Escándalo.

Escandalizar significa hacer caer, ser para alguien ocasión de caída. El escándalo es concretamente la trampa que se pone en el camino del enemigo para hacerle caer. En realidad, hay diferentes maneras de “hacer caer” a alguien en el terreno moral y religioso: la tentación que ejercen Satán o los hombres, la prueba en que pone Dios a su pueblo o a su hijo, son “escándalos”. Pero siempre se trata de la fe en Dios.

1. CRISTO, ESCÁNDALO PARA EL HOMBRE.

1. Ya el AT muestra que Dios puede ser causa de escándalo para Israel; “Él es la piedra de escándalo y la roca que hace caer a las dos casas de Israel... muchos tropezarán, caerán y serán quebrantados” (Is 8,14s). Es que Dios, por su manera de obrar, pone a prueba la fe de su pueblo.

Asimismo Jesús apareció a los hombres como signo de contradicción. En efecto, fue enviado para la salvación de todos y de hecho es ocasión de endurecimiento para muchos: “Este niño está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción” (Lc 2,34). En su persona y en su vida todo origina escándalo. Es el hijo del carpintero de Nazaret (Mt 13,57); quiere salvar al mundo no mediante algún mesianismo vengador (11,2-5; cf. Jn 3,17) o político (Jn 6,15), sino por la pasión y la cruz (Mt 16,21); los discípulos mismos se oponen a ello como Satán (16,22s) y escandalizados abandonan a su maestro (Jn 6,66). Pero Jesús resucitado los reúne (Mt 26,31s).

2. Juan pone de relieve el carácter escandaloso del Evangelio: Jesús es en todo un hombre semejante a los otros (Jn 1,14), cuyo origen se cree saber (1,46; 6,42; 7,27) y cuyo designio redentor por la cruz (6,52) y por la ascensión (6,62) no se llega a comprender. Los oyentes todos tropiezan en el triple misterio de la encarnación, de la redención y de la ascensión; pero a unos los levanta Jesús, otros se obstinan: su pecado no tiene excusa (15,22ss).

3. Al presentarse Jesús a los hombres los puso en la contingencia de optar por él o contra él: “Bienaventurados los que no se escandalizaren en mí” (Mt 11,6 p). La comunidad apostólica aplicó también a Jesús en persona el oráculo de Isaías 8,14, que hablaba de Dios. Él es “la piedra de escándalo” y al mismo tiempo “la piedra angular” (1Pe 2,7s; Rom 9,32s; Mt 21,42). Cristo es a la vez fuente de vida y causa de muerte (cf. 2Cor 2,16).

4. Pablo debió afrontar este escándalo tanto en el mundo griego como en el mundo judío. Por lo demás, ¿no había él mismo pasado por esta experiencia antes de su conversión? Descubrió que Cristo, o si se prefiere, la cruz, es “locura para los que se pierden, pero para los que se salvan es el poder de Dios” (1Cor 1,18). En efecto, Cristo crucificado es “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1Cor 1,23). La sabiduría humana no puede comprender que Dios quiera salvar al mundo por un Cristo humillado, doliente, crucificado. Sólo el Espíritu de Dios da al hombre poder superar el escándalo de la cruz, o más bien reconocer en él la suprema sabiduría (1Cor 1,25; 2,11-16).

5. El mismo escándalo, la misma prueba de la fe continúa también a través de toda la historia de la Iglesia. La Iglesia es siempre en el mundo un signo de contradicción, y el odio, la persecución son para muchos ocasión de caída (Mt 13,21; 24,10), aun cuando Jesús anunció todo esto para que los discípulos no sucumbieran (Jn 16,1).

II. EL HOMBRE, ESCÁNDALO PARA EL HOMBRE.

El hombre es escándalo para su hermano cuando trata de arrastrarlo alejándolo de la fidelidad a Dios. El que abusa de la debilidad de su hermano o del poder que ha recibido de Dios sobre él, para alejarlo de la alianza, es culpable para con su hermano y para con Dios. Dios detesta a los príncipes que retrajeron al pueblo de seguir a Yahveh: Jeroboán (1Re 14,16; 15,30. 34). Ajab o Jezabel (1Re 21,22.25), y asimismo a los que quisieron arrastrar a Israel por la pendiente de la helenización, fuera de la verdadera fe (2Mac 4,7...). Por el contrario, son dignos de elogio los que resisten al escándalo para guardar la fidelidad a la alianza (Jer 35).

Jesús, cumpliendo la alianza de Dios, concentró en sí el poder humano del escándalo; es, pues, a sus discípulos a los que no se debe escandalizar. “¡Ay del que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que se le atase al cuello una muela de molino y se le arrojase en las profundidades del mar!” (Mt 18,6). Pero Jesús sabe que estos escándalos son inevitables: falsos doctores (2Pe 2,1) o seductores, como la antigua Jezabel (Ap 2,20), están siempre actuando.

Este escándalo puede incluso venir del discípulo mismo; por eso Jesús exige con vigor y sin piedad la renuncia a todo lo que pueda poner obstáculo al reino de Dios. “Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo y lánzalo lejos de ti” (Mt 5,29s; 18,8s).

Pablo, a ejemplo de Jesús que no quería turbar a las almas sencillas (Mt 17,26), quiere que se evite escandalizar las conciencias débiles y poco formadas: “Guardaos de que la libertad de que vosotros usáis sea ocasión de caída para los débiles” (1Cor 8,9: Rom 14,13-15.20). La libertad cristiana sólo es auténtica si está penetrada de caridad (Gál 5, 13); la fe sólo es verdadera si sostiene la fe de los hermanos (Rom 14,1-23).

CHARLES AUGRAIN