Juan
Pablo II ha tomado papel y pluma para explicar que el
reconocimiento oficial y jurídico de la Iglesia católica
del Camino Neocatecumenal dependerá de la aprobación de
unos estatutos. Esta aprobación, añade, es competencia
específica del Consejo Pontificio para los Laicos.
En
una carta enviada al presidente de ese organismo vaticano,
el cardenal estadounidense James Francis Stafford, con fecha
del 5 de abril, el Papa destaca los frutos «preciosos»
aportados en treinta años de existencia y subraya la
importancia de llevar a cabo «algunos requisitos
ineludibles, de los cuales depende la existencia misma del
Camino».
En
particular, subraya precisamente «la redacción de una
precisa normativa estatutaria en vista de su reconocimiento
jurídico formal». Los iniciadores del Camino comenzaron en
1997, en el Sinaí, la tarea de la redacción de los
estatutos. Constituye una ardua empresa. Kiko Argüello,
exponente típico del método socrático, basado en la
palabra viva, quiere evitar el peligro de que el papel y las
fórmulas jurídicas puedan «congelar» el frescor de espíritu
que ha animado el nacimiento y la andadura del Camino.
El
Camino Neocatecumenal comenzó cuando un joven español,
Kiko Argüello, después de pasar por el ateísmo y sufrir
una crisis existencial, decidió cambiar de rumbo, y abrazar
con enorme fuerza la experiencia cristiana. En 1964, dejó
todo para vivir entre los más pobres, en las barracas de
Palomeras Altas, en la periferia de Madrid. En contacto con
los pobres, el Señor le lleva a descubrir una síntesis
teológica catequética y formará con ellos, por obra del
Espíritu Santo, una comunidad que vive celebrando la
Palabra de Dios y la Eucaristía. Descubre así el trípode
en el que se basa la vida cristiana: Palabra, Liturgia y
Comunidad. Un carisma en el que se reconocen en estos
momentos un millón de católicos, repartidos entre cien
naciones.
En
su carta, Juan Pablo II explica: «Ya en la exhortación
apostólica "Christefidelis laici" subrayaba que
"ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a
los pastores de la Iglesia" y citaba cuanto está
escrito al respecto en la Constitución dogmática
"Lumen gentium": "El juicio acerca de su
autenticidad (de los carismas) y la regulación de su
ejercicio pertenece a los que dirigen la Iglesia. A ellos
compete sobre todo no apagar el Espíritu sino examinarlo
todo y quedarse con lo bueno"».
El
Santo Padre insiste en que el reconocimiento y la acogida de
los carismas «no es un proceso fácil», que requiere «un
discernimiento profundo de la voluntad de Dios y debe ser
acompañado constantemente de la oración». El culmen de
este proceso es «el acto oficial del reconocimiento y la
aprobación de los estatutos, como regla de vida clara y
segura», puntualiza.
La
carta responde también implícitamente a los obispos que
han preguntado a la Santa Sede cuál será la colocación
jurídica del Camino Neocatecumenal. En la misiva deja claro
que será el Consejo Pontificio para los Laicos el
responsable de la aprobación eclesial del Camino y el
encargado de darle seguimiento en el futuro.
Juan
Pablo II concluye revelando que ha tomado esta decisión no
sólo «por la autoridad que le compete» al Consejo de los
Laicos, sino también «por la singular experiencia que
posee en esta materia». «En esto se basa la esperanza de
un feliz resultado del procedimiento, que entra ya en su
fase conclusiva».
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