XV.   ESCRITOS MARIANOS

He realizado esta selección de escritos marianos con el propósito de que en ti querido lector, se despierte el deseo de conocer a la Virgen, y conociéndola, profundices más en su maternal figura. El resto vendrá por “añadidura”.

 

1. SAN AMBROSIO DE MILÁN
2. SAN BERNARDO
3. BEATO TOMÁS DE KEMPIS
4. SAN CAYETANO
5. LUDOVICO BLOSIO
6. SAN FRANCISCO DE SALES
7. SAN JUAN BERCHMANS
8. SAN LUIS MARÍA GRIGNIÓN DE MONTFORT
9. SAN JUAN DE EUDES
10. SAN ALFONSO MARÍA LIGORIO
11. SAN ANTONIO MARÍA CLARET
12. SAN JUAN BOSCO
13. CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN
14. SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER
15. BEATO SANTIAGO ALBERIONE
16. BEATO MARÍA RAFAEL ARNÁIZ
17. FRANK DUFF
18. BEATA, MADRE TERESA DE CALCUTA
19. BEATA TERESA DE CALCUTA Y EL HERMANO ROGER
20. RENÉ LAURENTIN
21. LUIGI GIUSANI
22. P. JOSÉ KENTENICH

 

 

 

 

 

1.    SAN AMBROSIO DE MILÁN [1]

“LAS VÍRGENES Y LA VIRGINIDAD”

Párrafos escogidos:

 

“Os presento la imagen viva de la virginidad, personificada en la Virgen María, espejo de ella y dechado de virtud, digna de que la toméis por norma de vida; porque la de ella os enseña, como maestra divina la bondad, lo que habéis de corregir, lo que os conviene evitar y lo que debéis practicarlo”.

“Es virgen en el cuerpo y virgen en el alma, limpia de desordenados afectos. Humilde de corazón, prudente en el juicio, grave y mesurada en el hablar, recatada en el trato, amiga del trabajo. Despreciadora de riquezas vanas, espera más de la pobreza, a quien Dios oye, que no del consejo humano, a menudo falaz y apasionado. A nadie ofende, a todos sirve; es respetuosa con los mayores y afable con los iguales. Enemiga de honras mundanas, regula sus acciones con el dictado de la razón, moviéndose solo por el amor de la virtud. Jamás dio enojo a sus padres ni con un leve gesto. Jamás afligió al humilde, ni menospreció al débil, ni volvió la espalda al necesitado, ni tuvo trato con los hombres, fuera del que pedía la misericordia y toleraba el pudor. Sus ojos no conocieron el fuego de la lujuria, ni en sus palabras sonaron exentos de procacidad, ni en su continente faltó nunca la decencia. Ni movimiento indecoroso, ni andar descompuesto, ni voz presumida vióse jamás en ella, reflejando en cambio en su compostura la interior pureza del alma”.

“Su continencia en la comida era sobrehumana, y su ocupación en obras manuales, continua; porque no tomaba más alimentos que el necesario para conservar la vida, y trabajaba sin descanso ni dar tregua a la ociosidad. Nunca usó manjar alguno para deleite del gusto, ni sueño por regalar a la carne, sino que en el breve reposo que le concedía, mientras descansaba el cuerpo, vigilaba el espíritu... En el recogimiento llevaba la mejor defensa, decoro y modestia, la cual resplandecía en sus movimientos y palabras con tal arte que se granjeaba el respeto y veneración de cuantos la veían alejada de las vanidades y entregada por entero a la virtud”.

 

“Pongan sus ojos en este acabado modelo y escuela viva de todas las virtudes, y a él oigan e imiten si desean enderezar sus pasos por el camino de la gloria eterna. Como flores en ameno jardín brillan en el alma de María las virtudes: en su pudor muéstrase el recato; en su fe, la firmeza y el valor; en su devoción, el amor obsequioso. Como virgen, ama el retiro de su casa y no sale de ella sin compañía; como madre, acude al templo a ofrecer su hijo a Dios”.

 

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2.    SAN BERNARDO

LA GRACIA”

En el nacimiento de Santa María, es el título previo que el santo le da a este escrito de doce páginas aproximadamente, en el cual San Bernardo nos exhorta a buscar la Gracia a través de este Acueducto que es María:

 

Párrafos selectos:

 

“No ignoráis a quien fueron dirigidas estas palabras: Dios te salve, llena de gracia. ¿Y acaso nos admiraremos de que haya podido hallarse o de que se haya podido formar tal y tan gran Acueducto, cuya cumbre, al modo de aquella escala que vio el patriarca Jacob, tocase en los  cielos; más aún, atravesando los mismos cielos, pudiese llegar hasta aquel vivísimo venero de las divinas aguas que están sobre los cielos? Admirábase  de ello Salomón, y como desconfiado de verlo realizado, decía: ¿Quién hallará una mujer fuerte? Cierto, por eso faltaron durante tanto tiempo al género humano las corrientes de la gracia, porque todavía no se hallaba interpuesto este deseable Acueducto... ”

 

“Hijos míos, ella es la escala de los pecadores, ella el gran motivo de mi confianza, ella el fundamento inconmovible de mi esperanza. ¿Puede, acaso, el Hijo rechazar o ser rechazado? ¿Será capaz de no atender ni ser atendido? En absoluto. Has hallado gracia delante de Dios, dice el ángel. Felizmente. Ella siempre hallará gracia; y lo único que nosotros necesitamos es gracia.

 

Esta Virgen prudente no busca sabiduría como Salomón, ni riquezas, ni honor, ni grandezas, sino gracia. Y nuestra salvación depende exclusivamente de la gracia. Hermanos, ¿para qué codiciar otras cosas? Busquemos la gracia y busquémosla por María, porque ella encuentra siempre lo que busca y jamás decepciona.

 

Busquemos la gracia, pero la gracia de Dios; pues el favor de los hombres es falaz. Que otros se dediquen a acumular méritos: nuestro afán sea hallar gracia. ¿No estamos aquí por pura gracia? Por la misericordia del Señor no estamos aniquilados. ¿Qué somos nosotros? Somos apóstatas, homicidas, adúlteros, ladrones y la basura del mundo. Más entrad dentro de vosotros, hermanos, y ved como donde proliferó el pecado sobreabundó la gracia. María no presenta títulos: busca solamente gracia. Tanto se fía de la gracia, sin presumir de sí misma, que se intimida ante el saludo del ángel”.

 

San Bernardo concluye este escrito con estas admirables palabras:

 

“Pero todo lo que pienses ofrecer no olvides encomendarlo a María, para que la gracia vuelva al dador de la gracia por el mismo cauce por donde fluyó. Dios sin   duda alguna, pudo haber derramado esta gracia sin valerse de este acueducto; pero quiso ofrecerte este conducto. Acaso tienes las manos llenas aún de sangre o manchadas de dádivas y sobornos. Esa pequeñez que quieres ofrecer procura depositarla en esas  manos tan divinas y tan dignas de todo aprecio, y no serás rechazado. Son dos azucenas hermosísimas; y el enamorado de las azucenas no se quejará de no haber hallado como entre azucenas todo lo que encuentre en las manos de María”.

 

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“LAS GRANDEZAS DE MARÍA”[2]

Párrafos escogidos:

 

“Dichosa fue en todo María, a quien ni faltó la humildad, ni dejó de adornarla la virginidad. Singular virginidad, que no violó, sino que honró la fecundidad; ilustrísima humildad, que no disminuyó sino que engrandeció su fecunda virginidad; incomparable fecundidad, a la que acompañan juntas la virginidad y humildad”.

 

“Qué maravillas que Dios, a quien leemos y vemos admirable en sus Santos, se haya mostrado más maravilloso en su Madre?”.

 

“Por eso quiso que fuese Virgen, para tener una Madre Purísima, él que es infinitamente puro y venía a limpiar las manchas de todos quiso que fuese humilde para tener una Madre tal, él que es manso y humilde de corazón, a fin de mostrarnos en sí mismo el necesario y saludable ejemplo de todas estas virtudes. Quiso que fuese Madre el mismo Señor que la había inspirado el voto de virginidad y la había enriquecido antes igualmente con el mérito de la humildad”.

 

“Oh Virgen admirable y dignísima de todo honor. ¡Oh mujer singularmente venerable, admirable entre todas las mujeres que trajo la restauración a sus padres y la vida a sus descendientes!”.

 

“Y fue enviado, dice, el ángel Gabriel a una Virgen, Virgen en el cuerpo, Virgen en el alma, Virgen en la profesión, Virgen como la que describe el Apóstol, santa en el alma y en el cuerpo, no hallada nuevamente o sin especial providencia sino escogida desde la Eternidad, conocida en la presencia del Altísimo y preparada para sí mismo, guardada por los Ángeles, designada por los antiguos Padres, prometida por los profetas”.

 

“¿Qué pronosticaba en otro tiempo aquella zarza de Moisés, echando llamas pero sin consumirse sino a María dando a luz sin sentir dolor? ¿Qué anunciaba aquella vara de Aarón que floreció estando seca, sino a la misma concibiendo pero sin obra de varón alguno? El mayor misterio de este gran milagro lo explica Isaías diciendo: Saldrá una vara de la raíz de Jesé y de su raíz subirá una flor extendiendo en la vara a la Virgen y en la flor a su hijo divino el Redentor”.

 

“Si ella te tiene de su mano no caerás, si te protege, nada tendrás que temer, no te fatigarás si es tu guía, llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara, y así en ti mismo experimentarás con cuanta razón se dijo: El nombre de la Virgen era María”.

 

“En los peligros, en las angustias, en las dudas, acuérdate de María, invoca a María”.

 

“Suele llamarse bendito al hombre, bendito al pan, bendita la mujer, bendita la tierra y las demás cosas, pero singularmente es bendito el fruto de tu vientre, porque es sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos”.

 

“¿En dónde habías leído, Virgen devota, que la sabiduría de la carne es muerte, y no queráis contentar vuestra sensualidad satisfaciendo a sus deseos? ¿En dónde habías leído de la vírgenes, que cantan un nuevo cántico que ningún otro puede cantar y que siguen al Cordero a donde quiera que vaya? ¿En dónde habías leído que son alabados los que hicieron continentes por el reino de Dios? ¿En dónde habías leído: aunque vivimos en la carne, nuestra conducta no es carnal? Y aquel que casa a su hija hace bien y aquél que no la casa hace mejor. ¿Dónde habías oído: Quisiera que todos vosotros permanecierais en el estado en que yo me hallo, y bueno es para el hombre si así permaneciere como yo le aconsejo?”.

 

“Quitad a María, estrella del mar, de ese mar vasto y proceloso, ¿qué quedará, sino oscuridad que todo lo ofusque, sombras de muerte y densísimas tinieblas?”.

 

“Con todo lo más íntimo, pues de nuestra alma, con todos los afectos de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra voluntad veneramos a María, porque esta es la voluntad de aquel Señor que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es repito, su voluntad, pero para bien nuestro”.

 

“Resplandeciente día es sin duda, la que se elevó cual aurora naciente, hermosa como la luna, escogida como el sol”.

 

“Pero sea lo que fuere aquello que dispones ofrecer, acuérdate de encomendarlo a María, para que vuelva la gracia al Dador de la misma, por el mismo cauce por donde corrió. No le faltaba a Dios ciertamente, poder para infundirnos la gracia sin valerse de este Acueducto, si El hubiera querido, pero quiso proveerte de ella por este conducto. Acaso tus manos están aún llenas de sangre, o manchadas con dádivas sobornadoras, porque todavía no las tienes lavadas de toda mancha. Por eso aquello poco que deseas ofrecer procura depositarlo en aquellas manos de María, grandiosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que sea ofrecido al Señor y no sea desechado”.

 

“Necesitando como necesitamos un mediador cerca de este Mediador, nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio como María”.

 

“Aquella fue instrumento de la seducción, esta de propiciación: aquella sugirió la prevaricación, esta introdujo la redención”.

 

“¡Oh, Señora! Cuán familiar de Dios habéis llegado a ser. ¡Cuán allegada, mejor dicho, cuán íntima suya merecisteis ser hecha! ¡Cuánta gracia hallasteis a sus ojos. En vos está y vos en El: a El le vestís y sois vestida por El. Le vestís con la sustancia de vuestra carne y El os viste con la gloria de su majestad. Vestís al sol con una nube, y sois vestida vos misma de un sol. Porque; como dice Jeremías, un nuevo prodigio ha obrado el Señor sobre la Tierra y es que una mujer virgen encierre dentro de sí al hombre de Dios, que no es otro que Cristo, de quien se dice: He aquí un varón cuyo nombre es Oriente. Y otro prodigio semejante ha obrado Dios en el cielo, y es, que apareciese allí un mujer vestida de sol: Ella le coronó y mereció ser coronada por El.

Salid, hijas de Sión y ved al Rey Salomón con la diadema con que le coronó su Madre, contemplad a la dulce Reina del cielo adornada con la diadema con que la coronó su Hijo”.

 

“En todo el contexto de los cuatro Evangelios, no se oye hablar a María más que cuatro veces. La primera con el Ángel, pero cuando ya una y dos veces le había hablado él: la segunda Isabel cuando la voz de su salutación hizo saltar a Juan de gozo y tomando ocasión de las alabanzas que su prima le dirigía, se apresuró a magnificar al Señor: la tercera con su Hijo siendo éste ya de doce años, manifestándole como ella y su padre llenos de dolor le habían buscado: la cuarta en las bodas de Caná, primero con Jesús y después con los que servían a la mesa.

Y en esta ocasión fue cuando brilló de una manera más especial su ingénita mansedumbre y modestia virginal, puesto que tomando como propio el apuro en que iban a verse los esposos no le sufrió el corazón permanecer silenciosa, manifestando a su Hijo la falta de vino; y al ver que Jesús al parecer no atendía a su súplica, como mansa y humilde de corazón no le respondió palabra, sino que se limitó a recomendar a los ministros que hiciesen lo que El les dijese, esperando en que no saldría fallida su confianza”.

 

“¡Cuántas veces oyó María a su Hijo no solo hablando en parábolas a las turbas, sino descubriendo aparte a sus discípulos el misterio del reino de Dios! ¡Vióle haciendo prodigios, vióle pendiente de la Cruz, vióle expirando, vióle cuando resucitó, vióle, en fin, ascendiendo a los Cielos, y en todas estas circunstancias ¿cuántas veces se menciona haber sido oída la voz de esta pudorosísima Virgen, cuántas el arrullo de esta castísima y mansísima Tórtola?”.

 

“María siendo la mayor de todas y en todo, se humilló en todo y más que todos. Con razón, pues, fue constituida la primera de todos, la que siendo en realidad la más excelsa, escogía para sí el último lugar. Con razón fue hecha Señora de todos, la que se portaba como sierva de todos. Con razón, en fin, fue ensalzada sobre todos los coros de los coros de los Ángeles, la que con inefable mansedumbre se abatía a sí misma debajo de las viudas y penitentes, y aún debajo de aquella de quien había sido lanzados siete demonios. Ruegoos, fieles amadísimos, que os prendéis de esta virtud si amáis de veras a María: si anheláis agradarla, imitad su modestia y humildad. Nada hay que tan bien sienta al hombre, nada tan necesario al cristiano, nada que tanto realce al religioso como la verdadera humildad y mansedumbre”.

 

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3.    BEATO TOMÁS DE KEMPIS [3]

LA IMITACIÓN DE MARÍA”

Párrafos escogidos:

 

“Escuche ahora el piadoso enamorado de tu santo nombre. El cielo se alboroza, llénase de asombro la tierra, cuando digo: Ave María.

Satanás huye, tiembla el infierno, cuando digo: Ave María.

El mundo aparece ruin, la carne se marchita, cuando digo: Ave María

Se desvanece la tristeza, reaparece el gozo, cuando digo: Ave María.

Se disipa la pereza, el corazón se derrite de amor, cuando digo: Ave María

Acreciéntase la devoción, estalla la compunción, se reanima la esperanza, aumenta el consuelo, cuando digo: Ave María.

El espíritu se recrea y el ruin afecto se enriquece, cuando digo: Ave María”.

 

“La salutación angélica fue compuesta bajo la inspiración del Espíritu Santo, y es adecuada a tu grandísima dignidad y santidad.

Esta oración es en palabras, corta; en misterios, sublime; en el dictado, breve; en eficacia, prolija; dulce más que la miel; preciosa más que el oro”.

 

“Esta es, en verdad, según que atestiguan las Santas Escrituras, la prudentísima Virgen de todas las vírgenes, la más recatada de todas las mujeres, la más hermosa de todas las doncellas, la más honesta de todas las matronas, la más agraciada de todas las dueñas, la más noble reina de todas las reinas”.

 

“¡Oh prole de veras ilustre, noblemente engendrada de la insigne prosapia de los Patriarcas, generosamente producida de raza sacerdotal, dignísimamente derivada de dignidad pontifical, verísimamente anunciada por el coro de profetas, ilustrísimamente salida de estirpe real, rectísimamente originada de la línea de David, clarísimamente desgajada de la nobilísima tribu de Judá, felicísimamente engendrada de la plebe de Israel, singularmente elegida de en medio del elegido pueblo de Dios, por ordenación divina serenísimamente nacida a la luz del mundo de padres santos, religiosos y agradables a Dios!”.

 

“Porque en virginidad eres candidísima; en humildad, profundísima; en caridad, fervorosísima; en paciencia, mansísima; en misericordia, copiosísima; en la oración, devotísima; en la meditación, purísima; en la contemplación, altísima; en compasión, suavísima; en consejo, prudentísima; en socorrer, poderosísima.

 

Tú eres la casa de Dios, la puerta del cielo, el paraíso de delicias, pozo de gracias, gloria de los ángeles, alegría de los humanos, modelo de costumbres, esplendor de virtudes, lumbrera de vida, esperanza de los menesterosos, salud de los enfermos, madre de los huérfanos.

¡Oh virgen de las vírgenes, toda suavidad y hermosura, brillante como estrella, encarnada como rosa, resplandeciente como perla, luminosa como el sol y la luna en el cielo y en la tierra!

¡Oh Virgen apacible, inocente como corderita, sencilla como la paloma, prudente como noble matrona, servicial como humilde esclava!

 

¡Oh raíz santa, cedro altísimo, vid fecunda, higuera dulcísima, palma jocundísima! En ti se hallan reunidos todos los bienes, y por ti se dan a nosotros los galardones eternos”.

 

“¡Oh clementísima Virgen María, Madre de Dios, Reina del cielo, Señora del mundo, júbilo de los santos, consuelo de los pecadores! Atiende los gemidos de los arrepentidos; calma los deseos de los devotos; socorre las necesidades de los enfermos; conforta los corazones de los atribulados; asiste a los agonizantes; protege contra los ataques de los demonios a tus siervos que te imploran; guía a los que te aman al premio de la eterna bienaventuranza, en donde con tu amantísimo hijo Jesucristo reinas felizmente por toda la eternidad. Amén”.

 

“El amor a Santa María apaga todos los ardores de la concupiscencia carnal y fomenta la castidad.

El amor a Santa María ayuda a menospreciar al mundo y servir a Cristo en la humildad.

El amor a Santa María preserva de toda mala compañía y prepara para la pureza de la vida religiosa.

Ama, pues, a Santa María, y percibirás gracia espiritual.

Invoca a María, y alcanzarás victoria.

Honra a María, y obtendrás perpetua misericordia”.

 

“Feliz el devoto aquel que, despreciando todos los solaces del mundo, escogió a nuestra Señora Santa María que como Madre le consolará y como guardiana le protegerá durante toda su vida”.

 

“Si deseas ser consolado en las tribulaciones, acércate a María, Madre de Jesús, que está al pie de la cruz llorando y gimiendo. Y todos tus desasosiegos o se desvanecerán pronto o se te harán leves”.

 

“Ahora bien, ¿qué hay que pedir a María? En primer lugar, pídele el perdón de tus pecados. Luego, la virtud de la continencia, y el don de la humildad tan grato a Dios”.

 

“Duélete al ver que todavía estás tan lejos de las verdaderas virtudes: de la profunda humildad, de la santa pobreza, de la perfecta obediencia, de la purísima castidad, de la devotísima oración, de la fervorosísima caridad, virtudes todas ellas que en sumo grado adornaron a María, Madre de Jesús”.

 

“Cualquier cosa que desees, pídela humildemente por mediación a María, puesto que, gracias a sus gloriosos méritos, son auxiliados los que se encuentran en el purgatorio y en la tierra”.

 

“¿Quieres hacer lo que agrada a la Virgen? Sé humilde, paciente, sobrio, casto, modesto, manso, recogido, devoto de alma.

 

No salgas con frecuencia. Lee, escribe, ora a menudo. No te parezca ni prolijo ni pesado el servir a María.

 

Servir con el corazón y los labios a tal Señora, es cosa deleitable y que no puede menos que regocijar.

 

No quedará, en efecto, sin notable recompensa todo lo que se haya hecho, por poco que sea, en su honor.

 

Madre humilde, no menosprecia los pequeños obsequios. Virgen piadosa, acepta con gusto lo poco que se le ofrece, a condición de que se haga devota y espontáneamente.

 

Sabe de sobra que no podemos dar grandes cosas, y, como Señora misericordiosa y Reina apacible que es, no exige imposibles de sus siervos.

 

Aquella noble naturaleza, por quien vino la misericordia a todo el universo, no puede menos que compadecerse de los indigentes.

 

¿Cómo no ha de acoger graciosamente a sus fieles servidores, la que tan a menudo con sus avisos y patentes milagros convierte a los que viven miserablemente en el mundo?

 

¿Cuántos no se hubieran condenado por toda la eternidad, o se hubieran atascado obstinadamente en la desesperación, de no haber la benignísima Virgen María intercedido por ellos ante su Hijo?

Con sobrada justicia se dice de ella que es la misericordia de los miserables y el recurso de todos los pecadores.

 

No busca nada de lo que tenemos, ni necesita para nada de lo nuestro, cuando en el cielo todos se afanan en satisfacer sus deseos.

 

Si exige de nosotros que la sirvamos, es porque busca nuestro bien. Si pide que la alabemos, es porque desea nuestra salvación.

 

Y cuando ve que festejamos la memoria de su nombre, esto le sirve de pretexto para colmarnos de beneficios. Deléitase, en efecto, en corresponder a sus servidores.

 

Es muy fiel en las promesas, y generosa en los favores.

 

Está colmada de delicias, y los ángeles la alegran con incesante concierto. Esto no obstante, se goza en los homenajes de los hombres, porque ello redunda en mayor gloria a Dios y salvación de muchos.

 

Se ablanda con las lágrimas de los miserables; se apena con los dolores de los atribulados; corre en auxilio al ver los peligros de los tentados; se inclina a las preces de los devotos.

 

El que con pie firme y corazón humillado recurra a ella e invoque su santo y glorioso nombre, no volverá con las manos vacías.

 

Son muchísimos los que están a su lado; los mismos coros de ángeles esperan sus órdenes; y ella a todos puede mandarlos para aliviar a los desvalidos. Conmina a los demonios a que no se atrevan a molestar al que se ha sometido a su señorío y cuidado”.

 

“Por su singular reverencia es atendida al instante en toda causa que se le confíe. Su benigno Hijo Jesús, autor de la salvación del género humano, la honra en efecto no negándole nada. De modo que todo fiel y devoto que desee escapar de los naufragios del mundo y arribar al puerto de la eterna salvación, acuda a nuestra Señora Santa María”.

 

“Por tanto, si deseas alabar dignamente a la bienaventurada Virgen y venerarla con todo ahínco, procura ser como los sencillos hijos de Dios, sin malicia, sin doblez, sin engaño, sin enojo, sin discordia, sin murmuración ni recelo”.

 

“No hay lugar más seguro para esconderse que el regazo de María; ni caballo más veloz para escapar de la mano del perseguidor, que la oración de la fe dirigida al alcázar de la real Dueña nuestra, Santa María”.

 

“Procura asirla, y ya no la sueltes, hasta que te bendiga, y te acompañe bojo su égida feliz al palacio celestial. Amén”.

 

“Tú eres el ornato del cielo de los cielos. Tú eres el gozo y júbilo de todos los santos. Tú eres el dorado reclinatorio del Santo de los Santos. Tú el alborozo y expectación de los Padres antiguos”.

 

“No quiero, pues, pues llamar madre a nadie sobre la tierra; rehusó tener otra fuera de ti, Madre de Dios, y solamente a ti.

 

No hay otra semejante a ti en virtud y encanto, en caridad y mansedumbre, en piedad y dulzura, en fidelidad y consuelo maternal, en misericordia y piedades sin número.

 

En este día te elijo y reservo. En este día me entrego con toda confianza a ti, y solo deseo que confirmes este mi propósito para toda la eternidad”.

 

“Te ruego, además, oh María, gloriosísima Madre de Dios, que desde esta hora hasta el momento de la muerte no te canses de mirarme con rostro propicio y sereno y con dulcísimo corazón.

 

A cualquier sitio que me dirija, extiende maternalmente sobre mí tus santísimos brazos.

 

Y cuando se acerque mi último día, que no sé cuándo será, y la tremenda hora de la muerte, de la que no puedo escapar, oh clementísima Señora mía, que eres especial confianza en todos los apuros, pero en particular en la hora de la muerte, acuérdate de mí y asísteme en los últimos momentos de mi vida, consolando mi alma temblorosa. Ampárala contra los espantosos e inmundos espíritus, para que no se atrevan a acercarse.

 

Dígnate visitarla con tu graciosa presencia, acompañada de los ángeles y santos”.

 

“Acepta, pues, la plegaria que yo, siervo tuyo, ahora elevo a ti; y mírame misericordiosísimamente, Madre de Jesús, Virgen María amada más que nadie, y acuérdate siempre de mí”.

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4.    SAN CAYETANO [4]

CARTA DIRIGIDA A ELIZABETH PORTO

Pasaje selecto:

 

“Hija mía, el bien que deseo para mí lo pido también para ti; más para conseguirlo no hay otro camino que rogar con frecuencia a la Virgen María, para que te visite con su excelso Hijo; más aún, que te atrevas a pedirle que te dé a su Hijo, que es el verdadero alimento del alma en el santísimo sacramento del altar. Ella te lo dará de buena gana, y él vendrá a ti; de más buena gana aún, para fortalecerte, a fin de que puedas caminar segura por esta oscura selva, en la que hay muchos enemigos que nos acechan, pero que se mantienen a distancia si nos ven protegidos con semejante ayuda”.

5.    LUDOVICO BLOSIO [5]

Párrafo escogido de sus escritos:

 

Ludovico Blosio, refiriéndose a la Virgen, le dedica estas líneas:

 

“Porque Ella es un dechado perfecto de pureza y santidad. Es un refugio singular de los pecadores. Es un castillo roquero donde se guarecen aquellos a quienes fatiga alguna tentación, alguna persecución o molestia. Ella es una poderosísima Reina del Cielo. Ella es liberalísima dispensadora de las gracias. Ella es Madre misericordiosísima de todos los fieles.

 

Es toda mansa, toda serena, toda benigna, no solamente para los justos y perfectos, sino también para los pecadores y para los que parece que están sin remedio. Cuando ve que de corazón acuden a Ella, los ayuda inmediatamente, los recibe y recoge, y con una confianza al fin de Madre, los vuelve a ser amigos del Juez justo.

 

A ninguno desprecia, a ninguno se niega. A todos consuela. A todos abre su piadoso pecho. Apenas es llamada, cuando acude. Con su bondad y su dulzura natural atrae suavemente al servicio de Dios incluso a los que casi no la conocen, y los mueve poderosamente, para que por aquel camino se dispongan a recibir la gracia divina y, finalmente, hagan actos para el Reino de los Cielos.

 

Tal la hizo Dios y tal nos la dieron, para que nadie se espante de Ella, nadie huya de Ella y nadie tema acudir a Ella. No es posible que se condene el que es solícito y humilde servidor de la Gloriosísima Virgen María. Pues tú ten especial familiaridad con Ella”.

 

“Ama puramente a la dulcísima Virgen María, Madre de Jesucristo, reverénciala y pídele favor con gran cuidado; la cual no solamente es consoladora y abogada benignísima de los perfectos, sino también de los imperfectos y pecadores. Porque esta Señora a ninguno desecha, a todos oye. A los pecadores, que con devoción y humildad acuden a ella, los recibe, recoge y ampara blanda y suavemente, y con una confianza de Madre los reconcilia con su Hijo. Antes faltará el cielo y la tierra, que falte su ayuda a cualquiera que de veras le pide favor. Da gracias a Dios, que te la dio por Madre, amparadora y ayudadora”.

 

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6.    SAN FRANCISCO DE SALES

“EL TRATADO DEL AMOR DE DIOS”[6]

Párrafos escogidos:

 

“Ella es la Hija del amor incomparable, la única paloma, la Esposa por excelencia, la toda perfecta (Ct. 6,8). Sobre esta Reina celestial  yo pronuncio con todo mi corazón este amoroso y verdadero pensamiento: Que, al menos, al fin de su vida mortal, su caridad superaba la de los serafines; porque si muchas son las hijas que han acumulado riquezas, Ella las ha superado a todas (Pr 31,29). Los santos y los ángeles son únicamente comparados con  las estrellas, y el primero de todos, a la más hermosa de ellas (1Co 15,41: Is 14, 12). Mas esta es hermosa como la luna, escogida y distinguida entre todos los santos, como el sol entre las estrellas (Ct 6,10). Y pasando más adelante, creo además que así como la caridad de esta Madre de amor excede en perfección a la de todos los santos del cielo, así la practicó más excelentemente que ellos, aun en esta vida mortal. Ella no pecó jamás venialmente, como entiende la Iglesia[7]; ni tuvo ni dificultad ni estorbo alguno en el progreso de su amor: antes subió de amor en amor en un continuo adelantamiento”.

 

“La virginidad de su corazón y su cuerpo fue más digna y más gloriosa que de los ángeles; y así, su espíritu, no dividido ni repartido, como dice San Pablo, estaba todo ocupado en pensar en las cosas divinas y en como agradar a Dios (1 Co 7, 32-34). Y, en fin, el amor maternal, el más solícito, el más activo y el más ardiente de todos, amor infatigable e insaciable”.

 

“Verdaderamente esta Mujer es la Madre del Amor hermoso (Si 24,24), Madre la más amable por ser la más amante; la más amante por ser la más amada de su único Hijo, el más amable, el más amante, el más amado Hijo de esta única Madre”.

 

SOBRE SU DICHOSA MUERTE

 

“Pues si esta Madre vivió de la vida de su Hijo, Ella murió también de la muerte de su Hijo; porque cual es la vida, tal es la muerte. El fénix cuando ha llegado a una extrema vejez, reúne un gran montón de maderas aromáticas en lo alto de un monte, y sobre ellas, como sobre un lecho de honor decídese a terminar sus días. Porque cuando el sol en pleno mediodía lanza sus más ardientes rayos, esta ave singular y maravillosa,  para contribuir con su acción al ardor del sol, no cesa de agitar y batir sus alas sobre su pila de leña, hasta hacerla prender fuego. Y abrasándose en él, se consume y muere entre las olorosas llamas.

 

De igual modo, oh Teótimo, la Virgen Madre habiendo reunido en su espíritu, por una viva y continua memoria, todos los más dulces misterios de la vida y muerte de su Hijo, y recibiendo directamente sobre Ella las más ardientes inspiraciones que su Hijo, cual Sol de justicia lanza sobre los humanos en la plenitud del mediodía,  su ardiente caridad, y haciendo después por su parte un continuo movimiento de contemplación, al fin, el fuego sagrado del amor divino la consumió toda, como un holocausto de suavidad; de suerte que murió de ese modo, siendo su alma toda arrebatada y transportada entre los brazos del amor de su Hijo. Oh muerte que da la vida, oh amor de vida que da la muerte”.

 

“De esta manera, la muerte de la Virgen fue dulce sobremanera y mucho más de cuanto podemos imaginar, atrayéndola su Hijo suavemente al olor de sus aromas

(Ct 1, 3) y dejándose Ella llevar con placidez divina tras la sagrada fragancia de ellos al seno de la bondad de su Hijo.

 

Y aunque esta santa alma amase extremadamente su santísimo, purísimo y amabilísimo cuerpo, no obstante le dejó sin pena ni resistencia alguna; así como la casta Judit, aunque amaba grandemente los hábitos de penitencia y viudez que vestía, dejólos, sin embargo, y se despojó de ellos con gusto para vestirse los hábitos nupciales, cuando se dirigió a triunfar de Helofernes (Jdt 10, 2-3); o como Jonatán, cuando por el amor de David se despojó de sus vestiduras (1 S 18, 4).

 

El amor había dado al pie de la cruz a esta divina Esposa los supremos dolores de la muerte; y así era razonable que, al fin, la muerte le diese las soberanas delicias del amor”.


 

  índice

“DE SU EPISTOLARIO

Párrafos selectos:

 

“¿Cuándo será que Nuestra Señora nazca en nuestro corazón?”.

“La modestia es guardiana de la castidad, por eso se aplican a la Santísima Virgen las palabras del Cantar de los Cantares y se la llama Lirio de los valles. Lirio por su pureza; de los valles, por su humildad”.

“Ayer tarde me di clara cuenta de la dicha de ser hijo, aunque indigno de nuestra gloriosa Madre, estrella del mar, hermosa como la Luna deslumbrante como el sol”.

“Emprendamos grandes cosas bajo los auspicios de esta Madre, pues si le dedicamos tiernamente nuestro amor, no hay miedo de que deje de escuchar nuestras súplicas”.

7.    SAN JUAN BERCHMANS

“MANERA DE RECITAR EL AVE MARÍA

San Juan Berchmans compuso este opúsculo[8] sobre el Ave María, siguiendo el método de San Ignacio:

 

I: DIOS TE SALVE, MARÍA

 

En primer lugar, venera a María cuyo nombre significa: 1.° Estrella del mar; semejante a la estrella polar (que dirige a los marineros por el Océano), María, si tu elevas tu mirada hacia ella, dirigirá tu embarcación a través de los peligros de esta vida al puerto de la vida eterna; 2.° Iluminadora; semejante a un sol, te ilumina por el resplandor de sus virtudes para enseñarte a hacer el bien; 3.° Soberana cuyo poder es inmenso en el seno de la corte celeste.

 

En segundo lugar, enciende en ti la pena 1.° de no seguir, pobre náufrago en este mar sembrado de escollos, la dirección que te indica este astro resplandeciente; 2.° de no desear, pobre ciego sumergido en las tinieblas de la ignorancia, los rayos de esta celestial fuente de luz; 3.° de no ambicionar, pobre indigente, la altísima protección de esta soberana que puede, sabe y quiere socorrerte.

 

En tercer lugar, espera de esta Estrella del mar una navegación feliz hasta el puerto de la salvación; de esta Iluminadora luz requerida para conocer a Dios y conocerte a ti mismo; de esta soberana el socorro para abatir a tus enemigos.

 

En cuarto lugar, da gracias a Dios y a la Santísima Virgen por todos los beneficios contenidos en el nombre de María.

 

En quinto lugar, pide a Dios que quiera que te dejes conducir por esta Estrella, iluminar por esta Iluminadora del mundo, gobernar por esta Soberana del Universo.

 

II: LLENA ERES DE GRACIA

 

En primer lugar, venera a la Santísima Virgen y la plenitud de la gracia divina que reside en ella. Su inteligencia esta llena de las luces de la Fe, su voluntad de los ardores del amor, su memoria del recuerdo de los beneficios divinos; las facultades concupiscibles de su alma están llenas de templanza, las irascibles del reposo más tranquilo, sus ojos de una simplicidad de paloma, sus oídos de atención a la voz del cielo, su lengua de moderación en las palabras, su gusto de sobriedad, su tacto de pudor, sus pies de santa diligencia, sus manos de buenas obras, su vida entera de ejemplos de virtud, todo en una palabra de las virtudes y dones del Espíritu Santo.

 

En segundo lugar, ten pena de tu pobreza, tú que rechazas la gracia o la dejas inactiva en tu corazón, por eso estás lleno de desgracias y vacío de gracias.

 

En tercer lugar, espera por las oraciones de María la plenitud de la gracia que conviene a tu estado.

 

En cuarto lugar, da gracias a Dios que ha colocado a María en la Iglesia como vaso lleno de celestial rocío donde todos pueden ir a beber la gracia.

 

En quinto lugar, pide a la Santísima Virgen una gota de este rocío celestial que te hace, por la recepción de la Gracia, agradable a Dios, amigo de su corazón, inquebrantable en el bien y cada día más rico en los dones de lo alto.

 

III: EL SEÑOR ES CONTIGO

 

En primer lugar, venera a la Santísima Virgen porque ella está unida en lo más íntimo con Dios: 1.° en cuerpo, en la Encarnación; 2.° en el espíritu, por las luces de su inteligencia que le confieren el privilegio de conocer las cosas divinas; 3.° de voluntad, por su perfecta conformidad a la voluntad de Dios.

 

En segundo lugar, lamenta que no se pueda decir otro tanto de ti, bien porque, arrojado de tu corazón por el pecado mortal, el Señor no ha estado siempre contigo, bien -si no has cometido nunca pecado mortal- porque, aun actuando con la ayuda de su gracia, no has prestado nunca atención a la presencia del Señor.

 

En tercer lugar, espera de la bienaventurada Virgen María, tan próxima a Dios, una íntima unión con Él.

 

En cuarto lugar, da gracias a la Santísima Virgen por haber atraído hacia nosotros a este Dios del que estamos infinitamente alejados.

 

En quinto lugar, pídele que te una a Dios con la unión más estrecha; sobre todo por medio de la fiel sumisión a su adorable voluntad.

 

IV: BENDITA ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES

 

En primer lugar, venera a la Santísima Virgen bendita entre todas; 1.° en los santos pensamientos de su corazón; 2.° en las piadosas palabras de su boca; 3.° en la perfección de sus obras, todas conformes a las prescripciones de la ley divina; 4.° en la humildad de su espíritu; 5.° en su alumbramiento del divino Redentor, que ha hecho fluir sobre el género humano toda suerte de bendiciones. Por estas bendiciones divinas han sido anuladas las maldiciones que Eva, nuestra madre, había atraído sobre nosotros: 1.° por su prevaricación premeditada; 2.° por su conversación con el demonio; 3.° por sus obras contrarias a la ley de Dios; 4.° por su orgullosa resistencia a la orden de Dios; 5.° por la triste herencia del pecado transmitida a su posteridad.

 

En segundo lugar, aflígete por las maldiciones en las que has nacido: 1.° Maldiciones para el Espíritu: una inteligencia ciega, una voluntad pervertida, apetitos desenfrenados, sentidos inclinados al mal. 2.° Maldiciones para el cuerpo: enfermedades, miseria, muerte.

 

En tercer lugar, espera obtener de Dios toda bendición por intercesión de la Santísima Virgen.

 

En cuarto lugar, da gracias a Dios por las numerosas bendiciones que fluyen de El sobre nosotros por medio de la Santísima Virgen como la sangre fluye desde la cabeza por las arterias del cuello a todo el conjunto de tu cuerpo.

 

En quinto lugar pide a la Santísima Virgen que en el día del juicio, en compañía de los Elegidos, merezcas oír de la boca de su Hijo: «Venid benditos de mi Padre» (Mt 23, 34).

 

V: Y BENDITO ES EL VIENTRE, JESÚS

 

En primer lugar, venera a la Santísima Virgen que es el árbol de la vida cuyo fruto no es otro que Jesús, nuestra vida.

 

En segundo lugar, aflígete por saber que este dulcísimo fruto no es lo bastante dulce para el gusto de tu alma y que los placeres de la tierra son más dulces que este néctar de los cielos.

 

En tercer lugar, espera, por intercesión de la Santísima Virgen, la fecundidad de tu alma y espera del fruto bendito de sus entrañas los frutos de la vida eterna.

 

En cuarto lugar, da gracias a la Santísima Virgen, tierra de promisión, donde fluyen la leche y la miel, por habernos producido este fruto de salvación.

 

En quinto lugar, pídele la abundancia de los frutos espirituales y una fecundidad mucho más grande.

 

VI: SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

 

En primer lugar, venera en la Santísima Virgen esta alta dignidad de la maternidad divina.

 

En segundo lugar aflígete y avergüénzate de tu bajeza en presencia de esta reina suprema.

 

En tercer lugar, espera que la Santísima Virgen, después de haber hecho de Dios tu hermano, te recibirá como su hijo.

 

En cuarto lugar, da gracias a la Santísima Virgen por haberte dado un Redentor y haber permitido a Dios, por su consentimiento, elevar una personalidad humana a la dignidad casi infinita de ser madre de Dios.

 

En quinto lugar, pide a la Santísima Virgen que haciéndote sumiso a la voluntad divina de algún modo te haga madre de tu Dios, según esta palabra del Señor: «Quienquiera que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre». (Mt 12, 50).

 

VII: RUEGA  POR  NOSOTROS   PECADORES   AHORA  Y  EN   LA   HORA  DE NUESTRA MUERTE

 

En primer lugar, venera a la Santísima Virgen en tanto que ella es: 1.° nuestra patrona; 2.° la mediadora entre Dios y los hombres; 3.° el poder de abogada que nos obtiene los beneficios del Cielo.

 

En segundo lugar, aflígete de no obtener por tu culpa ni la ayuda ni el socorro de una Reina tan poderosa.

En tercer lugar, espera obtener de Dios todo lo que pidas por intercesión de la Santísima Virgen, interesada en tu causa.

 

En cuarto lugar, da gracias a la Santísima Virgen por la tierna solicitud con la que nos rodea.

 

En quinto lugar, pide a la Santísima Virgen: 1.° que tomen bajo su tutela a todo tipo de hombres, los eclesiásticos y los laicos, los vivos y los difuntos, tus padres, tus bienhechores, los que te persiguen y en fin quienes recurren a nuestras oraciones; 2.° que nos obtenga de Dios el perdón de nuestras faltas; 3.° que haga las voluntades de todos los hombres sumisas a la voluntad divina; 4.° que al término de nuestra vida se digne de hacernos gozar de su santa presencia. ¡Así sea!”

 

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8.    SAN LUIS MARÍA GRIGNIÓN DE MONTFORT

“EL SECRETO DE MARÍA SOBRE LA ESCLAVITUD MARIANA”

Párrafos escogidos:

 

“Alma predestinada, pongo en tus manos un secreto que me ha enseñado el Altísimo y que no he podido encontrar en libro alguno antiguo ni moderno. Te lo entrego con la ayuda del Espíritu Santo”.

 

“María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Dios. San Agustín llega a decir que “en este mundo todos los predestinados se hallan encerrados en el seno de María y que no nacen definitivamente hasta que esta buena Madre los da a luz para la vida eterna”. Por consiguiente, así como un niño saca todo su alimento de la Madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo, los predestinados sacan todo su alimento y fuerzas espirituales de María”.

 

“María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre - Dios por la encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina mediante la gracia. María es el molde en el cual no hace falta ni un solo rasgo de la divinidad. Quien se arroje en él y se deje moldear, recibirá allí todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios”.

 

“Consagrarte así a Jesús por María es colocar en mano de la Santísima Virgen tus buenas acciones. Que por dignas que te parezcan, quedan siempre manchadas e indignas de que Dios las mire y acepte, ya que ante El no son puras ni las mismas estrellas[9].

 

¡Ah! Pidamos a nuestra bondadosa Madre y Señora que acepte nuestra humilde ofrenda, la purifique, santifique, perfeccione, embellezca y haga digna de Dios”.

 

“Viviendo nuestra consagración a María, aseguramos nuestras gracias, méritos y virtudes, constituyendo a María en depositaria nuestra y diciéndole: «Acepta, querida dueña mía, todo lo bueno que he podido hacer, con la gracia de tu amado Hijo. Soy incapaz de conservarlo, dadas mi debilidad e inconstancia y el gran número y malicia de los enemigos que me atacan día y noche.

 

Todos los días veo caer en el fango los cedros del Líbano y convertirse en aves nocturnas las águilas que volaban en torno al sol. Mil justos caen a mi izquierda, diez mil a mi derecha[10]…¡Conserva mis bienes, que no me saqueen! ¡Tenme, que no caiga! ¡Defiende a quien se ha consagrado a ti! Yo te conozco bien, y en ti confío[11]; eres la Virgen fiel a Dios y a los hombres, y no dejarás perder nada de cuanto se te confía; tú eres poderosa, y nadie podrá hacerte daño ni arrebatarte lo que posees”.

 

“María será el santuario donde encuentres a Dios por la oración, sin temor a que te rechacen; será la torre de David[12], que te defenderá de tus enemigos; la lámpara encendida, que iluminará tu espíritu y te inflamará en el amor de Dios; la recámara sagrada donde Dios[13] se te revele; finalmente, María será tu único todo ante Dios, tu recurso universal. Si oras, será en María; si recibes la sagrada eucaristía, la pondrás en María para que se complazca en ella. Hagas lo que hagas, será siempre en María, llegando así a liberarte del egoísmo”.

 

“Esta consagración, vivida con fidelidad, produce en el alma infinidad de efectos. Pero el principal es hacer que María viva de tal modo en ti que ya no vivas tú, sino María en ti[14], que el alma de María -por decirlo así- venga a ser tu propia alma”.

 

“María viene, finalmente, a ser indispensable para esta alma en sus relaciones con Jesucristo: Ella le ilumina el espíritu con su fe, le ensancha el corazón al infundirle su humildad, le dilata e inflama con su caridad, le purifica con su pureza, le ennoblece y engrandece con su maternidad”.

 

“Pero es de creer además que, al final de los tiempos -quizás más pronto de lo que se piensa-, Dios suscitará grandes hombres, llenos del Espíritu Santo y del espíritu de María. Hombres por medio de los cuales esta excelsa Soberana llevará a feliz término empresas maravillosas para destruir el pecado y establecer el reino de Jesucristo sobre el del mundo corrompido. Estos santos personajes alcanzarán un éxito total por medio de esta consagración a la Santísima Virgen, que solo describo a grandes rasgos, empequeñeciéndola con mis limitaciones”.


 

ORACIONES

 

“Dios te salve, María, Hija predilecta del Padre eterno; Dios te salve, María, Madre admirable del Hijo; Dios te salve, María, Esposa fidelísima del Espíritu Santo. Dios te salve María, Madre mía querida, mi amable Señora y poderosa Soberana. Dios te salve, mi gozo y mi corona, mi corazón y mi alma. Tú eres toda mía, por misericordia, y yo te pertenezco, por justicia. Pero aún no lo soy suficiente. Por ello me consagro hoy totalmente a ti en calidad de eterno esclavo, sin reservarme nada para mí ni para los demás.

Sí ves aún en mi algo que no sea tuyo, tómalo ahora mismo, hazte dueña absoluta de cuanto tengo; destruye, arranca, aniquila en mí cuanto desagrade a Dios; planta, levanta y realiza cuanto quieras.

 

Que la luz de tu fe disipe las tinieblas de mí espíritu. Que tu humildad profunda sustituya a mi orgullo. Que tu contemplación sublime encadene las distracciones de mi fantasía vagabunda. Que tu visión no interrumpida de Dios llene con su presencia mi memoria. Que el fuego de tu ardiente caridad incendie la tibieza y frialdad de mi corazón. Que tus virtudes ocupen el lugar de mis pecados y tus méritos sean ante Dios mi ornato y suplemento. En fin, muy querida y amada Madre mía, haz a ser posible que no tenga yo más espíritu que el tuyo, para conocer a Jesucristo y a su divina voluntad; que no tenga yo más alma que la tuya, para alabar y glorificar al Señor; que no tenga yo más corazón que el tuyo, para amar a Dios con amor puro y ardiente como el tuyo”.

 

CONCLUSIÓN

 

“Si el Espíritu Santo ha plantado en ti el verdadero árbol de la vida, o sea, la devoción a María que acabo de explicarte, tienes que poner el mayor empeño en cultivarlo para que de fruto oportuno”.

 

“Alma predestinada, te aseguro que, si cultivas así el árbol de la vida recién plantado en ti por el Espíritu Santo, en breve crecerá tanto que las aves del cielo vendrán a morar en él. Será tan perfecto que dará a su tiempo el fruto de honor y de gracia, el amable y adorable Jesús, que es y será siempre el único fruto de María”.

 

“¡Feliz el alma en quien ha sido plantado el árbol de la vida que es María! ¡Más feliz aquella en quien pueda crecer y florecer! ¡Más feliz aún aquella en quien puede dar fruto y lo conserva hasta la muerte y por los siglos de los siglos! Amén”.

 

Quien conozca esta doctrina, que la conserve con fidelidad.[15]

 


índice

“EL TRATADO DE LA VERDADERA DEVOCIÓN"[16]

Párrafos escogidos:

 

PREPARACIÓN DEL REINADO DE JESUCRISTO

 

[MARÍA EN EL DESIGNIO DE DIOS]

 

“Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo, y por medio de Ella debe también reinar en el mundo”.

 

“La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman alma mater: Madre oculta y escondida. Su humildad fue tan profunda, que no hubo para Ella anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma y a todas las criaturas para ser conocida solamente de Dios”.

 

“María es la excelente obra maestra del Altísimo, quién se ha reservado a sí mismo el conocimiento y posesión de Ella. María es la Madre admirable del Hijo, quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer, como si se tratara de una extraña, aunque su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres. María es la fuente sellada[17], en la que solo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar los querubines y serafines; a ninguna criatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial”.

 

“Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: DE MARÍA NUNQUAM SATIS. María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como debe serlo. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio”.

 

“El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora desconocida y que esta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De suerte que, si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo -como ciertamente sucederá-, esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer la segunda”.

 

“Si examinamos de cerca el resto de la vida de Jesucristo, veremos que ha querido inaugurar sus milagros por medio de María. Mediante la palabra de María santificó a San Juan en el seno de Santa Isabel, su madre[18]; habló María, y Juan quedó santificado.

Este fue su primer y mayor milagro en el orden de la gracia. Ante la humilde plegaria de María, convirtió el agua en vino en las bodas de Caná[19]. Era su primer milagro en el orden de la naturaleza. Comenzó y continuó sus milagros por medio de María, y por medio de Ella los seguirá realizando hasta el fin de los siglos”.

“Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por Padre y a María por Madre. Y quien no tenga a María por Madre, tampoco tiene a Dios por Padre[20]”.

“Tú, en cambio, querida Madre mía, tendrás por heredad y posesión solamente a los predestinados, simbolizados por Israel; como buena madre suya, tú los darás a luz, los alimentarás y harás crecer, y, como su soberana, los guiarás, gobernarás y defenderás”.

“Uno por uno, todos han nacido en ella[21], dice el Espíritu Santo. Según la explicación de algunos Padres, un primer hombre nacido de María es el Hombre -Dios, Jesucristo; el segundo es un hombre- hombre, hijo de Dios y de María por adopción”.

“Dios Espíritu Santo quiere formarse elegidos en Ella y por Ella, y le dice: En el pueblo glorioso echa raíces[22]. Echa, querida Esposa mía, las raíces de todas tus virtudes en mis elegidos, para que crezcan de virtud en virtud y de gracia en gracia. Me complací tanto en ti mientras vivías sobre la tierra practicando las más sublimes virtudes, que aun ahora deseo hallarte en la tierra sin que dejes de estar en el cielo. Reprodúcete para ello en mis elegidos. Tenga yo el placer de ver en ellos las raíces de tu fe invencible, de tu humildad profunda, de tu mortificación universal, de tu oración sublime, de tu caridad ardiente, de tu esperanza firme y de todas tus virtudes. Tú eres, como siempre, mi Esposa fiel, pura y fecunda. Tu fe me procure fieles; tu pureza me dé vírgenes; tu fecundidad, elegidos y templos”.

“María ha colaborado con el Espíritu Santo en la obra de los siglos, es decir, la encarnación del Verbo. En consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos tiempos: la formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el final del mundo, están reservados a Ella, porque solo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas excelentes y extraordinarias”.

“Si honrar a la Santísima Virgen es necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección excepcional. Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con nuestro Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.

Solo María halló gracia delante de Dios[23] sin auxilio de ninguna criatura. Solo por Ella han hallado gracia ante Dios cuantos después de Ella la han hallado, y solo por Ella la encontrarán cuantos la hallarán en el futuro.

Ya estaba llena de gracia cuando la saludó el arcángel Gabriel. Quedó sobreabundantemente llena de gracia cuando el Espíritu Santo la cubrió con su sombra inefable. Y siguió creciendo de día en día y de momento en momento en esta doble plenitud, de tal manera que llegó a un grado inmenso e incomprensible de gracia.

Por ello, el Altísimo la ha constituido tesorera única de sus riquezas y única dispensadora de sus gracias para que embellezca, levante y enriquezca a quien Ella quiera; haga transitar por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiera; introduzca, a pesar de todos los obstáculos, por la angosta senda de la vida a quien Ella quiera, y dé el trono, el cetro y la corona regia a quien Ella quiera”.

 

“Porque el altísimo y su santísima Madre han de formar grandes santos que superarán en santidad a la mayoría de los otros santos, cuanto los cedros del Líbano exceden a los arbustos. Así fue revelado a un alma santa cuya vida escribió de Renty”.

 

“Estos grandes santos, llenos de gracia y celo apostólico, serán escogidos por Dios para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas partes. Tendrán una excepcional devoción a la Santísima Virgen, quien les esclarecerá con su luz, les alimentará con su leche, les guiará con su espíritu, les sostendrá con su brazo y les protegerá, de suerte que combatirán con una mano y construirán con la otra[24]. Con una mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades. Con la otra edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen, llamada precisamente por los Padres templo de Salomón y ciudad de Dios. Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera devoción a María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y gloria para Dios sólo”.

 

“Pero en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido"

 

“El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios, superiores a cualquier otra criatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo”.

 

PERO ¿QUÉ SERÁN ESTOS SERVIDORES, ESCLAVOS E HIJOS DE MARÍA?

 

“Serán fuego encendido[25], ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.

Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero[26].

Serán hijos de Leví[27], bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios[28]. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación.

Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo[29] para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.

 

Serán nubes tronantes y volantes[30], en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.

 

Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos[31]. A quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos.

Dormirán sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos[32]. Tendrán sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y solo dejarán en pos de sí, en los lugares en donde prediquen, el oro de la caridad, que es cumplimiento de toda ley[33].

 

Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme el Santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.

 

Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la cruz; en la mano derecha el crucifijo; el rosario en la izquierda; los sagrados nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo.

 

Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto? ¡Solo Dios sabe! A nosotros toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con ansia al Señor[34]”.

 

¡Ah! ¿Cuándo llegará  ese tiempo dichoso –dice un santo varón en nuestros días, ferviente enamorado de María-, cuándo llegará ese tiempo dichoso en que la excelsa María sea establecida como Señora y Soberana en los corazones, para someterlos plenamente al imperio de su excelso y único Jesús? ¿Cuándo respirarán las almas a María como los cuerpos respiran el aire? Cosas maravillosas sucederán entonces  en la tierra, donde el Espíritu Santo –al encontrar a su querida Esposa como reproducida en las almas- vendrá a ellas con la abundancia de sus dones y las llenará de ellos, especialmente el de Sabiduría, para realizar maravillas de gracia.

 

¿Cuándo llegará, hermano mío ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas y obtenidas del Altísimo por María, perdiéndose ellas mismas en el abismo de su interior, se transformen en copias vivientes de la Santísima Virgen para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción que yo enseño: ¡Señor, para que venga tu reino, venga el reino de María!”.


 

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9.    SAN JUAN DE EUDES

“EL MAGNIFICAT”

Párrafos escogidos:

 

“Oh cántico de amor, cántico virginal del corazón de la Madre del Amor, cántico que tienes tu primer origen en el Corazón mismo de Dios del Amor que es Jesús, y en el corazón del amor personal e increado que es el Espíritu Santo.

¡Con qué fervor debo entonarte!

¡Qué misterios inefables contienes!

¡Con qué respeto y veneración debes ser cantado!

¡Cómo han de ser puras y santas las lenguas y bocas que te pronuncian!

¡Qué fuego y qué llama de amor deben brillar en los corazones de quienes con frecuencia te recitan!

Hay que ser todo corazón y todo amor para cantar y pronunciar este cántico de amor”.

 

“Ella es mar pacífico porque es un abismo inmenso de toda clase de gracias, virtudes y perfecciones, pero siempre mar tranquilo y pacífico por el cual se llega al puerto de la salud eterna, sin turbación ni dificultad. Ella es carro de fuego abrazado de amor, de caridad, bondad, dulzura por sus verdaderos hijos. Es terrible con los demonios y dulce y benigna con los hombres. Quien quiera que honre, ame sirva e invoque a María con humildad y confianza, subirá al paraíso en un carro de fuego”.

 

“Ella es la administradora de la misericordia porque Dios la ha llenado totalmente de bondad, dulzura y de un poder sin igual para que asista, proteja, sostenga y consuele a los afligidos, a los miserables y a todos los que han implorado su socorro.

 

Hace tiempo, dice San Fulgencio, que cielo y tierra hubieran sido reducidos a la nada si las oraciones de María no los hubieran sostenido. Cada ciudad debiera decir:

 

¡Oh reino cuánto hace que hubieras dejado de existir por tus impiedades, injusticias y abominaciones, si las oraciones de María no te hubieran conservado; hace tiempo que el fuego del cielo te hubiera reducido a cenizas, si María no intercediera sin cesar por ti.

 

¡Oh ciudad cuántas flechas envenenadas lanzas contra el Dios del cielo por medio de tus innumerables crímenes! Hace tiempo que la tierra te hubiera tragado, si las grandes misericordias de María no te hubieran protegido.

 

¡Oh familia cuántas injusticias cometes! ¡Oh hombre, cuántas rapiñas, cuántos hurtos, traiciones, venganzas, murmuraciones! Hace tiempo que hubieras sido exterminado completamente, si las oraciones de María no se hubieran opuesto. Hombres y mujeres, cuántas veces han merecido por sus enormes pecados que el cielo lance sus rayos sobre sus cabezas pero las oraciones de María han sostenido sus vidas”.

 

“Nuestro adorable Salvador no solo se llama el Fiel y Veraz; la Santa Iglesia da también estas cualidades a su Divina Madre y llama a María Virgen fiel. Es uno de los títulos de honor dados en las letanías: Madre amable, Madre admirable, Virgen fiel; y esto tiene mucha fundamentación porque ella es fiel en sus palabras y promesas.

 

Todos debemos acercarnos a esta Madre fiel, pobres, jóvenes y viejos, santos y pecadores, sanos y enfermos, sabios e ignorantes, porque desea la salvación de todos.

 

Vayamos a ella que es la Madre de nuestro Creador y Redentor, a ella que es nuestra Reina y Soberana, a ella que es nuestra Madre, llena de amor por nosotros, La Madre del Bello Amor.

 

Vayamos a ella con confianza, porque Dios le ha dado todo el poder en el cielo y la tierra y tiene mucha ternura por nosotros más que la de los corazones de todas las madres juntas.

 

Vayamos a ella porque ella ha dado la vida a nuestra adorable cabeza. Jesucristo el Señor. Y ella puede comunicárnosla también a nosotros sus miembros. Acerquémonos a ella porque si nos ha dado un Salvador ella puede colaborar también en la obra de la salvación nuestra.

 

Vayamos a ella porque ella nos ayudará en todas nuestras necesidades; ella estará siempre cerca de nosotros para conducirnos en todo; ella nos consolará en nuestras aflicciones, nos protegerá en medio de todos los peligros de esta vida; nos defenderá de todos nuestros enemigos; iluminará nuestras tinieblas, nos sostendrá en las tentaciones, nos asistirá en la hora de nuestra muerte; nos recibirá en el momento de morir; y nos presentará a su Hijo; en fin nos alojará en su seno y en su corazón maternal; nos tendrá siempre presentes ante sus ojos; y nos hará ver que de veras tiene un corazón verdadero de Madre para nosotros.

 

Ella nos repite lo que sabe de memoria para que lo hagamos realidad. “Acérquense a mí los que desean” (Si 24, 19). “Hallarme a mí es hallar la vida” (Pro. 8, 35) “Y ahora hijitos míos escúchenme y sigan mi ejemplo y serán felices” (Pro. 8, 32). Porque “Feliz el que me escucha y que día tras día se mantiene vigilante” (Pro. 8, 34).

 

Por favor, pon los ojos en la manera como yo viví sobre la tierra y sobre las virtudes que Dios me ayudó a practicar. Bienaventurados los que caminan por el sendero de la fe, de la esperanza y de la caridad, de la humildad, de la obediencia, de la pureza, de la paciencia y de las demás virtudes de María sobre la tierra.

 

Abracemos entonces todas estas virtudes con todo nuestro corazón, sobre todo tengamos un gran amor por su Hijo Jesús, porque si lo amamos, y guardamos fielmente todos sus mandamientos, él nos amará: «Yo amo a los que me aman, y los que me buscan me encuentran» (Pro. 8, 17).

 

Sepamos que Jesús y María aman a los que los aman, amémoslos como a nuestro padre y a nuestra madre y ellos nos amarán tan tierna y ardientemente como sus hijos queridos. Pero si no los amamos verdaderamente y si no nos esforzamos en poner nuestro corazón en otras personas y cosas, se cumplirán para nosotros estas palabras: “El que me hace caso no fracasará, el que se conduce con sabiduría no pecará”. (Si 24, 22).

 

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10.  SAN ALFONSO MARÍA LIGORIO

“MEDITACIONES Y JACULATORIAS PARA CADA DÍA[35]

San Alfonso en su obra Visitas al Santísimo Sacramento, a María Santísima, incluyó al final de cada visita diaria al Santísimo, estas meditaciones y jaculatorias dirigidas a la Virgen María durante un mes:

 

A MARÍA SANTÍSIMA

 

1. “Otra fuente para nosotros muy preciosa es nuestra Madre María, tan rica de virtudes y gracias, dice San Bernardo, que no hay hombre en el mundo que no participe de su abundancia. A la verdad, si Dios llenó de gracia a María Santísima, como se lo reveló el Ángel diciéndole: Dios te salve, llena eres de gracia, no fue solo para ella, sino también para nosotros, a fin de que, según advierte San Pedro Crisólogo, de aquel tesoro de gracia hiciste partícipes a todos los devotos.

 

Jaculatoria: Causa de nuestra alegría rogad por nosotros.

 

2. Lleguémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar la gracia en tiempo oportuno. María es, en sentir de San Antonino ese trono, desde donde dispensa Dios todas las gracias. ¡Oh Reina amabilísima! puesto que tanto deseáis ayudar a los pecadores, ved aquí a un gran pecador que a vos recurre; ayúdame con todo vuestro poder y ayúdame pronto.

 

Jaculatoria: ¡Único refugio de los pecadores, apiadaos de mí!

 

3. “Sus lazos son ligaduras de salud”. Dísenos el devoto Pelbarto que la devoción a María es señal de predestinación. Supliquemos, pues, a Nuestra Señora que con amorosos lazos nos asegure siempre y cada vez más fuertemente en la confianza de su protección.

 

Jaculatoria: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

 

4. Yo soy la Madre del amor hermoso, dice María, es decir, del amor que hermosea las almas. Vio Santa María Magdalena de Pazzis, que iba María Santísima distribuyendo un licor dulcísimo, que no era sino el amor divino. Don es éste que solo María dispensa; pidámoslo, pues, a María.

 

Jaculatoria: ¡Madre mía, esperanza mía, hacedme todo de Jesús!

 

5. Señora mía, San Bernardo os llama “robadora de los corazones”. Dice que con vuestra belleza y vuestra bondad andáis robando los corazones. Robad también os lo ruego, este corazón mío y toda mi voluntad. Yo entera os la entrego, y, unida a la vuestra, ofrecedla a Dios.

 

Jaculatoria: ¡Madre amabilísima, rogad por mí!

 

6. “Como olivo hermoso en los campos..” Yo soy, dice María, el hermoso olivo que destila siempre aceite de misericordia, y estoy en campo abierto a fin de que todos me vean y puedan acudir a mí. “Recordad, piadosísima María, os diremos con San Bernardo, que jamás se ha oído decir que haya sido de Vos desamparado ninguno de cuantos se han acogido a vuestro socorro”. No sea yo, pues, el primer desventurado que, acudiendo a Vos, quede sin amparo.

 

Jaculatoria: ¡Oh María!, concédeme la gracia de recurrir siempre a Vos.

 

7. Señora mía amabilísima, la Iglesia toda os proclama y saluda: Esperanza nuestra. Ya pues que sois la esperanza de todos, sed también mi esperanza. San Bernardo os llamaba toda la razón de su esperanza, y añadía: En Ti espere el que desespera. Otro tanto quiero deciros yo: Madre mía, ya que aun a los desesperados salváis, en Vos pongo toda mi esperanza.

 

Jaculatoria: ¡Madre de Dios, rogad a Jesús por mí!

 

8. “Quien sea pequeñuelo venga a mí”. María llama a todos los pequeñuelos que no tienen madre, para que acudan a ella, como a la más amorosa de todas las madres. Dice el devoto Padre Nieremberg que el amor de todas las madres es sombra y nada comparado con el amor que María tiene a cada uno de nosotros. Madre de mi alma, que tanto me amáis y deseáis mi salvación más que nadie después de Dios, mostrad que sois madre.

 

Jaculatoria: ¡Haced, Madre mía, que siempre me acuerde de Vos!

 

9. Del todo semejante a Jesús es su Madre María, que, siendo Madre de misericordia, se complace en socorrer y consolar a los miserables. Y es tanto lo que desea esta Madre dispensar gracias a todos, que, según Bernardino de Busto, más desea ella darte bienes y concederte gracias, que tú deseas recibirlos.

 

Jaculatoria: ¡Dios te salve, esperanza nuestra!

 

10. Dísenos la Reina de los cielos: “En mi mano están las riquezas para enriquecer a los que me aman”. Amemos, pues, a María, si queremos ser ricos. El Idiota[36] la llama “tesorera de las gracias”. Bienaventurado el que con amor y confianza acude a María. Madre mía, esperanza mía, Vos podéis hacerme santo: de Vos espero esta gracia.

 

Jaculatoria: ¡Madre amable, rogad, por mí!

 

11. “Bienaventurado el que vela ante mis puertas todos los días, y aguarda a los umbrales de mi casa”. Dichoso el que, como los pobres que están a las puertas de los ricos, pide solícito limosna a las puertas de la misericordia de María, y más dichoso aún el que procura imitar las virtudes que ve en María y en especial su pureza y humildad.

 

Jaculatoria: ¡Socórreme, Esperanza mía!

 

12. “Los que se guían por mí no pecarán”. Él que trata de obsequiarme, dice María, alcanzará la perseverancia. “Los que me glorifican tendrán la vida eterna”, y los que trabajan en hacer que los demás me conozcan y amen, serán predestinados. Promete, pues, hablar siempre que puedas, pública o privadamente, de las glorias y de la devoción de María.

Jaculatoria: ¡Dignaos hacer que os alabe, Virgen Sagrada!

 

13. Nos exhorta San Bernardo a que busquemos la gracia y la busquemos por medio de María. Ella es, dice San Pedro Damiano, la tesorera de las divinas misericordias: puede y quiere enriquecernos que por eso nos invita y llama diciendo: “Quien sea pequeñuelo venga a mí”. Señora amabilísima, Señora nobilísima, Señora benignísima, mirad a un pobre pecador que a Vos se encomienda y en Vos enteramente confía.

 

Jaculatoria: Bajo vuestro amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios.

 

14. “Nadie se salva”, dice San Germán, “sino por Vos, nadie se libra de sus males sino por Vos, a nadie se concede gracia alguna sino por vuestra intercesión”. De suerte, Señora y esperanza mía, que, si no me ayudáis, estoy perdido y no podré llegar a bendeciros en la gloria. Pero bien sé lo que me dicen los Santos, que no desamparáis a quien recurre a Vos y que solo se pierde quien a Vos no acude. Yo miserable recurro a Vos y en Vos pongo todas mis esperanzas.

 

Jaculatoria: “esta es toda mi confianza, esta la razón de mi esperanza” (San Bernardo).

 

15. Dejadme, dulcísima Señora mía, que os llame con vuestro siervo San Bernardo “toda la razón de mi esperanza”, y que os diga con San Juan Damasceno: “En Vos he puesto toda mi confianza”. Vos me habéis de alcanzar el perdón de mis pecados, la perseverancia hasta la muerte y verme libre del purgatorio. Por Vos logran la salvación los que se salvan; así que Vos, ¡oh María! me habéis de salvar, “Quién Vos quisiereis se salvará”, dice San Bernardo. Quered pues salvarme y me salvaré, y, como Vos salváis a cuantos os invocan, os invocaré diciendo:

 

Jaculatoria: “¡Oh salvación de los que te invocan, sálvame!” (San Buenaventura).

 

16. Dijisteis, Señora mía, a Santa Brígida: “Por mucho que haya pecado el hombre, si verdaderamente arrepentido se vuelve a mí, yo estoy pronta a acogerlo. No miro la muchedumbre de sus culpas, sino la disposición con que a mí viene, ni me desdeño de poner bálsamo en sus llagas y curárselas; porque me llaman, y soy en verdad, Madre de misericordia”. Ya, pues, que podéis y deseáis sanarme, a Vos acudo, ¡oh médica celestial! Sanad las innumerables llagas de mi alma. Con sólo una palabra que digáis a vuestro Hijo seré curado.

 

Jaculatoria. ¡Oh María, ten piedad de mí!

 

17. ¡Cuánto me complace, Reina mía dulcísima, este hermoso nombre con que os invocan vuestros votos: mater amabilis: “Madre amable” Sí, porque Vos, Señora mía, sois sumamente amable, y por vuestra hermosura se enamoró de Vos el mismo Señor vuestro. “El Rey deseó tu belleza”. Dice San Buenaventura que es tan amable vuestro nombre para los que os aman, que solo al pronunciarlo o al oírlo pronunciar sienten que se inflama y acrecienta en ellos el deseo de amaros. ¡Oh dulce, o piadosa, oh amabilísima María! no es posible nombraros sin que se encienda y recree el afecto de quien os ama. Justo es, pues, Madre mía amabilísima, que os ame yo. Mas no me contento solo con amaros sino que deseo ahora en la tierra, y después en el cielo, ser, después de Dios, el que más os ame. Y si tal deseo es harto atrevido, cúlpese a vuestra amabilidad y al especial amor que me habéis demostrado; que si fueseis menos amable, menos desearía yo amaros. Aceptad, pues, ¡Oh Señora! este deseo, y, en prueba de lo que habéis aceptado, alcanzadme de Dios este amor que os pido, ya que tanto complace a Dios el amor que os tenemos.

 

Jaculatoria: ¡Madre mía amabilísima, yo os amo con toda mi alma!

 

18. Así como los enfermos pobres que, por su miseria se ven desamparados de todos hallan su único refugio en los hospitales públicos, así los más miserables pecadores aunque de todos sean despedidos, no se ven desamparados de la misericordia de María, a quien Dios puso en el mundo con el fin de que fuese el refugio y hospital público de los pecadores, como dice San Basilio; y por esto, San Efrén la llama también “asilo de los pecadores”.

Así, pues, si acudo a Vos, Reina mía, no podéis desecharme por mis pecados; antes bien, cuanto más miserable soy, más motivo tengo para ser acogido debajo de vuestra protección, ya que Dios quiso crearos para que fueseis el socorro de los desgraciados. A Vos recurro, pues, ¡oh María! bajo vuestro manto me pongo. Vos sois el refugio de los pecadores; sed; por tanto, mi refugio esperanza de mi salvación. Si vos me desecháis, ¿a dónde acudiré?

 

Jaculatoria: ¡María, refugio mío, salvadme!

 

19. Dice el devoto Bernardino de Busto: “Pecador, quien quiera que seas, no desconfíes; recurre a esta Señora con certidumbre de ser socorrido y la hallarás con las manos colmadas de misericordia y de gracias”. Y “sabe, añade, que más desea la piadosísima Reina hacerte bien, que tú el ser socorrido por Ella”. Siempre doy gracias a Dios, ¡oh Señora mía! porque hizo que yo os conociera. Pobre de mí si no os hubiese conocido, o si me olvidase de Vos: gran riesgo correría mi salvación. Pero yo, Madre mía, os bendigo, os amo y confío tanto en Vos, que en vuestras manos pongo toda mi alma.

 

Jaculatoria: ¡Oh María! dichoso quien os conoce y en Vos confía.

 

20. ¡Oh! ¡qué grata esperanza me infunde San Bernardo cuando recurro a Vos, Reina mía dulcísima, piadosísima y amabilísima. Díceme que no os paráis en examinar los méritos de los que recurren a vuestra misericordia, sino que os ofrecéis a auxiliar a cuantos os invocan. De suerte que si os pido gracias, Vos me escucháis benigna. Ved, pues, lo que os pido: soy un pobre pecador que merezco mil infiernos; pero quiero mudar de vida, quiero amar a mi Dios, a quien tanto he ofendido. A Vos me ofrezco por esclavo; a Vos me entrego, mísero como soy. Salvad, os diré, a quien es vuestro y ya no suyo. Señora mía, ¿me habéis oído? ¡Oh!, sí, espero que me habréis atendido favorablemente.

 

Jaculatoria: ¡Oh María, vuestro soy; salvadme!

 

21. Llama Dionisio Cartujano a la Santísima Virgen “abogada de todos los pecadores que a ella acuden”. ¡Oh excelsa Madre de Dios!, pues es oficio vuestro defender las causas de los reos más delincuentes que a Vos recurren, vedme aquí a vuestros pies. A Vos recurro diciéndoos con Santo Tomás de Villanueva: “Ea, pues, abogada nuestra, cumplid vuestro oficio”. Sí, cumplidlo encargándoos de mi causa. Verdad es que he sido reo de gravísimos delitos a los ojos del Señor, y que le he ofendido espantosamente a pesar de tantas gracias y beneficios como me ha concedido; pero el mal está hecho ya, y Vos podéis salvarme. Basta que digáis a Dios que Vos me defendéis, y Él me perdonará y me salvará.

Jaculatoria: ¡Madre mía amantísima, Vos me habéis de salvar!

 

22. Dulcísima Señora y Madre mía, yo soy un vil rebelde a vuestro excelso Hijo; pero acudo arrepentido a vuestra clemencia para que me consigáis el perdón. No me digáis que no podéis, pues San Bernardo os llama “la dispensadora del perdón”. A Vos también os corresponde ayudar a los que están en peligro, que por eso os denomina San Efrén “auxilio de los que peligran”. Y ¿quién, Señora mía, peligra más que yo? Perdí a mi Dios y he estado ciertamente condenado al infierno; no sé todavía si Dios me habrá perdonado; puedo perderle de nuevo. Pero de Vos que podéis alcanzarlo todo, espero todo bien: el perdón, la perseverancia, la gloria. Espero ser en el reino de los bienaventurados uno de los que más ensalcen vuestra misericordia, ¡oh María, salvándome por vuestra intercesión.

 

Jaculatoria: Las misericordias de María cantaré eternamente, eternamente las cantaré. Amén, amén.

 

23. Amabilísima Virgen, San Buenaventura os llama “Madre de los huérfanos”, y San Efrén “Refugio de los huérfanos”. ¡Ah! estos pobres huérfanos son los desventurados pecadores que han perdido a su Dios. Por tanto, a Vos recurro, Virgen Santísima, vedme aquí: perdí al Señor mi Padre; mas Vos, que sois mi Madre, haréis que vuelva a hallarle. En esta inmensa desgracia os llamo en mi ayuda. ¿Quedaré sin consuelo? ¡Oh! no; que Inocencio III me dice de Vos: “¿Quién la invocó, y no fue por ella atendido?”. Y ¿quién ha orado ante Vos sin que le hayáis escuchado y favorecido? ¿Quién se ha perdido acudiendo a Vos? Solo se pierde el que a Vos no recurre. Así, pues, Señora mía, si me queréis salvar, haced que siempre os invoque y que en Vos confíe.

 

Jaculatoria: ¡María Santísima, Madre mía, haced que confíe en Vos!

 

24. ¡Oh Señora mía poderosísima! Cuando me asalta algún temor acerca de mi eterna salvación, ¡cuánta confianza siento con solo recurrir a Vos y considerar, de una parte, que Vos, Madre mía, sois tan rica en gracias, que San Juan Damasceno os llama “el mar de la gracia”. San Buenaventura, “la fuente de donde brotan todas las gracias”; San Efrén, “el manantial de la gracia y de todo consuelo”, San Bernardo, “la plenitud de todo bien”, y ver, que sois tan inclinada a dispensar mercedes, que os creéis ofendida, como dice San Buenaventura, de quien no os pide gracias! ¡Oh riquísima, oh sapientísima, oh clementísima Reina! Ya sé que Vos conocéis mejor que yo las necesidades de mi alma y que me amáis más de lo que yo pueda amaros. ¿Sabéis pues qué gracia os pido? Otorgadme aquella que estiméis más conveniente para mi alma. Pedídsela a Dios por mí y así quedaré plenamente satisfecho.

 

Jaculatoria: ¡Dios mío!, concededme las gracias que María os pida para mí.

 

25. Dice San Bernardo que María es el Arca celestial en la que ciertamente nos libraremos del naufragio de la eterna condenación, si en ella nos refugiamos a tiempo. Figura fue de María el arca en que Noé se salvó del universal naufragio de la tierra. Pero nota Esiquio, que María es una arca más fuerte y más piadosa. Pocos fueron los hombres y animales que aquella recibió y salvó; mas esta nuestra arca salvadora recibe a cuantos se acogen bajo su manto y a todos seguramente los salva. ¡Pobres de nosotros, si no tuviésemos a María! Con todo Reina mía, ¡cuántos se pierden! ¿Y por qué? Porque no recurren a Vos, pues ¿quién se perdería si a Vos acudiese?

 

Jaculatoria: ¡Virgen Santísima, haced que siempre recurramos todos a Vos!

 

26. En Vos, Madre nuestra Santísima, hallamos remedio a todos nuestros males; en Vos, dice San Germán, tenemos el sostén de nuestra flaqueza; en Vos, exclama San Buenaventura, la puerta para salir de la esclavitud del pecado; en Vos nuestra segura paz; en Vos, como decía San Lorenzo Justiniano, hallamos el auxilio en las miserias de la vida; en Vos, finalmente, la gracia Divina y a Dios mismo, que por eso San Buenaventura os llama: “trono de la gracia de Dios” y Proclo: “puente felicísimo” por donde Dios, a quien nuestras culpas alejaron, pasa a habitar con su gracia en nuestras almas.

 

Jaculatoria: ¡Oh María! Vos sois mi fortaleza, mi libertad, mi paz y mi salvación.

 

27. Es María aquella torre de David de la cual dice el Espíritu Santo en el Cantar de los Cantares, que está edificada con baluartes y tiene mil defensas y armas para socorro de los que a ella acuden. Vos sois, pues, ¡oh Santísima María! la defensa fortísima de cuantos se hallan en el combate. ¡Oh, qué asaltos me dan continuamente mis enemigos para privarme de la gracia de Dios y de vuestra protección, Señora mía amabilísima! Pero Vos sois mi fortaleza, y no os desdeñáis, según decía San Efrén, de combatir por los que en Vos confían. Defendedme, pues, y combatid por mí que en Vos deposito toda mi confianza.

 

Jaculatoria: ¡Oh María, vuestro hermoso nombre es la defensa mía!

 

28. ¡Cuánto alivio siento en mis miserias y cuánto consuelo en mis tribulaciones y qué esfuerzo recibo en la tentación, no bien pienso en Vos e imploro vuestro socorro, ¡oh santa y dulcísima Madre mía, María! Sí, razón tenéis, Santos del cielo, en llamar a mi Señora “puerto de atribulados”, como San Efrén; “alivio de nuestras miserias y consuelo de desgraciados”, como San Buenaventura; “remedio de nuestro llanto”, como San Germán. Consoladme, ¡Oh Madre mía!; véome lleno de pecados, cercado de enemigos, tibio en el amor de Dios. Consoladme, consoladme y sea la consolación que me deis el hacerme empezar una vida nueva que verdaderamente agrade a vuestro Hijo y a Vos.

 

Jaculatoria: Convertidme, Madre mía, convertidme, que Vos podéis hacerlo.

 

29. San Bernardo llama a María “camino real para hallar al Salvador y la salvación”. Si es, pues, cierto, ¡oh Reina mía!, que sois, como el mismo Santo dice, quien conduce nuestras almas a Dios, no esperéis que yo vaya a Dios si no me lleváis en vuestros brazos. Llevadme sí, llevadme, y, si resistiere, llevadme a la fuerza. Con los dulces atractivos de vuestra caridad obligad cuanto podáis a mi alma, a mi rebelde voluntad, para que deje las criaturas y busque solo a Dios y su voluntad santísima. Mostrad al paraíso cuán poderosa sois; mostrad, entre tantos prodigios, esta otra maravilla de vuestra misericordia, uniendo enteramente con Dios, a quien tan lejos de Dios estaba.

 

Jaculatoria: ¡Oh María! podéis hacerme santo; de Vos lo espero.

 

30. La caridad de María para con nosotros, según nos lo afirma San Bernardo, no puede ser ni mayor ni más poderosa de lo que es; por lo cual siempre generosamente se compadece de nosotros con su cariño y nos socorre con su poder. Siendo, por tanto, purísima Reina mía, rica en poder y rica en misericordia, podéis y deseáis salvarnos a todos. Os diré, pues, hoy y siempre, con el devoto Blosio: ¡Oh María Santísima!, en esta gran batalla que con el infierno tengo empeñada, ayudadme siempre; y cuando veáis que me hallo vacilante y próximo a caer, tendedme entonces, ¡oh Señora mía!, aún más presto vuestra mano y sostenedme con más fuerza. ¡Oh Dios! ¡cuántas tentaciones tendré que vencer hasta la hora de la muerte! María, esperanza, refugio y fortaleza mía, no permitáis que pierda la gracia de Dios, pues propongo acudir siempre y prontamente a Vos en todas las tentaciones diciendo:

 

Jaculatoria: Ayudadme, María; María, ayudadme.

 

31. Dice el Beato Amadeo que nuestra amantísima Reina María está continuamente ejercitando en la presencia de Dios el oficio de abogada nuestra, e intercediendo con sus oraciones que son para con el Señor poderosísimas; porque como ve nuestras miserias y peligros, la clementísima Señora se compadece de nosotros y nos socorre con amor de Madre. De suerte que ahora mismo, ¡oh Madre amorosísima y abogada mía!, veis las miserias de mi alma y mis peligros y estáis rogando por mí. Rogad, rogad, y no dejéis nunca de rogar por mí hasta que me veáis salvo, dandoos humildes gracias en el cielo. Díseme el devoto Blosio que Vos, ¡oh dulcísima María!, sois, después de Jesús, la salvación segura de vuestros siervos fieles. ¡Ah! hoy os pido esta gracia: concededme la dicha de ser vuestro siervo fiel hasta la muerte, para que después de esta vida vaya a bendeciros en el cielo, seguro ya de que jamás habré de apartarme de vuestros santos pies, mientras Dios sea Dios.

 

Jaculatoria: ¡María, Madre mía, haced que sea yo siempre vuestro!

 

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“MARÍA TORNA DULCE LA MUERTE DE SUS DEVOTOS”

Es el título que San Alfonso María de Ligorio, le da a uno de los temas que encontramos en su libro “Las Glorias de María”[37].

 

Son diversos los puntos, la variedad de pensamientos, así como innumerables las citas que el santo intercala en esta obra, por lo que he preferido no seleccionar los pasajes de este magistral escrito. Por esta razón, como “hay tanto que escoger”, opté por abrir el libro al azar y que salga el tema que Dios quiera, y Dios no se ha equivocado.

 

Por lo extenso del tema me he visto obligado a omitir la última parte relacionada al Ejemplo y la oración:

 

“En todo tiempo ama el amigo y nace hermano en la desgracia[38]. Los verdaderos amigos y los parientes verdaderos no se conocen en el tiempo de la prosperidad, sino en el de las angustias y miserias. Los amigos mundanos no abandonan a sus amigos cuando se hallan en la prosperidad, mas cuando les sobreviene cualquier desgracia, y singularmente una grave enfermedad, los abandonan al punto. No así María con sus devotos.

 

Esta buena Señora y Madre, cuando los ve angustiados, y singularmente con las angustias de la muerte, que son las mayores que pueden sobrevenir en la tierra, no sabe abandonar a sus fieles devotos. Y así como es en nuestra vida, mientras peregrinamos por este destierro, así también es dulzura nuestra en nuestros postreros momentos, alcanzándonos muerte dichosa y suave. Porque desde el punto en que María tuvo la suerte, y a la vez el dolor, de asistir a la muerte de su Hijo, Jesús, Cabeza de los predestinados, obtuvo la gracia de asistir a todos ellos en la hora de la muerte. Por eso la santa Iglesia nos manda implorar a la Santísima Virgen que nos socorra, especialmente en la hora postrera: «Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte».

 

Grandes en extremo son las angustias de los pobres moribundos, ya por el remordimiento de los pecados cometidos, ya por el espanto que les causa el juicio que se les avecina y por la incertidumbre de la eterna salvación. Entonces especialmente se arma el infierno y despliega todas sus fuerzas para conquistar aquella alma que pasa a la eternidad, sabiendo que le queda poco tiempo para ganarla y que, si la pierde entonces, la pierde para siempre: Bajó a vosotros el diablo con gran coraje, sabiendo que cuenta con poco tiempo[39]. El demonio, acostumbrado a tentar al alma en la vida, no se contenta con tentarla él solo en la muerte, sino que llama a otros demonios para tentarla: Sus casas estarán llenas de búhos[40].Cuando se halla alguno en trance de muerte, llénase su casa de demonios que se aúnan para dañarlo y perderlo.

 

Cuéntese que al tiempo de fallecer San Andrés Avelino acudieron diez mil demonios para tentarlo. Y se lee en su vida que en la agonía tuvo que sostener tan fiero combate con el infierno, que causó espanto a los buenos religiosos que le asistían. Vieron que el rostro del Santo se hinchaba, debido al estremecimiento de la agitación; que se tornaba negro, que temblaba todo su cuerpo, que forcejeaba, que los ojos derramaban torrente de lágrimas y que la cabeza daba violentas sacudidas; señales todas de la horrible batalla que con el infierno estaba librando. Lloraban todos de compasión, redoblaban sus plegarias y temblaban también de espanto al ver como se moría un santo. Con todo, se consolaban viendo cómo el Santo volvía la vista a menudo, pidiendo auxilio, a una devota imagen de María; recordaban que él había dicho que María Santísima sería su refugio en la hora de la muerte. Plugó, finalmente, a Dios que terminase la contienda con una gloriosa victoria; cesaron las convulsiones del cuerpo; desdichado el rostro, recobró su primitivo color y vieron cómo el Santo, mirando fija y tranquilamente a la imagen, inclinó la cabeza devotamente a María -que se cree se le pareció en aquel trance-, expiró plácidamente en sus brazos, subiendo por los aires su dichosa alma al paraíso. En el mismo tiempo, una religiosa capuchina que estaba para morir, vuelta a las monjas que le asistían, les dijo: «Rezad una avemaría, porque acaba de morir un santo».

 

Con sólo presentarse la Reina, huyen los rebeldes. Si en la hora de la muerte tenemos a María de nuestra parte, ¿qué habremos de temer de todos los enemigos infernales? David, amedrentado ante las angustias de su muerte, cobraba alientos al pensar en la muerte del futuro Redentor y en la intercesión de la Virgen María: Aunque camine en valle tenebroso, no temeré mal, pues tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me confortan[41].

 

El cardenal Hugo entiende por cayado el madero de la cruz, y por vara la intercesión de María; que fue la vara profetizada por Isaías: Ahora bien, saldrá un brote del tocón de Jesé y un vástago de sus raíces brotará[42] . Esta divina Madre, dice San Pedro Damiano, es aquella poderosa vara con la cual quedan domados los ímpetus de nuestros adversarios, los demonios. Por lo cual nos anima San Antonino con estas palabras: Si María está con nosotros, ¿quién contra nosotros?.

 

El P. Manuel Padial de la Compañía de Jesús, próximo a la muerte, recibió la visita de María, que le dijo para animarlo «Ya llegó, por fin, la hora en que, alegrándose los ángeles contigo, te digan: ¡Felices trabajos, mortificaciones bien pagadas!» Y, a la vez, se vio la legión de demonios que huían desesperados rezongando: «¡Ah!, ya nada podemos, porque le defiende la que no tiene mancha». También el P. Gaspar Hayewood fue asaltado en la muerte por los demonios con tentaciones contra la fe; encomendóse al punto a María y se le oyó repetir a continuación: «Gracias, Virgen Santísima, por haber venido en mi ayuda».

 

Dice San Buenaventura que María envía para defender a sus devotos moribundos al príncipe San Miguel, con el resto de los ángeles, a fin de que los proteja prontamente contra las asechanzas del demonio y le lleven las almas de cuantos acudieron a ella de continuo.

 

Cuando un alma sale de esta vida dice Isaías que el infierno se agita y manda a los más terribles demonios a tentarla antes de abandonar el cuerpo y acusarla después, cuando se presente ante el tribunal de Jesucristo para ser juzgado: el seol, abajo, conmuévese por tu causa al topar con tu llegada; los espíritus de los muertos se agitan por ti[43].

 

Ricardo de San Lorenzo dice que, cuando María defiende al alma, los demonios ni siquiera se atreverán a acusarla, pues conocen que el Juez no condenará a un alma que patrocine su excelsa madre. San Jerónimo escribió a la virgen Eustoquio que María no tan sólo socorre a sus amados servidores en la hora de la muerte, sino que acude a su encuentro en el lapso a la otra vida, para animarlos y acompañarlos al tribunal de Dios. Lo que está muy de acuerdo con lo que la Santísima Virgen dijo a Santa Brígida hablando de sus devotos en trance de muerte: «Entonces yo su madre y Señora amantísima, saldré a su encuentro para consolarlos y fortalecerlos».

 

Añade San Vicente Ferrer que María recibe las almas de los que mueren. La amorosa Reina recibe bajo su manto a las almas y ella misma las presenta al Juez, su Hijo, alcanzándoles así seguramente la salvación. -Tal aconteció con Carlos, hijo de Santa Brígida, que murió en el peligroso ejercicio de las armas y por cuya salvación temía la Santa.. María le reveló que Carlos se había salvado, por el amor que le había profesado, por lo que hasta ella misma le había asistido a morir y le había sugerido los actos cristianos necesarios en aquel trance. Al mismo tiempo vio la Santa a Jesús en un trono y que el demonio presentaba dos quejas contra la Santísima Virgen: La primera, que María le había impedido tentar a Carlos cuando estaba para morir; y la segunda, que María había presentado por sí misma el alma de Carlos en el divino tribunal, salvándola de este modo sin darle tiempo para exponer las razones por las que él pretendía arrebatarla. Vio, finalmente que

el Juez lanzó de su presencia al demonio y que el alma de Carlos fue llevada al cielo.

 

Al fin encontrarás el descanso que ella da y se te trocará en gozo. ¡Feliz de ti, hermano si la muerte te hallare ligado a la Madre de Dios con los lazos del amor divino!. Estos lazos son lazos de salvación que te asegurarán tu eterna salvación y te harán disfrutar en la muerte de tranquilidad y eterno descanso. Refiere el P. Binetti que un gran siervo de María, antes de morir, le dijo estas palabras: «Padre mío, no sabe el consuelo que experimento por haber servido a la Madre de Dios. No sabría explicar la alegría que siento en este trance».

 

El P. Suárez, devotísimo de la Virgen que llegaba a decir que toda su ciencia la cambiaría por el mérito de una sola avemaría, murió con tanta alegría, que al expirar exclamaba: «Nunca hubiera pensado que fuese tan dulce morir». Si entonces no lo hubiera experimentado, no habría creído que fuese tan dulce la muerte. Idéntico consuelo y alegría experimentarás, a buen seguro, también tú, devoto lector, si al morir te recordares que has amado a esta buena Madre, que ha de responder con creces a la fidelidad de sus hijos que le fueron fieles en servirla y en obsequiarla con visitas, rosarios, ayunos, y señaladamente con darle gracias por sus mercedes, celebrando sus glorias y encomendándose frecuentemente a su poderoso patrocinio.

 

No te impedirá este consuelo el haber sido pecador si de hoy más emprendes vida santa y sirves a esta agradecidísima y benignísima Señora. Ella, en las angustias y tentaciones con que el demonio te asaltará para hacerte desesperar, te confortará hasta el punto de venir en persona a asistirte en la hora de la muerte. Marino, hermano de San Pedro Damiano, como el Santo atestigua, después de haber ofendido a Dios, postróse ante el altar de María a ofrecerse por esclavo, colgándose al cuello el ceñidor en señal de esclavitud, y habló así: «Señora mía espejo de pureza, yo, pobre pecador ofendí a Dios y a vos, violando la castidad; no me queda más remedio que ofrecer como esclavo, y aquí me tenéis por tal; aceptadme, aún cuando rebelde, y no me rechacéis». Al cabo de algún tiempo enfermó de gravedad y antes de morir se le oyó una mañana decir: «Levantaos, levantaos e inclinaos ante mi Señora». Y a continuación: «¡Cuán grande bondad, Reina del cielo, que vos os hayáis dignado venir a visitar a este vuestro pobre esclavo! Bendecidme, Señora, y no permitáis que me pierda después de haberme honrado con vuestra presencia». Entró en esto su hermano Pedro, a quien contó el enfermo la visita de María, descansando poco después plácidamente en el Señor. Tal será también tu muerte, lector querido, si permaneces fiel a María, aún cuando en lo pasado hayas ofendido a Dios. Ella sabrá darte una muerte suave y llena de consuelos.

 

Y si, por ventura, el recuerdo de los pecados pasados te atormenta y te induce a desconfianza, ella te alentará, como lo hizo con Adolfo, conde de Alsacia, que dejó el mundo, se hizo franciscano y fue gran devoto de la madre de Dios, como cuentan las crónicas de la Orden. Llegado a sus postreros días, viniéronle a la mente la vida vivida en el siglo, el gobierno de sus vasallos, el rigor del juicio divino, y, con dudas de eterna salvación, comenzó por temer a la muerte. Entonces María, que no duerme cuando ve a sus devotos angustiados, se le apareció rodeada de muchos santos y le infundió ánimos con estas palabras: «Queridísimo Adolfo, ¿por qué temes morir, si eres mío?». Al oír tales palabras, reanimóse el siervo de María, disipáronsele, los temores y falleció con gran paz y alegría.

 

Cobremos ánimos también nosotros, aún cuando pecadores, y confiemos en que María nos vendrá a asistir en la muerte y a consolarnos con su presencia si la servimos con amor durante el tiempo que nos reste de vida. Nuestra Reina, hablando cierto día con Santa Matilde prometió que vendría a asistir en la hora de la muerte a todos sus fieles devotos que la hubiesen servido fielmente durante la vida.

 

¡Dios mío!, ¿quién podrá decir el consuelo que experimentaremos en el fin de nuestra vida, cuando no tardará en tratarse la causa de nuestro porvenir eterno, y veamos junto a nosotros a la Reina del Cielo, que nos asiste y consuela, prometiéndonos su protección?.

 

Innumerables son los hechos, además de los referidos, de la asistencia de María a sus fieles moribundos. Este favor se dispensó a Santa Clara, a San Félix, capuchino; a Santa Clara de Montefalco, a Santa Teresa, a San Pedro de Alcántara y, para nuestro consuelo, citaremos algunos otros.

 

Cuenta el P. Crasset en Santa María de Oignies vio a la Bienaventurada Virgen a la cabecera de una devota viuda Willenbrock que padecía recias calenturas, y María Santísima la consolaba y la aireaba con un abanico.

 

San Juan de Dios, próximo a la muerte, esperaba la visita de María, de quien era muy devoto, y, al ver que tardaba en llegar, se afligía y dolía de ella. Pero he aquí que cuando llegó el tiempo, acudió la divina Madre, algo así como reprendiéndole por su poca confianza, y le dijo estas palabras: «Juan, no acostumbro en esta hora abandonar a mis fieles servidores». Como si dijese: ¿Qué te imaginabas querido Juan? ¿Que te iba yo a abandonar? ¿Ignora que no abandono a mis devotos en la hora de su muerte? No vine antes porque aún no era tiempo; ahora que lo es, aquí me tienes para llevarte; vamos al paraíso. Y poco después expiró el Santo, volando al cielo a agradecer para siempre a su amantísima Reina”.

 

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11.   SAN ANTONIO MARÍA CLARET

LA PASTORAL DE LA INMACULADA”[44]

Párrafos escogidos:

 

“Con el más profundo respeto y tierno amor felicitemos a nuestra cariñosa Madre María, y démosle todos el parabién, y digámosle con la más fervorosa devoción: Dios te salve, Inmaculada María, Hija de Dios Padre. Dios te salve, Inmaculada María, Madre de Dios Hijo. Dios te salve Inmaculada María, Esposa de Dios Espíritu Santo. Dios te salve, Inmaculada María, Madre y Abogada de los pobrecitos pecadores. Bendita eres entre todas las mujeres (Lc 1, 42). Tú eres la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel y el honor de nuestro pueblo (Jdt 15, 9). Tú eres el amparo de los desvalidos, el consuelo de los afligidos y el norte de los navegantes. Tú eres la salud de los enfermos, el aliento de los moribundos y la puerta del cielo. Tú eres, después de Jesús, fruto bendito de tu vientre (Cf. Lc 1, 42), toda nuestra esperanza, ¡Oh clemente, ¡Oh pía, oh dulce Virgen e Inmaculada María!”.

 

“Anunciada con tantas figuras por los santos patriarcas y profetas, María fue llamada aurora (Ct 6, 9), porque así como esta sale de las tinieblas y va manifestando su luz hasta que con la mano trae al sol al horizonte, así, y mucho más, María, de en medio de las tinieblas generales del pecado original, se ha presentado reluciente con la luz de la gracia y nos ha traído el Sol de justicia, Cristo Señor nuestro (Mal 3, 20). María es hermosa como la estrella de la madrugada (Ecl 50, 6). María fue figurada en la escala de Jacob, pues así como ésta llegaba de la tierra al cielo y allá en la cumbre descansaba Dios y por ella bajaban y subían los ángeles (Gn 28, 12 - 22), así María, por la gracia y privilegios, llega de la tierra al cielo, en María descansa Dios, por María nos bajan del cielo las gracias y por María suben al cielo nuestras súplicas. María es aquella casa que se fabricó para sí la eterna sabiduría, en la que puso siete columnas (Pr 9, 1; 24, 3), que son las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales morales. Es el arca de la santificación (Sal 131, 8), el trono de Dios (Sal 88, 38; Pr 20, 28; Mt 5, 34); ella es la Jerusalén Santa (Ap 21, 2.10); la paloma pura (Ct 6, 8); y las delicias del mismo Dios (Pr 8, 31). María es la mística fuerte del paraíso (Gn 2, 6), el arca de Noé (Gn c. 6.), el arca del testamento de la ley de gracia (Jos 3, 11; Ap 11, 19), la vara de Aarón para los sacerdotes (Ex 7, 12), la vara de Moisés para los gobernantes (Ex 4, 2 - 4; 7, 15) y la vara de Jesé para las almas buenas (Is 10, 15). María es la torre de David, en la que hay abundancia de escudos para defenderse (Ct, 4, 4); es el templo de Salomón (2 Cro c. 6 - 8) y el trono de marfil (Ct 7, 4) en donde se ora y desde donde se despachan las peticiones que se hacen a Dios”.

 

“María desde el primer instante de su concepción, es toda hermosa; en ella no hay mancha alguna; es hermosa de cuerpo, hermosa de alma, hermosa de pensamientos y amiga de Dios por la gracia.

 

María es la ciudad Santa de Dios, de cristal transparente por su pureza y de oro finísimo por su caridad; ella está edificada sobre los doce fundamentos de piedras preciosas que son las virtudes; adornada de Dios para ser su querida hija, su amada Esposa y tierna madre del Cordero, y por esto tiene la claridad de Dios (Ap 21, 2.10-11). Esta ciudad santa mariana tiene doce puertas: tres puertas de oriente, tres puertas al aquilón, tres puertas al austro y tres puertas al occidente (Ap 21, 12 - 13), de manera que María recibe gente de todas partes. Tanto es lo que desea la salvación de todos, que ella misma nos hace saber que el que la hallare, hallará la vida y alcanzará salud del Señor (Pr 8, 35).

 

Y San Juan asegura que las gentes caminarán con su luz y los reyes de la tierra llevarán a ella su honor y su gloria (Ap 21, 24; Is 60, 3). Desde el nacimiento de la Iglesia no ha habido siglo alguno en que la inmaculada concepción de la Madre de Dios no haya sido objeto de su veneración y de su culto. Los eclesiásticos y seculares, los reyes y vasallos, los sabios e ignorantes, las gentes de honor se han guiado por esta luz de María; su favorita devoción ha sido la Inmaculada concepción de María”.

 

“Esta dichosísima mujer llamada María es Reina de los ángeles y de los hombres y destinada para madre del mismo Dios, que es una dignidad casi infinita, con las demás gracias análogas a esta dignidad. Pero a María no la envanece tanta grandeza; al contrario, se humilla más y más. El ángel de parte de Dios, la saluda llena de gracia, y ella contesta: He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra. (Lc 1, 38).

 

¡Qué humildad! ¡Qué subordinación y obediencia a la voluntad de Dios! Va a visitar a su prima para santificar a San Juan precursor del Señor (Lc 1, 41- 44) ¡Qué obediencia a la voluntad de Dios! ¡Qué humildad en las palabras! Conoce muy bien que el Señor ha obrado en ella cosas grandes; pero nada se atribuye a sí, sino que todo lo refiere a la bondad y misericordia de Dios y en Dios únicamente se complace (Lc 1, 41- 44). (Al contrario enteramente de Lucifer y de su raza). María por humildad y sumisión a la voluntad de Dios, se sujetó a la purificación, cosa tan repugnante a una madre virgen (Lc 2, 22-24); y llegó hasta el calvario, cosa tan sensible a una madre amante (Jn 19, 25). La humildad, la obediencia, la caridad y demás virtudes merecieron a María Santísima tanta gloria, que la Iglesia, llena de santo entusiasmo, canta: “Es exaltada la santa Madre de Dios sobre los coros angelicales a los reinos de los cielos” ¡Qué envidia y qué rabia para Lucifer al ver a esta humilde paloma cómo sube al cielo y que es colocada allá en la gloria en un trono tan sublime, y el verse por su soberbia en lo más profundo de los abismos y en el lugar de tormento! ¡Qué envidia y qué rabia para Lucifer cuando viera a Dios reparar, y con ventaja, lo que él había desbaratado y que con las mismas armas le vencía y confundía! El se valió de la mujer (Gn 3, 1), y Dios hace que la mujer le quebrante la cabeza (Gn 3, 15) y sea madre del mismo Dios (Lc 1, 31-32)”.

 

“Esta es la maldición que Dios echó a la serpiente allá en el principio (Gn 3, 14); ellos perseguirán también a los hijos y devotos de María (Ap 12, 17), pues ya sabemos que todos los que quieren vivir devotamente, en Jesús y en la Madre de Jesús, padecerán persecución (2 Tm 3, 12)”.

“CARTA A UN DEVOTO DEL CORAZÓN DE MARÍA”

Párrafo selecto:

 

“Debemos amar a María y ser sus verdaderos devotos, porque la devoción a María Santísima es un medio poderosísimo para alcanzar la salvación. Es la razón porque María puede salvar a sus verdaderos devotos, porque quiere y porque lo hace. María puede, porque es la puerta del cielo; María quiere, porque es la Madre de misericordia, María lo hace, porque ella es la que obtiene la gracia justificante a los pecadores, el fervor a los justos y la perseverancia a fervorosos; por esto, los Santos Padres la llaman la rescatadora de los cautivos, el canal de la gracia y la dispensadora de las misericordias. Por esto se ha dicho que el ser devoto de María es una señal de predestinación, así como es una marca de reprobación el no ser devoto o adverso de María”.

 

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12.  SAN JUAN BOSCO

“EL JOVEN CRISTIANO”

Párrafos escogidos:

DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

“La devoción a María Santísima es una gran defensa (y un arma poderosa contra las asechanzas del enemigo). Oíd como ella nos invita: El que sea pequeño, que venga a mí. (El que se halla abandonado, que acuda a mí, que encontrará una madre amorosa que cuide de él). María nos asegura que, si somos devotos suyos, (nos cubrirá con su manto), nos colmará de bendiciones en este mundo y nos asegurará el paraíso. Los que me glorifican tendrán la vida eterna. (Amad, pues, a esta Madre celestial, acudid a ella con toda el alma). Estad ciertos de que todas las gracias que pidáis a tan buena Madre se os concederán, con tal de que no pidáis nada en perjuicio de vuestra alma. Por lo demás, le tenéis que pedir tres gracias insistentemente y de modo particular; gracias absolutamente necesarias para todos, pero especialmente a vosotros en vuestra juventud.

 

La primera es la de que os ayude a no conocer nunca un pecado mortal en vuestra vida. Quiero que esta gracia la pidáis (y obtengáis) a cualquier precio por la intercesión de María, pues de nada os servirá cualquier otra sin esta.

 

¿Sabéis qué es caer en pecado mortal? Es renunciar a ser hijos de Dios para hacernos hijos de Satanás. Es perder la hermosura que nos hace como los ángeles a los ojos de Dios y pasar a ser en su presencia como demonios. Es perder todos los méritos adquiridos para la vida eterna; es quedar suspendidos con un hilo delgadísimo sobre la boca del infierno; es ofender incalificablemente la bondad infinita, el peor mal de cuantos puedan imaginarse. De nada os servirían todas las demás gracias que le podáis pedir si no consiguierais la de no caer nunca en pecado mortal. Es una gracia que debéis pedir por la mañana y por la noche, y en todos vuestros momentos de oración.

 

La segunda gracia que debéis pedir es la de conservar la santa y preciosa virtud de la pureza, (de la que os he hablado ya). Si conserváis esta virtud tan hermosa, seréis muy semejante a los ángeles del paraíso, y vuestro ángel custodio os considerará como hermanos y disfrutará verdaderamente de vuestra compañía.

 

Y puesto que me preocupa gran cosa que todos vosotros conservéis esta virtud, (además de lo dicho) os indico algunos medios para preservarla del veneno que pudiera contaminarla. En primer lugar, huid del trato con personas de diverso sexo. Entendedme bien: quiero decir que los jóvenes no deben tener ninguna familiaridad con las jóvenes. De lo contrario, esta hermosa virtud se expone a grandes peligros.

 

Un medio que ayuda muchísimo a la conservación de esta virtud es la guarda de los sentidos particularmente la vista. Evitad todo exceso en el comer y beber, evitad los teatros, los bailes y diversiones parecidas, que son la ruina de las costumbres. Porque los ojos son las ventanas por las que el pecado se abre camino a nuestro corazón y por donde el diablo toma posesión de nuestra alma. Por lo tanto, no os detengáis nunca en mirar cosas que sean, aun de lejos, contrarias a la modestia. San Luis Gonzaga quería que ni siquiera sus pies fueran vistos al levantarse y acostarse. No se permitía mirar al rostro de su propia madre. Dos años estuvo en la corte de España como paje de honor, y jamás se fijó en el rostro de la reina.

 

Otro joven, a quien se le preguntó por qué era tan recatado en sus miradas, respondió: He resuelto no mirar cara de mujer alguna, para fijarlos por primera vez, si no soy indigno, en el bellísimo rostro de la Madre de pureza. María Santísima.

 

En tercer lugar, huid de la compañía de los jóvenes que tengan malas conversaciones, es decir, que traten temas de los que no hablarían en presencia de vuestros padres o de personas serias.

 

Manteneos lejos de tales individuos, aunque sean (vuestros amigos) o vuestros parientes. Os puedo asegurar que la compañía de un demonio no os acarrearía tanto daño como esta gente.

 

De aquí se deduce la necesidad de la tercera gracia, que también os ayudará muchísimo a conservar la virtud de la pureza, gracia que no es otra que la de huir de los malos compañeros. ¡Felices vosotros, queridos hijos míos, si evitáis la compañía de los malvados! Si os comportáis de esta suerte, podéis estar seguros de avanzar por la senda del paraíso; de lo contrario, corréis riesgo de perderos eternamente.

 

Por eso, cuando os topéis con compañeros que profieren blasfemias; que desprecian las cosas de religión o buscan alejaros de la Iglesia, o, lo que es peor, que pronuncian palabras contrarias a la modestia, alejaos de ellos como de la peste, seguros de que cuanto más limpias sean vuestras miradas y vuestras conversaciones, tanto más María se complacerá en vosotros y tanto mayores serán las gracias que os obtenga de Jesucristo, su Hijo y nuestro Redentor.

 

Estas gracias son las más necesarias a vuestra edad; bastan para encaminaros por la senda que os ha de hacer hombres respetables en la edad madura, prueba segura, a su vez, de la gloria eterna que María (por su intercesión) consigue infaliblemente a sus devotos.

 

¿Qué obsequios le ofreceréis vosotros a ella para obtener estas gracias? No hace falta gran cosa.

 

El que puede rece el rosario, pero no se olvide nadie de rezar cada día tres avemarías y gloria patris con la jaculatoria: Madre querida, Virgen María, haced que yo salve el alma mía”.

 

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LA ASOCIACIÓN DE DEVOTOS DE MARÍA AUXILIADORA”

 

Párrafos selectos:

MARÍA AUXILIADORA

“El título de Auxiliadora, atribuido a la augusta Madre del Salvador, no es cosa nueva. En los mismos libros santos, María es llamada reina que está a la diestra de su divino Hijo, vestida de oro y rodeada de hermosura, está constituido, según el espíritu de la Iglesia, por un gran número de piedras preciosas y diamantes, es decir, por los títulos con los que solemos llamar a María.

 

Por lo tanto, cuando llamamos a María Auxilio de los cristianos, no hacemos más que mencionar un título que viene a ser un diamante en su vestido de oro. En este sentido, María fue saludada ya como ayuda del género humano desde la creación del mundo, cuando a Adán, caído en pecado, le fue prometido un libertador, que había de nacer de una mujer, cuyo pie inmaculado aplastaría la cabeza de la serpiente tentadora.

 

En concreto: esta mujer fue simbolizada por el árbol de la vida que se hallaba en el paraíso terrenal; por el arca de Noé que salva del diluvio universal a los adoradores del Dios verdadero; por la escala de Jacob que se levanta hasta el cielo; por la zarza de Moisés que arde sin consumirse, y que alude a María, virgen después del parto; por el arca de la alianza; por la torre de David que defiende contra todo asalto; por la rosa de Jericó; por la fuente sellada; por el huerto de Salomón, bien cultivado y guardado. Es figurada en el acueducto de bendición y en el vellón de Gedeón. En otras partes se la llama estrella de Jacob, hermosa como la luna y elegida como el sol; iris de paz, pupila de los ojos de Dios, aurora portadora de consuelos. Virgen y Madre engendradora de su Señor.

 

Estos símbolos y expresiones que la Iglesia aplica a María, ponen de relieve los planes providenciales de Dios, para darla a conocer, antes de su nacimiento, como primogénita de todas las criaturas, como la mejor protectora, como ayuda y sostén; más aún, como la reparadora de los males a que está sometida el linaje humano. En el Nuevo Testamento, los símbolos y profecías la proclaman no solo auxilio de los hombres en general, sino también ayuda, sostén y defensa de los cristianos.

 

A petición suya, Jesús realiza el primero de sus milagros en Caná de Galilea; sobre el calvario, es verdaderamente constituida Madre universal de los cristianos; los apóstoles encuentran en ella la guía y maestra de virtud; con ella se recogen a orar en el cenáculo; con ella se dedican a la oración y reciben, al fin, el Espíritu Santo; a los apóstoles dirige sus últimas palabras antes de volar gloriosamente al cielo.

 

Desde su altísimo trono de gloria, nos dirige sus maternales miradas y nos dice: Yo habito en las alturas, para enriquecer a los que me aman y colmarles de tesoros. Por consiguiente, desde su asunción al cielo, empezó el constante e ininterrumpido recurso de los cristianos a María. 

 

ACTO DE FILIACIÓN POR EL QUE SE ELIGE A MARÍA SANTÍSIMA COMO MADRE

 

Señor mío Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único de Dios y de la Sma. Virgen, yo os reconozco y adoro como primer principio y último fin. Os suplico que renovéis a favor mío, aquel misterioso y amable testamento que hicisteis en la cruz cuando el apóstol predilecto, San Juan, le disteis la condición y título de hijo de vuestra Madre María. Decidle también a favor mío: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hacedme la gracia de pertenecerle como hijo y de tenerla como Madre todo el tiempo de mi vida mortal.

 

Excelsa Virgen María, mi principal abogada y mediadora, yo (...)., miserable pecador, el más indigno y el último de vuestros siervos, humildemente postrado ante Vos, confiado en vuestra bondad y misericordia y animado por el vivo deseo de imitar vuestras hermosas virtudes os elijo hoy por Madre mía, suplicándoos me recibáis en el número de vuestros afortunados y amantes hijos. Os hago donación entera e irrevocable de todo mi ser.

 

Recibid amorosamente mi petición; mirad con complacencia la confianza con que me abandono en vuestros brazos. Dispensadme vuestra maternal protección a lo largo de mi vida, y particularmente en la hora de la muerte, de tal manera que pueda pasar de este valle de lágrimas a gozar, con Vos, la eterna gloria del cielo. Así sea”.

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13.  CARDENAL JOHN HENRY NEWMAN[45]

LA MADRE DE DIOS”

“Cuando Jesús empezó a predicar, su madre se quedó en silencio; no se entrometió en su obra, incluso, cuando hubo ascendido al cielo, no fue a predicar y enseñar; no se sentó en la sede apostólica; no tomó parte en el ministerio de los sacerdotes. Se limitó a buscar humildemente a su Hijo en la misa celebrada cada día por los apóstoles, porque aunque eran sus ministros en el cielo, eran en la tierra sus superiores en la Iglesia.

Cuando después de su muerte y la de los apóstoles, llegó a ser Reina y se sentó a la diestra de su Hijo, no se dirigió al pueblo fiel para que publicara su nombre hasta los confines del mundo ni la expusiera a sus miradas; si no que esperó tranquilamente el tiempo en que su gloria pudiera contribuir a la de su Hijo. Cuando el nombre de Jesús fue deshonrado, sintió su celo reanimarse cuando fue negado el Emmanuel, la Madre de Dios salió a la escena, lo estrechó entre sus brazos y permitió que se la honrara a fin de consolidar el trono de su Hijo.

Como había crecido día tras día en gracia y méritos sin que nadie lo supiera, se alzó gradualmente en el seno de la Iglesia por una influencia tranquila y un progreso natural. Era semejante a un árbol hermoso que extiende a lo lejos sus ramas fecundas y sus flores fragantes, dando sombra en el campo de los santos”.

14.  SAN JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

“CAMINO”[46]

Frases escogidas de esta obra:

 

“Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bien oliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón. ¡«SERVIAM!»”.

 

“Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole: Dios te salve, María, hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo... ¡Más que tú, solo Dios!”.

 

“María Santísima, Madre de Dios, pasa inadvertida, como una más entre las mujeres de su pueblo. Aprende de Ella a vivir con «naturalidad»”.

 

“Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. Pocas devociones -hay muchas y muy buenas devociones marianas- tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!”.

 

“La Virgen Santa María, Madre del Amor hermoso, aquietará tu corazón, cuando te haga sentir que es de carne, si acudes a Ella con confianza”.

 

“Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor dolor humano -no hay dolor como su dolor- llena de fortaleza. Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la Cruz”.

 

“¡Oh Madre, Madre!: con esa palabra tuya -fiat- nos has hecho hermanos de Dios y herederos de su gloria. ¡Bendita seas!”.

 

“¡Madre! Llámala fuerte, fuerte. Te escucha, te ve en peligro quizá y te brinda, tu Madre Santa María con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias; y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha”.

 

“A Jesús siempre se va y se vuelve por María”.

“SURCO”[47]

Frases escogidas de esta obra:

 

“¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti? Recurre a María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles para la mente humana, sepas responder con un «fiat!» ¡hágase!, que una la tierra al Cielo”.

 

“«¡Auxilium christianorum!» Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria”.

 

“Hay almas que parecen empeñadas en inventarse sufrimientos, torturándose con la imaginación. Después cuando llegan penas y contradicciones objetivas, no saben estar como la Santísima Virgen, al pie de la Cruz, con la mirada pendiente de su Hijo”.

 

“«Con Mariae perdolentis, miserere nobis» -invoca al Corazón de Santa María-, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos. Y pídele para cada alma que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada”.

«Quia respexit humilitatem ancillae suae» -porque vio la bajeza de su esclava-...

¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes!

Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda”.

 

“Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados... Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día. Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!”.

 

“Siempre retrasas el Rosario para luego, y acabas por omitirlo a causa del sueño. Si no dispones de otros ratos, recítalo por la calle y sin que nadie lo note. Además, te ayudará a tener presencia de Dios”.

 

“Te faltan la madurez y el recogimiento propios de quien camina por la vida con la certeza de un ideal, de una meta. Reza a la Virgen Santa, para que aprendas a ensalzar a Dios con tu alma, sin dispersiones de ningún género”.

 

“Bienaventurada eres porque has creído, dice Isabel a nuestra Madre. La unión con Dios, la vida sobrenatural, comporta siempre la práctica atractiva de las virtudes humanas: María lleva la alegría al hogar de su prima, porque «lleva» a Cristo”.

 

“«Sancta María, Sedes Sapientiae» -Santa María, Asiento de la Sabiduría-. Invoca con frecuencia de este modo a Nuestra Madre, para que Ella llene a sus hijos, en su estudio, en su trabajo, en su convivencia, de la Verdad que Cristo nos ha traído”.

 

“En medio del júbilo de la fiesta, en Caná, solo María advierte la falta de vino... Hasta los detalles más pequeños de servicio llega el alma si, como Ella, se vive apasionadamente pendiente del prójimo, por Dios”.

 

“Ni a José comunica María el misterio que Dios ha obrado en Ella. -Para que nos acostumbremos a no ser ligeros, a dar cauce debido a nuestras alegrías y a nuestras tristezas: sin buscar que nos ensalcen o que nos compadezcan. «¡Deo omnis gloria!»- ¡todo para Dios!”.

 

“Ten una devoción intensa a Nuestra Madre. Ella sabe corresponder finamente a los obsequios que le hagamos. Además, si rezas todos los días, con espíritu de fe y de amor, el Santo Rosario, la Señora se encargará de llevarte muy lejos por el camino de su Hijo”.

 

“Sin el auxilio de Nuestra Madre, ¿cómo vamos a sostenernos en la lucha diaria? -¿Lo buscas constantemente?-”.

 

“Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir, acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí. Si la invocas con fe, Ella te hará gustar -en medio de esa sequedad- de la cercanía de Dios”.

 

“Acude en confidencia segura, todos los días, a la Virgen Santísima. Tu alma y tu vida saldrán reconfortadas. Ella te hará participar de los tesoros que guarda en su corazón, pues jamás se oyó decir que ninguno de cuantos ha acudido a su protección ha sido desoído”.

“Tres días con sus noches busca María al Hijo que se ha perdido. Ojalá podamos decir tú y yo que nuestra voluntad de encontrar a Jesús tampoco conoce descanso”.

 

“Acostúmbrate a poner tu pobre corazón en el Dulce e Inmaculado Corazón de María, para que te lo purifique de tanta escoria, y te lleve al Corazón Sacratísimo y Misericordioso de Jesús”.

 

“Cuando éramos pequeños, nos pegábamos a nuestra madre, al pasar por caminos oscuros o por donde había perros. Ahora, al sentir las tentaciones de la carne, debemos juntarnos estrechamente a Nuestra Madre del Cielo, por medio de su presencia bien cercana y por medio de las jaculatorias. Ella nos defenderá y nos llevará a la luz-”.

 

“Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! -Y aconséjalo a otros-”.

 

“Santa María es -así la invoca la Iglesia- La Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con este título: «¡Regina pacis, ora pro nobis!» Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... Te sorprenderás de su inmediata eficacia”.

 

“En cuerpo y alma ha subido a los cielos nuestra Madre. Repítele que, como hijos, no queremos separarnos de Ella... ¡Te escuchará!”.

 

“Ampárate en la Virgen, Madre del Buen Consejo, para que de tu boca no salgan jamás ofensas a Dios”.

 

“A la hora del desprecio de la Cruz, la Virgen está allá, cerca de su Hijo, decidida a correr su misma suerte. Perdamos el miedo a conducirnos como cristianos responsables, cuando no resulta cómodo en el ambiente donde nos desenvolvemos: Ella nos ayudará”.

 

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15.  BEATO SANTIAGO ALBERIONE[48]

PENSAMIENTOS ESCOGIDOS

“María, Reina de los Apóstoles, que nos dio al Apóstol-Comunicador, Cristo, es la Maestra del Apostolado de la Comunicación Social”.

 

“María es pues la apóstol, la Reina de los Apóstoles, el modelo de todo apostolado, la inspiradora de todas las virtudes apostólicas”.

 

“Para que el apostolado sea fructuoso, es moralmente necesario que vaya acompañado de la devoción a María. ¡Pobre de quién, con el pasar de los años, pierde o deja que se debilite en él esta devoción!”.

 

“Ahora se entiende qué quiere decir Reina de los Apóstoles. La que trajo al mundo el Jesús físico, la que forma y alimenta el Cristo místico: la Iglesia. Ella es el verdadero apóstol, con Jesucristo y dependiendo de él. Todos los otros apóstoles participan del apostolado de Jesús y de María. El gran arquitecto es Jesús, como lo fue en el plan de la creación (*cf Col 1, 16-17). A María Dios la hizo grande, elegida entre todas las criaturas, y la elevó para que fuera Apóstol. Realicemos el triple designio de Jesucristo, a saber, el apostolado de la verdad, de la caridad y de la gracia".

 

“María tuvo una doble misión, que también podría llamarse única: dar al mundo el Cristo físico y formar al Cristo místico, que es la iglesia. Como es Madre de Jesucristo, así es también madre de la iglesia, y así como llevó en sus brazos a Cristo, tiene proporcionalmente para la iglesia, los mismos cuidados que tuvo para con Cristo”.   

 

“María, Madre, Maestra y Reina nuestra...”

“Danos un corazón lleno de amor y de entrega misionera, semejante al tuyo y al corazón de Pablo...”

 

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16.  BEATO MARÍA RAFAEL ARNÁIZ[49]

Frases selectas de sus escritos:

 

“¡Si vieras que vergüenza me daba el haber estado tanto tiempo sin una verdadera devoción a la Virgen! No basta el oficio parvo, ni el rosario, ni medio millón de novenas. Hay que quererla mucho; hay que contárselo todo, confiárselo todo, es una verdadera Madre”.

 

“Me he propuesto que ames mucho a la Señora porque veo que es lo primero que debes hacer para ser santo y como te falta mucho, ese es el medio más rápido para empezar a amar a Dios: Amar a su Madre”.

 

“¡Es tan dulce amar a María! Yo antes tampoco sabía lo que era la devoción a la Virgen. Pero en la Trapa me enseñaron a quererla mucho y desde entonces, quisiera que todo el mundo la conociese y la reverenciase. La vida de un monje del Císter, no es otra cosa que Dios y la Virgen, de eso se ocupa y de eso vive”.

 

“No te desconsuele el verte torpe, como dices, en el amor a la Virgen; ya verás cómo la aridez esa pasa y no sabes hacer nada sin la Madre”.

 

“Virgen Santísima, tú me llevaste a la Trapa para que aprendiera a amar a tu Hijo; ayúdame en mi propósito de amarlo más cada día”.

“Ama mucho a la Virgen y eso te ayudará a amar a Dios”.

 

“¡Cómo no amar a Dios, teniendo a María!”.

“Cuento no con mis fuerzas, sino con el auxilio de la Virgen”.

“Tienes a Dios y la protección de la Virgen; ¿qué más puedes pedir?”.

“María lo hará…, te ayudará”.

“Es la Virgen la que nos ayuda, nos anima y nos consuela”.

“Pídele a la Señora que te ayude; ya verás cómo todo pasa”.

 

“Busquemos la ayuda de María y nada temamos… ¡Ayuda tanto la Santísima Virgen!”.

 

“Ya verás como con la ayuda de María todo se te arreglará, y tendrás tanta paz por dentro como por fuera”.

“Sigue amando a Dios; sigue buscando la protección de María. Estate muy quieto bajo su manto, arrodillado a sus pies y ya verás cuanta dulzura y cuanta paz te inunda el alma”.

 

“¡María! … ¿Quién mejor que Ella para comprender, para ayudar, para consolar, para fortalecer?”.

 

“¿No crees que con la ayuda de la Virgen llegaremos (a la Santidad)?… ¡Es tan buena nuestra Madre!”.

 

“Si acudiéramos siempre a María, sería otra cosa de nosotros. A mí siempre me ha servido de mucho, casi todo se lo debo a Ella, hasta mi vocación”.

 

“Todo, absolutamente todo, en nuestra vida, está en manos de María; de manera que no hay que preocuparse, que Ella lo arreglará todo. Ponte en sus manos y confía”.

 

“Pídele a la Señora ese amor que Ella tenía a su Hijo. Por eso pudo la Virgen resistir todo. Por eso pudo ver morir a su Hijo: por amor y nada más.

- Por eso pudo separarse de Él,

- por amor tuvo humildad,

- por amor fue la más santa de las mujeres.

- Pídele un poco a la Señora y ya verás”.

 

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17.  FRANK DUFF[50]

“MARÍA TRIUNFARÁ”

Frases escogidas:

 

“Tenemos que conocerla no sólo en su papel de obtener favores; ésta es la menor de sus funciones. Tenemos que conocerla como Madre de la Divina Gracia, Madre de nuestras almas, Mediadora de todas las gracias”.

 

“No es que meramente concede gracias, sino que obra por nuestro medio. En otras palabras: Es nuestra Madre que derrama en nosotros su vida, aquella vida que es su Hijo. Y entonces, no sólo nos llena, sino que, a través de nosotros, actúa. A través de los que se le entregan ejercita su función maternal con todos los hombres”.

 

“Sin María no se da a Jesús; sin María no hay gracia, ni siquiera la más pequeña. ¿Y qué decir de las grandes gracias, de las extraordinarias gracias de conversión? Si no la llevamos a nuestra vida, andamos dando golpes de ciego en el aire. Podemos realizar esfuerzos prodigiosos, pero al fin, habremos quedado con las manos prácticamente vacías”.

 

“El rechazar a María tiene consecuencias más serias que la pérdida de una madre terrenal. Frustrada su obra materna, todo va por mal camino. La Iglesia dice que Ella resuelve toda crisis dogmática: Destruye todas las herejías. De la misma manera cura todas las demás enfermedades. Parece que todo se pone en orden cuando se piensa en Ella. Su presencia se nota en todos los momentos importantes. Ahora, como siempre, Ella inaugura el Reino de la Gracia. Allí donde Ella llega, nace el Señor. Y como Ella le trae, Ella le lleva. Habla Ella y el poder del Hijo se manifiesta. Por su medio la gente cree en Él, y se hacen sus discípulos”.

 

“Porque María es cardinal, es decir: así fue presentada desde el primer momento del plan divino de la Redención. Constituyó una parte de las profecías sobre el Mesías, y en su momento, fue parte de su misión terrenal, como es ahora parte de su reinado celestial. Es totalmente inferior a Él, pero ha sido levantada hasta su mismo destino de una manera especial, de manera que siempre a Ella le corresponde dar su Hijo, iniciar sus pasos, e indicarle lo que es necesario. Este es el programa de la Providencia: que nosotros nos acomodemos a él.

Procuremos que María sea mejor conocida. La Iglesia coloca estas palabras en los labios de la Santísima Virgen: “Los que me explican vivirán por toda la eternidad”.

 

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18.  BEATA, MADRE TERESA DE CALCUTA[51]

“MANSOS Y HUMILDES DE CORAZÓN

“La grandeza de la Virgen María, como la nuestra, radica en la humildad. La humildad nos es absolutamente necesaria. Incluso si los demás estiman y aprecian nuestro trabajo, debemos conservar siempre la humildad, porque la obra no es nuestra, sino la obra de Dios. Que el ejemplo de la Virgen haga nuestros corazones mansos y humildes como el de su Hijo.

El corazón de Jesús se formó en ella. Hemos sido creados para hacer grandes cosas: ¿por qué rebajarnos a cosas que mancharían la belleza del corazón? Es muy fácil ser orgullosos, duros, egoístas si ¡tan fácil!; pero hemos sido creados para algo mayor. ¡Cuánto podemos aprender de María! Era tan humilde porque pertenecía por entero a Dios. Fue la llena de gracias.

Pedid a la Virgen poder decirle a Jesús, como en Caná: No tienen vino; necesitan el vino de la humildad y de la mansedumbre, de la bondad y de la reconciliación. Y, sin duda, contestará ella como lo hizo aquel día: Haced lo que Él os diga.

María nos muestra la humildad. Aunque colmada de gracias, sigue siendo la esclava del Señor. Se mantiene en pie junto a la cruz y confía en la misericordia divina. Seamos como ella al lado de los moribundos, los pobres, los solitarios, los rechazados, según los dones que hayamos recibido. Y no sintamos vergüenza ni pereza para llevar a cabo la tarea más humilde.

 

MADRE DEL MUNDO ENTERO

María, la madre de Jesús, es también madre nuestra. Es la madre del mundo entero. Cuando el ángel le anuncio la noticia, la buena nueva, de que sería la madre de Cristo, lo aceptó, como esclava del Señor. Al propio tiempo aceptaba también ser nuestra madre y madre de toda la humanidad. María, como madre, es una esperanza para la humanidad: ella nos ha dado a Jesús.

Al convertirse gozosamente en madre de Cristo, ha llevado en sí la salvación y reconciliación de la humanidad. Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo: lo depositó en el seno de la Virgen María. A fin de manifestar el amor del Padre por el mundo, Jesús se hizo tan pequeño, tan indefenso que precisó de una madre que tuviera cuidado de Él. Al pie de la cruz también, María se convirtió en madre nuestra. Cercano a la muerte, Jesús manifestó que entregaba su madre a San Juan y San Juan a su madre. Fue entonces cuando todos nos convertimos en hijos suyos.

 

MUY CERCANA A LOS SACERDOTES 

María está particularmente cerca de los sacerdotes. Nadie mejor que ella hubiera podido ser sacerdote. Con pleno derecho pudo haber dicho de Cristo *esto es mi cuerpo*, porque ella dio realmente su cuerpo a Jesús. Y, sin embargo, María permaneció como esclava del Señor, para que pudiéramos siempre volvernos hacia ella como madre nuestra. Es como nosotros, así podemos sentirnos siempre unidos a ella.

Si permaneció en la tierra después de la muerte de su Hijo, fue para sostener el ministerio de los apóstoles, ser su madre, hasta que la Iglesia naciente se viera consolidada. Ella estaba allí. Al igual que veló por el crecimiento de Jesús, veló por el crecimiento de la Iglesia en sus principios. Después de que Jesús subiera al cielo, la Madre permaneció aún por largos años en la tierra a fin de contribuir a la edificación de la Iglesia. Hoy aún María vela sobre cada sacerdote. Creo que ha tenido, y tiene siempre, un amor tierno para cada sacerdote.

 

Oración: María, madre de Jesús, sé una madre para cada uno de nosotros, a fin de que tengamos como tú el corazón puro, a fin de que como tú estemos al servicio de los más pobres, todos nosotros, que somos unos pobres de Dios”.

 

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19.  BEATA TERESA DE CALCUTA Y EL HERMANO ROGER[52]

Dos profetas del siglo XX, la beata, Madre Teresa de Calcuta y el Hermano Roger de Taizé, juntos escribieron este mensaje que es actual para nuestro tiempo:

 

“En su avanzada edad, San Juan no podía hacer otra cosa que repetir: “Dios es amor”. Allí donde está Dios, allí esta también el amor.

Todos nosotros podemos comunicar el amor de Jesús a los demás y ser fermento de reconciliación no solamente junto a los creyentes sino en toda la familia humana.

Que nuestra morada, por modesta que sea llegue a ser como la casa de María en Nazaret: un lugar donde acoger para rezar, para reconciliarse. Entonces María será para nosotros: “Madre de Reconciliación”.


 

 

20.  RENÉ LAURENTIN

René Laurentin, teólogo moderno, ha realizado una magnífica descripción de lo que debe significar la “presencia” de María en nuestras vidas, no como una simple devoción, sino como el complemento indispensable que nos asocia a su Hijo, en el plano de una fe adulta:

“PRESENCIA DE MARÍA EN NUESTRA VIDA

PRESENCIA

 

“No se trata de hacer lo «mariano» siempre más «mariano» y más que «mariano», sino de descubrir a María. No se trata de coleccionar devociones, prácticas y numerosas palabras...

 

DESCUBRIR UNA PRESENCIA

 

¿De qué se trata? No desde luego, de dar más gloria a María si no es apuntado a la gloria de Dios, como lo atestigua su Magníficat. Es bueno dar gracias con María y por María. Pero se trata, sobre todo, de captar, identificar, actualizar el vínculo que Dios tiene establecido entre ella y nosotros, en la prolongación del vínculo que Dios tiene establecido entre ella y él, y de vivir este vínculo, esta relación en la comunión de los santos, en Jesucristo...

 

CÓMO CULTIVAR ESTA PRESENCIA

 

Actualizar: Esta presencia puede cultivarse actualizando los signos que nos han sido dados en la vida de la Iglesia:

- La Escritura;

- La Liturgia: María está presente en cada misa y a lo largo del año: Santoral y Temporal;

- Templos, santuarios, peregrinaciones, dedicados a ella;

- Las imágenes que son signos de su presencia: una imagen no ha de ser objeto de vitrina

- Es una ventana abierta a la comunión de los santos; es una mirada;

- Las devociones a nuestra elección. Pablo VI recomendaba en primer lugar el Ángelus y rosario.

 

HAY QUE VIVIR ESTA PRESENCIA

 

- como hijo de María, sin infantilismos;

- como siervo, sin servilismos;

- como hijo adulto, sin dependencia pasiva;

- como hermano de esta hermana mayor, en la admiración por su gracia ejemplar prototipo y fundamento que ella asumió maravillosamente”.

 

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21.  LUIGI GIUSANI[53]

“EL FIAT DE MARÍA”

Párrafos escogidos:

“Abandono al Misterio: éste es el Fiat de María. Y Misterio no significa algo distinto del sentido de lo que se vive cada día, del tiempo de hoy, con sus condiciones, sus circunstancias, sus fatigas y sus atractivos, sus posturas y sus negaciones.

¡Que nuestra vida sea un Fiat como el de la Virgen!

Esto no es automático, debe ser querido cada vez. No hay nada más humano que el Fiat, nada más consciente y comprometedor para la libertad”.

“Fue sencilla la regla que siguió María y que la engrandeció: dijo sí, vivió una obediencia. Aquella muchacha, aquella joven mujer, ha alcanzado en la historia del universo el nombre más grande, el nombre en el que nosotros mismos necesitamos poner nuestra esperanza para que tome nuestra mano en la suya.

No hay ninguna otra norma en la vida que pueda superar en sencillez y capacidad de síntesis de luz que arroja esta palabra sobre la oscuridad del camino. Todos nosotros buscamos un rostro en la noche: en la oscuridad de las cosas, que permanecería obtusa e impenetrable, nosotros buscamos ese rostro que nos otorgue, además del sentido, compañía.

También era así para la Virgen: se levantaba por la mañana para buscar ese rostro. Cada mañana nos levantamos para buscar ese rostro. Y sólo lo encontraremos por un camino: mediante el Fiat, la obediencia. Ensimismémonos con la vivacidad con la que el corazón de María –sin ceder ni siquiera un segundo a la distracción-, abriendo los ojos, buscaba. Enseguida buscaba.

No se espera verdaderamente si no se sigue el encuentro que se nos ha dado. Que la Virgen nos enseñe la densidad de este sí, la densidad sencilla de esta obediencia, pero que sobre todo, nos enseñe la vivacidad que impide en nosotros, en todo instante, cualquier residuo de sueño; que nos haga buscar –a nosotros que estamos todavía dentro de las tinieblas de la vida mundana- “un rostro en la noche”. Un rostro que ya ha aparecido, que se asoma ya a nuestra faz y a nuestro corazón, que está cerca de nosotros: se trata de caer en la cuenta de ello. Ocurre siguiendo, obedeciendo. Que la Virgen nos conceda aprender la obediencia y la vigilancia”.

“El sí de María se ha convertido en milagro, su sí fue el comienzo del gran milagro que nos abarca a todos y que abarcará todo el tiempo de la historia hasta el final”.

“Nosotros no sabemos nada, pero todo lo que nos falta es comprender. La Virgen no sabía nada, pero en el instante misterioso de aquel acontecimiento misterioso, comprendió todo inmediatamente con su Fiat a Dios, con sus brazos que se abrían, con su corazón que se daba”.

“El comprender lo indica la palabra más breve de todo el gran libro, la más breve de toda la Biblia: Fiat, sí”.

 

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22.      P. JOSÉ KENTENICH

“ALIANZA DE AMOR”

Párrafos escogidos:

 

“Pensemos nuevamente en la hora de la Anunciación. Esa no fue sólo una Alianza de Amor entre Dios  y la doncella de Nazareth; no, fue una Alianza de Amor entre Dios y la humanidad. Cuán agradecidos debemos estar a la Virgen  porque Ella ha contraído a nombre de todos esa Alianza de Amor. Esa Alianza de Amor que cada ser humano contrae con Dios está objetivamente sellada. Que se haga realidad subjetiva para el mayor número posible de hombres, es tarea de la Madre de Dios”.

 

“Es tarea de María realizar en nosotros esta obra maestra. Ella lo hace al tomar en serio su Alianza de Amor con nosotros. Por Alianza de Amor entendemos: un intercambio mutuo y lo más perfecto posible de corazones y bienes. El énfasis se pone en la palabra “mutuo”. Al ser la Alianza de Amor un contrato mutuo, que encierra los deberes y derechos para ambas partes; no sólo nosotros confiamos nuestros intereses, bienes y corazones a María, sino que también Ella hace otro tanto con nosotros”.

 

“La Alianza de Amor con la Madre de Dios no es sólo una idea abstracta. Si es para nosotros algo serio, se hace entonces una realidad que influye en todas las fases de la vida. No es algo aquí y otra cosa más allá, lo que nosotros damos a la Virgen en la Alianza de Amor, No, nosotros le entregamos todo cuanto somos y tenemos y Ella nos da todo, absolutamente todo lo que tiene y es ¿A quién le irá mejor con este intercambio, a Ella o a nosotros? La respuesta podemos ahorrárnosla muy bien”.

 

“Por último la Alianza de Amor es CONTINUA. Ello significa que la sellamos no sólo por un tiempo sino para siempre. Regalo es regalo. Si yo me regalo a la Mater en la Alianza de Amor, entonces nunca más podré retirarme. Lo que le he dado una vez le pertenece totalmente y para siempre, soy su bien y propiedad. Este reconocimiento debe hacerme no sólo feliz sino también responsable. Soy su propiedad por tiempo y eternidad. Pero Ella no debe permitir que su propiedad se pierda, debe preocuparse de que un día llegue con toda seguridad al cielo. Las palabras en el marco de luz de nuestra Capilla son una gran verdad: Servus Mariae nunquam peribit. Un hijo de María jamás perecerá”.

 

“Si vivimos de la Alianza de Amor, podemos vivir en el mundo sin perdernos en el mundo, pues captamos que el mundo es sólo paso. El último fin es Dios”.

 

“Nada sin ti nada sin nosotros, será el lema de esta Alianza de Amor: Ella intercede ante Dios por todos los que peregrinan hasta aquí con fe... ”

 

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[1] San Ambrosio, Padre y Doctor de la Iglesia, se cree que nació en el año 339 ó 340 en Tréveris-Italia. Cuando ejercía las funciones de Gobernador en Milán fue elegido Obispo. Gran escritor de obras homiléticas, exegéticas, teológicas, dogmáticas, ascéticas, morales, que llegan al centenar. San Ambrosio Influyó en la conversión de San Agustín, hasta bautizarlo. Murió el viernes santo 4 de abril del año 397. Sus restos se conservan en la catedral de Milán.

[2] Las “Grandezas Incomparables de María” es el título inicial que San Bernardo le dio a este escrito basado en el evangelio de San Lucas, sobre la Anunciación del Señor. (Lc 1, 26). San Bernardo compuso este tratado en el año 1118, después de haber padecido una gastritis incurable que lo puso al borde de la muerte (obligado a guardar reposo hasta su restablecimiento aprovechó ese tiempo para escribir esta obra). Hay testimonios que afirman que fue curado por la Virgen María.

[3] Tomás Hemerken de Kempis, monje “holandés” (por su formación), y sacerdote, nació en 1379 ó 1380 en un pueblo llamado Kempen o Kempis cercano a Dusseldorf, Colonia-Alemania. Nos ha dejado una vasta obra, entre las que se encuentra “La Imitación de Cristo” (escrita en los primeros años de su sacerdocio), obra que después de la Biblia es el libro más leído y de mayor número de ediciones. Murió el 25 de julio de 1471.

[4] San Cayetano (1480-1547), nació en Vicenza-Italia. Fue uno de los cuatro fundadores de Los “Clérigos Regulares Teatinos” (derivado de la Diócesis de Teato). Murió el 7 de agosto de 1547.

[5] Luis de Blois (1506-1566), monje benedictino mejor conocido como Ludovico Blosio.

[6] En vida del santo se publicó el libro. San Francisco de Sales en la dedicatoria de la obra, se dirige inicialmente a la Virgen, en estos términos: “Santísima Madre de Dios, vaso de incomparable elección, reina del soberano amor: Vos sois la mas amable, la más amante y la mas amada de todas las criaturas. El amor del Padre celestial tuvo en Vos desde toda la eternidad su mayor complacencia, destinando vuestro casto corazón a la perfección del amor santo, a fin de que algún día amaseis Vos a su Unigénito Hijo con un amor maternal, único, como Él desde la eternidad le amaba también con un amor paternal, único. ¡Oh Jesús, Salvador mío!, ¿a quién puedo yo dedicar mejor las palabras de vuestro amor que al corazón amabilísimo de la amada de vuestra alma?”.

[7] Conc. Trid... sess. 6, can. 23.

[8] Tomado de las notas espirituales que escribió el santo.

[9] Gn 25, 5

[10] Sal 90, 7

[11] 1 Tm 6, 20; 2 Tm 1, 12

[12] Ct 4, 4

[13] Mt 5, 15; Lc 8, 16; 11, 13; 12, 35

[14] Ga 2, 20

[15] «Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo» (2 Tm 2, 7)

[16] Este tratado de San Luis María Grignión de Montfort permaneció guardado durante más de cien años. Recién apareció a la luz en 1842. Según mi modesto criterio es el más grande escrito mariano de todos los tiempos. En honor a la verdad debo confesar que el presente libro, Dios y la Virgen me inspiraron a iniciar esta obra, leyendo los escritos de este gran santo mariano. Refiriéndose a este obra Frank Duff dice: “Cualquiera que estudie el Tratado cae bajo sus redes, porque el libro posee todo: estilo, fervor, convicción intensa, solidez, elocuencia arrebatadora, autoridad e inspiración”.

[17] Ct 4, 12

[18] Lc 1, 41 - 44

[19] Jn 2, 1 - 11

[20] Rm 8, 28 - 30

[21] Sal 87, 6

[22] Si 24, 13

[23] Lc 1, 30

[24] Neh 4, 17

[25] Sal 104, 4; Hb 1, 7

[26] Sal 127, 4

[27] Ml 3, 3

[28] 1 Co 6, 17

[29] 2 Co 2, 15-16

[30] Is 60, 8

[31]Tiene relación con el mensaje número 27 del “secreto” de la Salette.

[32] Sal 68, 14

[33] Rm 3, 10

[34] Sal 40, 2

[35] Este escrito San Alfonso lo hizo pensando en sus jóvenes novicios. Este mandato les dio: “A vuestra edad, así habéis de orar y conversar con vuestro Redentor y amigo del tabernáculo y con vuestra Madre del Cielo”. 

[36] Así quiso llamarse Raimundo Jordán, abad de Celles.

[37] Las Glorias de María, es la obra Mariana más conocida y difundida desde su aparición en 1750. Ha sido considerada como la obra maestra de San Alfonso. Comenzó a escribirla cuando tenía treinta y ocho años de edad y la concluyó cuando cumplió los cincuenta y cuatro años. San Alfonso María Ligorio dividió esta obra en dos partes: La primera comprende la explicación de la Salve Regina, y la segunda parte sobre las fiestas principales de Nuestra Señora, sus Dolores, sus Virtudes, y los obsequios que le debemos tributar en su honor.

En vida del santo se publicaron en total 18 ediciones. En la actualidad se acerca al millar el número de ediciones internacionales.

Refiriéndose a este libro, una mano anónima escribió en un ejemplar de la primera edición de las “Glorias de María”, salida de los talleres de Remondini: “Dadme un pecador, por obstinado que sea, y ponedle en las manos este libro. Si lo leyere se enamorará de María y se hará santo”.

[38] Pr 17, 17

[39] Ap 12, 12

[40] Is 13, 21

[41] Sal 24, 4

[42] Is 11, 1

[43] Is 14, 9

[44] La Pastoral sobre la Inmaculada fue escrita por San Antonio María Claret durante su estancia en Cuba, siendo Arzobispo. Empezó a escribir la pequeña obra a raíz de Definición Dogmática efectuada por el Papa Pío IX  el 8 de diciembre de 1954, y la concluyó el 12 de junio de 1855.

[45] El Cardenal John Henry Newman (1801-1890), nació en Londres. Profesor y Pastor de la iglesia Anglicana, se convirtió al catolicismo en 1845. En los dieciocho discursos, publicados en 1849, (para llamar a conversión a católicos y anglicanos), le dedicó a la Virgen María dos de ellos: Uno sobre “Los Privilegios de María”, y otro sobre “La Conveniencia de los Privilegios de María”.

[46] “Camino”, apareció publicada por primera vez en 1939, bajo el título de “Consideraciones espirituales”. Cuatro años mas tarde cuando se realizó la segunda edición, apareció con el título actual: “Camino”. Es una de las obras más leídas, y las ediciones de este libro se han multiplicado en los últimos años.

[47] Surco, de San Josemaría Escrivá de Balaguer, según mi apreciación se la puede considerar como la segunda parte de su obra capital Camino, pues está escrita en idéntica forma, estilo y sencillez. El santo igual que en Camino intercala temas y pensamientos cortos, 1000 en total, y en forma irónica y muy simpática concluye para no repetir la numeración 999 de Camino. Este escrito tiene la particularidad de que en todos los capítulos o temas, el Santo termina con un pensamiento relacionado a la Virgen María.   

[48] El padre Santiago Alberione nació el 4 de abril de 1884 en San Lorenzo de Fossano-Italia. Fundador de la “Familia Paulina” constituida por 10 instituciones. Considerado como el apóstol de los  Medios de la Comunicación Social de este siglo, a través de los cuales se sigue difundiendo el mensaje de Cristo por todo el mundo. Estimuló a sus Congregaciones a venerar a la Virgen con el título de REINA DE LOS APÓSTOLES.

En el año de 1954 (año mariano), vio cumplido y hecho realidad en Roma su gran sueño, la basílica dedicada a la Virgen bajo el título de Reina de los Apóstoles. Aquí reposa y descansan sus restos.

Murió en Roma el 26 de noviembre de 1971. Sus últimas palabras fueron “Rezo por todos..... Ave María.....Ave María”. El 27 de abril del  2003 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II. 

[49] (1911-1938). Rafael Arnáiz fue un Monje Cistercience, nacido en Burgos-España. Fue un “chiflado”, “loco“, “medio loco” por la Virgen, como él mismo se calificó.

[50] Frank Duff, fundó la Legión de María el 7 de septiembre de 1921, en Dublin-Irlanda. Refiriéndose a la obra decía: “La Legión destacará entre todas las organizaciones católicas, por su ardentísimo amor a María”.

Falleció en su ciudad natal el 7 de noviembre de 1980.

 

[51] La beata, Madre Teresa nació en Skopje-Albania, el 26 de agosto de 1910. Desde 1948 sirvió y vivió para los pobres de Calcuta. En 1949 fundó la Congregación de las Misioneras de la Caridad. En 1963 abrió sus puertas a los Hermanos de la Caridad. Existen cerca de tres mil casas abiertas en todo el mundo. En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz. El mundo entero lamentó su fallecimiento, hecho ocurrido el 6 de septiembre de 1997. En tiempo record fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003.

[52] El Hermano Roger Schutz nació el 12 de mayo de 1915 en las cercanías de Neuchátel-Suiza. Desde 1940, el Señor lo inspiró a proyectar y realizar una obra en Taizé-Francia que llamó “La Gran Comunidad”. Este movimiento ecuménico juvenil, cobró auge, siendo reconocido con mayor fuerza por el Papa Juan XXIII, quién llegó a llamarlo “una Primavera en la iglesia”. El Hermano Roger lo define así: “No hay una espiritualidad de Taizé. No queremos vivir otra cosa que no sea la oración de la Iglesia de todos los tiempos. Al mismo tiempo, estamos atentos a no dejar que se constituya con los jóvenes un movimiento de Taizé que finalmente se anclaría en nuestra comunidad. Lo que importa sobre todo, es ejercitar con los jóvenes una pastoral de reconciliación con la  iglesia”.

[53] Mons. Luigi Giusani, fundador del movimiento Comunión y Liberación, nació en Desio – Italia el 15 de octubre de 1922. Estudió en el Seminario diocesano de Milán, Los estudios de teología los realizó en la Facultad de Venegono, en donde posteriormente ejerció la cátedra. Ha escrito y publicado varios libros. En la actualidad se desempeña como profesor de Introducción a la Teología en la Universidad Católica del  Sagrado Corazón. Don Luigi fundó su movimiento el 29 de septiembre de 1954.