del Pilar, estando en Madrid escribe a la Superiora de la Casa de aquella ciudad:

 

“¿Sabe usted que se me ha perdido algo en Zaragoza? ¡No sé que tiene esa Virgen!... ¡Me tiene fuera de quicio!... ¡Me voy con frecuencia a su capilla”.

 

A la Santísima Virgen del Pilar invocaba la Santa en los momentos de peligro. En su autobiografía nos relata lo siguiente:

 

“Tenía en mi cuarto desde niña, una Virgen del Pilar... y en una ocasión, estando en el campo, entró una noche un hombre en mi cuarto, y al verlo, a la escasa luz de una lamparilla, dije: ¡Virgen del Pilar, Madre mía, guárdame! Luego huyó aquel hombre como si le persiguieran, al verme arrodillar en la cama”.

 

Contagiada por la peste del tifo negro, después de sufrir pacientemente y haber soportado agudos dolores, expiró, después de elevar sus ojos al cielo el 24 de agosto de 1865.

 

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17.  SAN JUAN BOSCO

Juan Melchor, su nombre de pila, nació el 16 de agosto de 1815 en el caserío de I Becchi, de la aldehuela de Morialdo, perteneciente al municipio de Castelnuevo, cerca de Turín-Italia.

 

Cuando Don Bosco tuvo su primer y famoso sueño a la edad de 9 años, recibió del Señor el encargo de enseñar a los chiquillos de su edad “la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud“. Este mandato le pareció a Don Bosco imposible de realizarlo. El Señor le prometió:

 

“Yo te daré la Maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad”.

 

La Virgen le pidió en “sueños” a Don Bosco que le edificara una Iglesia, señalándole el sitio exacto donde la quería y previniéndole de las grandes dificultades que iba a encontrar. Finalmente le dijo una profecía que se ha cumplido:

 

“Esta será mi casa: de aquí saldrá mi gloria”

 

Refiriéndose a la construcción del templo de María Auxiliadora en Turín, le atribuye la gracia a la Virgen:

 

“La Iglesia se levantó enteramente por medio de gracias hechas por María Auxiliadora”.

 

En la campana del templo mandó a grabar esta frase:

 

“Cuando María ruega todo se obtiene, nada se niega”.

 

Tenía una fe ciega y una gran confianza en María Auxiliadora. Suyas son estas palabras:

 

“Tened fe en María Auxiliadora y veréis que son los milagros”.

 

“Siempre tuve fe en el poder y en la bondad de María, - hubiera podido añadir -, y he visto florecer los milagros a mi paso”.

 

“Tened también vosotros fe, mucha fe en María Auxiliadora, y comprobaréis por experiencia personal cuán buena y poderosa es Nuestra Señora”.

 

En una ocasión le dice confidencialmente a uno de sus chicos:

 

“Se puede decir que Don Bosco lo ve todo y es llevado adelante por mano de Nuestra Señora... en cada paso, en cada circunstancia, he ahí a la Santísima Virgen”.

 

En uno de sus viajes a Francia, los parisienses admirados le preguntaban de donde sacaba los medios para sostener y llevar adelante tantas obras. A lo cual el santo respondía:

 

“Mi gran postuladora es María Auxiliadora”.

 

Cuando comienza a propagarse el rumor de que Don Bosco obra milagros, su profunda humildad queda de manifiesto cuando dice:

 

“¡Los Milagros los obra la Santísima Virgen!”

 

San Juan Bosco, siempre exhortaba a todos a llevar puesta una medalla de la Virgen:

 

“Pongamos toda nuestra confianza en María, y quien no tiene puesta su medalla, que se la procure... Besémosla y experimentaremos grandes ventajas para nuestra alma”.

 

A los chicos del oratorio les dice:

 

“Me gustaría que vosotros observaseis atentamente si alguno de los que llevan puesta la medalla fuese contagiado por el morbo. Vosotros id con valor a asistir a los enfermos en las casas, en los hospitales y en los lazaretos, y no temáis”.

 

Don Bosco por donde quiera que iba repartía las medallas de María Auxiliadora difundiendo su devoción “y la confianza en la ayuda de María Santísima”. En un mes llegó a repartir más de diez mil.

 

En las memorias biográficas de Don Bosco, consta que en 1869, hizo acuñar más de 50.000 medallas de María Auxiliadora, porque durante su permanencia en Roma se había quedó sin ninguna.

 

En 1884 mientras el cólera hacía estragos en Europa, San Juan Bosco escribe:

“Nada de miedo; el único antídoto: la medalla de María Auxiliadora, con la jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis, y frecuentes comuniones”.

 

Don Bosco, para infundir en los niños, la devoción de la Virgen dispuso que se estableciera una Congregación de María en cada uno de sus colegios:

“Sabed, -les decía- que nada os dará tanto consuelo en la hora de la muerte, como el haber sido devotos de María”.

 

Tan agradecido estaba San Juan Bosco de la Virgen por las copiosas gracias derramadas, que constantemente exclamaba: “Bendita sea María Auxiliadora”.

 

Tanto fervor y confianza tenía Don Bosco a la Virgen que a todos los que padecían alguna tribulación les decía: “COMENZAD SIN DEMORA UNA NOVENA A MARÍA AUXILIADORA”, y les enseñaba la forma como hacerla:

“Rezar cada día tres Padrenuestros y Ave María y Gloria, y tres Salves. Después de cada Gloria, se dice: “Sea alabado y reverenciado en todo momento el Santísimo Sacramento. Y después de cada Salve se dice: “María, Auxiliadora de los cristianos rogad por nosotros”.

 

En muchas de sus cartas escribió esta invocación:

 

“María Auxiliadora ayúdame”.

 

A un hombre rico que estaba muy enfermo y que se negaba a hacer obras de caridad, Don Bosco le dijo:

 

“Hacéis salir vuestros escudos del Banco y María Auxiliadora os hace salir de la cama”.

 

El Santo en uno de sus sueños vio aparecerse a Domingo Savio después de muerto y entre las preguntas que le hizo refiere esta:

 

“Y dime Domingo: ¿Qué fue lo que más te consoló a la hora de tu muerte?”. Respondió Domingo: “LO QUE MÁS ME CONSOLÓ A LA HORA DE LA MUERTE FUE LA ASISTENCIA DE LA PODEROSA MADRE DE DIOS. Recomiéndale a todos tus discípulos que le recen mucho a Ella durante toda su vida”.

 

La más célebre oración de Don Bosco a la Virgen es esta súplica que le dirige bajo el título de “Auxilio de los cristianos”:

 

“Oh María, Virgen poderosa, grande e ilustre defensora de la Iglesia... singular Auxilio de los cristianos... temible como ejército en orden de batalla... Tú sola has triunfado de todas las herejías de este mundo. Oh Madre, en nuestras angustias, en nuestras luchas, en nuestros apuros, líbranos del enemigo y en la hora de nuestra muerte llévanos al Paraíso. Así sea”. 

 

El día antes de su muerte repite a menudo: “¡Madre! ¡Madre! ¡Mañana!”. Luego añadía:

 

“¡Jesús! ¡Jesús! ¡María! ¡María!... Jesús y María os doy el corazón y el alma mía. ¡Oh Madre! Madre, ábreme las puertas del Paraíso”.

 

Cuando volvía en sí, en sus ratos de lucidez decía:

 

“Os espero en el paraíso... Decidles a los chicos que los espero en el paraíso... María, Mater gratiae... In manus tuas, Domine... Diligite inimicos vestros”.

 

Una de sus últimas frases que pronunció fue esta: FATEVI AMARE. (HACEOS AMAR). Murió en la paz del Señor el 31 de enero de 1888 a las cuatro y media de la mañana.

 

Para terminar transcribimos una frase profética, que el santo repetía con frecuencia:

 

“La divina providencia ha suscitado la devoción a María Auxiliadora, para remediar las necesidades de nuestro tiempo”.

 

Don Bosco fue beatificado el 2 de junio de 1929 por el Papa XI y canonizado por el mismo Papa el primero de abril de 1934.

 

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18.  SANTA MARÍA SOLEDAD TORRES

Santa María Soledad Torres nació en Madrid-España en el año de 1826. En el día de la Asunción, el 15 de agosto de 1851 fundó con otras compañeras la comunidad de las Siervas de María.

 

En el proceso de Beatificación y Canonización de la Madre María Soledad Torres Acosta, Sor Florencia Janer nos legó un ejemplar testimonio de la acendrada devoción y cariño que la Santa profesó a la Virgen durante su vida:

 

“Tenía mucha devoción a la Virgen. De niña empezó esa devoción cuando su madre la reprendió por una faltita con su hermana, poniéndole como penitencia rezar tres avemarías a la Virgen, y ella creyó que debía hacerlo todos los días, y así lo hizo, y, pasado el tiempo, se hizo devota de los dolores de Nuestra Señora. Visitaba muy a menudo a la imagen de la Soledad de Nuestra Señora que había en la portería de las Dominicanas y que cuidaba de su lámpara, como sé por su hermana y familia.

 

Una vez religiosa, llamaba siempre a la Virgen “su querida Madre”; veneraba mucho a las imágenes; cuando salió la imagen de la Virgen de la Salud para retocar, mandó traer una carretela de lujo, y mandó salir a las novicias con velas encendidas para despedir la imagen, y ella misma, con la M. Pilar dentro del coche, fueron a llevarla.

 

Ella dirigía por sí misma todos los días el santo rosario y la corona dolorosa para la comunidad. Se despertaba por su orden a la comunidad, diciendo: «Ave María Purísima; levántense, hermanas, a alabar a Dios y a su Santísima Madre». Antes de comenzar en silencio, se iba a la Virgen a pedir la gracia para guardarle.

 

Siempre que se salía a la calle, se iba ante la Virgen a pedir la bendición con tres avemarías, y al volver de la calle se hacía igual, presentándose a la Virgen diciendo: «Madre mía, aquí tenéis a vuestra hija». En la sala de labor se saludaba a la Virgen con jaculatorias cuando sonaba la hora y cuando se renovaba la presencia de Dios. Ella rezaba el oficio parvo.

 

El mes de mayo se celebraba con gran solemnidad y enseñaba a cantar; y el último día tenían que salir todas a ofrecer a María ramos de flores. El septenario de Dolores lo celebraban con mucha solemnidad. Durante el jueves y viernes santo, día y noche establecía un turno de vela para acompañar a la Santísima Virgen en su soledad.

 

En la asunción hacía una gran procesión pública y dentro del convento, y se adornaba con flores todas las dependencias y llevaban a la Virgen cantando con gran entusiasmo. A la Virgen de la Salud celebraba solemne novena. Según me dijo la M. Josefa Díaz, la Sierva de Dios siempre recurría a la Virgen y le daba gracias y decía: «La Virgen me concede todo lo que pido»".

 

El 11 de octubre de 1887 pasó a la casa del Señor. En 1970 fue declarada santa por Pablo VI.

 

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19.  SAN GABRIEL DE LA DOLOROSA

Francisco Possenti, su nombre de pila, nació en Asís-Italia el 1 de marzo de 1838, siendo el undécimo hijo.

 

San Gabriel de la Dolorosa, el 15 de agosto de 1856, mientras asistía a una procesión de la Santa Icone en la ciudad de Spoleto, donde residía, vio moverse y detenerse en él la mirada de la Virgen, y al mismo tiempo escuchó una voz misteriosa que le decía:

 

“Francisco, ¿qué haces en el mundo? Tú no has sido criado para él. Sigue tu vocación”.

 

Más adelante el Santo testimoniará:

                  

“A partir de ese momento, el mundo me parecía pesado, la Virgen había de tal manera movido mi corazón, que me sentía conquistado totalmente. A Ella debo mi resolución irrevocable”.

 

Recién entrado al convento de los padres pasionistas le escribe a su papá para consolarlo y tranquilizarlo:

 

“La alegría que disfruto dentro de estos santos muros es casi indecible. Papá créeme que te hablo con el corazón en los labios: un cuarto de hora a los pies de María, nuestra protectora y consuelo, vale más que un año de placeres y espectáculos en el mundo”.

 

Poco tiempo después de vestir el hábito religioso recordará su pasado:

 

“Mi cabeza se había atiborrado de ilusiones. ¡En qué abismo no me hubiera precipitado yo, si María que tan buena es hasta para quien no la invoca, no me hubiese llamado en la octava de la Anunciación!”.

 

Tan agradecido estaba de la Virgen que su única preocupación consistía en:

 

“Bendecir y ensalzar la mano misericordiosa de la Virgen María, que me libró de los peligros del mundo”.

 

En cualquier circunstancia siempre le preguntaba a la Virgen:

 

«Mamá mía, ¿qué debo hacer ahora? ¿Cómo debo portarme?»

 

Y cuando más se le complicaba algún asunto exclamaba:

 

«María Mamá dulcísima, yo no acierto, piénsalo Tú».

 

San Gabriel había ideado una original lotería: en una caja tenía guardado cien papeles en los cuales había escrito pensamientos alusivos a la Virgen e invitaba a todos a que las sacasen para leerlos y cumplir lo que dijesen. Él los llamaba Floretti, y eran en verdad delicadas florecillas que se complacía en presentar a su celestial Señora. Una decía:

 

«Practicar cada día siete actos de mortificación, en memoria de los siete Dolores de la Santísima Virgen»; otra: «Al comenzar cada acción renovad vuestra intención de agradar a Dios y honrar a la Stma. Virgen».

 

A su hermano Miguel le escribe:

 

“Miguel de mi corazón, AMA A MARÍA. ¿Quién más hermosa, más amable, más poderosa, que María? Si te ve al borde de un peligro, correrá a librarte; si afligido, te consolará; si enfermo, te aliviará; si necesitado, te socorrerá”.

 

Fue un apóstol insaciable de la Virgen Dolorosa. Todos los días rezaba el Stabat Mater. Aconsejaba siempre aprovechar los ratos libres para llorar con María la Pasión de su Divino Hijo:

 

“Si después de cumplir nuestros deberes podemos disponer de unos minutos, ¿dónde los emplearemos mejor que en acompañar a nuestra Madre Dolorosa en el Calvario?”.

 

A la Virgen Dolorosa le guardaba mucha devoción y confianza:

 

“La amable Virgen Dolorosa, que no sabe ver nuestras miserias sin compadecerlas nos protegerá bajo su manto y esgrimirá en nuestra defensa las siete espadas que atravesaron su amante corazón”.

 

En los momentos de temor repetía este jaculatoria:

 

“En ti Señora, he confiado; jamás seré confundido”.

 

En cierta ocasión le pregunta a su papá:

 

Y los hermanos, ¿son devotos de María?”...“Que le profesen una devoción muy tierna, pues la devoción a María es bálsamo en el dolor, escudo en la tentación y acicate para la virtud”.

 

Se sentía seguro de que la Virgen lo conduciría al cielo:

 

“Ella me conducirá al cielo; de esto no cabe duda”.

 

En la madrugada del 27 de febrero de 1862 (últimos instantes de su vida), San Gabriel pidió la estampa de la Dolorosa y el Crucifijo que siempre había llevado consigo. Se los puso sobre el pecho, mientras pronunciaba sus últimas palabras:

 

“¡Oh María, Madre mía, apresúrate!... ¡Jesús, José y María, expire en paz con vos el alma mía!”.

 

El Papa Pío X lo beatificó en 1908 y fue canonizado por Benedicto XV el 13 de mayo de 1920.

 

Verdaderamente fue un “enfermo de amor a María” y un “exagerado” como le decían sus compañeros.

 

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20.  DOMINGO SAVIO

Domingo Savio nació en Riva Chieri, Piamonte-Italia el 2 de abril de 1842. Ni siquiera se atrevía a mirar los deleites, de este mundo por temor de ofender a su querida Virgen María, por eso cuando en cierta ocasión un compañero, le riñe diciéndole: “¿Para qué tienes ojos, si no lo usas para mirar esas cosas?”. El Santo respondió:

 

“Quiero usarlos para contemplar el rostro de nuestra celestial Madre María en el Cielo, si con la gracia de Dios fuese digno de ir a verla”.

 

Tanta veneración le guardaba a la Virgen que no se cansaba de pedirle que le alcanzara la gracia de guardar su corazón, libre de todo afecto impuro:

“María, -decíale- quiero ser para siempre hijo vuestro; Haced que muera antes que cometer un pecado contrario a la virtud de la modestia”.

 

El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX definió como Dogma de fe la Inmaculada Concepción de María. Ese mismo día Domingo Savio fundó la Compañía de la Inmaculada, asociación de jóvenes, conformada por 15 estudiantes.

 

Entre los deberes dedicados a la Virgen se propusieron:

 

“Cada día rezaremos alguna oración a la Virgen María y cada sábado haremos alguna penitencia especial en honor de Nuestra Señora (¿una mortificación? ¿Un favor? ¿Una buena lectura?... ¿una oración especial?).

Llevaremos siempre la medalla de la Santísima Virgen, que es la Patrona de nuestra Compañía, y tendremos a la Madre de Dios una gran confianza y un amor de hijos. Ella nos hará vencer las dificultades de la vida, ser valientes para cumplir nuestras buenas resoluciones, amables con el prójimo, y exactos en todo”.

 

Culmina el reglamento con lo siguiente:

 

“Bendiga María, la Virgen Madre, nuestros buenos propósitos, Ella que los ha inspirado. Que con su ayuda logremos superar las tormentas de la vida, dar buen ejemplo a todos, ser el consuelo de nuestros superiores y de nuestros padres, y lograr trabajar mucho por la salvación de las almas.

Así después de pasar por este valle de lágrimas, con el auxilio de María logremos alcanzar un día el premio que Dios tiene destinado para los que le sirven en espíritu y en verdad”.

 

Domingo Savio está considerado como el protector de las madres, (en especial de las que tienen problemas en el embarazo y en el alumbramiento), de los niños en gestación y niños de cuna, como también de los esposos que tienen dificultades para concebir. Al respecto hay un hecho de su vida:

 

Cuando su mamá está por dar a luz a su cuarta hermanita, Domingo presiente que su mamá está muy enferma y le pide permiso a Don Bosco para que le deje ir a su casa: Don Bosco le pregunta ¿para qué? Domingo le contesta:   

 

“Para ver a mi madre que está muy enferma y porque la Virgen la quiere curar”

 

En efecto todo esto aconteció para asombro de sus parientes, familiares y del médico que comprobaron la mejoría de su mamá, después que Domingo la abrazó y le colocó un escapulario en el cuello. Al día siguiente Domingo se presenta a Don Bosco y le dice:

 

“Mi madre está ya curada: la Virgen le ha devuelto la salud. Ha sido la Virgen que le he puesto en el cuello”.

 

Domingo Savio cerca de morir le confesará a su mamá lo referente al misterioso escapulario de la Virgen:

“Aquel escapulario que le puse al cuello cuando estaba tan gravemente enferma, le recomiendo que lo conserve y lo preste gratuitamente a toda otra mujer que se encuentre en las condiciones peligrosas en que usted se encontró entonces, pues de la misma manera que la salvó a usted la salvará a las demás”.

 

De los cuatro milagros comprobados que se admitieron para su Beatificación y Canonización: los dos primeros corresponden a niños y los otros dos a madres de cuatro y seis hijos respectivamente.

 

Domingo Savio, El 9 de marzo de 1857 cerca de las diez de la noche, (próximo a cumplir los quince años), con el rostro iluminado, antes de expirar dijo:

“Adiós querido papá. ¡Oh que cosas tan hermosas veo!”.

 

Domingo Savio fue beatificado en 1950 y canonizado el 12 de junio de 1954 por el Papa Pío XII. 

 

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21.  EL HERMANO MIGUEL

El Santo Hermano Miguel nació en la ciudad de Cuenca-Ecuador el 7 de noviembre de 1854. Nació con los pies torcidos. Cuando empezó a crecer no podía dar un paso por sí solo. A la edad de cinco años, extasiado contempla a la Virgen que se le aparece al pie de un rosal en el jardín de su casa, y desde aquel momento da sus primeros pasos sin la ayuda de nadie. Hasta el 24 de noviembre de 1868 se llamó Francisco Luis Florencio Febres Cordero.

 

Tuvo una ilimitada confianza en la Madre de Dios: 

 

“Todo lo espero de mi dulce Madre María. Por eso le pido sin vacilaciones las gracias divinas de que es tesorera, los efectos de la misericordia que se desbordan de su corazón virginal y los favores temporales que sabe ella derramar a manos llenas sobre sus hijos”.

 

Tan propenso al mal se reconoce, y al mismo tiempo seguro de que su querida Virgen modelará su corazón, que le hace exclamar:

 

“Un alma inclinada al mal pero que se enriquecerá y embellecerá con las gracias y virtudes de la Señora”.

 

Quiere estar seguro de lo que desea su corazón, hasta el punto de preguntarse y contestarse él mismo:

 

“Miguel mío, ¿quieres amar?. Ama. Pero, ¿sabes a quien? ¡Ama a María!”.

 

Tiene un santo temor de dirigirse a sus alumnos, que lo obliga constantemente a encomendarse a la Virgen y a suplicarle que lo asista para dar la clase:

 

“Te ofrezco mis queridos discípulos para que ablandes su corazón y sean fieles a las inspiraciones de la gracia... inspírame Soberana Consejera mía, lo que he de decirles... Sé tú misma la Maestra de mi clase.”.

 

Escoge la fecha de las fiestas marianas para los principales actos de su vida religiosa: El 24 de marzo de 1868, toma el hábito en las vísperas de la Fiesta de la Anunciación. El 8 de diciembre día de la Inmaculada, emite en 1872 sus primero votos, y en igual fecha en 1882, hace su profesión perpetua. Se siente un protegido de la Virgen porque nació el mismo año en que se proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción (1854):

 

"Considero como señal de singular protección de María el haber nacido el mismo año de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción".

 

Con sus alumnos y familiares hace el rezo cotidiano del Santo Rosario. Constantemente les repite:

 

“Un cristiano sin rosario, es un soldado sin armas”.

 

Se radicó en España, donde muere el 9 de febrero de 1910 en Premiá del Mar-Barcelona a la edad de 56 años. Fue beatificado por el Papa Paulo VI el 30 de octubre de 1977 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de octubre de 1984.

 

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22.  SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

María Francisca Teresa, su nombre de pila, nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, pequeña ciudad de la baja Normandía, capital del departamento de Orne a poco más de 200 Km. al oeste de París-Francia.

 

Santa Teresita del Niño Jesús (Teresa de Lisieux), antes de tomar la pluma para escribir su autobiografía, se arrodilló ante una imagen de la Virgen María pidiéndole que guiara su mano paro no escribir una sola línea que no le agradare.

 

En el libro que escribió, «Historia de un Alma», Llena de júbilo relata sus experiencias; una de ellas, el día de su primera comunión cuando hizo el acto de consagración a la Virgen en nombre de sus compañeras:

 

“Por la tarde fui elegida para pronunciar el acto de consagración a la Santísima Virgen; era justo que hablara yo en nombre de mis compañeras a mi Madre del Cielo, ya que había sido privada tan pronto de la Madre de la tierra... Puse todo mi corazón hablándole, me consagré a Ella, como una niña que se arroja en los brazos de su madre y le pide que vele por ella. Creo que la Santísima Virgen debió mirar a su florecilla y sonreírla, ¿no era Ella la que la había curado con una sonrisa visible? ¿No había depositado Ella en el cáliz de su florecilla, a su Jesús, la Flor de los Campos, el Lirio del valle? (Ct 2, 1)”.

 

Esa misma noche escribe un su cuaderno intimo tres propósitos, uno de ellos, el de rezar todos los días a la Virgen el Acordaos de San Bernardo.

 

La santa vivía agradecida de la tutela de la Virgen para con los suyos:

 

“La que nos ha dado tantas pruebas de las predilecciones maternales de la Reina de los Cielos para con nuestra familia”.

 

Las novicias se mostraban sorprendidas y admiradas de ver como Teresa de Lisieux les adivinaba sus más íntimos pensamientos:

 

“He aquí mi secreto -les dijo-, jamás les hago advertencias sin antes invocar a la Santísima Virgen pidiéndole que me inspire lo que más debe aprovecharles; algunas veces hasta yo misma me admiro de lo que enseño”.

 

Se sentía protegida y segura de su cuidado materno:

 

“La Santísima Virgen me muestra que no está disgustada conmigo; nunca deja de protegerme cuando se lo pido. Si me sobreviene una inquietud, un apuro, me vuelvo inmediatamente a ella por siempre, como la madre más cariñosa, ella defiende mis intereses”.

 

En forma sencilla nos revela sus más íntimos pensamientos acerca de su amorosa madre:

 

“¡Oh, cuánto amo a la Virgen María!  Si  hubiera  sido  sacerdote, ¡cuanto habría hablado de ella! Nos la presentan inaccesible; debieran presentárnosla imitable. ¡Es más Madre que Reina! He oído decir que su brillo eclipsa el de todos los santos, como el sol, al parecer hace desaparecer las estrellas. ¡Dios mío, que extraño es esto! ¡Una madre que ofusca la gloria de sus hijos! Yo pienso todo lo contrario; creo que aumentará mucho el esplendor de los elegidos... ¡La Virgen María! ¡Cuán sencilla me parece que debió ser su vida!”.

 

Afectada de tuberculosis durante los últimos seis meses, sufrió un continuo calvario desde el domingo de la Pasión hasta el día de su muerte.

 

En mayo de 1897, Año de su muerte, la Santa escribió una extensa poesía, que la tituló Por que te amo, dedicada a la Virgen María, que a la postre fue la última que compuso. Al final de la poesía, presintiendo la cercanía de su muerte le canta a la Virgen así:

 

“Bien pronto escucharé las armonías

De sus divinos cánticos

Bien pronto, Reina mía, pienso verte

Y oírte con encanto,

¡Oh tú, que en la mañana de mi vida

Te miré sonreír, ya que el ocaso

Hoy llegó para mí, que me sonrían

Los dulcísimos pliegues de tus labios!

 

Ya no temo el fulgor de tu mirada,

Ni delante de ti los ojos bajo:

Yo padecí contigo

Y hoy quiero en tu regazo,

Decirte una vez más que soy tu hija,

Y cantarte sin fin, ¡porque te amo! ”.

 

El 8 de septiembre, escribió su último autógrafo:

 

“Oh María, si yo fuera la reina del cielo y vos fueses Teresa, quisiera ser Teresa a fin de que vos fueseis la Reina del Cielo”.

 

El 30 de septiembre de 1897[13] por la mañana, dirigiéndose a una estatua de la Virgen le dice:

 

“¡Oh con cuanto fervor le he suplicado!... ¡Oh, Dios mío!... ¡Sin embargo, amo a Dios! ¡Oh mi buena Virgen Santísima, venid en mi socorro!”.

 

Santa Teresita de Lisieux, al atardecer de ese mismo día expiró dulcemente. Sus últimas palabras mirando el crucifijo fueron: “¡Oh, le amo Dios mío, os amo!”. Ella desde el cielo según su promesa sigue derramando una lluvia de rosas sobre la tierra.

 

Fue beatificada el 29 de abril de 1923 por el Papa Pío XI y canonizada por el mismo Papa el 17 de mayo de 1925. Del mismo modo que San Francisco Javier, Teresita de Lisieux fue declarada “Patrona de las Misiones”.

 

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23.  SANTA GEMA GALGANI

Santa Gema Galgani, nació el 12 de marzo  de 1878 en Camigliano- Italia. Cuando muere su mamá dirá después:

 

“Al perder a mi madre terrena, me entregué enteramente a la Madre del cielo”.

 

Postrada ante su imagen se entrega a la Virgen:

 

“María, ya no tengo madre en la tierra; sé tú desde el cielo mi Madre”.

 

Agradecida, confiesa su auxilio protector:

 

“¡Oh, cuántas veces, depositando en mi Mamá del cielo las angustias y penalidades de mi corazón afligido, Ella me consolaba! Sí, yo recuerdo que hallándome en las mayores angustias, huérfana de madre en la tierra, me tendió cariñosamente los brazos la Madre del cielo”.

 

Tanta veneración le profesaba Santa Gema a la Virgen que le hace exclamar:

 

“¡Oh, cuánto quiero a mi Mamá celestial! ¡Ella lo sabe muy bien y, además, Jesús me aconseja que la quiera mucho! ¡Cuán buena se me ha mostrado siempre esta celestial Mamá! ¿Qué hubiera sido de mí si no la hubiera tenido? Me ha ayudado en mis necesidades Espirituales, me ha preservado de los peligros, me ha liberado del poder del demonio, que siempre viene a molestarme... Y finalmente, me ha enseñado a conocer y amar a Jesús, a ser buena y agradable. ¡Oh, queridísima Mamá, te amaré toda la vida!”.

 

A los 19 años, con permiso de su Confesor, hizo “voto de virginidad perpetua”: Solía también decir:

 

“Mamá mía, no permitas que pierda jamás la santa pureza; me coloco bajo tu manto; guárdamela y seré más grata a Jesús”.

“Desearía igualar en pureza a todos los ángeles, y aún a mi Mamá la Virgen Santísima”.

 

Insistentemente le suplica a la Virgen que la haga santa y pura para Jesús:

“Mamá mía, hazme santa, hazme casta... Mira que no tengo otra cosa que ofrecer a Jesús sino mi pureza virginal”.

 

Tenía un “anhelo ardiente” de que se salven los pecadores:

 

“¡Querida Mamá!, Tu oficio es rogar en el cielo por los pecadores”.

 

En uno de sus éxtasis, dice a María:

 

“Hoy Mamá, tengo que consagrarte una cosa; acéptala. Te consagro mi fantasía. Consagrada a Ti, no tendrá ya qué temer”... “No puedo vivir sin Ti, Mamá mía... ¿Te acuerdas de aquel día en que subiste al cielo y te llevaste mi corazón?... Tenlo siempre allá arriba. Estando contigo, Mamá mía, nada le faltará”.

 

Lo de llevarse su corazón al cielo tiene su historia: El día 15 de agosto, fiesta de la Asunción, se le apareció la Virgen y le dijo:

 

“Hija mía, esta mañana cuando me vaya al cielo, llevaré conmigo tu corazón... y tu voluntad, pues los quiere Jesús.”

 

Santa Gema en el día de la Inmaculada tuvo una visión; le escribe a su Director:

 

“Después de comulgar me ha llamado mi Mamá y me ha dicho que hoy era su fiesta. Traía un vestido blanco. Me acarició tanto, que me faltó poco para morir de dulzura. ¡Si viera, Padre mío, que hermosa es la Mamá! La he visto muchas veces, y siempre he quedado con ganas de volverla a ver”.

 

En el día del Rosario, vuelve a escribirle. En una de sus partes le refiere:

 

“¡Y si viera cuán preciosa es la corona de gloria que puso el Eterno Padre sobre la frente de mi Mamá! Oro fulgidísimo, encendido, constituía la base... ¡en derredor de esta corona había muchas piedras preciosas, que simbolizaban sus virtudes; había también muchas perlas. Estaba coronada con la corona de la sabiduría, adornada de los más vivos resplandores y, además... no sé decirlo. En la corona aparecía una señal, que indicaba que María era la dispensadora de todos los tesoros del Paraíso. ¡Oh, Padre mío!”.

 

En otra ocasión le escribe a su Director:

 

“Qué hermosa es la Comunión, hecha con la Mamá del Paraíso. Y, ¿Sabe, Padre mío, en que consistieron todas las efusiones de mi corazón en ese feliz momento? En solas estas palabras: ¡Mamá, Mamá mía!, ¡Cuánto gozo en llamarte Mamá! Mi corazón, ya lo ves salta de alegría, como cuando se acuerda de Jesús. Y Ella me respondía: Tú gozas en llamarme Madre, y yo gozo llamándote hija”.

 

Santa Gema tuvo una intensa devoción a la imagen de la DOLOROSA. La Santa refirió lo que le manifestó San Gabriel de la Dolorosa (uno de sus santos preferidos) en una aparición:

 

“El cohermano Gabriel me dijo que me entretuviese lo más posible con la Madre de los Dolores, porque Ella ha sido la madre más afligida de todas, y se goza mucho si halla alguna alma que la compadece. Tiene muchas gracias que conceder... pero no halla quien se las reciba, no halla corazones que se las supliquen”.

 

Antes de morir le dirige a María su última carta. Se puso a escribir a su Director. P. Germán, pero la dirige casi todo a María. Veamos algunas de sus frases:

 

“Mamá mía, -dice- es mi suerte vivir la vida siempre batallando, pero estoy contenta. Entre el temor y la esperanza, me abandono enteramente en Dios: «Si yo soy todo para ti (me dijo Jesús esta mañana). ¿Quién podrá vencerte?...» ¡Oh, Mamá mía! ruega siempre a Jesús por mí; yo deseo haber contentado a Jesús en todo... Querida madre mía, no estoy nada bien. Tú lo sabes; mi vida se apaga... ¿Y el espíritu?... ¡Oh, Dios mío!, El enemigo me atormenta... pero Jesús me dice que me dirija a su Madre: Hija mía, me dice; «encomiéndate continuamente a Ella. La hice hermosa, amable y dulce, para que pueda cazar las almas y salvarlas; la hice benigna, llena de mansedumbre y pacífica, para que a nadie desprecie».

 

Santa Gema cuando agonizaba, tomando el crucifijo entre sus manos  exclamó:

“¡Jesús!... ¡En tus manos encomiendo mi pobre alma!”. Volviéndose a la imagen de María, añadió: “¡Mamá mía!, Recomienda a Jesús mi pobre alma... Dile que tenga misericordia de mí”.

 

Murió en Luca el 11 de abril de 1903 en la vigilia de la Pascua de Resurrección “consumida por las llamas del amor divino”. Fue beatificada el 14 de mayo de 1933 por el Papa Pío XI, y canonizada el 2 de mayo de 1940 por el Papa Pío XII. 

 

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         24.  PADRE JOSÉ KENTENICH[14]

El Padre José Kentenich nació el 18 de noviembre de 1885 en Gymnich -Alemania. En el discurso de agradecimiento que pronunció el 11 de agosto de 1935, con motivo de sus bodas de plata sacerdotales (cumplidos un mes antes), habló en una de sus partes, de la influencia de la Virgen en su vida desde pequeño:

 

“En primer lugar he de deciros que Ella me formó y modeló personalmente desde mis nueve años. No me agrada hablar, pero creo que en esta ocasión debe explicarlo rápidamente. Cuando miro a mi pasado he de confesar que no conozco ninguna persona que haya ejercido una influencia honda sobre mi evolución y desarrollo. Millones de hombres se hubieran quebrado si hubieran estado dejados a sí mismos como lo estuve yo. Me tocó crecer en una total soledad del alma, porque tenía que nacer en mí un mundo, que luego debía propagar y transmitir. Si mi espíritu hubiera tenido contacto con la cultura de entonces, hubiera estado mi alma ligada de alguna manera y no podría decir hoy con tanta firmeza que mi educación fue únicamente obra de la Santísima Virgen, sin otra influencia humana profunda. Sé que esto es mucho decir. Pero sé también que la Santísima Virgen puso de modo singular a mi disposición su omnipotencia suplicante y su corazón maternal”.

 

Con singular ardor y afecto llamó a la Virgen: MATER ADMIRABLE

 

Madre tres veces Admirable[15] la hemos bautizado nosotros. Bajo esta advocación la honraremos en adelante en nuestra capillita de la Congregación... Por eso en el futuro nuestro grito de combate será: Mater ter Admirabilis ora pro nobis. “Madre tres veces Admirable ruega por nosotros”.

 

El porque llamó a la Virgen con esta advocación “”Madre tres veces Admirable” lo resume así:

 

“El Padre eterno eligió a una sencilla y humilde niña de Nazareth para ser Madre de Dios, Madre del Redentor y Madre de los redimidos. Es en relación a esta triple maternidad que la llamamos Madre tres veces Admirable”

 

En los momentos de dificultad aconsejaba a sus colaboradores:

 

“¡Mantened la sangre fría! ¡Nuestra Madre tres veces Admirable cuidará!”.

 

En los inicios de su obra expuso a los miembros de su congregación este mensaje «profético»:

 

“Cuando Pedro vio la obra del Señor en el monte Tabor, exclamó arrobado: ¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas. Una y otra vez vienen estas palabras a mi mente, y con frecuencia me he preguntado si no sería posible que la capillita de nuestra congregación sea también nuestro Tabor, donde se revele la gloria de María. No podríamos realizar, sin duda, mayor acción apostólica, ni dejar legado más precioso a nuestros sucesores, que mover a Nuestra Señora y Soberana a que, de una manera especial, ponga aquí su trono, distribuya sus tesoros y realice milagros de gracia. Sospecháis a donde apunto: Me gustaría hacer de este lugar un lugar de peregrinación, un lugar de gracia... Todos los que acudan aquí a rezar experimentarán la gloria de María y confesarán: ¡Qué bien se está aquí!. Aquí elevaremos nuestras tiendas, aquí nuestro rincón predilecto”.

 

En los años de cautiverio escribió su primer gran tratado: “Nueva Criatura en Jesús y María”. En él insertó una plegaria, cuya primera parte le dirige al Señor, y la segunda, a la Virgen María:

 

“Madre de Dios, hasta ahora has dirigido a tus hijos al Salvador, y ahora para la continuación y consumación de tu acción, exiges nuestra colaboración consciente, amplia y total.

No dejes a los tuyos en alta mar, hasta que ellos, instrumentos tuyos, hayan acabado en cierta medida este trabajo.

Para esto me encuentro a la disposición con cuanto soy y tengo:

¿Deseas mi trabajo? ¡Adsum! (¡Aquí estoy!)

¿Deseas la lenta hemorragia de todas las energías de mi alma? ¡Adsum! (¡Aquí estoy!)

Pero tú cuida de que cuantos me has dado amen a Jesús y aprendan a vivir y a morir por Él”.

 

Se sentía un predestinado para la misión que Dios le había encomendado; la de anunciar a María, íntimamente relacionada con Cristo:

 

“Mi misión fue y es la de anunciar al mundo el misterio de María: Mi tarea es predicar a la Santísima Virgen, el mostrarle a nuestro tiempo como la Colaboradora Permanente junto a Cristo en la obra de la Redención, como la Corredentora y Mediadora de las gracias. Mi misión es la de anunciar a la Santísima Virgen en su profunda unidad con Cristo”.

 

Con frecuencia se dirigía a la Virgen con esta oración:

 

“¡Querida Madre y Reina! Ayúdame a despojarme de todo lo que me intranquiliza, para que en silencio y pobreza, el Espíritu de Dios pueda llegar hasta mí y encontrar en mi alma un ambiente supremo de acogida y entrega. Haz que mi inteligencia se habrá a su luz, y aprenda a ver con los ojos de Dios. Regálame la profunda comprensión del corazón, que tanta sabiduría da a los que aman. Ábreme al querer del Padre y configura mi ser y mi obrar según su santa voluntad. Amén”. 

 

En uno de sus últimos mensajes resumió toda su obra en este inspirado lema:

 

“Alegres por la esperanza, seguros de la victoria, con María, hacia los nuevos tiempos”.

 

Súbitamente, de un paro cardíaco, el P. Kentenich retornó a la casa del Padre el domingo 15 de septiembre de 1968 (festividad de los Dolores de María) después de celebrar la Eucaristía.

 

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25.  SAN PÍO DE PIETRELCINA

Francisco Forgione, su nombre de pila[16], nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, provincia de Benevento-Italia. Fue un fiel devoto de la Virgen de Pompei, a donde peregrinó con los escolares de Pietrelcina en 1902, celebró la eucaristía en noviembre de 1911, y volvió a estar presente a principios de 1917. A todas las personas que tenían contacto con él, les recomendaba esta práctica mariana:

“Os pido un favor, que comiencen lo más pronto posible las tres novenas a la Virgen de Pompei, con el rezo diario, durante este período del rosario completo”.

 

De su epistolario están sacadas estas frases marianas, las mismas que denotan una profunda y cálida devoción a la Virgen Santísima:

 

“En todo te asistan Jesús y María”.

 

“María Santísima te sonría en todos los acontecimientos de tu vida y supla abundantemente la falta de la madre terrena”.

 

“La Madre de Jesús y también Madre nuestra continúe alcanzándonos la fuerza necesaria para combatir y vencer en las luchas dispuestas por Dios para ventaja vuestra”.

 

“La Virgen Santísima os asista y os alcance todos aquellos auxilios que os hagan caminar de manera digna de vuestra vocación con toda humildad y mansedumbre, con paciencia”.

 

“Huid, huid de la más mínima sombra que os haga tener un concepto elevado de vos misma. Reflexionad y tened siempre presente la humildad de la Madre de Dios y Madre nuestra, que a medida que en ella crecían los dones celestiales más se humillaba”.

 

Les participaba de sus más íntimos deseos:

 

“Tengo fe vivísima que el Señor no me negará la gracia que incesantemente le pido. La espero por las manos de nuestra Madre celestial, cuya asunción celebra hoy toda la iglesia”.

 

“Redoblad vuestras oraciones por mí al buen Dios y a la querida Madre celestial, a fin de que cuanto antes termine para mí la hora de la prueba”.

 

Frente a las tribulaciones tenía puesta toda su confianza en la Virgen de los Dolores:

 

“Sea esa Cruz también para nosotros siempre el lecho de nuestro descanso, la escuela de perfección, nuestra herencia amada... La Virgen Dolorosa nos alcance con su santísimo Hijo el que logremos penetrar cada vez en el misterio de la Cruz y nos haga embriagarnos con ella de los sufrimientos de Jesús... La Santísima Virgen nos alcance el amor a la Cruz, a los sufrimientos, a los dolores”.

 

En uno de los escritos que compuso a la Virgen, con naturalidad la llama: “Mamita”, “Mamita mía”, “Querida mamita”, “Hermosa mamita”.

 

El padre Pío (como cariñosamente se lo llamó), en un escrito del 11 de julio de 1915 esbozó el camino a seguir junto a María:

 

“Esforcémonos, pues, por tener siempre delante a esta bendita Madre, por caminar siempre junto a ella, ya que no hay otro camino que conduzca a la vida, sino el que Ella nuestra Madre ha seguido. Nosotros que queremos llegar a la meta, no rehusemos seguir este camino. Vayamos siempre con esta nuestra querida Madre”.

 

El padre Pío de Pietrelcina descansó en el Señor el 23 de septiembre  de 1968. Fue beatificado el 2 de mayo de 1999 y solemnemente canonizado el 16 de junio del 2002 por el Papa Juan Pablo II en el Vaticano.

 

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26.  SAN MAXIMILIANO KOLBE

Maximiliano Kolbe “El apóstol de la Inmaculada” como se lo ha dado en llamar, nació en Zdusnka Wola, próximo a Lodz-Polonia, el 8 de enero de 1894.

 

Narran sus biógrafos que siendo un niño acostumbraba a rezar detrás de un gran armario que servía de altar a una imagen de Nuestra Señora de Chestozowa; un día su mamá lo sorprendió con los ojos encendidos y con señales de haber llorado mucho. Le pregunta:

 

“A ver Ramoncito, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras como una niña? ¿Estás enfermo?”. Maximiliano no contesta -su mamá insiste- “A ver, hijo mío, cuenta a tu mamá todo lo que te pasa; obedéceme”. Responde el Santo “¡Oh, mamá, por nada del mundo quisiera desobedecer, ahora que la he visto!”.

 

Llorando, emocionado relata a su madre lo siguiente:

 

“Cuando tú, mamá me dijiste aquel día, enfadada por mis travesuras: Ramón, ¿qué vas a ser tú el día de mañana con esas mañas y esas diabluras?. Me quedé muy apenado y me fui a preguntar a la Virgen lo que yo había de ser más tarde”.

 

“Luego, en la Iglesia, se lo volví a preguntar de nuevo. Entonces, la Virgen se apareció, llevando en sus manos dos coronas, una blanca y otra roja. Me miró con amor y me dijo que cuál de las dos escogía. La blanca significaba que yo sería siempre puro; la roja, que había de morir mártir. Sin vacilar, yo respondí a la Virgen: escojo las dos. Ella sonrió y desapareció”... Desde ese día, cuando vamos a la Iglesia, me parece que ya no voy con papá y con mamá, sino con la Virgen y San José”.

 

Muchas veces peregrinó al Santuario de Czestochowa. Perteneció a la Orden Franciscana. Cuando descubre lo que la Virgen desea de él manifiesta:

“Antes no sabía en cual modo luchar por ella. Y hasta pensaba en una lucha con armas verdaderas. Ahora me es claro a cual tipo de lucha la Inmaculada me predestinó”.

 

Kolbe se sentía y con mucha razón, un privilegiado y predestinado de la Inmaculada:

 

“Yo vivo por la Inmaculada”.

 

“La Inmaculada me ha elegido”.

 

“Me doy cuenta de que la Inmaculada me ha elegido como su instrumento y obra a través de mí”.

 

“Yo camino con la Inmaculada. ¿Qué diría la gente si supiese que viajo con un solo pulmón? Pero la Inmaculada está siempre conmigo. Ella me acompaña a cualquier parte donde vaya”.

 

Cuando funda su gran obra de devoción y apostolado: LA MILICIA DE LA INMACULADA, se siente muy temeroso de lo emprendido, reconoce su debilidad y sus limitaciones, pero tiene una confianza absoluta en el poder de la Inmaculada y no duda en dirigirse a Ella como a una verdadera madre:

 

“Mamaíta, no sé que rumbo tomará todo este asunto pero dígnate hacer de mí y de todos nosotros lo que a ti misma te agrade para la mayor gloria posible de Dios; yo soy tuyo, ¡oh mi mamaíta Inmaculada! Ya ves que soy tan miserable que camino por el borde de un precipicio, que estoy lleno de amor propio; si tú me dejas un instante de tus manos inmaculadas, primeramente caeré en los pecados más graves y después en lo profundo del infierno; sin embargo (no lo merezco de hecho), si no me abandonas y eres mi guía no caeré ciertamente y llegaré a ser santo, un gran santo”.

 

Sus dos grandes amores fueron la revista “El Caballero de la Inmaculada” y las ciudades marianas de Niepokalnów fundadas en Polonia y Japón. Refiriéndose a la revista, manifestó que debía “llevar a la Inmaculada a las casas para que las almas, acercándose a María reciban la gracia de la conversión”.

 

Respecto a Niepokalnów (que significa ciudad de la Inmaculada, o mejor, “casa, propiedad y reino de la Inmaculada”), en una breve esquela, el Padre Maximiliano Kolbe resume su obra:

 

“En Niepokalnów vivimos de una voluntaria y amadísima idea fija: ¡LA INMACULADA! Por Ella vivimos y trabajamos, sufrimos y queremos morir. Deseamos con toda nuestra alma y con todos los recursos modernos que esta idea fija sea acogida por todos los corazones”.

 

Tan íntimamente unido se sentía a la Inmaculada que no vacilaba en decir a sus seguidores:

 

“Quién no ama a la Inmaculada hasta sacrificarlo todo por Ella -pobreza- hasta sacrificarse totalmente a sí mismo -obediencia-, abandone el suelo de Niepokalnów”.

En una charla que dictó el 28 de agosto  de 1939, de un modo profético, anunció su martirio, que tan ardientemente deseaba:

 

“Sufrir, trabajar, morir como un caballero no de muerte común, sino, por ejemplo, de un balazo en la cabeza, para sellar nuestro amor a la Inmaculada, y derramar nuestra sangre hasta la última gota, a fin de acelerar la conquista del mundo para Ella”.

 

Maximiliano Kolbe hacia finales de 1941, estando prisionero en el campo de concentración de Auschwitz, en un acto de amor, entrega y donación sin límites, se ofrece a morir en lugar del sargento Gajowniczek. En su descenso al búnker del hambre, con una plegaria susurrante se dirige a su dulce “MAMUSÍA” (como cariñosamente la llamaba):

 

“Señora mía, Reina mía, Madre mía, has mantenido tu palabra, para esta hora he nacido”.

 

Dos semanas después de sufrir tormentos a causa del hambre, y viendo sus captores que no moría, lo mataron con una inyección mortal el 14 de agosto de 1941.

 

El lema que inspiró toda su obra fue:

 

“Nada para sí, todo para la Inmaculada”.

 

Su vida fue una constante plegaria y renuncia de sí mismo hasta alcanzar el martirio:

 

“Concédeme alabarte, Virgen Santa, concédeme alabarte con mi sacrificio concédeme por ti, solo por ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir”.

 

Maximiliano Kolbe fue beatificado el 17 de octubre de1971 por el Papa Paulo VI y canonizado el 10 de octubre de 1982 por el Papa Juan Pablo II.

MENSAJES SOBRE LA INMACULADA

Maximiliano Kolbe refiriéndose a la Inmaculada, la razón de su vida, nos dejó un gran mensaje, que si lo encarnamos en nuestra vida con su asistencia, nos llevará a la santidad:

 

“Hijos míos, amad a la Inmaculada; amadla y ella os hará felices, confiaos a ella totalmente”.

“Aquel que ama generosamente a la Inmaculada, se salvará y se santificará él mismo y ayudará a otros a santificarse”.

“Con la ayuda de la Inmaculada, podemos alcanzar la santidad heroica”.

“La Inmaculada, ¡ese es nuestro ideal! Acercarse a Ella y asemejarnos a Ella. Dejar que Ella domine nuestro corazón y todo nuestro ser, que Ella viva y obre en nosotros y por nosotros y que Ella misma ame a Dios con nuestro corazón, para pertenecer totalmente a Ella sin condiciones. ¡Ese es nuestro ideal!”.

“La obediencia manifiesta la voluntad de la Inmaculada”.

“Nuestro fin es acrecentar el amor hacia Ella y abrazar de su amor a todo el mundo. Para este fin trabajamos, sufrimos y queremos continuar trabajando hasta la muerte”.

 

“Busquemos acercarnos a la Inmaculada con la oración y la penitencia. Si en nuestros corazones arde el amor por ella, con el amor nos vendrán todos los bienes”.

“Es necesario ser santos no a medias, sino totalmente para gloria de la Inmaculada y mayor gloria de Dios”.

 

“No deseamos consagrarnos sólo nosotros a la Inmaculada. Queremos que todas las almas del mundo presentes y futuras, se consagren a Ella. Nuestra misión es la de convertir y santificar todas las almas por medio de María. Quien está totalmente consagrado a la Inmaculada, ya alcanzó la santidad”.

“Con la ayuda de la Inmaculada te vencerás a ti mismo y contribuirás muchísimo a la salvación de las almas. Déjate conducir por sus manos inmaculadas; sé su instrumento; hasta hoy nadie ha acudido a Ella inútilmente. Confíale todas tus empresas y se dignará obrar. La victoria es segura en sus manos inmaculadas. La vida externa, de apostolado, es fruto de la vida interior. Confía sin medida en la protección de la Inmaculada”.

 

“Con la ayuda de la Inmaculada, convertiremos al mundo entero. Entonces, ¡a trabajar! Solos, no somos capaces de hacer nada, pero con la ayuda de la Inmaculada, convertiremos el mundo entero; sí, os lo repito: ¡pondremos el mundo entero a sus pies! ¡Por nuestra parte, debemos ser sólo suyos, totalmente, ilimitadamente!”.

 

“La Inmaculada tiene sus planes y sus intenciones. Nosotros sólo debemos dejarnos conducir por Ella... Cada día, cada instante, cada vez más perfectamente, cuando y como a Ella complace”.

 

“La Inmaculada es la omnipotencia suplicante. Toda conversión y toda santificación son obra de la gracia, y Ella es la Medianera de todas las gracias. Entonces, Ella sola basta para implorar y dar las gracias”.

 

“Ella nos dirija totalmente para que nuestro «YO» desaparezca y se consuma; para que nos propongamos, como fin, su causa; para que nos abandonemos completamente a Ella y le pertenezcamos. Estemos atentos a no traicionar este fin y a ser en cada instante más de la Inmaculada. De esto depende todo el rendimiento externo y toda nuestra actividad”.

 

“Déjate conducir del Espíritu Santo, por medio de la Inmaculada”.

“Devoción al Espíritu Santo por medio de la Inmaculada”.

“Nuestra época es la época de la Inmaculada... y del Espíritu Santo”.

 

En su reglamento de vida, San Maximiliano Kolbe nos dejó estos mensajes:

 

“Tu regla sea la obediencia, la voluntad de Dios por la Inmaculada; yo, nada más que un instrumento”.

“Recuerda que eres cosa exclusiva incondicional, absoluta, irrevocable de la Inmaculada... La vida (en todo momento), la muerte (dónde, cuándo y como), mi eternidad, todo es tuyo oh virgen Inmaculada. Haz de mí lo que es de tu agrado”.

 

A Maximiliano Kolbe también se lo ha dado en llamar El Caballero de la Inmaculada”

 

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27.    SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER[17]

José María Escrivá de Balaguer, nació el 9 de enero de 1902 en Barbastro-España. Desde muy tierna edad fue un protegido de la Virgen. Cuando tenía 2 años sufrió una grave enfermedad y fue desahuciado por los médicos. Se curó milagrosamente. Sus padres atribuían el milagro a la intercesión de la Virgen de Torreciudad, y en agradecimiento a la Virgen lo llevaron en romería de acción de gracias a la ermita donde se veneraba la imagen milagrosa.

 

Su madre le enseñó a rezar desde muy pequeño y de ella aprendió una oración de ofrecimiento muy popular:

 

“Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a Vos”.

 

Transcurrido el tiempo, en una homilía del 27 de noviembre  de 1.967 manifestó:

 

“Todavía, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres”.

 

En 1924, cuatro años antes de la fundación del Opus Dei, San  Escrivá de Balaguer, con un pequeño cincel había grabado en la base de una pequeña imagen de la Virgen del Pilar, una de sus plegarias más encendidas: “Domina, ut sit” 24/5/1924 “SEÑORA, ¡QUÉ SEA!”. Por esos designios del Señor, un pariente suyo encontró y recuperó esa imagen en Zaragoza, y cuando se la enseñaron en villa Vecchia, no la reconoció. Cuando vio lo que había grabado, volviéndose a Mons. Alvaro del Portillo que estaba presente, le dijo:

 

“Que aparezca esto ahora es como un mimo de Dios”.

 

El 15 de agosto  de 1951 peregrinó al Santuario de Loreto con el exclusivo propósito de consagrar la obra al dulcísimo Corazón de María. A partir de entonces, todos los años en esa fecha, los miembros del Opus Dei consagran sus personas, sus trabajos y sus apostolados al Corazón Dulcísimo de María.

 

El 27 de abril  de 1954, fiesta de la Virgen de Montserrat, sufrió un shock anafiláctico y entró en coma; parecía muerto. Repentinamente recuperó el conocimiento. Estaba sano, la Virgen había intervenido nuevamente en su favor.

 

El 4 de diciembre de 1955 en Viena, empezó a invocar a la Virgen con la jaculatoria Sancta María Stella Orientis, filios tuos adinva.

 

“Madre de Dios y Madre nuestra” era una de sus plegarias preferidas que repetía constantemente.

 

Con naturalidad y familiaridad la llamaba: “La Señora” y “Santa María”.

 

A los estudiantes les recomendaba con singular afecto que antes de comenzar el estudio la invocasen con la jaculatoria “Sancta María, Mater dei et Sedes sapientiae, ora pro me”.

 

En cierta ocasión le avisan que salga a mirar una virgen de madera de tamaño natural que han adquirido en una de esas tiendas de objetos, (la imagen había sido desechada de una iglesia en Suiza y presentaba señales de abandono y deterioro). Mons. Escrivá presuroso acude a recibirla, dándole la bienvenida con estas palabras:

 

“¡Madre mía... Madre nuestra! ¿De dónde te habrán echao? ¡Eres muy hermosa!”. -Con ternura y afecto besa su mano, mientras le sigue hablando-: “Quizá estabas en una catedral o en una iglesia muy grande, y acudían a ti, a rezarte, miles de almas... Vengo a darte la bienvenida. ¡Bienvenida a nuestra casa, Madre mía, Madre nuestra!. Aquí vas a estar muy bien tratada... Procuraremos hacerte olvidar estos descuidos... Madre mía, tú sabes que eres la Reina del Opus Dei...! Sí, eres nuestra Madre, nuestra Reina, nuestra locura... y tú lo sabes!”.

 

Es un loco enamorado de la Virgen, cualquier imagen de Ella lo deslumbra. Es tan grande el amor y gratitud que siente por Ella que no duda en animar a sus miembros a que sigan su ejemplo:

 

“Si en algo quiero que me imitéis, es en el amor a la Santísima Virgen”.

 

Reconoce a la Virgen como la gran protectora de su obra:

 

“La Virgen ha sido la gran protectora, el gran recurso nuestro, desde aquel 2 de octubre de 1928..., que nuestro Opus Dei nació y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora. Ha sido la Madre buena que nos ha consolado, que nos ha sonreído, que nos ha animado en los momentos difíciles de la lucha bendita para sacar adelante este ejército de apóstoles en el mundo”.

 

En una homilía pronunciada el 11-X-64 en la fiesta de la Maternidad de la Santísima Virgen, pronunció un espléndido y extenso sermón sobre esta festividad. En una de sus partes hablando de su “amor maternal” y de las gracias que nos prodiga, manifestó:

 

“Es la llena de gracia, la suma de todas las perfecciones: y es la Madre. Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como madre quiere concedérnoslo. Y también como madre entiende y comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene siempre preparado el remedio, aún cuando parezca que ya nada es posible”.

 

El 15 de mayo de 1970 viajó a México con el único propósito de rezar una novena a la Virgen de Guadalupe. Durante nueve días acude a la villa, y arrodillado ante la Virgen morena, pasa horas y horas rezando: «¡muestra que eres Madre!»... «¡No puedes dejar de oírnos!». El angelical rostro de la «Guadalupana» le inspiró a decir:

 

“Mirad la cara bellísima, magnífica, que dejó Santa María entre las manos de Juan Diego en su ayate. Ya lo veis que tiene trazos indios y trazos españoles. Porque sólo hay la raza de los hijos de Dios”.

 

Escrivá de Balaguer realizó varias romerías y peregrinaciones a los principales santuarios marianos aparte de los ya mencionados: Lourdes, Fátima, El Pilar, Torreciudad, Einsiedeln, La Merced, Sonsoles, etc. Se sentía “hijo suyo”, como un niño pequeño que busca los brazos de su madre. Con nostalgia y alegría, en una ocasión, recordó este hecho:

 

“Tenía una imagen de la Virgen, que me robaron los comunistas durante la guerra de España, y que llamaba la Virgen de los besos. No salía o entraba nunca, en la primera residencia que tuvimos, sin ir a la habitación del Director, donde estaba aquella imagen, para besarla. Pienso que no lo hice nunca maquinalmente: era un beso humano, de un hijo que tenía miedo... Pero he dicho tantas veces que no tengo miedo a nadie ni a nada, que no vamos a decir miedo. Era un beso de hijo que tenía preocupación por su excesiva juventud, y que iba a buscar en Nuestra Señora toda la ternura de su cariño. Toda la fortaleza que necesitaba iba a buscarla en Dios a través de la Virgen”.

 

El 28 de marzo  de 1.975, tres meses antes de su fallecimiento, cumplió sus bodas de oro sacerdotales; estando reunido en meditación con los miembros del consejo improvisó una sencilla oración, la cual fue una verdadera profesión de fe. Tuvo para la Virgen María estas inspiradas expresiones:

 

“María, que es una mujer, la más pura criatura, la más grande: Más que Ella, sólo Dios... Sancta María, Spes nostra, Sedes sapientiae! Concédenos la sabiduría del cielo, para que nos comportemos de modo agradable a los ojos de tu Hijo, y del Padre, y del Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos sin fin”.

 

Casi al final de la oración manifestó:

 

“Que la Madre de Dios sea para nosotros Turris civitatis, la torre que vigila la ciudad: la ciudad que es cada uno, con tantas cosas que van y vienen dentro de nosotros, con tanto movimiento y a la vez con tanta quietud; con tanto desorden y con tanto orden; con tanto ruido y con tanto silencio; con tanta guerra y con tanta paz”.

 

Un mes antes de morir, fue en peregrinación al santuario de Torreciudad, Huesca-España. Con la ayuda del Señor construyó este monumento a la gracia, en el mismo sitio donde estuvo la ermita que visitó con sus padres de pequeño. Dios le concedió la “gracia” de ver terminada esta obra, una de sus tres “locuras” como él la llamaba. La inauguró (cuando aún no estaba abierto al culto) y estrenó uno de los confesionarios, con esta profecía:

 

“Aquí habrá muchas confesiones. Es lo que espero de la Virgen: gracias abundantísimas para mover a muchas almas a una conversión profunda”.

 

El ex - Arzobispo Primado de México, Mons. Ernesto Corripio Ahumada, escribió un artículo titulado “En los momentos difíciles volver a María”, publicado el 12-10-78 por El Heraldo de México. Dicho artículo hace referencia a la vida del fundador y a su estancia en México años atrás. En una de sus partes testimonia:

 

“No obstante ese cariño del fundador del Opus Dei por todas las advocaciones de la Virgen, la de Guadalupe ocupaba un lugar especial en su vida. Me sorprendió recientemente un hecho que lo manifiesta de forma clara. Al estar en Jaltepec, una casa de retiro junto a la laguna de Chapala, le impresionó vivamente una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en la que aparece entregándole una rosa a Juan Diego; monseñor Escrivá de Balaguer después de contemplarla en oración durante varios minutos, comentó que así le gustaría morir: recibiendo una rosa de manos de la Virgen de Guadalupe. Cinco años después, el 26 de junio de 1975, mientras dirigía su última mirada a otra imagen de la Virgen de Guadalupe que presidía su habitación de trabajo en Roma, fallecía repentinamente a causa de un paro cardíaco”.

 

Monseñor Escrivá de Balaguer fue beatificado en Roma el 17 de mayo de 1992 por el Papa Juan Pablo II, y solemnemente canonizado por el mismo Papa el domingo 6 de octubre del 2002 ante una multitudinaria presencia de peregrinos venidos de todas partes del mundo.

 

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28.  EL PAPA JUAN PABLO II

Karol Wojtyla, nació en Wadowice, a 40 km. de Cracovia-Polonia, el 18 de mayo  de 1920. Fue bautizado el 20 de junio del mismo año, en la iglesia parroquial del s. XVI, de la Presentación de la Virgen María. En el centro del altar lateral dedicado a la Sagrada Familia se conserva la pila bautismal, ante el cual, durante su primera visita a Polonia como Papa, el 7 de junio de 1979, después de besarla, se arrodilló y rezó, no sin antes exclamar: “Aquí me fue dada la gracia de ser hijo de Dios”.

 

Desde su casa paterna, sólo hay que cruzar una calle angosta desde un costado, para toparse con la pared exterior de la iglesia. Hoy, la casa, en el piso en que vivió, las autoridades locales y eclesiásticas lo han convertido en un gran museo, con muchísimas fotos y recuerdos de todas sus experiencias y vivencias, con donaciones  invalorables realizadas por él mismo. En los bajos de la casa hay una librería, con una variedad de recuerdos alusivos. Impresiona constatar, como el futuro Papa, desde su nacimiento y parte de su juventud, vivió cobijado bajo la sombra de la iglesia y la protección de María Santísima.

 

Karol, fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1946. El 28 de septiembre de 1958 recibió su consagración episcopal como obispo auxiliar de Cracovia. El 30 de diciembre de 1963, Pablo VI lo nombró arzobispo de Cracovia. El 26 de junio de 1967 fue elevado al cardenalato, hasta que finalmente la tarde del lunes 16 de octubre de 1978, en el segundo día del Cónclave, al término de la octava votación, siendo la 6:18 p.m., fue elegido Pontífice de la Iglesia Universal, tomando el nombre de Juan Pablo II.

 

Después de estar al frente de la iglesia católica durante más de dos décadas, al cabo de 26 años, 5 meses y 17 días, el 2 de abril del 2005, el “mensajero de Cristo” que dio su vida por el evangelio, “retornó a la casa del Padre”, para seguir intercediendo por la Iglesia a la que tanto amó.   

 

Sin lugar a dudas y en mi apreciación personal, Juan Pablo II, “el Papa peregrino”, fue uno de los dones más preciados que nos dio el Señor, el más grande profeta de la iglesia católica de los tiempos modernos, el más carismático, el más querido, el cual será recordado por siempre en la historia de la iglesia y de los Papas. Desde el primer día de su Pontificado fue y seguirá siendo, aún después de su muerte, el Papa que le dio un nuevo rostro a la iglesia.

 

En 1996 al cumplirse el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, el Papa Juan Pablo II, nos regaló su autobiografía, en el libro titulado DON Y MISTERIO, en donde relata sus experiencias más “profundas” e “íntimas” referentes a su vida y vocación sacerdotal.

 

Por este motivo deseo transcribir íntegramente la parte correspondiente a su “trayectoria mariana” como bien señala el Papa en su libro, el mismo que nos llevará a descubrir su tierna devoción a la Virgen, su profunda, sencilla y sistemática teología mariana, y otros detalles como el significado y origen del lema TOTUS TUU de su escudo Papal:

 

“Naturalmente, al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen.

 

Además en Wadowice, había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía su reflejo en la difundida devoción al escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo. Se iba a los Carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen, se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia hasta la superación del examen final.

 

Cuando me encontraba en Cracovia, en el barrio Debniki, entré en el grupo del “Rosario vivo”, en la parroquia salesiana. Allí se veneraba de modo especial a María Auxiliadora. En Debniki, en el período en que iba tomando fuerza mi vocación sacerdotal, gracias también al mencionado influjo de Jan Tyranowsky, mi manera de entender el culto a la Madre de Dios experimentó un cierto cambio.

 

Estaba ya convencido de que María nos lleva a Cristo, pero en aquel período empecé a entender que también Cristo nos lleva a su Madre. Hubo un momento en el cual me cuestioné de alguna manera mi culto a María, considerando que éste, si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo. Me ayudó entonces el libro de San Luis María Grignión de Montfort titulado “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”. En él encontré las respuestas a mis dudas. Efectivamente, María nos acerca a Cristo, con tal de que se viva su misterio en Cristo.

 

El tratado de San Luis María Grignión de Montfort puede cansar un poco por su estilo un tanto enfático y barroco, pero la esencia de las verdades teológicas que contiene es incontestable. El autor es un teólogo notable. Su pensamiento mariológico está basado en el Misterio trinitario y en la verdad de la Encarnación del Verbo de Dios.

 

Comprendí entonces por qué la Iglesia reza el Angelus tres veces al día. Entendí lo cruciales que son las palabras de esta oración: “El Ángel del Señor anunció a María. Y Ella concibió por obra del Espíritu Santo... He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros...”. ¡Son palabras verdaderamente decisivas! Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad.

 

Esto explica el origen del “Totus Tuus”. La expresión deriva de San Luis María Grignión de Montfort. Es la abreviatura de la forma más completa de la consagración a la Madre de Dios, que dice: “Totus Tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria”.

 

De ese modo, gracias a San Luis, empecé a descubrir todas las riquezas de la devoción mariana, desde una perspectiva en cierto sentido nueva. Por ejemplo cuando era niño escuchaba “Las Horas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, cantadas en la iglesia parroquial, pero sólo después me di cuenta de la riqueza teológica y bíblica que contenían. Lo mismo sucedió con los cantos populares, por ejemplo con los cantos navideños polacos y las Lamentaciones sobre la Pasión de Jesucristo en Cuaresma, entre las cuales ocupa un lugar especial el diálogo del alma con la Madre Dolorosa.

 

Sobre la base de estas experiencias espirituales fue perfilándose el itinerario de oración y contemplación que orientó mis pasos en el camino hacia el sacerdocio, y después en todas las vicisitudes sucesivas hasta el día de hoy. Este itinerario desde niño, y más aún como sacerdote y como obispo, me llevaba frecuentemente por los senderos marianos de Kalwaria Zebrzydowska.

 

Kalwaria es el principal santuario mariano de la Archidiócesis de Cracovia. Iba allí con frecuencia y caminaba en solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los diferentes problemas de la iglesia, sobre todo en el difícil período que se vivía bajo el comunismo. Mirando hacia atrás constato cómo “todo está relacionado”: hoy como ayer nos encontramos con la misma intensidad en los rayos del mismo misterio”.    

 

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[1] Por esta razón fue declarado Doctor de la Iglesia. Doctor “Melifluo”, Doctor “Egregius”.

[2] Durante 38 años fue el Abad del Monasterio.

[3] Testimonios que han quedado registrados en las crónicas del Cister.

[4] La Orden de los Servitas fue fundada por siete ricos comerciantes de Florencia el 8-IX-1233 en el monte Senario (Monte de Nuestra Señora). Según la leyenda, antes de fundar la orden habían pertenecido a una antigua sociedad en honor de la Virgen, llamada “Sociedad de Nuestra Señora”. Ellos atribuían exclusivamente a la Virgen el haberlos llamado a su servicio. La Santísima Virgen María fue la “primera Fundadora de la Orden”, como lo afirman los propios «Servitas».

El nombre de “Siervos de María «fue dado a la Orden por la Virgen», lo mismo que la regla, el hábito según lo aseverado por S. Alejo Falconieri, uno de los fundadores de la Orden, cuyos testimonios fueron recogidos por Pietro de Todi, Superior General de los Servitas en los años de 1314 a 1340.

La Virgen les habría prescrito también la finalidad de la Orden: «PARA SU SINGULAR SERVICIO, PARA SU GLORIA, PARA SU GLORIFICACIÓN»

La Orden de los Servitas está dedicada a la Contemplación de los Dolores de Nuestra Señora.

Los Padres Servitas poseen una de las dos bibliotecas marianas más grandes del mundo que funciona en la Facultad Teológica Marianum en Roma.

[5] Esta advocación se hizo famosa en Italia y España, de aquí con el correr de los siglos en 1849 pasó a San Juan de Puerto Rico donde caló profundamente hasta convertirse en la Patrona de la Isla.

[6] Llamada “La Virgen de los Papas”, por la gran devoción que le han tenido los Sumos Pontífices. Actualmente se la venera en la Catedral de San Isidro Labrador en Madrid, España.

[7] El Canónigo Juan Bautista Blain, compañero de estudios de Luis María, su confidente y admirador y su primer biógrafo nos ha dejado en sus escritos una reseña muy mariana de la gran devoción que le profesaba el santo a la Virgen:

“Luis María Grignión fue el celoso panegirista de la Virgen, el continuo orador de sus privilegios y grandezas, el infatigable predicador de su devoción. Cuando era pequeño, todo su agrado era hablar de Ella u oír hablar; cuando grande, su alegría más sentida fue acrecentar su culto y el número de sus devotos.

Delante de la imagen de la Virgen el joven Grignión permanecía horas suplicándola, honrándola, solicitando su protección, dedicándole su inocencia y conjurándola a ser su custodia y a consagrarse a su servicio. Era sí una devoción sensible, pero no pasajera, como en los demás niños, sino diaria.

Todos saben que él la llamaba su Madre, su bondadosa Madre, su querida Madre; pero no todos saben que desde su adolescencia, acudía a Ella con sencillez infantil para invocarla en sus necesidades espirituales y temporales, y estaba tan seguro de lograr sus gracias, por la gran confianza que tenía en sus bondades, que jamás se dejó atrapar por dudas, inquietudes o perplejidades”.

[8] Así se llamaba primero la Congregación que fundó el santo en el año de 1732. Posteriormente en el año de 1749 por decisión de la Santa Sede, se llamó Congregación del Santísimo Redentor.

[9] Vocación que decidió seguir cuando estuvo frente a la Virgen del Pilar, durante el tiempo que vivió exiliado en Zaragoza.

[10] Es un cuarto voto que profesan, aparte de los tres comunes que poseen las Órdenes religiosas.

[11] Fundador de los Hermanos Maristas.

[12] El abogado de la Causa de Beatificación en las Posiciones dio el siguiente testimonio del Santo: “El Siervo de Dios deseó ardientemente que todos amasen y obsequiasen a la bienaventurada Virgen, tomando esto como un deber de su ministerio. En sus correrías apostólicas nunca predicaba al pueblo sin haber rezado antes con él el Santo Rosario. Nombrado arzobispo de Cuba, procuró que se rezase en todas las parroquias de su diócesis. En cierta ocasión viendo que se profanaba el día de la Purísima con trabajos serviles, se esforzó cuanto pudo por impedirlo, y no habiéndolo logrado, fue tanta su pena que cayó enfermo. Apenas llegó a Cuba dijo que había puesto su potestad episcopal al amparo de la. Santísima Virgen, y que con el auxilio de Ella gobernaba la diócesis. Para mostrar públicamente su afecto a María hizo esculpir en su báculo pastoral la imagen de la Virgen, y en todos sus viajes por la isla de Cuba llevaba consigo un cuadro de la Reina del Cielo. Colgada de su cuello llevaba siempre la medalla de María y en su última enfermedad, por nada permitió que le quitasen de las manos el Rosario”

[13] En el Centenario de su muerte, el 30 de septiembre 1997, el Papa Juan Pablo II la declaró Doctora de la Iglesia. El Papa Juan Pablo II también tuvo el privilegio de visitar el 2 de junio de 1980 la esplendorosa Basílica levantada en Lisieux en su memoria. Por cierto, la Basílica de la santa es de una belleza sin igual.

 

[14] Fundador del Movimiento Apostólico de Schonstatt.

[15]  “SERVUS MARIAE NUNQUAM PERIVIT” (Un siervo de María nunca perecerá). Frase escrita en latín que rodea a la “Madre tres veces Admirable” en los santuarios de Schonstatt.

[16]Sacerdote capuchino, fundador de los “grupos de oración” y el primer presbítero estigmatizado en la historia de la iglesia cuando apenas cumplía los 31 años de edad.

[17] Fundador del OPUS DEI.