XVIII.     LITURGIA MARIANA 

La liturgia mariana es abundante y riquísima en su contexto, todas las iglesias le han cantado y tributado loores en las diferentes festividades de la Virgen. Veamos parte de su contenido.

 

1. LITURGIA ORIENTAL
2. OFICIOS
3. ANTÍFONAS
4. HIMNOS LITÚRGICOS
5. OTROS HIMNOS

 

 

1.    LITURGIA ORIENTAL

Liturgia Bizantina

“Al cantar las glorias de tu Hijo, te alabamos a ti también, ¡oh Madre de Dios y su templo viviente!... ¡oh Purísima!, no desprecies las peticiones del pecador, porque aquel que sufrió por nosotros tendrá también misericordia y nos salvará. ¡Oh Cristo! he aquí a tu Madre, a la que te concibió en su seno sin pérdida de su virginidad, continuando virgen después; te la presentamos para que sea nuestra abogada, oh tú que eres misericordia; tu que concedes el perdón a los que te dicen desde su corazón: Acuérdate de mí, ¡oh Señor cuando entres en tu reino!”

Liturgia Siria

“¿Cómo te podré alabar dignamente, oh castísima Virgen? Porque tú sola entre los hombres eres toda santa y a todos das el auxilio y gracias que necesitan. Todos los que habitamos en la tierra hemos puesto en ti nuestra esperanza. Fortifica nuestra fe, brilla en las tinieblas de este mundo mientras los hijos de la Iglesia cantamos tus alabanzas. Trono de los querubines, tú eres la puerta del cielo; ruega siempre por nosotros para que seamos salvos en aquel terrible día. Amén”.

Liturgia Maronita

“Que tu intercesión nos proteja siempre, ¡oh Madre purísima!, y ayúdanos en las necesidades según tus deseos. Somos desterrados en esta tierra y tenemos ante los ojos siempre nuestro fin, y, así y todo, muchos de los nuestros perecen. Ayúdanos con tus oraciones, ¡oh Doncella misericordiosa! y sé siempre nuestra abogada para que nuestra mala voluntad no nos pierda. Bendita y Santa María, ruega a Dios por nosotros, ya que tú llevaste en el seno, para que se apiade de nosotros por tu intercesión”. Amén

Liturgia de Etiopía

Títulos que le da esta liturgia la Virgen María:

 


 

Templo perpetuo

Vestíbulo sacerdotal

Columna elegida

Árbol florido

Jardín del Hijo celestial

Lámpara del universo

Luz de las estrellas

Muro indestructible

Extensión del Cielo

Velo de lino fino


 

Ciudad de joyas

Esposa celestial

Incensario seráfico de oro

Abundancia de profecías

Madre de justicia

Doctrina de paz

Vino de dulces uvas

Madre del sol glorioso

Libro de la vida

Vaso de nuestras riquezas

Saciedad de los que tienen hambre

Reina del amor

Puerta del paraíso

Auxilio de los pecadores.

Superabundancia en tiempo de frutos

y compensación de los años de hambre.


 

Liturgia Alejandrina

Títulos que se le da a la Virgen:

 


 

Hija de David.

Arca de la alianza, envuelta en oro purísimo.

Flor de Jesé, que trajiste a la tierra el Salvador.

Jardín cerrado donde Dios habita.

Carro del Padre, radiante de la luz divina.

Escala de Jacob, coronada por el Espíritu de Dios.

Incensario de plata, lleno de ardientes brasas.

Luz esplendente.

Luz del paraíso.

Fuerza de Sansón.

Vara de Aarón, que floreció sin ser regada.

Manojo de mirra que Moisés vio coronado de llamas en el monte Tor.

Vaso de alabastro.

Tesoro precioso.

Torre de marfil.

Cúpula de Moisés.

Viña llena de fruto.

Trono de Dios que Daniel el profeta vio sobre los serafines.

Altar sagrado que habita Dios.

Virgen Inmaculada prometida al esposo.


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2.    OFICIOS 

Oficio de Taizé

“Ven, Espíritu Santo, creador Dios de amor: Tú hiciste a la Virgen María tu madre según la humanidad, bendita entre las mujeres y feliz por todos los siglos; renueva en nosotros la fe en tu Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre, y la acción de gracia por todas las maravillas de la Encarnación, por Cristo, nuestro Señor.

 

Ven, Espíritu Santo, creador Dios de la gloria. Tú alegraste a María, tu humilde servidora, con la venida del Mesías, y le inspiraste un cántico de gozo y de victoria. Humilla nuestro orgullo, arruina nuestra prepotencia, a fin de que en la humildad y la pobreza, podamos encontrar la verdadera fuerza y la riqueza verdadera, por Cristo, nuestro Señor.

 

Ven, Espíritu Santo, creador Dios compasivo. Tú asociaste a María a los sufrimientos de su Hijo, para asemejar su Corazón a los dolores del Crucificado; haz que encontremos el gozo en padecer por el Evangelio, y que completemos en nuestro cuerpo lo que falta a los dolores de Jesús por su Cuerpo, la Iglesia, por Cristo, nuestro Señor”.

3.    ANTÍFONAS

Cuatro son las grandiosas antífonas marianas que se recitan después de laudes y de completas, cada una en su propio tiempo:

EL ALMA REDEMPTORIS MATER

Se recita desde el primer domingo de Adviento hasta la Purificación. Esta antífona se atribuye al famoso monje de Reichenau, Hernán Contracto:

 

“Virgen, del Redentor

augusta Madre,

Del cielo puerta abierta

y estrella de la mar, ayuda al pueblo

Que cae y que se esfuerza por levantarse: Tú que eres asombro

De la naturaleza, engendraste al Señor que te engendrara,

y en virginal pureza, antes como después, permaneciste.

Por aquel saludo que de los labios de Gabriel oíste,

Ten ahora piedad de los que pecan”.

EL AVE REGINA CAELORUM

Se recita desde la Purificación hasta el jueves santo. Compuesta en el siglo XII, su autor se desconoce, aunque algunos se lo atribuyen a San Bernardo:

 

“Salve, reina de los cielos;

salve, dueña de los ángeles;

salve, raíz, salve puerta,

por do al mundo la luz sale:

gózate, Virgen gloriosa,

y entre todas la más bella;

adiós, oh pura hermosura,

y por nos a Cristo ruega”.

EL REGINA CAELI LAETARE

Se recita durante el tiempo pascual. Esta antífona se le atribuye al Papa Gregorio V:

“Reina del cielo, / alégrate, aleluya;

Porque aquel que en tu seno mereciste llevar, aleluya

Resucitó, como lo dijo, aleluya:

Ruega por nosotros a Dios, aleluya”.

LA SALVE REGINA

Se recita durante todo el resto del año. Son algunos a quienes se les atribuye esta antífona: Ademaro de Monteuil (1098), Pedro de Mezonzo, obispo de Compostela (s. XI) y finalmente, a San Bernardo. Todos los estudiosos están completamente de acuerdo en que San Bernardo es el autor de la última frase:

 

“Dios te salve, reina y madre de misericordia;

Vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.

A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.

A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,

vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,

y después de este destierro muéstranos a Jesús,

fruto bendito de tu vientre.

Oh clementísima. oh piadosa, oh dulce Virgen María”.

 

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4.    HIMNOS LITÚRGICOS

EL MAGNIFICAT

En el evangelio de San Lucas (1, 46-56) encontramos el cántico del Magnificat que se reza todos los días en las vísperas. En su primera parte se halla la más grandiosa exaltación de la “humilde esclava”. Dios ha querido que la misma Virgen María inspirada por el Espíritu Santo, alabe al Señor proclamando las grandezas que el Altísimo ha realizado en su Ser; y en la segunda parte exulte su poder misericordioso:

 

«Engrandece mi alma al Señor

y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador

porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava,

por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,

porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre

y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia

-como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»

STABAT MATER

Estaba la Madre Dolorosa. Su composición se atribuye a Jacobo Benedetti más conocido con el despectivo de “Jacopone” de Todi, franciscano, uno de los más preclaros trovadores de la poesía religiosa. También compuso el Stabat de la Cruz y el Stabat del Pesebre, verdaderas joyas de la literatura religiosa:

 


 

“La madre piadosa estaba

junto a la cruz y lloraba

mientras el Hijo pendía;

cuya alma, triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

 

Y, porque a amarle me anime,

en mi corazón imprime

las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora,

divide conmigo ahora

las que padeció por mí.

 

 

¡Oh cuán triste y cuán afligida

se vio la Madre bendita

de tantos tormentos llena!

cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.

 

Y ¿cuál hombre no llorara,

si a la Madre contemplara

de Cristo en tanto dolor?

¿y quién no se entristeciera,

Madre piadosa, si os viera

sujeta a tanto rigor?

 

Por los pecados del mundo

vio a Jesús en tan profundo

tormento la dulce Madre.

Vio morir al Hijo amado,

que rindió desamparado

el espíritu a su Padre.

 

¡Oh dulce fuente de amor!,

hazme sentir tu dolor

para que llore contigo.

Y que, por mi Cristo amado,

mi corazón abrasado

más viva en El que conmigo.

Hazme contigo llorar,

condolido muy de veras

sus penas mientras vivo;

porque acompañar deseo

en la cruz, donde le veo,

tu corazón compasivo.

 

¡Virgen de Vírgenes santa!,

llore yo con ansias tantas,

que el llanto dulce me sea;

porque su pasión y muerte

sienta en mi alma, de suerte

que siempre sus penas vea.

 

Haz que su cruz me enamore

y que en el viva y more

que es fe y de amor indicio;

porque me inflame y encienda,

y contigo me defienda

en el día del juicio.

 

Haz que me ampare la muerte

de Cristo, cuando en tan fuerte

trance de vida y alma estén;

porque, cuando quede en calma

el cuerpo, vaya mi alma

a su eterna gloria. Amén.


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AVE MARIS STELLA

Salve Estrella del Mar. Fue el Himno más conocido durante la Edad Media. Su composición se atribuye a San Venancio Fortunato († 601). Anteriormente se rezaba en las Vísperas de casi todas las festividades de la Virgen María:

 


 

“Salve, Estrella del mar,

santa Madre de Dios,

madre siempre virgen,

dichosa puerta del cielo.

 

Tú, que fuisteis saludada

por el ángel Gabriel

como Madre de los vivientes, nueva Eva, concédenos la paz.

 

Rompe las cadenas de los pecados,

da luz a los ciegos,

líbranos de todo mal

y haz que Dios nos dé la felicidad.

 

Muéstrate siempre como Madre,

que por medio de ti reciba nuestra

súplica aquel que se hizo hijo tuyo,

aquel que se hizo carne por nosotros.

 

 

 

Entre todas piadosa,

Virgen que no tiene par,

Virgen dulce entre las vírgenes,

infúndenos un corazón sencillo y puro.

 

Haz que nuestra vida sea santa,

da seguridad a nuestro camino,

a fin de que, contemplando a Jesús,

participemos siempre de tu gozo.

 

Alabanza a Dios Padre,

gloria a Cristo soberano,

así como al Espíritu;

los tres igual honor”.

 

 

 


 

AKÁTHISTOS: HIMNO ORIENTAL MÁS FAMOSO

El himno litúrgico “Akáthistos” en honor de la Madre de Dios, es el poema mariano más célebre de la antigua iglesia oriental. Akáthistos significa “estando de pie”.

 

Este himno se canta y escucha de pie. Posiblemente fue compuesto a fines del siglo V. Su composición se le atribuye a San Romano Cantor. Contiene 24 estrofas compuestos por una o varias partes a la vez.

 

Así comienza el himno Akáthistos en su primera parte:

 

“El primero de los Ángeles

 

fue enviado del cielo

 

a decir “Dios te salve” a la Madre de Dios;

 

y con voz angelical,

 

contemplándote, oh Señor, hecho hombre

 

extasiado quedó

 

y así le cantaba:

 

Salve, por ti resplandece la alegría

 

Salve, por ti se eclipsa la maldición,

 

Salve, perdón de Adán, el caído

 

Salve, rescate de las lágrimas de Eva,

 

Salve, Oh cima encumbrada a la mente de los hombres,

 

Salve, abismo insondable a los ojos de los ángeles,

 

Salve, porque tú eres trono del Rey,

 

Salve, porque llevas a aquel que todo lo sostiene,

 

Salve, estrella que nos anuncia el sol,

 

Salve, regazo de la divina encarnación,

 

Salve, por ti la creación se renueva,

 

Salve, por ti el Creador se hace niño,

 

Salve, ¡esposa inmaculada!”.


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OTROS HIMNOS

Al que tierra, mar y estrellas

temen, adoran y aclaman,

el que triple mundo rige,

le llevas en tus entrañas.

Al que luna, sol y mundos

acatan en todo tiempo,

le encierra, de gracia llena,

una doncella en su seno.

 

Oh tú, Madre bien hadada,

cuyo artífice supremo

que en sus dedos tiene el orbe,

se encerró en tu sacro seno.

Dichosa por el mensaje,

fecunda por el Espíritu,

el que fue del mundo anhelo

a tu seno bajar quiso.

 

Gloria, Jesús, a ti sea,

que de María has nacido,

con el Padre y el Paráclito,

por los siglos de los siglos. Amén (Oficio Parvo de la Virgen María).

 

Tú eres glorificada por toda criatura,

por los coros de los ángeles

y de los hombres,

¡Oh llena de gracia!

¡Templo santo!

¡Paraíso espiritual!

¡Alabanza virginal!

De ti tomó Dios su carne humana.

Aquel que, desde siempre, es nuestro Dios,

se hizo niño pequeño.

De tus entrañas hizo un trono.

Hizo tu vientre más suntuoso que los cielos. (San Basilio Magno)

 

Tú eres toda hermosa,

¡oh Madre del Señor!;

tú eres de Dios gloria,

la obra de su amor.

¡Oh rosas sin espinas,

oh vaso de elección!,

de ti nació la vida,

por ti nos vino Dios.

Sellada fuente pura

de gracia y de piedad,

bendita cual ninguna,

sin culpa original.

Infunde en nuestro pecho

la fuerza de tu amor,

feliz Madre del Verbo,

custodia del Señor. Amén.  (Liturgia de las Horas. Vísperas de la Inmaculada)

 

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