Sábado.

AT.

1. La institución del sábado.

El nombre del sábado disgna un descanso efectuado con cierta intención religiosa. Su práctica aparece ya en los estratos más antiguos de la ley (Ex 20,8; 23,12; 34,21). Tiene probablemente origen premosaico, que queda en la oscuridad. En la Biblia está ligado al ritmo sagrado de la semana, que cierra con un día de reposo, de regocijo y de reunión cultual (Os 2,13; 2Re 4,23; Is 1,13).

2. Los motivos del sábado.

El código de la alianza subraya el lado humanitario de este reposo, que permitía a los esclavos cobrar aliento (Éx 23,12). Éste es también el punto de vista del Deuteronomio (Dt 5, 12...). Pero la legislación sacerdotal le da otro sentido. Por su trabajo imita el hombre la actividad del Dios creador. Con la cesación en el trabajo el séptimo día imita el reposo sagrado de Dios (Éx 31,13...; Gén 2,2s). Dios dio así el sábado a Israel como signo, a fin de que sepa que Dios le santifica (Ez 20,12).

3. La práctica del sábado.

El reposo del sábado era concebido por la ley en forma muy estricta: prohibición de encender fuego (Éx 35,3), de recoger leña (Núm 15,32...), de preparar los alimentos (Éx 16,23...). Según el testimonio de los profetas, su observancia condicionaba la realización de las promesas escatológicas (Jer 17,19-27; Is 58,13s). Así vemos a Nehemías sostener firmemente su práctica integral (Neh 13,15-22). Para “santificar” este día (Dt 5,12) hay “convocación santa” (Ls 23,3), ofrenda de sacrificios (Núm 28,9s), renovación de los panes de proposición (Lev 24,8; 1Par 9,32). Fuera de Jerusalén estos ritos son reemplazados por una asamblea de sinagoga, dedicada a la oración común y a la lectura comentada de la Sagrada Escritura. En la época de los Macabeos la fidelidad al reposo del sábado es tal que hay Asideos que se dejan matar antes que violarlo tomando las armas (1Mac 2,32-38). Por los tiempos del NT es sabido que los esenios lo observan en todo su rigor, a la vez que los doctores fariseos elaboran sobre el particular una casuística minuciosa.

NT.

1. Jesús no abroga explícitamente la ley del sábado: en tal día frecuenta la sinagoga y aprovecha la ocasión para anunciar el Evangelio (Lc 4,16...). Pero ataca el rigorismo formalista de los doctores fariseos: “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado” (Mc 2,27), y el deber de caridad es anterior a la observación material del reposo (Mt 12,5; Lc 13,10-16; 14,1-5). Jesús se atribuye además poder sobre el sábado: el Hijo del hombre es señor del sábado (Mc 2, 28). Éste es uno de los cargos que le hacen los doctores (cf. Jn 5,9...). Pero haciendo el bien en el día de sábado ¿no imita a su Padre que, habiendo entrado en su reposo al final de la creación, continúa rigiendo el mundo y vivificando a los hombres? (Jn 5,17).

2. Los discípulos siguieron en un principio observando el sábado (Mt 28,1; Mc 15,42; 16,1; Jn 19,42). Aún después de la ascensión las reuniones sabáticas sirven para anunciar el Evangelio en ambiente judío (Hech 13,14; 16,13; 17,2; 18,4). Pero luego el primer día de la semana, día de la resurrección de Jesús, viene a ser el día de culto de la Iglesia, considerado como día del Señor (Hech 20,7; Ap 1,10). A este día se trasladan prácticas que los judíos solían relacionar con el sábado, como la limosna (1Cor 16,2) y la alabanza divina. En esta nueva perspectiva el antiguo sábado judío adquiere un significado figurativo, como otras muchas instituciones del AT. Con su reposo conmemoraban los hombres el reposo de Dios el séptimo día. Ahora bien, Jesús entró en este reposo divino por su resurrección, y nosotros hemos recibido la promesa de entrar en el mismo como él (Heb 4,1-11). Entonces será el verdadero sábado, en que los hombres reposarán de sus fatigas a imagen de Dios que reposa de sus trabajos (Heb 4,10; Ap 14,13).

CESLAS SPICQ y PIERRE GRELOT