Números.

Cuando se encuentran indicaciones numéricas en los libros sagrados hay que comenzar por verificar si se han transmitido con exactitud. Como los números se escribían antiguamente con letras, el texto ha podido ser alterado o mutilado. Así, acerca de 2Sa 24,13, algunas lecciones leyeron z (7), mientras que en 1Par 21,12, texto paralelo, se lee g (3). Una vez fijado el texto, todavía hay que preguntarse si en la intención del autor había que entender el número en cuestión según su valor aritmético o sólo como cierta aproximación, o hasta según su significado simbólico. Consta, en efecto, que las antiguas civilizaciones semíticas se preocupaban poco por la exactitud matemática en la forma en que la encarece nuestra civilización; en cambio, multiplicaban los empleos convencionales y simbólicos de los números.

1. APROXIMACIONES Y SIGNIFICACIONES CONVENCIONALES.

1. De los “números redondos” o “aproximativos” se pasa fácilmente en la Biblia a los empleos convencionales, que sería un error entender al pie de la letra. El 2 puede significar “algunos” (Núm 9, 22), el doble puede significar una sobreabundancia (Jer 16,18; Is 40,2; 61,7; Zac 9,12; Ap 18,6). El 3 es una aproximación del número (1Re 7,23); por otra parte, la triple repetición de un gesto (1 Re 17,21) o de una palabra (Jer 7,4) indica el énfasis, la insistencia, el “superlativo del superlativo” (Is 6,3). El 4 indica la totalidad del horizonte geográfico (delante, detrás, la derecha, la izquierda): los 4 vientos (Ez 37,9; Is 11, 12), los 4 ríos del paraíso (Gén 2, 10). El 5 tiene valor mnemotécnico (dedos de una mano), que pudo influir en el origen de ciertas prescripciones rituales (Núm 7,17.23.29); pero es puramente aproximativo en Gén 43,34 (la porción de Benjamín es “5 veces mayor”), Lc 12,6 (“5 pajarillos por 2 ases”; Mt 10,29 dice “2 pajarillos por un as”), 1Cor 14,19 (“mejor 5 palabras que instruyan que 10 000 en lenguas”). El 7 sugiere un número bastante considerable: Caín será vengado 7 veces (Gén 4,15), el justo cae 7 veces al día (Prov 24, 16), Pedro quiere perdonar 7 veces (Mt 18,21) y Jesús lanza 7 demonios de Magdalena (Mc 16,9); pero este número tiene un superlativo: Lamec será vengado 77 veces (Gén 4,24) y Pedro deberá perdonar 77 veces o 70 veces 7 veces (Mt 18,22). El 10 tiene valor mnemotécnico (los 10 dedos), y de ahí su empleo para los 10 mandamientos (Éx 34,28; Dt 4,13) o las 10 plagas de Egipto (Éx 7,14-12, 29); de ahí fluye la idea de una cantidad bastante grande: Labán cambió 10 veces el salario de Jacob (Gén 31, 7) y Job fue insultado 10 veces por sus amigos (Job 19,3). El 12 es el número de las lunaciones del año y sugiere por tanto la idea de un ciclo anual completo: las 12 prefecturas de Salomón se encargan por turno del abastecimiento del palacio durante un mes (1Re 4,7-5,5); se ha supuesto que el número de las 12 tribus de Israel estaba en relación con el servicio cultual en el santuario común durante los 12 meses del año. El 40 designa convencionalmente los años de una generación: 40 años de permanencia en el desierto (Núm 14, 34), 40 años de tranquilidad en Israel después de cada liberación completa por los Jueces (Jue 3,11.30; 5, 31, etc.), 40 años de reinado de David (2Sa 5,4)...

De ahí surge la idea de un período bastante largo, cuya duración exacta no se conoce: 40 días y 40 noches del diluvio (Gén 7,4), la permanencia de Moisés en el Sinaí (Éx 24,18); pero los 40 días del viaje de Elías (1Re 19,8) y el ayuno de Cristo (Mc 1,13 p) repiten simbólicamente los 40 años de Israel en el desierto. Empleos semejantes se pueden mencionar de 60 y de 80 (Cant 6,8), de 100 (Lev 26,8; Ecl 6,3; el céntuplo de Mt 19,29), mientras que los 70 ancianos de Núm 11,16.24 se refieren al empleo convencional de 7 (cf. Lc 10,1). Igualmente, ciertos empleos del número 70 (10 veces 7) están en relación con el simbolismo de la semana y del sábado (Jer 25,11; 2Par 36,21; Dan 9,2). La cifra 1000 evoca una cantidad considerable: Dios hace misericordia hasta 1000 generaciones (Éx 20,6; Jer 32,18); para él 1000 años son como un día (Sal 90,4), y un día cerca de él es mejor que 1000 en otra parte (Sal 84,11). Pero la misma cifra sirve también para designar las divisiones interiores de las tribus, y el “millar” por su parte se subdivide convencionalmente en centenas, cincuentenas y decenas (Éx 18,21). Más adelante, la miríada (10 000) designa una cantidad fabulosa (Lev 26,8). En todo caso estos números grandes tienen valor hiperbólico, sensible en pasajes como Gén 24,60 ó 1Sa 18,7.

2. Un procedimiento original para indicar el énfasis consiste en encarecer un número haciendo que le siga el número superior: “Una vez habló Dios, dos veces oí yo” (Sal 62,12). Se halla también: 1+2 (Jer 3,14; Job 40,5); 2+3 (Os 6,2; Job 33,29; Eclo 23,16); 3+4 (Am 1-2; Prov 30, 15-33; Eclo 26,5; cf. el ter quaterque beati de Virgilio); 4+5 (Is 17, 6); 5+6 (2Re 13,19); 6+7 (Prov 6, 16; Job 5,19): 7+8 (Miq 5,4; Ecl 11,2); 9+10 (Eclo 25,7). Se ve que el procedimiento es frecuente en los sabios, las más de las veces bajo la forma de mashal numérico, exposicién gráfica que recurre sistemáticamente a este modo de expresión.

II. SIGNIFICACIONES SIMBÓLICAS.

El antiguo Oriente gustó mucho de simbolismo de los números. En Mesopotamia, donde las matemáticas estaban relativamente desarrolladas, se atribuían a los dioses ciertos números sagrados. Según las especulaciones pitagóricas, 1 y 2 eran masculinos, 3 y 4 femeninos, 7 virginal, etc. Estas especulaciones aparecen a veces en los escritos judíos y en los Padres, pero son ajenas al a Biblia, donde ninguna cifra es sagrada per se. En cambio, partiendo de ciertos empleos convencionales o por influjo lateral de las civilizaciones circundantes, se encuentran en gran número en la Biblia empleos simbólicos e incluso “gematrias”.

1. Empleos simbólicos.

El 4, cifra de la totalidad cósmica (que forma también el trasfondo de los “4 vivientes” en Ez 1,5...; Ap 4,6) acaba por designar todo lo que tiene carácter de plenitud: 4 plagas en Ez 14,21; 4 bienaventuranzas en Lc 6,20ss (y 8 en Mt 5,1-10).

El 7 designa tradicionalmente una serie completa: 7 aspersiones con la sangre (Lev 4,6.17; 8,11; 14,7; Núm 19,4; 2Re 5,10), inmolación de 7 animales (Núm 28,11; Ez 45,23; Job 42,8; 2Par 29,21). Se aplica fácilmente a objetos sacrosantos: los 7 ángeles de Tob 12,15; los 7 ojos sobre la piedra en Zac 3,9. Es sobre todo el número de los días de la semana y caracteriza al sábado, día santo por excelencia (Gén 2,2). De ahí las especulaciones apocalípticas de Dan 9,2.24, donde las 70 semanas de años (10 jubileos de 7 veces siete años) rematan en el día de la salvación, independientemente de toda cronología real. El 7, cifra de perfección divisible en 3+4, figura por esta razón en las visiones proféticas (Is 30,26; Zac 4,2) y sobre todo en los apocalipsis (Ap 1,12.16; 3,1; 4,5; 5,1.6; 8,2; 10,3; 15,1; 17,9), pero también se menciona su mitad, 3 1/2 (Dan 7,25; 8,14; 9,27; 12,8.11s; Ap 11,2s.9ss; 12,6.14; 13,5). Por el contrario, 6 (7-1) es el tipo de la perfección fallida (Ap 13,18: 666).

El 12, como cifra de las 12 tribus, es también una cifra perfecta, que se aplica simbólicamente al pueblo de Dios. De ahí su empleo significativo en el caso de los 12 Apóstoles de Jesús, que regirán a las 12 tribus del nuevo Israel (Mt 19,28 p). Así la nueva Jerusalén del Apocalipsis tiene 12 puertas, en las que están grabados los nombres de las 12 tribus (Ap 12,12), y 12 hiladas que llevan los nombres de los 12 apóstoles (21,14). Igualmente, el pueblo salvado forma el número de 144 000, 12 millares por cada tribu de Israel (7,4-8). Pero las 12 estrellas que coronan a la mujer (otro símbolo de la nueva humanidad) podrían hacer alusión a las 12 constelaciones zodiacales (12,1).

2. Gematrías.

Se llama gematría (corrupción del gr. geometria) a un procedimiento caro a los antiguos, según el cual una cifra dada designa un hombre o un objeto porque el valor numérico de las letras que constituyen su nombre corresponde al número en cuestión.

La Biblia ofrece de esto algunos ejemplos ciertos.

Los 318 partidarios de Abraham (Gén 14,14) corresponden probablemente a la cifra del nombre de Eliezer, intendente de Abraham: `+L+Y+ +Z+R = 1+30+10+ +70+7+200 = 318. También se ha propuesto ver en las 3X14 generaciones que componen la genealogía de Jesús (Mt 1) una gematria del nombre de David (DWD), superpuesta al empleo simbólico de la cifra 7: Jesús sería así designado como “triple David” (eminentemente davídico y mesías). Es seguro el caso de la cifra de la bestia (666) en Ap 13,18, aun cuando la base del cómputo se preste a discusión. San Ireneo pensaba ya en el nombre LATEINOS (30 -t- 1 + 300 + 5 + 10 + 50 ++ 70 + 200) para designar al imperio romano. Hoy día se propende a creer que se trata de Nerón César según su nombre hebreo NRWN QSR (50+200+6-f 50 + 100 + 60 + + 200). En todo caso el número 6, con su simbolismo, se superpone a esta designación críptica.

II. CONCLUSIÓN.

Cierto número de cifras bíblicas deben explicarse por el doble procedimiento de los valores simbólicos y de las gematrias; pero con mucha frecuencia se ha perdido para nosotros la clave y es sumamente difícil volverla a hallar. Así, las edades fabulosas de los patriarcas antediluvianos (por lo demás modestas al lado de las que figuran en las leyendas mesopotámicas) tienen probablemente un significado; pero éste apenas si aparece fuera del caso de Henoc, el único justo de la serie, que vive 365 años, cifra perfecta de un año solar. Quizá se pueda decir lo mismo acerca de las edades de los antepasados de Israel, del total de las registradas en Núm 1,46, de los 38 años de Jn 5,5, los 153 grandes peces de Jn 21,11 (quizá la cifra triangular de 17: 1 + 2 + 3... + 17 = 153), etc.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que los números citados en los libros sagrados no deben tomarse siempre al pie de la letra. Para comprender su alcance hay que tener siempre presente la intención de los narradores: ¿pretenden dar cifras exactas, o aproximaciones, cuya eventual exageración tiene un valor de hipérbole, o de símbolos que se salen de la pura aritmética? En los libros históricos se exagera con mucha frecuencia el número de los combatientes o de los prisioneros (cf. Éx 12,37), pero es una convención del género, y la afirmación del hagiógrafo se entiende en función de ella, por encima de una norma aritmética más o menos convencional, Igualmente, si interviene el simbolismo, los autores se atienen esencialmente al alcance de los símbolos.

Así pues, hay que ver de qué se trata en cada caso particular, ya para evitar el incurrir en una interpretación simbólica intemperante, o el cristalizar afirmaciones que deben entenderse con ciertos matices, o, finalmente, el vaciar de su contenido a las indicaciones dadas por el texto. No hay que olvidar que además desu valor numérico las cifras representan no pocas veces nociones de un orden completamente distinto, que en más de un caso no están al alcance de los lectores de hoy.

JEAN DE FRAINE y PIERRE GRELOT