xviI.    SERMONES MARIANOS

Este capítulo va dedicado a los seglares, seminaristas, sacerdotes, religiosas y catequistas para quienes he seleccionado algunos sermones conteniendo citas bíblicas, de modo que la Virgen apropiándose de las palabras de Jesús nos diga también: “escudriñad las escrituras, Ellas hablan de mí”. (Jn 6,39)

 

1. SAN AGUSTÍN
2. SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA
3. SAN SOFRONIO
4. SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA
5. SAN ANDRÉS DE CRETA
6. SAN BEDA EL VENERABLE
7. SAN BERNARDO
8. BEATO ELREDO ABAD
9. SAN ANTONIO DE PADUA
10. SAN BUENAVENTURA
11. SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA
12. SAN FRANCISCO DE SALES
13. SAN JUAN DE ÁVILA
14. SAN JUAN MARÍA VIANNEY
15. SAN JUAN BOSCO
16. SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
17. S.S. JUAN PABLO II

 

 

1.    SAN AGUSTÍN [1]

Párrafos escogidos:

 

“María dio Fe a las palabras del ángel y por la Fe concibió y fue escogida para que, por su medio, naciera entre los hombres nuestra Salud. María es bienaventurada porque oyó la palabra de Dios y la puso en práctica; por que más guardó  la verdad en su mente que en su seno”.

“Maravilloso fue su nacimiento. ¿Qué hay más maravilloso que el parto de una Virgen? Concibe y es virgen; da a luz y sigue siendo Virgen. Fue hecho de aquella a la que El hizo; le aportó la fecundidad sin quitarle la integridad. ¿De donde procede María? De Adán. Y Adán ¿de donde? De la tierra. Si Adán procede de la tierra y María de Adán, también María procede de la tierra. Si María es tierra, reconozcamos lo que cantamos: La verdad ha brotado de la tierra”.

“Celebramos, pues con gozo el día en que María dio a luz al Salvador; la casada, al creador del matrimonio; la virgen, al príncipe de las vírgenes; ella virgen antes del matrimonio, virgen en el matrimonio, virgen durante el embarazo, virgen cuando amamantaba. En efecto, de ningún modo quitó, al nacer, el Hijo todopoderoso la virginidad de su santa Madre, elegida por Él. Buena es la fecundidad en el matrimonio, pero es mejor la virginidad consagrada”

“Aunque había merecido alumbrar al Hijo del Altísimo, era muy humilde; ni siquiera se antepuso al marido en el modo de hablar. No dice: Yo y tu padre, sino Tu padre y yo. No tuvo en cuenta la dignidad de su seno, sino la jerarquía conyugal. Nunca Cristo humilde hubiese enseñado a su madre a ensoberbecerse. Tu padre y yo con dolor te estábamos buscando (Lc 2, 48). Tu padre, dijo, y yo, porque la cabeza de la mujer es el varón. Cuánto menos deben envanecerse las demás mujeres!”.

“También como María la iglesia goza de perenne integridad virginal y de incorrupta fecundidad. Lo que María mereció tener en la carne, la iglesia lo conservó en el espíritu; pero con una diferencia: María dio a luz a uno solo; la iglesia alumbra a muchos, que han de ser congregados en la unidad por aquel único”.

“Así como la Virgen María engendrando a uno solo viene a ser la madre de la muchedumbre, también ella al engendrar a la muchedumbre viene a ser “madre de la unidad”... “Su madre lo llevó en su seno; llevémosle nosotros en el corazón; la virgen quedó grávida por la encarnación de Cristo; queden grávidos nuestros pechos por la fe en Cristo; ella alumbró al Salvador; alumbremos nosotros alabanzas. No seamos estériles, sean nuestras almas fecundas para Dios”.

 

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2.    SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA  [2]

EL MÁS FAMOSO SERMÓN MARIANO DE LA ANTIGÜEDAD

Fue pronunciado por San Cirilo de Alejandría según unos, en el Concilio de Éfeso celebrado en el año 431, (en la definición del Dogma de su Divina Maternidad); según otros, inmediatamente concluido el Concilio:

 

“Salve, oh santa y misteriosa Trinidad, que nos has convocado a todos nosotros en esta Iglesia de Santa María, la Madre de Dios. Salve oh María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, Madre y Virgen, por quién es llamado bendito, en los Santos Evangelios, el que viene en nombre del Señor.

 

Te saludamos, a ti que encerraste en tu seno virginal a aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quién la Santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien el diablo tentador cayó del cielo; por quien la criatura, caída en el pecado, es elevada al cielo, por quien toda la creación sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien ha sido fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión.

 

Y ¿qué más diré? Por ti, el Hijo unigénito de Dios ha iluminado a los que vivían en tinieblas y en sombra de muerte; por ti, los profetas anunciaron las cosas futuras; por ti, los apóstoles predicaron la salvación a los gentiles; por ti, los muertos resucitan; por ti, reinan los reyes, por la santísima Trinidad.

 

¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez; que cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor.

 

¿Quién ha oído jamás decir que le esté prohibido al constructor habitar en el mismo templo que él ha construido?

 

¿Quién podrá tachar de ignominia el hecho de que la sirviente sea adoptada como madre?”. (Homilía IV: PG 77, 992)


 

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3.    SAN SOFRONIO[3]

EN LA ANUNCIACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo. ¿Y qué puede haber más sublime que esta alegría, oh Virgen Madre? ¿O qué puede haber más excelente que esta gracia, que tú sola has alcanzado de Dios? ¿O qué puede imaginarse más amable o espléndido que esta gracia? Nada puede equipararse a las maravillas que en ti vemos realizadas, nada hay que iguale la gracia que tu posees; todo lo demás, por excelente que sea, ocupa un lugar secundario y goza de una excelencia claramente inferior.

El Señor es contigo; ¿quién, pues, se atreverá a competir contigo? De ti nacerá Dios; ¿quién, por tanto, no se reconocerá al momento inferior a ti y no admitirá de buen grado tu primacía y superioridad? Es por esto que, al contemplar tus eminentes prerrogativas, que superan las de cualquier otra criatura, te aclamo lleno de entusiasmo: Alégrate llena de gracia, el Señor es contigo. Por ti ha venido la alegría no solo a los hombres, sino también a los mismos coros celestiales.

 

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que has cambiado en bendición la maldición de Eva y has hecho que Adán, que yacía postrado bajo el peso de la maldición, alcanzara, por ti, la bendición.

 

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, por ti, la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres, librándolos, de la antigua maldición.

 

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que por ti, alcanzan la salvación tus progenitores; pues has de dar a luz a aquel que les obtendrá la salvación divina.

 

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, sin concurso de semilla, has producido aquel fruto que esparce la bendición sobre el orbe de la tierra, redimiéndola de la maldición que le hacía producir espinas y abrojos.

 

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, siendo por condición natural una mujer como las demás, llegarás a ser en verdad Madre de Dios.

Efectivamente, si el que ha de nacer de ti es, con todo verdad, el Dios hecho hombre, con toda razón eres llamada Madre de Dios, ya que realmente das a luz a Dios. Llevas en la intimidad de tu seno al mismo Dios, el cual mora en ti según la carne, y sale de ti como un esposo, trayendo a todos la alegría y comunicando a todos la luz divina. Pues en ti, oh Virgen, como en el cielo nítido y purísimo, ha puesto Dios su tienda; y saldrá de ti como el esposo de su alcoba; y, cual gigante que emprende su carrera, recorrerá el camino de su vida, provechosa en todo para todos, alcanzando con su giro del término del cielo hasta el opuesto confín, llenándolo todo de su calor divino y de su resplandor vivificante”.

 

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4.    SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA[4]

Párrafo selecto:

EN LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN

San Germán, en la Fiesta de la Anunciación de la Santísima Madre de Dios en una de sus partes lleno de júbilo proclama:

 

“Hoy el patriarca Jacob exulta de gozo y, con espíritu profético nos presenta aquella mística y bienaventurada escalera, que se apoya sobre la tierra y llega hasta el cielo (Gen 28,12).

 

Hoy el vetusto Moisés, profeta y guía del pueblo de Israel, nos habla claramente de aquella zarza situada sobre el monte Horeb (Ex 3,15).

 

Hoy el antiguo Zacarías, célebre como profeta, alza su voz diciendo: He aquí que yo he visto un candelabro todo de oro, con una lámpara encima. (Za 4, 2).

 

Hoy el gran heraldo Isaías, maravilloso entre todos los profetas, a grandes voces profetiza, diciendo: Saldrá un retoño de la raíz de Jesé y de él brotará una flor. (Is 11, 1).

 

Hoy el admirable Ezequiel exclama: He aquí que la puerta estará cerrada y nadie entrará por ella, más que el Señor Dios, y la puerta permanecerá cerrada. (Ez. 44, 2).

 

Hoy el admirable Daniel proclama cosas futuras, como si ya estuvieran presentes: La piedra se desprendió del monte, sin intervención de mano alguna. (Dn. 2, 45), es decir: sin la acción de ningún hombre.

 

Hoy David, acompañando a la Esposa y entonando cánticos que se refieren a la Virgen, bajo la figura de una ciudad, levanta la voz diciendo: Cosas gloriosas se han dicho de ti, oh ciudad del gran Rey. (Sal 87, 3).

 

Hoy Gabriel, caudillo de la milicia celestial, después de recorrer el arco del cielo, el Señor es contigo. (Lc. 1,28)”.

 

Ella es el atrio sagrado de la incorruptibilidad, el templo santificado de Dios, el altar de oro de los holocaustos (Ex 30, 28), el perfume divino del incienso (Ex. 31, 11), el óleo santo de la unción (Ex 30, 31; 31, 11), el preciosísimo vaso de alabastro que contiene el ungüento del místico nardo (Ct 1, 12), el efod sacerdotal (Ex. 28, 6ss), la lámpara de oro sostenida por el candelabro de siete brazos (Ex. 25, 31-39); ella es así mismo el arca sagrada material y espiritual, recubierta de oro por dentro y por fuera, en la que se hallan el incensario de oro, la vasija del maná y las demás cosas ya mencionadas (Hb 9, 4; Ex 16, 1 y Nm 17, 25); ella es la becerra primogénita y que no conoce yugo (Nm 19, 1ss), cuyas cenizas, o sea, el cuerpo del Señor formado y nacido de ella, purifican de la contaminación a los que participan de sus dones; ella es la puerta que mira al Oriente y que pertenece cerrada, desde la entrada y salida del Señor; ella es el libro de la Nueva Alianza, por la que el poder de los demonios fue al punto quebrantando entregándosele los hombres que estaban en prisión (Ef. 4, 8. Sal. 68, 19); ella, representa los tres géneros de la humanidad -griegos, bárbaros y judíos- y en ella la inefable sabiduría de Dios encubrió la levadura de su propia bondad (1 Corintios 5, 8, referencia a Mt 13, 33); ella es el tesoro de la alabanza espiritual (Ef. 1, 3) y también la que transporta desde Tarsis (Ct 5, 14) la incorruptible riqueza real, haciendo que en los países gentiles se establezca la Jerusalén celestial; es la bella esposa de los Cantares que se reviste con la antigua túnica, enjuga los pies terrenales y, con reverente veneración, acoge al esposo inmortal en la cámara del alma; es el nuevo carro de los fieles, que ha llevado el arca viviente del designio salvador de Dios y se dirige por el camino recto de la salvación, arrastrado por las dos terneras primerizas (1S 6, 7); ella es la tienda del testimonio (Ex 26, 1ss, 27, 21, etc.), de la cual, a los nueve meses después de la concepción, inesperadamente ha salido el verdadero Jesús.

 

Ella es la cestilla recubierta por dentro y por fuera, adornada de prudencia y piedad, en la que el espiritual Moisés está a salvo de las insidias del Faraón de la ley, mientras que la Iglesia de los gentiles, criada entre los brazos virginales, recibe la promesa del premio de la vida eterna (Ex 2, 5); ella es el quinto pozo del juramento de la alianza, del que brotó el agua de la inmortalidad a través de la encarnación y de la presencia del Señor, en el cumplimiento de la quinta alianza, pues la primera fue establecida en los tiempos de Adán, la segunda en tiempos de Noé, la tercera en tiempos de Abraham, la cuarta en tiempos de Moisés y la quinta en tiempos del Señor, del mismo modo que cinco veces salió a recompensar a los piadosos operarios de la viña de la justicia (Mt 20, 1ss) a la hora primera, a la tercera, a la sexta, a la nona y a la undécima.

 

Ella es el vellón incontaminado (Jc 6, 36ss) puesto sobre la era terrenal, sobre el cual bajó la lluvia del cielo que, con bienes copiosos generosamente concedidos, fecundó toda la tierra reseca por la abundancia del mal y, por otra parte, eliminó la humedad de las pasiones, que se infiltraba en la carne.

 

Ella es el fecundo olivo, plantado en la casa de Dios, del cual el Espíritu Santo tomó una ramita material (Gn 8, 11) y llevó a la naturaleza humana, combatida por las tempestades, el don de la paz, gozosamente anunciado desde lo alto; ella es el jardín siempre verde e inmarcesible, en el cual fue plantado el árbol de la vida (Gn 2, 9) que proporciona a todos liberalmente el fruto de la inmortalidad; ella es el fruto de la nueva creación, del que rebosa el agua de la vida; ella es la exultación de las vírgenes, el apoyo de los fieles, la diadema de la Iglesia, la marca de la ortodoxia (Ap 13, 16s) Por contraposición la marca de la bestia), la auténtica medida de la verdad, el vestido de la continencia, el manto recamado de la virtud, la fortaleza de la justicia, la glorificación de la Santa Trinidad, de acuerdo con lo que dice la narración evangélica: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra y el que ha de nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. (Lc 1, 35).

 

Oh Señora mía, tú eres para mí el consuelo que dimana de Dios, el divino rocío que me refresca en el ardor, la gota de agua que el Señor hace correr sobre mi corazón reseco, la lámpara luminosa que disipa las tinieblas de mi alma, la guía de mi inexperiencia, la fuerza de mi debilidad, el recubrimiento de mi desnudez, el enriquecimiento de mi pobreza, el remedio de mis heridas incurables, la extinción de mis lágrimas, el fin de mis gemidos, la transformación de mis desdichas, el alivio de mis dolores, la liberación de mis cadenas, la esperanza de mi salvación. Ea, pues, escucha mis plegarias, ten compasión de mis gemidos, acoge mi llanto, conmuévate mis lágrimas y ten piedad de mí”.

 

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5.    SAN ANDRÉS DE CRETA[5]

Párrafo selecto:

EN LA NATIVIDAD DE LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA

“No es posible que, si uno va recorriendo la Escritura divinamente inspirada, no encuentre por todas partes cosas que se refieren a María y, si tú mismo tomas con interés esta labor, verás muy claramente cuán grande es la gloria que Dios le ha concedido.

 

Mira, pues, con cuántos y con cuán gloriosos nombres se la designa y celebra en la Escritura, como son, por ejemplo, los siguientes: virgen, jovencita, profetisa, tálamo nupcial, casa de Dios, templo santo, segundo tabernáculo, mesa santa, altar, propiciatorio, incensario de oro, santo de los santos, querubines de la gloria, vasija de oro, tablas de la alianza, vara sacerdotal, cetro real, diadema de hermosura, depósito del óleo de la unción, vaso de ungüentos, candelabro, humo vaporoso, antorcha, mecha de lámpara, vehículo, arbusto, roca, tierra, jardín, campo, labrantío, fuente, cordera, gota, y otros diversos nombres con que los insignes intérpretes del Espíritu Santo designan a María, a fin de interpretar místicamente las figuras simbólicas.

 

Estos símbolos son por ejemplo, los que mencionamos a continuación: zarza, por aquello que dijo Moisés: Iré a ver esta gran visión, ¿cómo es que arde la zarza y no se consume?[6]; retoño, como cuando Isaías dice: Brotará un retoño del tronco de Jesé, y de su raíz se elevará una flor[7]; raíz: Aparecerá la raíz de Jesé y el que se levanta para imperar en las naciones: en él las naciones esperarán[8]; tierra santa: Moisés, Moisés, quítate el calzado de los pies, porque la tierra que pisas es tierra santa[9]; tierra deseable: Despreciaron la tierra deseable[10]; tierra productiva: La verdad brotó de la tierra[11]; Temán: Vendrá Dios de Temán[12]. monte: El Santo vendrá del monte umbroso y lleno de espesura[13]; Se desprendió del monte una piedra, sin intervención de mano alguna[14]. Monte en el que Dios se complace en habitar[15]; olivo: Yo como olivo fructífero en la casa de Dios[16]; arca: Levántate, Señor, y ven al lugar de tu descanso, tú y el arca de tu santidad[17]; trono: Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado y toda la casa llena de su gloria[18]; puerta: Y me dijo el Señor:«Esta puerta estará cerrada y no se abrirá y nadie pasará por ella, porque el Señor Dios de Israel entrará y saldrá por ella y será puerta cerrada»[19]; Sión: Vendrá de Sión para rescatar, a aquellos de Jacob que se conviertan de su rebeldía[20]; El Señor ha elegido a Sión, la ha elegido para habitación suya[21]; madre: La madre Sión dirá: «Éste y el otro han nacido en ella y es el Altísimo quien la ha cimentado»[22], y «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí[23]; litera: Hízose el rey Salomón una litera de maderas del Líbano[24]”.

 

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6.    SAN BEDA EL VENERABLE[25]

EL MAGNÍFICAT

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador. Con estas palabras, María reconoce en primer lugar los dones singulares que le han sido concedidos, pero alude también a los beneficios comunes con que Dios no deja nunca de favorecer al género humano.

 

Proclama la grandeza del Señor el alma de aquel que consagra todos sus afectos interiores a la alabanza y al servicio de Dios y con la observancia de los preceptos divinos, demuestra que nunca echa en olvido las proezas de la majestad de Dios. Se alegra en Dios su salvador el espíritu de aquel cuyo deleite consiste únicamente en el recuerdo de su creador, de quien espera la salvación eterna. Estas palabras, aunque son aplicables a todos los santos, hayan su lugar más adecuado en los labios de la Madre de Dios, ya que Ella, por un privilegio único, ardía en amor espiritual hacia aquel que llevaba corporalmente en su seno.

 

Ella con razón pudo alegrarse, más que cualquier otro santo, en Jesús, su salvador, ya que sabía que aquel mismo al que reconocía como eterno autor de la salvación había de nacer de su carne, engendrado en el tiempo, y había de ser, en una misma y única persona, su verdadero hijo y Señor.

 

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo. No se atribuye nada a sus méritos, sino que toda su grandeza la refiere a la libre donación de aquel que es por esencia poderoso y grande, y que tiene por norma levantar a sus fieles de su pequeñez y debilidad para hacerlos grandes y fuertes.

 

Muy acertadamente añade: Su nombre es santo, para que los que entonces la oían y todos aquellos a los que habían de llegar sus palabras comprendieran que la fe y el recurso a este nombre había de procurarles, también a ellos, una participación en la santidad eterna y en la verdadera salvación, conforme al oráculo profético que afirma: Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará, ya que este nombre se identifica con aquel del que antes ha dicho: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.

 

Por esto se introdujo en la Iglesia la hermosa y saludable costumbre de cantar diariamente este cántico de María en la salmodia de la alabanza vespertina, ya que así el recuerdo frecuente de la encarnación del Señor enardece la devoción de los fieles y la meditación repetida de los ejemplos de la Madre de Dios los corrobora en la solidez de la virtud. Y ello precisamente en la hora de Vísperas, para que nuestra mente, fatigada y tensa por el trabajo y las múltiples preocupaciones del día, al llegar el tiempo del reposo, vuelva a encontrar el recogimiento y la paz del espíritu”.

 

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7.    SAN BERNARDO

Párrafo selecto:

LAS DOCE PRERROGATIVAS DE NUESTRA SEÑORA

Es un inspirado sermón que pronunció el Santo en honor de la Virgen, el cual contiene más de doce páginas. Alegrémonos con uno de sus párrafos:

 

“En su cabeza, dice tenía una corona de doce estrellas. Digna ciertamente de ser coronada con estrellas es aquella cuya cabeza resplandece mucho más fulgurante que los mismos astros, a los que adorna en vez de ser por ellos adornada. ¿Qué mucho que coronen los astros a aquella a quien el sol viste:? Como en días de primavera, la rodeaban flores de rosales y lirios de los valles. Sin duda, la mano izquierda del Esposo está puesta debajo de su cabeza y con su diestra la abraza. ¿Quién será capaz de apreciar estas piedras preciosas? ¿Quién dará nombre a estas estrellas con que está fabricada la regia diadema de María? No hay inteligencia humana que pueda darnos cabal idea de lo que es esta corona y explicarnos su composición. Mas según lo permita mi cortedad, y sin pretender escudriñar los divinos arcanos, trataré de daros a entender cómo en estas doce estrellas vienen representadas otras tantas prerrogativas y gracias singulares que adornan a María.

 

Podemos, en efecto, considerar en María las prerrogativas que proceden del cielo, las que adornan su cuerpo y las que realzan su corazón. Ahora bien, multiplicando este ternario por el número cuatro, tendremos las doce estrellas con que brilla la diadema de nuestra Reina. Para mí brilla un singular resplandor, lo primero en la generación de María, lo segundo en la salutación del ángel, lo tercero en la venida del Espíritu Santo sobre ella, lo cuarto en la inefable concepción del Hijo de Dios. De ahí proceden otros cuatro astros refulgentes que irradian sobre ella honor sumo, y son: el haber sido ella la primicia de la virginidad, el haber sido fecunda sin corrupción, el haber estado encinta sin fatiga y el haber dado a luz sin dolor. Brilla, finalmente, con especial resplandor en María la mansedumbre pudibunda, la humilde devoción, la magnanimidad de la fe y el martirio del corazón”.

 

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8.    BEATO ELREDO ABAD[26]

EN LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA

“Acudamos a la que es su esposa, su madre, su perfecta esclava. Todo esto es María. Pero, ¿qué haremos en su presencia? ¿Qué presentes le ofreceremos? ¡Ojalá pudiéramos, por lo menos, devolverle lo que le debemos en justicia! Le debemos honor, servicio, amor, alabanza. Le debemos honor, porque es Madre de Nuestro Señor. Pues el que no honra a la Madre, sin duda deshonra al hijo. Y la Escritura dice: Honra a tu padre y a tu madre. ¿Qué más diremos hermanos? ¿No es ella nuestra madre? Ciertamente, hermanos, es realmente madre nuestra, ya que por ella hemos nacido, no para el mundo, sino para Dios.

 

Nos hallábamos todos, como creéis y sabéis, en la muerte, en la caducidad, en las tinieblas, en la miseria. En la muerte, porque habíamos perdido al Señor; en la caducidad, porque estábamos sometidos a la corrupción; en las tinieblas, porque habíamos perdido la luz de la sabiduría, y así estábamos totalmente perdidos. Mas, por María, hemos nacido mucho mejor que por Eva, por el hecho de haber nacido de ella Cristo. En vez de la caducidad hemos recobrado la novedad, en vez de la corrupción la incorrupción, en vez de las tinieblas la luz.

 

Ella es madre nuestra, madre de nuestra vida, de nuestra incorrupción, de nuestra luz. Dice el Apóstol, refiriéndose a nuestro Señor: Dios lo ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención.

 

Ella, pues, por ser madre de Cristo, es madre de nuestra sabiduría, de nuestra justicia, de nuestra santificación, de nuestra redención. Por ello es más Madre nuestra que la misma madre carnal, ya que nuestro nacimiento de ella es superior; de ella, en efecto, procede nuestra santidad, nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención.

 

Dice la Escritura: Alabad a Dios por sus santos. Si hemos de alabar a nuestro Señor por sus santos, a través de los cuales realiza portentos y milagros, ¡cuánto más no hemos de alabarlo por aquella en la cual se hizo a sí mismo aquel que es admirable sobre todo lo admirable”.


 

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9.    SAN ANTONIO DE PADUA[27]

Párrafos escogidos:

SOBRE LAS PALABRAS QUE PRONUNCIÓ LA VIRGEN

“María pronunció solamente seis palabras. La primera fue ésta: ¿Cómo podrá ser esto? (Lc 1, 34). La segunda: He aquí la esclava del Señor (Lc 1, 38). La tercera: Mi alma magnifica al Señor (Lc 1, 46). La cuarta: Hijo, ¿Por qué has hecho eso? (Lc 2, 48). La quinta: No tiene vino (Jn 2, 3). Y la sexta, dirigida a los servidores: Haced lo que Él os dijere (Jn 2, 5). Son estas seis palabras como las seis gradas del trono de marfil, erigido por Salomón, como los seis pétalos de lirio, como los seis brazos del candelabro. En la primera se indica el propósito de inviolable virginidad. En la segunda, el emblema de la obediencia y humildad. En la tercera, el júbilo que tuvo por los beneficios recibidos. En la cuarta, su docilidad y cuidado en favor del Hijo. En la quinta su compasiva intervención; y en la sexta, su certeza en el poder de su Hijo”.

ALEGORÍAS SOBRE LA VIRGEN

San Antonio de Padua en sus sermones acostumbraba a comparar a la Virgen figuradamente:

COMO ESTER

“Es también amable la Bienaventurada Virgen, que mereció recibir al Salvador de todos. Esta nuestra gloriosa Ester fue conducida por mano de los ángeles a la cámara del rey Asuero, al celestial lábaro en el que está sentado en solio de estrellas el Rey de los reyes, la Bienaventuranza de los ángeles, Jesucristo, quien quedó prendado de la misma gloriosa Virgen, de la cual tomó la carne, y que halló delante de Él gloria y misericordia más que todas las otras mujeres”.

COMO EL OLIVO Y EL LÍBANO

Y será su gloria como el olivo y su aroma como el Líbano. El olivo significa la paz y la misericordia; luego la Bienaventurada María, nuestra Mediadora, restablecerá la paz entre Dios y los hombres. Representa el olivo también la misericordia; por lo cual dice San Bernardo: ¡Oh hombre!, tienes asegurado tu acceso hasta el Señor, toda vez que tienes ante el Hijo a la Madre y al Hijo ante el Padre.

 

Y su aroma como el del Líbano. Líbano se interpreta la acción de blanquear, y significa el candor de la inocente vida de María, cuyo olor, por doquiera difundido, exhala vida para los muertos, perdón para los desesperados, a los penitentes gracia, a los justos gloria. Así pues, por los méritos y preces de Ella, el rocío del Espíritu Santo refrigere el ardor de nuestra mente, perdone los pecados, infunda la gracia, para que merezcamos llegar a la gloria de la vida eterna e inmortal, por el don de Aquel que es bendito por los siglos de los siglos. ¡Amén!”.

 

“A Ti, olivo portentoso te suplicamos quieras derramar sobre la multitud de nuestros pecados el óleo de la misericordia, para que así podamos ser elevados a la altura de la gloria celestial y ser contados en el número de los santos. Dénoslo Jesucristo, que un día como éste te exaltó sobre los coros de los ángeles, te coronó con la diadema de la alegría y te colocó en el trono de la luz eterna. A Él sea tributado honor y gloria por los siglos eternos. Responda toda la Iglesia, Aleluya”.

COMO EL DESIERTO

“El desierto es símbolo de la bienaventurada Virgen, de la que dice Isaías (16, 1): Envía, oh Señor, al cordero, y no a un león que tenga dominio sobre la tierra, y no la desbaste, desde la piedra del desierto, o sea desde la bienaventurada Virgen, al monte de la hija, o sea a la Iglesia que es la hija de Sión, o sea, de la Jerusalén celestial.

 

La bienaventurada Virgen es llamada piedra del desierto: piedra no arable, en la que la serpiente, que ama la oscuridad, o sea al diablo, no pudo dejar huella, como dice Salomón (Pr 30, 18-19).

 

Se la llama también piedra del desierto, porque permanece intacta, no fecundada por hombre, sino por obra del Espíritu Santo”.

COMO EL ZAFIRO

“El zafiro parece reflejar una estrella, y con esta propiedad concuerdan las palabras (Lc. 1,28): Dios te salve, llena de gracia. Tiene color etéreo, y con esto concuerdan las palabras: El Señor está contigo. Tiene la propiedad de restañar la sangre y con esto concuerdan las palabras (Lc. 1,42): Bendita tú eres entre las mujeres, que restañó la sangre de la primera maldición. Igualmente, el zafiro mata el carbunclo, y a esta propiedad se adaptan las palabras: Bendito el fruto de tu vientre, que mató al diablo”.

COMO EL LIRIO

Israel florecerá como un lirio (Oseas 14,6) Israel, que significa “el que ve al Señor”, es la bienaventurada Virgen María, que vio al Señor, porque lo crió en su regazo, lo amamantó con sus pechos y lo llevó a Egipto.

 

Ella, cuando el rocío se posó sobre Ella, germinó como lirio, cuya raíz es medicinal, el tallo sólido y recto, y la flor blanca y de cáliz abierto.

 

La raíz de la Virgen fue la humildad, que doma la hinchazón de la soberbia; su tallo fue sólido por el desapego de todas las cosas creadas, y fue recto por la contemplación de las realidades supremas; su flor fue blanca por la blancura de la virginidad, y su cáliz abierto y dirigido hacia el propio el origen, al decir: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

 

Este lirio germinó cuando, permaneciendo intacta la flor de la virginidad, Ella dio a luz al Hijo de Dios Padre. Como el lirio no arruina la flor por el hecho de despedir el aroma, así la bienaventurada Virgen María no perdió su flor por el hecho de dar a luz al Salvador”.

COMO EL CEDRO DEL LÍBANO

Extenderá sus raíces como cedro del Líbano y se expandirá sus ramas. La raíz del lirio es la intención del corazón, que si es sencilla como dice el Señor (Lc. 11, 34): Si tu ojo, o sea, la intención del corazón, es sencillo, sin pliegues de embustes, sus ramas se expandirán, porque sus obras se elevarán hacia lo alto; y así todo el cuerpo, o sea el fruto de su obra será luminoso”.

"La intención de la Virgen fue de veras purísima y fragante, y de esa raíz brotaron las ramas de las obras, rectilíneas y elevándose hacia lo alto. Y observa que esta raíz de la intención es llamada raíz del Líbano, porque de la pureza de la intención proceden el incienso y el aroma de la buena fama”.

COMO ARCO IRIS DE PAZ

“Por esto de Ella se dice en el Génesis (9,13): Pondré mi arco iris en las nubes del cielo, que será señal de mi alianza con toda la tierra.

 

El arco iris es bicolor acuoso e ígneo. En el agua que todo lo nutre, está simbolizada la fecundidad de la Virgen; y en la llama, que ni la espada puede herir, su inolvidable virginidad. Este es el signo de la alianza de paz entre Dios y el pecador” .

COMO LA ESTRELLA

“María se interpreta estrella del mar. Oh humilde, radiante estrella, que iluminas la noche, nos guías al puerto, brillas como llama y señalas a Dios Rey de los reyes, de quien son estas palabras Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29). El que carece de esta estrella es un ciego que camina a tientas, cuya nave se rompe en al tempestad, sumergiéndose en medio de las olas...”

COMO TRONO

“María es el místico trono del Hijo de Dios, el cual, teniendo su sede en lo más alto del cielo, quiso escoger su trono en una pobre Madre. La Bienaventurada María es el verdadero trono de Salomón...”

COMO PUERTA

“Se dice puerta, porque sirve para entrar o sacar algo de la misma. Admirable designación de la bendita Virgen María, por la cual sacamos los dones de las gracias. Ella fue la puerta del santuario exterior, no la del interior, porque el santuario interior es la divinidad y el exterior la humanidad”.

 

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10.  SAN BUENAVENTURA[28]

Es necesario hacer mención especial de uno de los paladines del cristianismo, el gran San Buenaventura, Doctor de la iglesia. Fue muy devoto de la Virgen María. Estaba convencido según sus propias palabras de que “No hay santo que no tenga particular devoción a la Santísima Virgen”.

 

Su teología mariana es relevante. La B.A.C. Biblioteca de Autores Cristianos, ha publicado las obras completas del Santo. En el tomo IV de Teología Mística, desde la página 625 hasta la 951, están algunos discursos mariológicos que pronunció con motivo de las principales festividades de la Virgen: Purificación de la B. Virgen María, Anunciación de la B. Virgen María, Asunción de la B. Virgen María y Natividad de la B. Virgen María.

 

En uno de los 25 memoriales (virtudes) dirigido a los jóvenes les dice:

 

“En todo tiempo tendrás suma y amorosa veneración a la gloriosa Reina, Madre de nuestro Señor, en todas tus necesidades y en todas tus penas recurre a Ella como a refugio el más seguro, implorando su protección; tómala por abogada y encomiéndale con devoción y confianza tus cuitas, pues madre es de misericordia, y ofrécele cada día un testimonio especial de veneración. Y para que tu devoción sea acogida favorablemente y tus obsequios le sean agradables, imita su pureza, conservando puros tu alma y tu cuerpo, y esfuérzate en seguir sus huellas, practicando la humildad y la mansedumbre".

11.   SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA[29]

Santo Tomás de Villanueva fue un enamorado de la palabra de Dios, sus sermones los basa en frecuentes citas bíblicas. Veamos un fragmento de un sermón dedicado a Nuestra Señora y a continuación otro sobre el Esplendor del Carmelo y del Sarón:

 

Verdaderamente esta es la casa de Dios y la puerta del cielo (Gn 28,17).

 

1. Jeremías: ¿Con quién te compararé o a que cosa te asemejaré, oh Virgen Hija de Sión?[30] ¡Oh Virgen, digna de tan soberana memoria! Salomón: como una palma, como el olivo, como el plátano, como el cedro, como la vid, como el terebinto[31] En otro lugar[32] la compara a la varita de humo. Otro profeta [33] la llama estrella de Jacob, otro[34] la vara de la raíz de Jesé, otro[35] la fuente de los huertos; pero los aventaja a todos el patriarca Jacob, levanta éste más alto su clamor diciendo: Verdaderamente esta es la casa de Dios y la puerta del cielo; pues es casa de Dios, si la miramos con respecto a Dios, y puerta del cielo, por donde entramos, si la miramos con relación a nosotros.

 

2. Sobre el Salmo: Sobre los montes está fundada...[36] habla de la Virgen. Hízose el rey Salomón una litera[37], fabricada de perlas, de oro y piedras preciosas. Busco el techo, y no lo encuentro. Nadie pudo poner el remate a tan excelente obra: El Espíritu Santo descenderá[38] a medir este tabernáculo. Consúltese a San Gregorio. Reedificaré el tabernáculo de David, que fue arruinado[39]”.

EL ESPLENDOR DEL CARMELO Y DEL SARÓN

 

Santo Tomás de Villanueva en el sermón 4 al tratar sobre la Anunciación de la Bienaventurada Virgen María, compara brillantemente a la Virgen con el Esplendor del Carmelo y del Sarón (Is 35,2), con estas inspiradas palabras:

 

“La hermosura del Carmelo y de Sarón. El Carmelo es un monte elevado en el que existen cedros altísimos; Sarón es un monte bajo, abundante en hierbas odoríferas. El primer monte significa la naturaleza angélica; y el segundo la Iglesia. Por lo tanto en la Virgen se encuentra la hermosura del Carmelo y de Sarón, porque toda la plenitud de los espíritus celestiales y de las almas santas, y de los dones todos, gracias y privilegios concedidos tanto a los ángeles como a los hombres, se hallan reunidos en su alma sacratísima. El ardor de los serafines, el esplendor de los querubines, la blancura de la naturaleza angélica, el poder de las virtudes y de las dominaciones, todo se encuentra en la Virgen.

 

¿Cómo, pues, no va a arder la que encerró en su seno al fuego divino? ¿Cómo no va a resplandecer la que cubrió con una nube de carne al sol de justicia? ¿Qué blancura despedirá la que concibió y dio a luz a la misma pureza? Por tanto, en Ella se encuentra la hermosura del Carmelo.

 

También se halla en Ella la hermosura del Sarón, esto es, de todos los santos de la Iglesia; porque tiene la fe de Abraham, la paciencia de Job, la humildad de David, la dignidad de los patriarcas, la santidad de los apóstoles, la fortaleza de los mártires, la austeridad de los confesores, la clarividencia de los doctores, la pureza de las Vírgenes; y es, además, ella la norma de la santidad, el prototipo de la virtud, el ejemplo de la religión, debeladora de los demonios, auxiliadora de los hombres; en una palabra, el compendio abreviado y concentrado del esplendor de la gracia, en la que se hallan reunidas la gracia, y la hermosura de toda la naturaleza humana y angélica”.

 

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12.  SAN FRANCISCO DE SALES

Párrafos selectos de sus sermones:

 

“Retírense, pues, esos vanidosos que tienen miedo de que hagamos demasiado honor a la Virgen.

 

Ella es digna de todo el honor que pertenece a la pura criatura, tanto espiritual como corporal. Los que no son abortos del cristianismo sino que pertenecen a la verdadera generación de Jesucristo aman a esta Señora, la honran y alaban en todo y por todo”.

 

“Hay muchos nombres que ella tiene no solo en apariencia y semejanza, sino realmente, como Madre de gracia, Madre de Dios, y, por consiguiente, Reina de los ángeles y Emperatriz del cielo y de la tierra; Abogada de los pecadores, Madre de Misericordia; pues la que es verdaderamente Madre de Dios posee estos títulos con más razón que un rey lleva el nombre de su reino”.

 

“Todas sus perfecciones, todas sus virtudes, toda su felicidad, refieren, consagran y dedican a la gloria de su Hijo, fuente, origen, autor y consumidor de todo; todo se reduce a esto. Si ella es santa ¿quién la santificó sino su Hijo? Si se salvó, ¿quién la salvó sino su Hijo? Toda su dicha se funda en la misericordia de su Hijo”.

 

“La Virgen ruega como nosotros, esperanzada en su Hijo, con más crédito que nosotros”.

 

“En cierto modo la Virgen es más criatura de Dios y de su Hijo, que todo el resto del mundo, por cuanto puso Dios en Ella muchas más perfecciones que en las demás criaturas; que fue más redimida que todos los otros hombres, porque se la rescató no tan solo del pecado, sino del mismo poder y de la tendencia al pecado”.

 

“Si queremos que la Virgen nos oiga, oigámosla nosotros a ella; si queremos que nos escuche, escuchémosla”.

 

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13.  SAN JUAN DE ÁVILA[40]

“LOS SERMONES DE NUESTRA SEÑORA”

Frases escogidas:

 

“La señal de los escogidos de Dios pertenece a aquellos que tienen una devoción entrañable a la Virgen”.

 

“Sed devotos de esta bendita Señora y servidla”.

 

 “¿Pensáis, si saludáis a la Virgen y la rezáis o le haces algún servicio, acaso lo echará en olvido? No lo hará, sino por una bendición que le digáis, a su bendito Hijo que os dé diez. Dirá: Hijo mío, bendecid a este que me bendijo”.

“¿Queréis honrar a la Virgen? Llamadla MADRE DE DIOS HUMANADO; porque quien esto lo dice, honra le da sobre toda honra y no será sin galardón, porque ella es muy agradecida, y ama a quien la ama y honra a quien la honra”.

 

“Si te viste en pecado y te ves fuera de él, por intercesión de la Virgen fue; si no caíste en pecado, por ruego suyo fue”.

“Mediante ella, el pecador se levanta, el bueno no peca”.

 

“El perseguido del demonio recurra a la Virgen con fe, que luego será librado de él. Uno de los principales remedios contra el demonio es recurrir a la Virgen”.

“Si en tu corazón tienes arraigado el amor suyo, es señal de predestinado, quia Dominus dixit: Et in electis meis mitte radices. Este premio le dio nuestro Señor: que los que su Majestad tiene escogidos, tengan a su Madre gran devoción arraigada en sus corazones”.

 

“¿Qué haré para tener devoción con la Virgen? ¿No le tenéis devoción? Harto mal tenéis; harto bien os falta; más querría estar sin pellejo que sin devoción de María. En mis escogidos echa raíces”.

“¿Qué raíces? Una gran devoción de corazón con la Virgen; y quien ésta no tiene, no descanse hasta que la halle. Una de las señales de los que se han de salvar es tener gran devoción a la Virgen. En mis escogidos, Madre, echa raíces”.

 

“Y quien en vuestra vida mirare, hallará las armas que ha menester para pelear las peleas de Dios, si la quisiere tomar. En vos tienen que mirar los niños, los mozos y los viejos; en vos los que se casan y no se casan, los mayores y los menores. Ni hay virtud que vos no enseñéis ni trabajo en que vos no los consoléis y esforcéis, porque fuistes vos la más santa de las santas”.

 

“Imita a la Virgen que creció de luz en luz”.

“Imitémosla en la humildad y en las demás virtudes”.

 

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14.  SAN JUAN MARÍA VIANNEY

EN LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN

Con motivo de la Fiesta de la Asunción, en la última parte de su sermón el santo exclamó:

 

“El mundo está lleno de monumentos que atestiguan y dan fe de las gracias que la Santísima Virgen nos alcanza; contemplad, si no esos santuarios, esos cuadros, esas capillas en honor de María.

 

¡Ah! H.M., ¡si sintiésemos una tierna devoción a la Virgen María, cuántas gracias alcanzaríamos para salvación nuestra! ¡Oh padres y madres! Si por la mañana pusieseis a vuestros hijos bajo la protección de la Santísima Virgen, Ella rogaría por su bien y los salvaría a ellos y a vosotros. ¡Oh! ¡Cuánto teme el demonio la devoción a la Santísima Virgen!... Quejábase aquel, un día, amargamente a San Francisco de los dos linajes de personas que más le hacen sufrir. Unas son las que contribuyen a extender la devoción a la Virgen María, y otras las que llevan el santo Escapulario.

¡Ah! H.M., ¿no será, lo dicho, bastante para inspirarnos una gran confianza en la Santísima Virgen y un gran deseo de consagrarnos enteramente a Ella poniendo en sus manos nuestra vida, nuestra muerte y nuestra eternidad? ¡Qué inefable consuelo en nuestras penas y tristezas, saber que María quiere y puede socorrernos! Sí, bien podemos decir que aquel que acierta a concebir una gran confianza en María tiene asegurada la salvación, pues jamás se oyó decir que quien puso su salvación en manos de María se condenase. En la hora de la muerte conoceremos los innumerables pecados que María nos hizo evitar y las muchas obras buenas que sin su protección jamás hubiésemos realizado.

 

Tomémosla por modelo y tendremos la certeza de que andamos por el camino que conduce al cielo. Admiremos en Ella aquella humildad, aquella pureza, aquella caridad, aquel menosprecio de la vida, aquel celo por la gloria de su Hijo y por la salvación de las almas. Sí, H.M. entreguémonos y consagrémonos a María por toda nuestra vida.

¡Feliz aquel que vive y muere bajo la protección de María, pues tiene seguro el cielo! Esto es lo que os deseo”.

 

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15.  SAN JUAN BOSCO

Parte final de un sermón:

A LOS JÓVENES

“Y termino con un consejo que es un secreto para obtener éxitos: Cuando necesitéis alguna gracia decid muchas veces: MARÍA AUXILIADORA, ROGAD POR NOSOTROS. Decidlo cuando vais por la calle, cuando subís las escaleras o estáis en el patio. Decidlo en la clase, en el dormitorio, por la mañana, por la noche, siempre.

 

Cuando os vengan a visitar, o cuando escribáis a vuestros familiares decidles: Don Bosco os asegura que si necesitáis alguna gracia digáis muchas veces María Auxiliadora, rogad por nosotros. y que seréis escuchados.

 

Y que si alguno dice muchas veces con fe esta oración y la Virgen Poderosa no lo ayuda, me comuniquen a mi esta noticia, y yo inmediatamente escribiré a San Bernardo en el cielo, reclamándole que él cometió un grandísimo error cuando nos enseñó aquella oración que dice: “Acuérdate oh Madre Santa -que jamás se oyó decir- que alguno te haya invocado sin tu auxilio recibir”...Sí, le escribiré una carta muy fuerte a ese Santo pidiéndole explicaciones. Pero estad seguros de que no necesitaré escribir esa carta; grabad en vuestra memoria esta bella oración: María Auxiliadora, rogad por nosotros, para repetirla en todas las tentaciones, en todos los peligros, en toda necesidad y siempre.

 

Mirad hace cuarenta años que vengo repitiendo a la gente que invoque a la madre de dios y que ella los ayudará. Y les digo que si alguno reza a la virgen y ella no lo ayuda venga y me avise. Pero hasta ahora ni uno solo ha venido a decirme que perdió su tiempo rezándole a Nuestra Señora. El mismo demonio ha tenido que retirarse, y ha fracasado, cuando las personas empiezan a ser devotas de la Madre Celestial y ha llegado a no poder hacerles cometer pecado mortal”.

 

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16.  SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

Párrafos escogidos:

LA MATERNIDAD DE MARÍA”

El 11 de octubre de 1964 en la fiesta de la Divina Maternidad de la Virgen[41], San José María Escrivá de Balaguer pronunció una espléndida homilía sobre tan admirable privilegio.

 

Por lo extenso del sermón, he seleccionado sus partes principales:

 

 

 

MADRE DE DIOS, MADRE NUESTRA

 

“Todas las fiestas de Nuestra Señora son grandes, porque constituyen ocasiones que la Iglesia nos brinda para demostrar con hechos nuestro amor a Santa María. Pero si tuviera que escoger una, entre esas festividades, prefiero la de hoy: la Maternidad divina de la Santísima Virgen”.

 

“La Maternidad divina de María es la raíz de todas las perfecciones y privilegios que la adornan. Por ese título, fue concebida inmaculada y está llena de gracia, es siempre Virgen, subió en cuerpo y alma a los cielos, ha sido coronada como Reina de la creación entera, por encima de los ángeles y los santos”.

 

“Yo soy la madre del amor hermoso, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza. (Eccli XXIV, 24) Lecciones que nos recuerda hoy Santa María. Lección de amor hermoso, de vida limpia, de un corazón sensible y apasionado, para que aprendamos a ser fieles al servicio de la Iglesia. No es un amor cualquiera éste: es el Amor. Aquí no se dan traiciones, ni cálculos, ni olvidos. Un amor hermoso, porque tiene como principio y como fin el Dios tres veces Santo, que es toda la Hermosura y toda la Bondad y toda la Grandeza”.

 

“Madre de la ciencia es María, porque con Ella se aprende la lección que más importa: que nada vale la pena, si no estamos junto al Señor; que de nada sirven todas las maravillas de la tierra, todas las ambiciones colmadas, si en nuestro pecho no arde la llama de amor vivo, la luz de la santa esperanza que es un anticipo del amor interminable en nuestra definitiva Patria.

En mí se encuentra toda la gracia de doctrina y de verdad, toda esperanza de vida y virtud. (Eccli XXIV)¡Con cuánta sabiduría la Iglesia ha puesto esas palabras en boca de Nuestra Madre, para que los cristianos no las olvidemos! Ella es la seguridad, el Amor que nunca abandona, el refugio constantemente abierto, la mano que acaricia y consuela siempre”.

 

“Si nos identificamos con María, si imitamos sus virtudes, podremos lograr que Cristo nazca, por la gracia, en el alma de muchos que se identificarán con El por la acción del Espíritu Santo. Si imitamos a María, de alguna manera participaremos en su maternidad espiritual. En silencio, como Nuestra Señora; sin que se note, casi sin palabras, con el testimonio íntegro y coherente de una conducta cristiana, con la generosidad de repetir sin cesar un fiat que se renueva como algo íntimo entre nosotros y Dios”.

 

“Sigamos nosotros ahora considerando este misterio de la Maternidad divina de María, en una oración callada, afirmando desde el fondo del alma: Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien los Cielos no pueden contener, se ha encerrado en tu seno para tomar la carne del hombre. (Misa de la Maternidad divina de María, Gradual).

Mirad lo que nos hace recitar hoy la liturgia: bienaventuradas sean las entrañas de la Virgen María, que acogieron al Hijo del Padre eterno. (Antífona ad Communionem en las misas de la Virgen). Una exclamación vieja y nueva, humana y divina. Es decir, al Señor, como se usa en algunos sitios para ensalzar a una persona:¡Bendita sea la madre que te trajo al mundo!”.

 

MADRE NUESTRA

 

“Los hijos, especialmente cuando son aún pequeños, tienden a preguntarse qué han de realizar por ellos sus padres, olvidando en cambio las obligaciones de piedad filial.

 

Somos los hijos, de ordinario, muy interesados, aunque esa conducta -ya lo hemos hecho notar- no parece importar mucho a las madres, porque tiene suficiente amor en sus corazones y quieren con el mejor cariño: el que se da sin esperar correspondencia.

 

Así ocurre también con Santa María. Pero hoy, en la fiesta de su Maternidad divina, hemos de esforzarnos en una observación más detenida. Han de dolernos, si las encontramos, nuestras faltas de delicadeza con esta Madre buena. Os pregunto -y me pregunto yo- ¿cómo la honramos?.

 

Volvemos de nuevo a la experiencia de cada día, al trato con nuestras madres en la tierra.

 

Por encima de todo ¿qué desean, de sus hijos, que son carne de su carne y sangre de su sangre? Su mayor ilusión es tenerlos cerca. Cuando los hijos crecen y no es posible que continúen a su lado, aguardan con impaciencia sus noticias, les emociona todo lo que les ocurre: desde una ligera enfermedad hasta los sucesos más importantes.

Mirad: para nuestra Madre Santa María jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen como niños. De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole, manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestros fracasos.

 

Descubrimos así como si las recitáramos por primera vez el sentido de las oraciones marianas, que se han rezado siempre en la Iglesia. ¿Qué son el Ave María y el Angelus sino alabanzas encendidas a la Maternidad divina? Y en el Santo Rosario -esa maravillosa devoción, que nunca me cansaré de aconsejar a todos los cristianos- pasan por nuestra cabeza y por nuestro corazón los misterios de la conducta admirable de María, que son los mismos misterios fundamentales de la fe.

 

El año litúrgico aparece jalonado de fiestas en honor de Santa María. El fundamento de este culto es la Maternidad divina de Nuestra Señora, origen de la plenitud de dones de naturaleza y de gracia con que la Trinidad Beatísima la ha adornado. Demostraría escasa formación cristiana -y muy poco amor de hijo- quien temiese que el culto a la Santísima Virgen pudiera disminuir la adoración que se debe a Dios. Nuestra Madre, modelo de humildad, cantó: me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Todopoderoso, cuyo nombre es santo, y cuya misericordia se derrama de generación en generación para los que le temen”.

 

“Una criatura existe que logró en esta tierra esa felicidad, porque es la obra maestra de Dios: Nuestra Madre Santísima, María. Ella vive y nos protege; está junto al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, en cuerpo y alma. Ella es la misma que nació en Palestina, que se entregó al Señor desde niña, que recibió el anuncio del Arcángel Gabriel, que dio a luz a nuestro Salvador, que estuvo junto a Él al pie de la Cruz”.

 

“¡Cuánto crecerían en nosotros las virtudes sobrenaturales, si lográsemos tratar de verdad a María, que es Madre Nuestra! Que no nos importe repetir durante el día -con el corazón, sin necesidad de palabras- pequeñas oraciones, jaculatorias. La devoción cristiana ha reunido muchos de esos elogios encendidos en las Letanías que acompañan al Santo Rosario. Pero cada uno es libre de aumentarlas, dirigiéndole nuevas alabanzas, diciéndole lo que -por un santo pudor que Ella entiende y aprueba- no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta.

 

Te aconsejo -para terminar- que hagas, si no lo has hecho todavía, tu experiencia particular del amor materno de María. No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo. Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces.

 

Te aseguro que, si emprendes este camino, encontrarás enseguida todo el amor de Cristo: y te verás metido en esa vida inefable de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Sacarás fuerzas para cumplir acabadamente la Voluntad de Dios, te llenarás de deseos de servir a todos los hombres. Serás el cristiano que a veces sueñas ser: lleno de obras de caridad y de justicia, alegre y fuerte, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo.

 

Ese, y no otro, es el temple de nuestra fe. Acudamos a Santa María, que Ella nos acompañará con un andar firme y constante”.

 

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17.  S.S. JUAN PABLO II

EN ÉFESO

El 28 de noviembre de 1979 el Papa Juan Pablo II en su cuarto viaje apostólico, realizó su primera visita ecuménica a Turquía. En los encuentros que tuvo, tiene significación especial su visita a Éfeso ocurrida el 30 de noviembre. Allí, en la casa de la Virgen[42], en la celebración de la Eucaristía pronunció esta homilía:

 

COMPROMISO SOLEMNE ANTE MARÍA

 

El concilio que reconoció a Nuestra Señora el título de «Theotókos»

 

1. Con el corazón desbordando de profunda emoción tomo la palabra en esta solemne liturgia, que nos ve reunidos en torno a la mesa eucarística para celebrar, en la luz de Cristo Redentor, la memoria gloriosa de su Santísima Madre. El espíritu está dominado por el pensamiento de que, precisamente en esta ciudad, la Iglesia reunida en concilio -el III concilio ecuménico-, reconoció oficialmente a la Virgen María el título de «Theotókos», que ya le tributaba el pueblo cristiano, pero contestado desde hacía algún tiempo en algunos ambientes influidos sobre todo por Nestorio. El júbilo con el que el pueblo de Éfeso acogió, en aquel lejano 431, a los padres que salían de la sala del concilio donde se había reafirmado la verdadera fe de la Iglesia, se propagó rápidamente por todas las partes del mundo y no ha cesado de resonar en las generaciones sucesivas, que en el curso de los siglos han continuado dirigiéndose con confianza a María como aquella que ha dado la vida al Hijo de Dios.

 

También nosotros hoy, con el mismo impulso filial y con la misma confianza profunda, recurrimos a la Virgen Santa, saludando en ella a la «Madre de Dios» y encomendándole los destinos de la Iglesia, sometida en nuestro tiempo a pruebas singularmente duras e insidiosas, pero empujada también por la acción del Espíritu Santo en los caminos abiertos a las esperanzas más prometedoras.

 

CRISTO Y EL HOMBRE

 

2. «Madre de Dios». Al repetir hoy esta expresión cargada de misterio, volvemos con el recuerdo al momento inefable de la encarnación y afirmamos con toda la Iglesia que la Virgen se convirtió en Madre de Dios por haber engendrado según la carne a un Hijo que era personalmente el Verbo de Dios. ¡Qué abismo de condescendencia divina se abre ante nosotros!

 

Se plantea espontáneamente una pregunta al espíritu: ¿Por qué el Verbo ha preferido nacer de una mujer (cf. Ga 4,4) antes que descender del cielo con un cuerpo ya adulto, plasmado por la mano de Dios (cf. Gn 2,7)? ¿No habría sido éste un camino más digno de Él, más adecuado a su misión de Maestro y Salvador de la humanidad? Sabemos que, en los primeros siglos, sobre todo, no pocos cristianos (los docetas, los gnósticos, etc.) habrían preferido que las cosas hubieran sido de esa manera. En cambio el Verbo eligió el otro camino. ¿Por qué?. La respuesta nos llega con la límpida y convincente sencillez de las obras de Dios. Cristo quería ser un vástago auténtico (cf. Is 11,1) de la estirpe que venía a salvar. Quería que la redención brotase como del interior de la humanidad, como algo suyo. Cristo quería socorrer al hombre no como un extraño, sino como un hermano, haciéndose en todo semejante a él menos en el pecado (cf. Hb 4,15). Por esto quiso una madre, y la encontró en la persona de María. La misión fundamental de la doncella de Nazaret fue, pues, la de ser el medio de unión del Salvador con el género humano.

 

En la historia de la salvación, sin embargo, la acción de Dios no se desarrolla sin acudir a la colaboración de los hombres: Dios no impone la salvación. Ni siquiera se la impuso a María. En el acontecimiento de la anunciación no se dirige a ella de manera personal; interpeló su voluntad y esperó una respuesta que brotase de su fe. Los Padres han captado perfectamente este aspecto, poniendo de relieve que «la Santísima Virgen María, que dio a luz creyendo, había concebido creyendo» (SAN AGUSTÍN, Serm. 215,4; cf. SAN LEÓN M., Sermo I in Nativitate 1, etc.) y esto ha subrayado también el reciente concilio Vaticano II, afirmando que la Virgen, «al anuncio del ángel, recibió en su corazón y en su cuerpo al Verbo de Dios» (Lumen gentium 53).

 

El «fiat» de la anunciación inaugura así la Nueva Alianza entre Dios y la criatura: mientras este «fiat» incorpora a Jesús a nuestra estirpe según la naturaleza, incorpora a María a Él según la gracia. El vínculo entre Dios y la humanidad, roto por el pecado, ahora felizmente está restablecido.

 

MADRE DEL CRISTO TOTAL

 

3. El consentimiento total e incondicional de la «sierva del Señor» (Lc 1,38) al designio de Dios fue, pues, una adhesión libre y consciente. María consintió en convertirse en la Madre del Mesías, que vino «para salvar a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21; cf. Lc 1,31). No se trató de un simple consentimiento para el nacimiento de Jesús, sino de la aceptación responsable de participar en la obra de la salvación que Él venía a realizar. Las palabras del «Magnificat» ofrecen clara confirmación de esta conciencia lúcida: «Acogió a Israel, su siervo -dice María- acordándose de su misericordia. Según lo que había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre» (Lc 1,54-55).

 

Al pronunciar su «fiat», María no se convierte sólo en Madre de Cristo histórico; su gesto la convierte en Madre del Cristo total, «Madre de la iglesia». «Desde el momento del fiat -observa San Anselmo- María comenzó a llevarnos a todos en su seno»; por esto, «el nacimiento de la Cabeza es también el nacimiento del Cuerpo», proclama San León Magno. San Efrén, por su parte, tiene una expresión muy bella a este respecto: María, dice él, es «la tierra en la que ha sido sembrada la Iglesia».

 

Efectivamente, desde el momento en que la Virgen se convierte en Madre del Verbo encarnado, la Iglesia se encuentra constituida de manera secreta, pero germinalmente perfecta, en su esencia de Cuerpo místico: en efecto, están presentes el Redentor y la primera de los redimidos. De ahora en adelante, la incorporación a Cristo implicará una relación filial no sólo con el Padre celeste, sino también con María, la Madre terrena del Hijo de Dios.

 

LA IMAGEN MÁS PERFECTA DE LA IGLESIA

 

4. Cada Madre transmite a los hijos la propia semejanza: también entre María y la Iglesia hay una relación de semejanza profunda. María es la figura ideal, la personificación, el arquetipo de la Iglesia. En Ella se realiza el paso del antiguo al nuevo Pueblo de Dios, de Israel a la Iglesia. Ella es la primera entre los humildes y pobres, el resto fiel, que esperan la redención; y Ella es también la primera entre los rescatados que, en humildad y obediencia, acogen la venida del Redentor. La teología oriental ha insistido mucho en la «Katharsis» que se obra en María en el momento de la anunciación; baste recordar aquí la emocionada paráfrasis que hace de ello Gregorio Palamas en una homilía: «Tú eres ya santa y llena de gracia, ¡oh Virgen!, dice el ángel a María. Pero el Espíritu Santo vendrá de nuevo sobre ti, preparándote mediante un aumento de gracia al misterio divino» (Homilía sobre la Anunciación: PG 151,178).

 

Por lo tanto, con razón, en la liturgia con que la Iglesia oriental celebra las alabanzas de la Virgen, ha puesto de relieve el cántico que la hermana de Moisés, María, eleva al paso del mar Rojo, como para indicar que la Virgen ha sido la primera en atravesar las aguas del pecado a la cabeza del nuevo Pueblo de Dios, liberado por Cristo.

 

María es la primicia y la imagen más perfecta de la Iglesia: «La parte más noble, la parte mejor, la parte más importante, la parte más selecta» (RUPERTO, In Apoc. I, VII 12). «Asociada a todos los hombres necesitados de salvación», proclama también el Vaticano II, Ella ha sido redimida «de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo» (Lumen gentium 53). Por lo mismo, María se presenta a todo creyente como la criatura toda pura, toda hermosa, toda santa, capaz de «ser Iglesia» como ninguna otra criatura lo será nunca aquí abajo.

 

MODELO PARA LOS CRISTIANOS

 

5. También nosotros hoy miramos a María como a nuestro modelo. La miramos para aprender a construir la Iglesia a ejemplo suyo. Para este fin sabemos que debemos, ante todo, progresar bajo su guía en el ejercicio de la fe. María vivió su fe en una actitud de profundización continua y de descubrimiento progresivo, pasando a través de momentos difíciles de tinieblas, ya desde los primeros días de su maternidad (cf. Mt 1,18), momentos que superó gracias a una actitud responsable de escucha y de obediencia a la Palabra de Dios.

 

También nosotros debemos realizar todo esfuerzo para profundizar y consolidar nuestra fe «escuchando, acogiendo, proclamando, venerando la Palabra de Dios, escudriñando a su luz los signos de los tiempos e interpretando y viviendo los acontecimientos de la historia» (cf. PABLO VI, exhort. apost. «Marialis cultus» 17; ID., Enseñanzas al Pueblo de Dios [1974] p.454).

 

María está ante nosotros como ejemplo de valiente esperanza y de caridad operante: Ella caminó en la esperanza, pasando con dócil prontitud de la esperanza judaica a la esperanza cristiana, y actuó la caridad, acogiendo en sí sus exigencias hasta la hasta la donación más completa y el sacrificio más grande.

 

A ejemplo suyo, también nosotros debemos permanecer firmes en la esperanza aún cuando nubarrones tempestuosos se agolpen sobre la Iglesia, que avanza como nave entre las olas, no raramente hostiles, de las vicisitudes humanas; también nosotros debemos crecer en la caridad, cultivando la humildad, la pobreza, la disponibilidad, la capacidad de escucha y de condescendencia en adhesión a cuanto Ella nos ha enseñado con el testimonio de toda su vida.

 

NO DESCANSAR HASTA LLEGAR FELIZMENTE A LA META

 

6. Especialmente queremos comprometernos hoy a una cosa a los pies de esta nuestra Madre común: nos comprometemos a llevar adelante, con toda nuestra energía y en actitud de total disponibilidad a las mociones del Espíritu, el camino hacia la perfecta unidad de todos los cristianos. Bajo su mirada materna estamos prontos a reconocer nuestras recíprocas culpas, nuestros egoísmos, nuestras morosidades.

 

Ella ha engendrado un Hijo único, nosotros, por desgracia, se lo presentamos dividido. Este es un hecho que nos produce malestar y pena que expresaba mi predecesor de venerada memoria, el Papa Pablo VI, en las palabras iniciales del «Breve» con el que abrogaba la excomunión pronunciada tantos siglos atrás contra la sede de Constantinopla: «Pensamos nosotros, que llevamos el nombre de cristianos como recuerdo del Salvador, en la exhortación del Apóstol de las Gentes: Vivid en la caridad como Cristo nos amó (Ef 5,2). Por ella nos sentimos movidos, especialmente en estos tiempos, que con más instancia nos urgen a dilatar los horizontes de la caridad» (7 de diciembre de 1965).

 

Mucho camino se ha andado desde aquel día; sin embargo, quedan otros pasos que dar. Confiamos a María el sincero propósito de no descansar hasta que se llegue felizmente a la meta. Nos parece oír de sus labios las palabras del Apóstol: «no haya contiendas, envidias, iras, ambiciones, detracciones, murmuraciones, engreimientos, sediciones» (2 Co 12,20).

 

Acojamos con corazón abierto esta advertencia maternal y pidamos a María que esté junto a nosotros para guiarnos, con mano dulce pero firme, en los caminos de la comprensión fraterna plena y duradera.

 

Así se cumplirá el deseo supremo, pronunciado por su Hijo en el momento en que estaba para derramar su sangre por nuestro rescate: «que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros, y el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 21)”.

 

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[1] San Agustín, Padre y Doctor de la Iglesia, y una de sus “columnas”, nació en Tagaste-Africa en el año 354.  Fue consagrado Obispo de Hipona. Fecundo escritor. La BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) ha publicado más de cuarenta volúmenes. El libro que escribió, “Confesiones” (en donde narra su vida y su conversión), es un clásico de la cristiandad. Murió el 28 de agosto del año 430.

[2] San Cirilo de Alejandría, uno de los Santos Padres de la iglesia oriental, nació en Alejandría en fecha desconocida. En el año 412 fue elegido Arzobispo de Alejandría. Fue la figura del Concilio celebrado en Éfeso en el año 431, que definió el Dogma de la Maternidad Divina de María: “Theotókos”. Murió en el año 444. Posteriormente fue declarado Doctor de la Iglesia.

[3] San Sofronio, nació en Damasco en el año 520. Monje y sacerdote. Fue elegido Patriarca de Jerusalén. Murió el 11 de marzo del año 638.

[4]San Germán (¿640-730?), nació en Constantinopla. Las Homilías Marianas que nos dejó (verdaderas joyas de sabiduría), fueron sus temas favoritos. Fue elegido Patriarca de Constantinopla en el año 715. Entre sus homilías Marianas figuran:

1ra.    Sobre la entrada de la Santísima Madre de Dios. 2da.           Panegírico cuando a la edad de tres años fue presentada en el templo por sus padres.

3ra.    Sobre la fiesta de la Anunciación.

4ta. 5ta y 6ta. Sobre: la Dormición de la Madre de Dios y Siempre Virgen María.

7ma. Sobre la Dedicación del venerable templo de la Virgen María y sobre los santos pañales de nuestro Señor Jesucristo.

[5] San Andrés, nació en Damasco hacia el 660. Profesó la vida monástica. Fue Arzobispo de Gortina en Creta. En ese lugar le dedicó un Santuario a la Virgen con el título de la «Fuente Viva». Falleció el 4 de julio del año 740. Las ocho homilías marianas que conocemos son extraordinarias: Cuatro corresponden a la Natividad de la Santísima Madre de Dios, una a la Anunciación y tres a la Dormición de Nuestra Señora.

[6] Ex 3, 3.

[7] Is 11, 1.

[8] Is 11, 10.

[9] Ex 3, 5.

[10] Sal 106 (105), 24.

[11] Sal 85 (84), 12.

[12] Ha 3, 3.

[13] Ibid.

[14] Dn 2, 45.

[15] Sal 68 (67), 17.

[16] Sal 52 (51), 10.

[17] Sal 132 (131), 8.

[18] Is 6, 1.

[19] Ez 44, 2.

[20] Is 59, 20.

[21] Sal 132 (131), 13.

[22] Sal 87 (86), 5.

[23] Lc 1, 43

[24] Ct 3, 9

[25] San Beda nació en Inglaterra. “Venerable”, así lo llamaban en vida. Sacerdote y monje, considerado como uno de los santos más estudiosos de las Sagradas Escrituras, pues sólo se dedicaba a escudriñar y a escribir. En 1899, el Papa León XII lo declaró Doctor de la Iglesia. Murió el 25 de mayo del 735.

[26] San Alredo de Rievaulx nació en Hexham-Escocia en el año 1110. Fue nombrado Abad de la Abadía de Revesby y posteriormente Abad de Rievaulx. Gran escritor de obras históricas, exegéticas y ascéticas. Su obra más importante y conocida lleva el título de “Espejo de la Caridad”, obra que escribió a pedido de San Bernardo. Murió el 12 de enero de 1167.

[27] San Antonio de Padua nació en Lisboa el 15 de agosto de 1195, (Solemnidad de la Asunción de la Virgen). Taumaturgo y escritor, vistió el hábito franciscano. Fue un fiel devoto de la Virgen María. Cuando andaba por los campos con su voz de barítono le cantaba: “Oh Señora gloriosa, más alta que las estrellas”. En 1232 escribió en Padua los Sermones Dominicales. A la Virgen María le dedicó varios de ellos. Murió en Padua el 13 de junio de 1231. Su lengua permanece y se conserva incorrupta en este lugar. El 16 de enero de 1946 el Papa Pío XII lo declaró Doctor de la Iglesia. Pío XII, refiriéndose al santo, manifestó: “Entre los sagrados escritores que, utilizando los textos sagrados de la Escritura o las analogías teológicas, ilustraron y confirmaron la doctrina de la Asunción, ocupa un lugar prominente el Doctor Evangélico, San Antonio de Padua”.

[28] San Buenaventura, “Doctor Seráfico”, nació en Bagnoregio, Toscana-Italia en el año de 1218. Fue catedrático en la Sorbona de París durante diez años. Llegó a ser Ministro General de su Orden. Murió el 15 de julio de 1274.

[29] Santo Tomás de Villanueva nació en 1488 en la villa de Fuenllana, Toledo-España. Fue nombrado Arzobispo de Valencia, cargo que ejerció con una humildad extrema.

Santo Tomás tuvo una gran devoción a la Santísima Virgen, de Ella habló encendidamente en sus sermones en las principales festividades. En el tomo número 96 de la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos), en 374 páginas están publicados todos los sermones que predicó en su honor: La Concepción de la Bienaventurada Virgen María. La Natividad de la Bienaventurada Virgen María. La Presentación de la Bienaventurada Virgen María. La Anunciación de la Bienaventurada Virgen María. La Visitación de la Bienaventurada Virgen María. La Purificación de la Bienaventurada Virgen María. La Asunción de la Bienaventurada Virgen María, y otras más. Murió en septiembre de 1555.

[30] Lm 2, 13

[31] Si 24, 17s

[32] Ct 3, 6

[33] Nm 24, 17

[34] Is 11, 1

[35] Ct 4, 15

[36] Sal 86, 1

[37] Ct 3, 9

[38] Lc 1, 35

[39] Hc 15,16

[40] San Juan de Ávila, nació en Almodóvar del Campo-España, cuando expiraba el s. XV. Gran predicador y de una espiritualidad extraordinaria, influyó en la conversión de San Juan de Dios y de San Francisco Borja. Se lo ha dado en llamar el apóstol de Andalucía. Murió el 10 de mayo  de 1569.

Predicó muchos sermones sobre la Virgen María, sobre todo en sus principales festividades: Natividad de Nuestra Señora, Presentación de Nuestra Señora, Purificación de Nuestra Señora, Anunciación de Nuestra Señora, Visitación de la Virgen, Asunción de la Virgen, sobre la Soledad de María, etc.

[41] En ese entonces la Iglesia celebraba esta fiesta en esa fecha.

[42] Llamada también LA CASA DE LA TODA SANTA, está situada a 7 km de Éfeso. Según una antigua tradición, se dice que allí vivió la Santísima Virgen con San Juan Evangelista, cuando empezaron las persecuciones en Jerusalén. El Santuario de la TODA SANTA en griego PANAGÜIA KAPULU fue descubierta por los padres Lazaristas a principios del siglo XX. El Papa Pío XII, en 1954 concedió una indulgencia plenaria a los que visiten la casa de la Virgen en Éfeso. Su fiesta se celebra el sábado siguiente al 15 de agosto.